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Sirios cruzan la frontera con Turquía en Akcakale, en la provincia de Sanliurfa, el 14 de junio. Foto: Bulent Kilic, Afp

Los migrantes

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“Mujica, el pueblo uruguayo está antes que los Chinos, que los Sirios y sobre todo antes que usted y sus giras de autobombo mundial”, escribió ayer de tarde Edgardo Novick en su cuenta de Twitter. Un rato después lo borró, pero después volvió a insistir con esa línea argumental. A la misma hora, miles de internautas expresaban su rabia, también en redes sociales, contra Petra László, la camarógrafa húngara que fue captada mientras le hacía una zancadilla a un refugiado sirio en la frontera entre Serbia y Hungría. Más allá de episodios puntuales, pareciera que las crisis migratorias y sus repercusiones siempre terminan mostrando las peores facetas de muchas personas (y sociedades). Y mientras todos estos temas se discuten en la recalentada virtualidad de las redes sociales, el problema real de fondo sigue sin resolverse.

Ayer el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) aseguró que en las islas griegas hay más de 30.000 refugiados, sólo 20.000 en la isla de Lesbos, que esperan poder ingresar a Europa y seguir rumbo a Alemania y el norte del continente. El gobierno griego advirtió que la situación está “a punto de explotar”. Mientras, otros 7.000 refugiados sirios entraron a Macedonia, también vía Grecia, luego de atravesar Turquía, primera ruta de salida desde Siria. En estos días, también se vivieron situaciones de tensión en Hungría: desde ACNUR advirtieron al gobierno húngaro que las condiciones de los refugiados en ese país son demasiado precarias y pidieron que los trámites migratorios sean más ágiles, para evitar las situaciones de tensión que se vivieron en las últimas semanas.

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