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Daniel Diverio.

Foto: Mara Quintero

Daniel Diverio: “Además del poco presupuesto, hay una gran dificultad de gestión y ejecución”

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El Sunca se prepara para un “descenso importante” de la ocupación al finalizar las obras de UPM 2 y reclama al Ministerio de Vivienda “que por lo menos se empiece a trabajar” a pesar de la falta de recursos.

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El próximo jueves, el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (Sunca) realizará un paro nacional “en defensa de las conquistas” y “contra la reforma de la ley de negociación colectiva”. Daniel Diverio, su presidente, destacó que se concentrarán en la explanada de la Universidad de la República, dando un “abrazo” a la institución a la que muchos de sus hijos entraron en los últimos años, con la intención de recordar y “fortalecer” el lema “Obreros y estudiantes unidos y adelante”. En diálogo con la diaria, Diverio analizó el presente de la industria.

¿Cómo viene la previa del paro?

Bien, estoy yendo dos veces por semana a UPM. Hay cerca de 7.000 trabajadores. Hay mucho entusiasmo. El Sunca tiene una tradición de respetar la convocatoria y la decisión de la medida. Eso es casi automático, una disciplina muy importante, pero también es cierto que cuando discutimos en la asamblea cuáles son las consecuencias o los motivos se fortalece mucho más y se hace más firme la convocatoria.

¿Cuál es la situación actual en la obra de UPM 2?

Empieza el descenso. La obra civil está casi terminada, la obra de montaje y lo que tiene que ver a nivel de estructura, cañería, la colocación de la escalera, está en un proceso bastante acelerado. Dicen los técnicos que viene en tiempo y forma. Nosotros estamos viendo que para noviembre, diciembre, puede haber un descenso importante de trabajadores ocupados ahí.

¿Qué se espera que pase luego de que finalice?

Analizamos en 2020 que culminadas estas obras, al faltar inversión pública, no había forma de que se sostuvieran los puestos de trabajo. Cuando nosotros vemos la rendición de cuentas que se votó, que se está terminando de votar ahora, no hubo mucho impacto en la modificación de inversión en vivienda, en salud, en educación. Ni que hablar en las empresas públicas, que podrían sostener la recuperación del empleo. Quizás el único frente en el que hubo mayor inversión es en las obras de infraestructura. Aquel planteo que hace el Ministerio de Transporte [y Obras Públicas], de inversiones récord, que hasta ahora no están muy claras, pero hay, sí, inversiones. La dificultad es que las obras de infraestructura no son las que generan más empleo.

Hay un cálculo hecho por las propias cámaras empresariales, donde un metro cuadrado de vivienda terminada ocupa entre tres y cuatros jornales. Esa misma inversión en obras de infraestructura no llega ni a medio jornal. Estas inversiones de infraestructura, que nada menospreciamos, están lejos de poder resolver una caída. Por eso nos movilizamos el 20 en defensa del empleo. Ahí nosotros apuntamos a dos cosas ante el Ministerio de Vivienda. Uno, la falta de presupuesto. Y segundo, además del poco presupuesto, hay una gran dificultad de gestión y ejecución. Eso hace que muchos proyectos de trabajo estén frenados. Estamos reclamando que, aunque el presupuesto sea mucho menor al necesario, por lo menos se empiece a trabajar.

¿Cómo es la relación entre el sindicato y los empresarios?

En la construcción hay una historia muy fuerte de una relación muy real, muy frontal, pero muy firme. Hay una cultura de diálogo muy fuerte, que no nace de ahora. Dicen algunos, que conocen un poco más, que ya a la salida de la dictadura se juntaban por ahí, en algún bar, directivos empresariales con algunos compañeros en clandestinidad, para ver cómo la industria podía mejorar las condiciones de trabajo. Siempre existió eso. Cuando en Uruguay no existía la negociación colectiva, ni los Consejos de Salarios eliminados en la década del 90 por Luis Lacalle Herrera, igual en la construcción se mantenía la negociación bipartita. Siempre hubo convenios colectivos. Está claro que eso también depende de la correlación de fuerzas. La mesa de diálogo siempre va a existir.

