La cooperativa es el brazo comercial, el paraguas de la asociación. “Acá es igual para todos”, dice a la diaria su presidente, Fernando Andrade. La cooperativa es Cooperativa Agraria Limitada Uruguaya de Productores de Cerdos (Caluprocerd) y la asociación es AUPC (Asociación Uruguaya de Productores de Cerdos). La primera vende lo que produce la segunda: cerdos. Más allá de las siglas, sus integrantes son los mismos y se juntaron “porque no había muchas oportunidades”, sólo “trabajar y ser más fuertes en conjunto”.
En 40 años, sostiene Andrade, “nunca hubo un desarrollo de la producción de cerdos en Uruguay”. Antes de la creación de la cooperativa, a mediados de 2013, los pequeños productores no tenían dónde colocar con certeza su producción. La inseguridad continúa, pero en menor medida. “Fuimos aprendiendo sobre la marcha. Cuando se arrancó lo primero fue golpear puertas. Fuimos a todos lados, no sólo al Ministerio del Interior [MI]”.
Por el volumen de compras, el MI fue determinante para el desarrollo de la cooperativa y, por ende, para los productores de cerdos. “Un golazo”, resume Andrade. Y lo sigue siendo, aunque recientemente se sumó también el Ministerio de Defensa Nacional (MDN).
Pero no fue claro al principio. Juan Boscana, tesorero de Caluprocerd, cuenta a la diaria que al comienzo “estuvimos prácticamente financiando nueve meses al Ministerio del Interior, pero sabíamos que íbamos a cobrar”. “Cuando recién empezamos le debíamos una vela a cada santo, pero por suerte pudimos ir saneando todo poco a poco y ahora gozamos de buena salud, según dicen algunos economistas”.
Al día
“Nosotros no debemos un mango”, aclara con orgullo Andrade, pese a que, de todos modos, no faltan dificultades. A Caluprocerd remiten actualmente 180 productores de cerdos de 14 departamentos del país. Da trabajo a 13 personas en las etapas de distribución y comercialización. Tiene, además, un molino que “costó una buena plata”, arriba de 100.000 dólares. Una mitad fue financiada por el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca y la otra por Caluprocerd.
A la interna de la cooperativa hay acuerdos entre productores en función del tamaño y la capacidad de cada establecimiento. “Algunos hacen todo el ciclo completo. Pero hay departamentos del interior que, por problemas de costos, no pueden hacer todo el cerdo. Entonces, esos lechones vienen para el sur y se engordan acá en acuerdos con otros productores, que son engordadores. También hay acuerdos entre productores para la comercialización de la ración”, explica Andrade desde San Jacinto, Canelones.
Caluprocerd tiene como meta “producir el mejor cerdo que se pueda producir”. Para el engorde del animal no se utiliza promotor de crecimiento, sino únicamente soja y maíz. La calidad del producto tuvo un antes y un después cuando, en 2017, la cooperativa implementó un plan genético para mejorar sus ejemplares.
“Había productores que no tenían buena genética y, lógicamente, los primeros cerdos que fueron al Ministerio del Interior no eran de excelente calidad. Pero, a medida que fueron pasando los meses, se fue mejorando”, apunta Boscana.
Cárceles y cuarteles
Presos y militares son los principales consumidores de la carne de Caluprocerd. El MI y el MDN, sus principales clientes. Sin ellos, la cooperativa sencillamente “no existiría”, reconoce Boscana. Los pequeños productores de cerdos “se desparramarían cada uno por su cuenta a buscar canales de comercialización”.
Junto con otras cuatro cooperativas, Caluprocerd logró en diciembre de 2013 un acuerdo con el MI para abastecer de carne porcina a todas las cárceles del país. El convenio incluyó los productos de las otras cooperativas: harina de maíz y trigo de Molino Santa Rosa, fideos de Molino Caorsi, pollos de la Cooperativa Nacional de Fasoneros de Pollos Unidos (Conafpu), y hortalizas y frutas de Cooperativa Agraria de Productores Rurales Unidos de San Antonio (Coaprusa).
Si bien el primer pago se atrasó nueve meses a causa de trámites en el Parlamento, el Tribunal de Cuentas y los gobiernos departamentales, una vez superado el obstáculo burocrático, la venta de casi 20.000 kilos de cerdo al MI “fue el quiebre para afianzarnos como cooperativa”, afirma Boscana. “Para nosotros el mayor comprador y el mejor pagador es el Estado”.
A su juicio, el comercio entre Caluprocerd y el MI “fue un ejemplo de cómo se debía entregar y controlar la mercadería”. “Nos pidieron que nunca les falláramos y los números siempre cerraron”. Esto implicó una recorrida por todos los centros penitenciarios del país, “visitando cárcel por cárcel para ver cómo llegaba la mercadería”.
