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Predio turístico en el departamento de Maldonado.

Foto: Iván Franco

Especialistas detectaron que existen 136 proyectos de “turismo neoexclusivo” en Rocha y Maldonado

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53 de los casos son limítrofes o se superponen con áreas de interés ambiental.

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Leído por Andrés Alba.
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“El barrio privado más exclusivo de José Ignacio: 227 lotes en un entorno natural único. Dos lagunas, una de las cuales tiene además una reserva natural con fauna y flora autóctonas, para explorar y descubrir. Caminos anchos y serenos para recorrer en bicicleta, lotes que miran a la laguna, al bosque, al mar, a la amplitud del campo, concebido a partir del concepto arquitectura natural”. El fragmento se tomó de la página web de un barrio privado, ubicado en José Ignacio, Maldonado. El establecimiento cuenta con una laguna de agua dulce “única en la zona con amenities exclusivos”, torre con mirador, spa, gimnasios, parador en las “exclusivas arenas”, guarderías y un largo etcétera.

Isabel Gadino es arquitecta y magíster en Ciencias Ambientales; el fin de semana pasado participó del foro “Derecho a la ciudad: entre lo público y lo privado”, convocado por la Udelar, la Intersocial de Paysandú y el Grupo de Medio Ambiente y Sociedad de la Universidad de Antioquia, Colombia. Allí presentó un adelanto de su artículo “Tendencias y efectos socioambientales del desarrollo inmobiliario turístico en zonas costeras de Sudamérica. El caso de Región Este, Uruguay”, que próximamente será publicado. Lo escribió junto a José Sciandro, abogado especializado en Derecho de Aguas por la Universidad de Granada; Germán Taveira, licenciado en Gestión Ambiental, y Natalie Goldberg, arquitecta y magíster en gestión costera.

Un concepto clave para entender su trabajo es el de “turismo neoexclusivo” que abarca “nuevas formas culturales de socialización, autosegregación espacial, interacción y transformación del medio rural”. Gadino explicó durante su presentación que se caracteriza por “el uso de una estrategia de venta muy ligada a la apropiación de la naturaleza como valor de mercado y al prestigio y la exclusividad de quienes van allí”. El concepto se materializa en barrios cerrados y condominios con comodidades que no le exigen al propietario desplazarse fuera del entorno.

Los investigadores observaron que en la costa de Maldonado y Rocha hay una “consolidación y expansión de la trama urbana; la aparición de condominios horizontales y condominios con todo incluido, que sustituyen antiguas edificaciones e incorporan procesos de guetización en la ciudad abierta y nuevo suelo urbano donde se desarrollan barrios cerrados”. Señaló que el fenómeno donde un grupo social se autoexcluye del resto con estos propósitos es “bastante reciente”, pero en Maldonado tuvo sus inicios en la década del 90.

En el este del país se encontraron 136 casos de proyectos neoexclusivos; 123 en Maldonado y 13 en Rocha. Cubren un área de 75,6 kilómetros cuadrados, que podría parecer poco, pero equivale a 32% de la superficie de padrones urbanos de los dos departamentos.

Gadino contó que también buscaron averiguar “qué tan cerca están de las áreas naturales importantes, cómo se acerca el turismo exclusivo a los recursos ecosistémicos fundamentales para la región y cómo dialogan con la cuestión de elitizar la naturaleza”. Definieron las áreas de interés ambiental a partir de los planes de ordenamiento territorial y “de los propios emprendimientos que hablan del valor de los sitios”. El concepto comprende arroyos, lagunas, costa, cumbres y vistas panorámicas. Calcularon que la distancia promedio entre los proyectos de turismo neoexclusivo y las áreas de interés ambiental es de 454 metros, pudiendo variar entre 5,6 y 2.450 metros.

Pero la ubicación es estratégica y varía según el tipo de proyecto: en los barrios cerrados es de 520 metros, en los condominios es de 310 metros y en los grandes edificios es de 290 metros. Solamente cuatro casos tienen un área de interés ambiental de más de 1.000 metros. Gadino manifestó que de los 136 proyectos de turismo neoexclusivo, 53 “son limítrofes o se superponen con un área de interés ambiental en una superficie aproximada a 7 kilómetros cuadrados, lo que es igual a 9% de las áreas de turismo neoexclusivo”.