Por supuesto, lo que se avance o no va de la mano de la correlación de fuerzas y lo organizado que esté para avanzar. Si estás débil, tu avance va a ser casi insignificante. Existen muchas mesas de diálogo. Las primeras negociaciones que se dan ante una situación conflictiva son en el centro de trabajo. Por lo general, 95% de los conflictos se resuelven en el centro de trabajo, a veces tomando medidas, a veces sin tomar medidas. Hay otro proceso que sigue con reuniones bipartitas, quizás a otro nivel, y por supuesto que hay un porcentaje, muy menor, pero lo hay, que termina en una mesa en el Ministerio de Trabajo [y Seguridad Social, MTSS]. Es un proceso muy importante para nosotros, lo cuidamos. Eso ha ayudado mucho al desarrollo de la industria en general, y en particular al sindicato, para lograr avances.

El convenio con UPM incluyó criterios para la contratación de mujeres y personas discapacitadas. ¿Cuáles son esos criterios y cómo viene funcionando?

No solamente UPM. Venimos desarrollando en el gremio un trabajo que es cultural. El gremio de la construcción es un gremio que en su momento 99% eran hombres, por no decir 100%. Y también con la construcción cultural de nuestra cabeza muy machista. Aquello que decían del albañil que le chifla a la chica que pasa era casi romántico. Cuando entendimos que eso no era romántico, que era acoso, empezamos a reconstruir nuestra propia cabeza, fundamentalmente empezamos por nosotros, y a trabajar en un proceso muy importante de inclusión de la mujer en la industria. Eso fue muy difícil, porque el sector empresarial hasta ahora tiene resistencias.

Nosotros logramos modificar la ley que habla de que en las obras públicas los trabajadores no calificados entran por sorteo, eso generó que cuando hay una obra pública las empresas tienen que contratar a los trabajadores no calificados por sorteo a través del Ministerio. Ahí logramos que miles y miles de mujeres se anotaran. Cuando son sorteadas tienen que tomarlas. Eso permitió, por ejemplo, que en las obras de fibra óptica del interior del país, fundamentalmente, y otras obras, entraran miles de compañeras a la construcción. De todas maneras no es sencillo, porque las empresas se resisten muchísimo a que un currículum de una compañera mujer tenga las mismas condiciones que el de un compañero hombre. Cuando nosotros logramos en alguna obra tener cierto nivel de organización, y hacemos una plataforma interna de reclamos para la propia obra, pedimos el ingreso de una compañera mujer y un compañero o compañera con discapacidad.

¿Qué otras resistencias presentan las empresas además de las relacionadas a la contratación de mujeres?

La otra resistencia que tenemos es que las empresas siguen apostando a una ley muy vieja de la dictadura, la contratación a término. El trabajador es contratado por esa obra y cuando termina, termina su vínculo. Eso genera que trabajadores muy calificados tengan dificultades para tener continuidad en el trabajo, y después de los 50 años es peor. Eso es un problema. Entre 2006 y 2008 logramos crear el Focer (Fondo de Cesantía y Retiro), que obliga a las empresas que contratan de esta forma, a término, la aportación al Focer de 5%. Cuando al trabajador le dan de baja, se hace de ese 5%. Si definen contratar de forma permanente, baja el aporte a 0,5%. No es un despido, es un incentivo para que las empresas tengan más cantidad de trabajadores permanentemente.

Y dentro del sindicato, ¿cuáles son las resistencias? ¿Dónde hay más dificultades?

