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Virginia San Martín

Foto: Mariana Greif

Virginia San Martín: “Las empresas del agro quieren tener cada vez menos trabajadores”

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Presidenta de las Cooperativas Agrarias Federadas.

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Vivió en una zona rural de San Carlos hasta los 18 años. Dice que ama el campo y que le cuesta el viaje a Montevideo, dos veces por semana, para atender cuestiones gremiales. “La paz viene cuando tengo un pie en el campo”, reconoce, entrevistada por la diaria. Además de su trayectoria personal, habla de su vocación laboral y gremial, sobre la relación entre empresarios y trabajadores, el “desgaste” del conflicto de Conaprole y la retirada de las gremiales agropecuarias de los Consejos de Salarios. Virginia San Martín cuestiona la inserción internacional del país, dice que son necesarias “relaciones laborales modernas”, afirma que el sector está “desgastado” y agradece que movimientos como Un Solo Uruguay hayan colocado “ciertos temas sobre la mesa”.

“Siempre me gustó estudiar”, dice, al punto que, orgullosa, cuenta que en toda la primaria tuvo una sola falta. Al no tener hermanos, la escuela era, además, “un punto de encuentro con amigos”. También en el liceo le fue bien. Primero cursó bachillerato de Economía, porque en San Carlos no había Agronomía, y luego en Maldonado pudo reencontrarse con su vocación. San Martín siempre quiso ser ingeniera agrónoma: “Quería estudiar más, saber más sobre el campo para poder aplicarlo”.

Llegó a Montevideo a los 18 años: “Un cambio brusco, porque veníamos de un pueblo, en aquel momento chico, donde nos conocíamos todos”. Vivió primero en una pensión, después alquiló un apartamento con otros cuatro estudiantes, pero siempre pensó en volver.

Hasta que logró su objetivo: cuando terminó la carrera retornó a San Carlos. “Amo el campo y mi vida consiste en estar muy conectada con lo que se hace día a día allí. Si bien hoy tengo que estar acá [en Montevideo], la paz viene cuando tengo un pie en el campo. Las grandes ciudades me gustan pero sólo para pasear”, afirma.

Hoy vive en Maldonado, pero va todos los días al campo a visitar a sus padres, que están a 20 kilómetros. También viaja a Montevideo “en lo posible, un par de veces por semana” porque tiene dos hijos varones, de 11 y seis años.

Lo laboral: campo de oportunidades

El campo siempre fue una opción de vida. “En casa me mostraron que era una oportunidad, como algo lindo y disfrutable, y así lo vivo e intento mostrárselo a mis hijos, más allá de lo que quieran hacer”. Como representante de las cooperativas agrarias, considera que “hay familias que no lo han transmitido de la misma manera, por diferentes circunstancias: o son demasiados hijos, o los padres piensan que hay mejores oportunidades en la ciudad”.

Y agrega: “Hoy se están dando condiciones distintas y por eso habrá que rever el estímulo que se está dando al campo desde el propio campo. Antes, si no hacías una carrera tradicional o clásica como veterinaria o agronomía era más difícil”.

San Martín reconoce que hoy existe “una variedad impresionante de oficios, de carreras o de trabajos relacionados con el campo y no tienen que ver con el hecho de haber crecido o vivido allí. Por ejemplo: comunicación, gastronomía, cambio climático, tecnologías, informática, textiles, turismo rural. No necesariamente tiene que ser el niño campero. Se pueden aplicar distintos talentos”.

De su tarea gremial, destaca los aspectos más sociales: “trabajar con productores, buscar posibilidades y alternativas para salir adelante”. Su primer trabajo fue como asesora de un grupo de mujeres rurales, durante la crisis de 2002, recién egresada de la Universidad de la República. “Tengo un recuerdo muy hermoso de eso y en mi vida fue un mojón muy importante, porque no sólo fue asesoramiento desde el conocimiento técnico, sino también desde lo personal, acompañando durante un momento muy duro, desde la poca experiencia que tenía en lo profesional pero sí con mis vivencias, porque en mi familia siempre fuimos cooperativistas”.

A partir de su egreso de la Udelar, comenzó a hacer el relevo generacional en la empresa de su familia, que ha incursionado en varios rubros: trigo, remolacha azucarera, luego un tambo y durante 33 años remitiendo a Conaprole. En 2008 lanzó su primer negocio: hacer “cordero pesado”, categoría promovida por el Secretariado Uruguayo de la Lana (SUL) como producto de alta calidad destinado a mercados de importante poder adquisitivo.