“Si consideramos que son áreas cerradas, una de las características que más vende es la capacidad de ser exclusivo, la incapacidad de acceder si uno no pertenece. ¿Qué pasa con el cierre que generan a los demás, a los que estamos afuera?”, subrayó la magíster en Ciencias Ambientales. Destacó el caso de José Ignacio, donde los accesos intermedios para entrar a la costa existen. Sin embargo, remarcó que “lo que menos da son ganas de atravesar los accesos diminutos, están lo más ocultos posible, rodeados de guardias de seguridad, y cuando uno logra atravesar se encuentra con que en la playa están sólo los propietarios de estas viviendas y poca gente del resto de la ciudad”. “Es una apropiación de hecho lo que sucede”, agregó.

¿El mercado como protector?

En el artículo analizaron los permisos estatales y los sitios de promoción comercial de los casos estudiados. Notaron que en las publicidades “las referencias a servicios ecosistémicos se hacen mencionando únicamente aspectos culturales, como la contemplación y recreación”, pero “nunca se hace mención a otras categorías como el soporte, abastecimiento y regulación”.

“Desde este posicionamiento, los ecosistemas y servicios ecosistémicos prestados por el predio para transformar espacios cercanos, en particular espacios públicos como reservas naturales, playas, vistas, brisa marina, aromas de fauna autóctona y sonidos de fauna local, se maximizan”, expresó Gadino. Apuntó que son ofrecidos y asociados a las ideas de “exclusividad, privilegio, calidad, inversión, estilo y seguridad”.

Paralelamente, en las solicitudes presentadas al Estado, por medio del informe ambiental resumen o la viabilidad ambiental de localización, los mismos hábitats son “desvalorizados” o “directamente se ignoran”. “El emprendimiento reconoce que el predio tiene una característica natural destacada, pero se pone a sí mismo como el que va a mejorar o permitir que esas características permanezcan como tales”, mencionó Gadino.

Detalló que una de las razones utilizadas para la transformación de predios rurales a suburbanos o urbanos es “la necesidad de incluir estos suelos en el mercado inmobiliario como forma de proteger el recurso natural”. En el caso de la faja costera, los empresarios dicen que “el ecosistema está totalmente alterado y que el emprendimiento no va a generar una mayor alteración”. “El mercado se autodenomina como protector del recurso ambiental”, señaló.

La magíster en Ciencias Ambientales enfatizó en el derecho a la ciudad, pero también en el derecho al territorio como “ese espacio que se construye histórica y permanentemente entre un grupo social y el medio que habita”. No dejó de lado el derecho a los recursos naturales que existen en el territorio. “Tenemos que pensar en servicios sistémicos que se relacionan con lo cultural, el abastecimiento, la regulación y soporte de otros servicios ecosistémicos”, resaltó.

Protección ambiental y los juegos del libre mercado

Gadino planteó que la riqueza, en el modelo del turismo neoexclusivo, no está asociada “ni a la dinámica del valor del trabajo ni a las rentas tecnológicas asociadas a la producción industrial”, sino a la “apropiación de la riqueza socionatural”. “Lo que está haciendo el sistema capitalista actual es avanzar por esferas que hasta ahora le quedaron por fuera”, sumó. Indicó que “las políticas neoliberales han forjado un modelo de regulación de la naturaleza y conservación de la biodiversidad”.

En el discurso del turismo neoexclusivista se argumenta que “no tiene por qué haber incompatibilidad entre el binomio ambiente-desarrollo económico” y que “existen soluciones que pueden favorecer a ambos”. Gadino afirmó que los defensores de este modelo de turismo se basan en “la modernización ecológica, el presunto fracaso de la gobernanza ambiental y en que el Estado y los bienes públicos fallaron en conservar los espacios, los recursos ambientales y los costos de regulación”.

Gadino manifestó que el turismo neoexclusivo “busca la unión entre protección ambiental, crecimiento económico y eficiencia mediante el establecimiento de derechos de propiedad, utilización de mercados como mecanismos de asignación, colaboraciones público-privadas e internalizaciones ambientales a través del precio”.

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