Yo entré con 18 años, y la verdad, después de compartir algún almuerzo con los viejos albañiles y con compañeros mucho más viejos, te enamorás. Hay compañeros muy duros en el interior del país, con historias medio jodidas, trabajadores que venían de los montes, o que se criaron solos en medio de las estancias, y eso, que al principio es muy reacio, después te da al corazón. Esa capaz que es la fortaleza más grande, la identificación que tiene un trabajador con el gremio y su sindicato, a nivel nacional. Cuando hacemos movilizaciones, como esta del 20, participan desde el interior por encima de 150 o 200 ómnibus. Quizás la debilidad que tenemos es que, por lo menos los más viejos, tenemos poca formación. Terminamos apenas la escuela. Nuestro presidente anterior había terminado segundo de escuela. Tenemos esa dificultad, es cierto, que de repente para hacer un informe o leer un documento precisamos leerlo tres veces.

Pero, por ejemplo, en esto que mencionabas de las compañeras, ¿sus compañeros no se oponen a que ellas entren?

Por eso te decía que ese proceso fue muy importante. Ponete en la cabeza de un trabajador de la construcción. Ponerse una remera que diga “No al acoso”, violeta, ¿vos entendés lo que significa para nosotros? Eso lo logramos. Andar con un pegotín o andar con algo violeta, ir a la marcha de la diversidad porque entendés que tenés que ir como sindicato organizado, es un proceso muy fuerte. Hace poco terminamos de hacer unos talleres de masculinidad.

¿Cómo les fue?

¡Ah, estuvo bueno! Hombres rudos, malísimos, llorando. No es fácil, pero yo creo que es interesante que ya no tenemos una comisión de género que atienden las mujeres, sino que las mujeres son parte de la organización sindical. Nosotros estamos viendo qué falta. Si analizás, ahí [en la pared], entre todas las fotos de nuestros compañeros héroes desaparecidos, no hay ninguna compañera, y estoy seguro de que hubo mujeres nuestras que fueron torturadas, desaparecidas, todo. Es más, en el año 74, cuando el sindicato quedó clandestino y toda la dirección cayó en cana, al frente quedó una compañera mujer, la pareja de un compañero que cayó en cana, Nilsa Álvarez. Fue violada, torturada, hoy vive todavía. Esas raíces tenés que sostenerlas.

Hablemos de los siniestros laborales. ¿Los casos han aumentado?

Sí. Los siniestros laborales son algo muy sensible, muy doloroso. Cuando muere un compañero no hay forma de resolver eso. Sólo este año llevamos seis compañeros muertos. Así fuera uno, es muchísimo. En 2013 teníamos un promedio de 7.500 siniestros por año, que bajó a 2.200. Algunos muy graves, otros apenas leves. Hicimos un proceso de trabajar mucho más en capacitación, en orientación, en control. Exigimos al MTSS inspecciones y logramos impulsar un proyecto de ley, que lo presentó Óscar Andrade, en su momento secretario general, que habla de la ley de responsabilidad penal empresarial, donde cualquier empresario que ponga en riesgo de vida a un trabajador, antes del siniestro, puede ser denunciado y pasar por la Justicia. Ahora estamos reclamando que desde la Fiscalía se tenga mayor conocimiento de las normativas, porque hay siniestros laborales y no hay ningún tipo de definición de la Justicia porque ni siquiera hay investigación. Lo que estamos planteando capaz es muy excesivo: que haya una fiscalía especializada en siniestros laborales.

También plantearon crear un registro de empresas infractoras.

Es un elemento que podría ayudar muchísimo, que no es difícil de organizar y que podría dar mucho respaldo. Incluso también sería justo con aquellas empresas que cumplen con la normativa.

¿Qué suele responder el MTSS ante estos pedidos?

El Ministerio, el anterior también, el Frente Amplio decía lo mismo, que el problema que tienen es el del presupuesto, la falta de inspectores y de presupuesto para tener esa oficina. Creo que también hay mucho lobby empresarial. Pasó cuando se votó la ley de responsabilidad empresarial. Muchos legisladores de izquierda tuvieron dificultades para votarlo y toda la derecha lo votó en contra. Hubo que meter decenas de miles de trabajadores alrededor del Palacio Legislativo.

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