El medio rural enfrenta varios desafíos, afirma. Uno de ellos son las dificultades para retener a los jóvenes en el campo, como consecuencia de su “aislamiento”, “una realidad que ojalá se revierta; que se refuerce la infraestructura, las rutas, la accesibilidad a lugares de esparcimiento, porque no es atractivo para un joven estar en la mitad del campo y no tener las mismas posibilidades que uno tiene en la ciudad. Eso es una condicionante”.

Entrada al gremialismo

Como estudiante asistió a “algunas marchas” pero reconoce que su camino es “la política gremial”. ¿Y la partidaria? “No, no soy afín, nunca fui”, responde escuetamente.

Más allá de su rol como productora, siempre ocupó lugares de destaque en las instituciones que integró. Fue socia de la Sociedad de Fomento Rural de San Carlos y llegó a la presidencia en 2005. Años más tarde se sumó a la Cooperativa Agraria Limitada de Maldonado, de la que también fue directiva. A las Cooperativas Agrarias Federadas (CAF) entró como suplente en 2005, estuvo unos seis años en la secretaría y luego asumió la vicepresidencia. Hace tres años asumió como presidenta.

Consultada por esta trayectoria, San Martín reconoce que, probablemente, se deba a su “inclinación por el diálogo, por intentar consensuar y solucionar las cosas y promover el trabajo en equipo”. Dice que esto no le costó, que fue algo que “fluyó, de manera integral”, aunque la perspectiva es distinta cuando se proyecta afuera de las CAF: “En el mundo exterior es un poco más complicado. Ahí tengo que llevarla de otra manera”.

Además de ser la primera presidenta de las CAF, fue la primera mujer titular en el consejo. En este período se sumó también, como tesorera, Stefanía Silveyra, entre 27 integrantes. En el comité ejecutivo las mujeres son la mitad: dos en cuatro, “que no es menor, porque es el órgano que ejecuta”, opina.

El porcentaje de participación femenina entre las cooperativas socias es bajo, de 5%, “siguiendo la tendencia general del campo”, según San Martín. Su apuesta, compartida con la Federación Rural, es trabajar “fuertemente” para revertir esa tendencia, algo que implicará “capacitar a la dirigencia, en un trabajo de hormiga”. San Martín considera que existe un vínculo claro entre la entrada de mujeres y jóvenes a la actividad política –“en forma más bien natural”– y desde su lugar promueve la intención de hacerles espacio, pero con una salvedad: “Las mujeres tienen que hacer lo que les gusta, y no a todas les gusta la dirigencia”.

Las otras gremiales rurales

Las CAF son la más joven de las gremiales agropecuarias, aunque entre sus socias hay cooperativas más antiguas. Más allá de esto, San Martín sostiene que “la gran diferencia” con el resto de las gremiales es su representación. Las CAF constituyen una red de más de 20 cooperativas agrarias y sociedades de fomento rural de Uruguay con más de 13.000 productores asociados, distribuidos en todo el país.

Reconoce “una alineación” con las demás gremiales “porque estamos en el mismo sector” pero advierte que “cada gremial tiene su visión” y existen “matices”. “En lo político, representamos a empresas cooperativas y eso es un diferencial”, explica. Por ejemplo, sostiene que la decisión de integrar la Confederación Empresarial del Uruguay respondió a que “era una forma de introducir la visión de las cooperativas, que son empresas con valores y principios diferentes y es importante que eso esté plasmado y representado en un ámbito empresarial en formación”.

Discursos, flexibilidades y rigideces

Para San Martín, la pérdida de competitividad está influenciada por “varias cosas: el tipo de cambio ha tenido ajustes pero sigue siendo muy bajo, los costos, las tarifas energéticas –sobre todo a las agroindustrias como Conaprole o Central Lanera– y hasta el tema género, porque está probado que las empresas con mayor participación de mujeres son más competitivas”, relativiza. “Competitividad significa competir y en esto el país está siendo lento” afirma.

Dice que “necesitamos una mayor cantidad de mercados” y que esta es una de sus “mayores críticas” al gobierno. “No podemos ser dependientes de un sólo mercado y quedar rehenes de una situación ante cualquier problema”, afirma, y cuestiona que “se perdieron oportunidades de acuerdos bilaterales” y que “no se ha avanzado de acuerdo a lo que han avanzado países del primer mundo”; que el país “ha quedado dependiendo de la región”. Al preguntarle su posición sobre los tratados de libre comercio, responde: “dependerá de la negociación y de cómo esté hecho el acuerdo. La apertura al mundo es lo importante, el cómo habrá que verlo”.