El vínculo cambió con la alternancia política. Las nuevas autoridades del MI impusieron un formato de licitación. Caluprocerd se presentó y ganó, pero “vendiendo más barato”. “Una licitación te exige al piso. ¿Qué hacemos con los 600 animales si llegamos a perder? No se los colocamos a nadie. ‘Acá es todo o nada’, dijimos con la licitación”, expresa Boscana.
Sin embargo, al mismo tiempo, el MDN abrió sus puertas a la carne porcina. Bajo el mismo formato, Caluprocerd se presentó y ganó el concurso para abastecer a la zona metropolitana –Montevideo y Canelones– del Ejército. Más o menos, unas 50 toneladas de jamón, paleta y bondiola.
Por un lado, Andrade admite que “hoy llegamos a lugares donde diez años atrás no llegábamos”; pero, por otro, advierte que no es posible desarrollarse “con licitaciones cada cuatro o cinco meses”. “Lleva cinco o seis meses que un cerdo llegue a 100 kilos. Si no tenemos una visión de desarrollo para adelante, nosotros no podemos producir porque no lo tenemos colocado”.
Boscana cuestiona que “la producción no trasciende lo político”. A pesar de que la cooperativa tuvo una “buena administración” y “buenas decisiones”, el problema sigue siendo “el tembladeral de la comercialización”. “Si cada cinco años te cambian las reglas de juego, te desestabiliza”.
Reivindicaciones
Que el Estado tenga adjudicado el papel de principal cliente de la cooperativa responde a la falta de opciones de comercialización para los productores familiares en el mercado interno. Algunos números: 57% de la carne que se importa en Uruguay es porcina, casi toda brasileña, según datos de 2021 del Instituto Nacional de Carnes. A su vez, de los 19 kilos de cerdo que cada uruguayo consume por año, 77% es de origen importado y sólo 23% de origen nacional.
“Las importaciones golpean a la producción nacional. Contra una bondiola [brasileña] que entra a 120 pesos es muy difícil competir. La industria chacinera trae el 100% de afuera y ningún gobierno le ha podido exigir ni siquiera que ponga 2% de cerdo nacional. Esa es una reivindicación de la cooperativa”, dice Andrade.
Boscana, en tanto, advierte que “las grandes superficies” que venden carne porcina importada “la descongelan y la venden como fresca”. “No sabemos lo que estamos comiendo. Te dicen que lo van controlando, que está dentro de los límites permitidos”. Esa es otra reivindicación de la cooperativa, que los productos importados se ofrezcan en su envase de origen.
Y una reivindicación más es la aplicación de la Ley de Producción Familiar Agropecuaria (19.292), vigente desde 2014, que obliga a los organismos públicos a comprar “bienes alimenticios” de producción familiar, “siempre que exista oferta”.
Según Andrade, la ley “no se cumple”. “Me parece que es una buena herramienta para la granja en general, no sólo para los productores de cerdos. Si este gobierno no la aplica, y el próximo tampoco, cada vez cedemos más. Todos los productores de la granja tienen que pelear por hacer cumplir la ley porque hay montones de productores que la están pasando mal. La organización tiene que quedar acentuada en los territorios”.
A media máquina
Dada la incertidumbre de las compras del MI y el MDN, la cooperativa no avizora un crecimiento a mediano plazo. En el caso del MI, el nuevo formato de licitación implicó, además, un recorte del volumen de carne por “razones presupuestales”. “El sector está muy menguado. Un productor que remitía 22 cerdos por mes a la cooperativa, hoy en día está remitiendo 11, porque la cooperativa no tiene más bocas de salida”, comenta Andrade.
Actualmente, hay otros productores de cerdos que “no pueden entrar a la cooperativa”, porque “no están dadas las ventas”. Y tampoco, agrega Andrade, es posible aumentar la producción de los actuales miembros, porque “no hay en el horizonte 300 cerdos más para vender”. “Tenemos a los productores produciendo a media máquina porque no tenemos el desarrollo para adelante”.
A Boscana le preocupa especialmente la perspectiva del sector porcino. Porque, a su entender, “no es lo mismo hacer un productor de cerdos que un obrero de la construcción”. “No podemos inventar productores”, sostiene, “tienen que ser productores reales”, y cada vez hay menos, porque “la gente se va cansando y hay poco recambio”. “No es una producción atractiva”.
A pesar de todo, Andrade valora a los productores de cerdos “comprometidos” con la cooperativa: “Tienen la camiseta puesta porque fue su trabajo siempre y hoy tienen la ventaja de la comercialización. A esos productores los tenemos. El modelo de la cooperativa es para defender lo que uno quiere hacer, que es producir y quedarse en el medio rural”.
Entre todos
La carne de cerdo de Caluprocerd fue uno de los ingredientes de la primera receta del primer episodio de La cocina cooperativa, serie gastronómica que apunta a divulgar el trabajo de las cooperativas uruguayas. El programa, que se emite por streaming y es conducido por Andrés Brian Iuliano, es un proyecto de la productora Kreativa.