En sus últimos discursos se refirió a “costos laborales altos” y a la “rigidez laboral”; durante la entrevista prefiere hablar de “relaciones laborales modernas” y afirma que “la visión no es personal” sino que “está todo muy consensuado”. “Hay una tendencia a nivel mundial de la cual vamos a contramano y es algo que analizamos con otras gremiales. Cuando una empresa se ve tomada por conflictos sindicales, complejos o no, puede verse en la necesidad de tomar una decisión; son cosas que hacen que el empresario se sienta muy encorsetado y que van en desmedro del empleo”, agrega.

¿Reformas en la misma línea de Brasil y en la que pretende ir Argentina?. “No hemos definido medida por medida, pero sí hablamos de tendencias y vemos que el mundo va para un lado y nosotros para otro. Ocupaciones, conflictos, que se suman a los salarios, como en el caso de los peones rurales, de alimentación y vivienda”, insiste. En su opinión, las divergencias tienen que ver con los conflictos: “se está perdiendo mucho empleo y el tema es saber por qué. Sabemos que a nivel agropecuario las empresas quieren tener cada vez menos trabajadores, y eso nos preocupa. Nosotros lo decimos y no nos creen, y después pasan las cosas. La empresa lo que más quiere es que el trabajador reciba lo que merece recibir, pero cuando no da, no da. Los productores y empresas también se cansan, y cuando no les dan los números, no hay forma. Las empresas están complicadas; tienen bajísima o nula rentabilidad en algunos casos y eso parece que no se entiende”, opina.

Como integrante de una familia que durante 33 años remitió a Conaprole, vivió de cerca el último conflicto entre el sindicato y esa empresa. “Está siendo un conflicto demasiado fuerte y hasta injusto e irresponsable”, sostiene. Y añade: “No se hace una evaluación por parte de los trabajadores de los posibles perjuicios que se pueden hacer a la cooperativa; si mañana Conaprole no está o deja de ser cooperativa, seguramente todo lo que hemos logrado se caerá”.

Aunque está “alejada” de la negociación colectiva, su opinión respecto de la salida de las gremiales rurales de los Consejos de Salarios es que hubo “un desgaste de la herramienta”. Dice que hubo “muchas situaciones tensas, de incidencia” y que “no estaban las condiciones dadas para negociar porque el árbitro, que es el Ministerio de Trabajo, no está siendo justo”, y “los tiempos se aplazaron demasiado para seguir en esa situación”. Desde que se cortó el ámbito tripartito, representantes de las gremiales se reunieron con el PIT-CNT; San Martín sostiene que desde la propia central sindical reconocieron que “hay mucho desconocimiento de los negociadores de cómo son las relaciones reales entre trabajadores y empresarios”. “Creo que es mucho más fluida y positiva que los casos puntuales que a veces surgen y que nos envenenan. Eso no está bueno, porque hay muchos trabajadores que están agradecidos y felices con el trabajo que hacen”. Para terminar, afirma: “El problema no es con los trabajadores sino con el gobierno, que no actúa de manera equilibrada ante las partes”.

Un Solo Uruguay

En enero de este año, cuando surgió el movimiento Un solo Uruguay, las Cooperativas Agrarias Federadas se sumaron a su discurso. “Había productores que no se identificaban con ninguna gremial y en su momento sentían la necesidad de manifestar la disconformidad con algunos temas, y como dijo el presidente [Tabaré Vázquez], vivimos en libertad y la gente tiene la posibilidad de poner en manifiesto las diferencias, y así fue”, afirma. Dice que el movimiento fue “bueno” porque “puso temas sobre la mesa que las gremiales habían intentado hacer durante mucho tiempo sin éxito”. Consultada al respecto, reconoce que las gremiales agropecuarias “somos escuchadas por el gobierno” pero que “no parece haber la misma visión de país productivo”.

Para San Martín, Un Solo Uruguay es un movimiento “social” y “no político”. “No lo veo así. Creo que todas las personas tienen afinidad con algún movimiento político. Ahora, si alguien lo quiere ver así puede verlo. Sería más fácil y constructivo, por un tema de consciencia agropecuaria, ver las cosas de forma más imparcial, pero a veces se nos hace difícil. Es un movimiento social y así se nos planteó a nosotros. También entiendo que no es fácil coordinar un movimiento social de esa magnitud”.

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