Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
El fallecimiento de Jorge Larrañaga causó un impacto emocional genuino en muchas personas, pero cuando se trata de adoptar decisiones institucionales conviene que no prevalezca lo emocional, y sería especialmente penoso que a partir del impacto se impusiera la frivolidad o –peor aún– una construcción política interesada.
Tras la muerte del dirigente nacionalista, se lo ha asociado mucho con la frase “Hay orden de no aflojar”, vinculada originalmente con Aparicio Saravia, que Larrañaga hizo suya cuando perdió las internas de su partido en 2014 y que usó a menudo como ministro del Interior. A fines de la semana pasada se hizo público que un ploteo de esa frase fue colocado en la fachada de la sede de la Jefatura de la Zona Operacional 5 de la Jefatura de Montevideo, y que las mismas palabras se pintaron en una pared interna de la Escuela Policial de Escala Básica de la Jefatura de Canelones.
Como es lógico en una institución con normas estrictas de disciplina, por lo general los funcionarios policiales no hacen este tipo de cosas sin que medie por lo menos una autorización verbal de sus superiores. Se dice que fue algo espontáneo, pero lo mismo se alegó sobre el uso de sirenas policiales para homenajear a Larrañaga, y luego supimos que hubo una orden. En todo caso, corresponde que prime la sensatez y que se les señale su error a quienes dispusieron en forma ilegítima y apresurada de medios estatales.
Para ponerle el nombre de alguien a una calle, por ejemplo, es tradicional y prudente aguardar a que pasen diez años de su muerte. Ese plazo permite una ponderación mucho más difícil en lo inmediato, y es evidente que en el caso de las figuras políticas corresponden precauciones mayores que en los de quienes se dedicaron a otras actividades.
Después de la salida de la dictadura han fallecido líderes de la talla de Wilson Ferreira Aldunate, Liber Seregni, Jorge Batlle o Tabaré Vázquez. No sólo fueron referencia para multitudes, sino que además incidieron en forma decisiva para marcarles rumbos nuevos a sus partidos. A todos ellos se los asocia con frases que quedaron en la memoria colectiva, pero a nadie se le ocurrió tomarse la libertad de pintarlas en la fachada de organismos estatales.
Los elencos partidarios deberían contribuir a que esta cuestión se ubique en un marco de racionalidad y legalidad, o por lo menos abstenerse de causar el efecto contrario. Esto vale para el director de Convivencia y Seguridad Ciudadana del Ministerio del Interior, Santiago González, quien celebró lo hecho en la Jefatura de la Zona Operacional 5, y también para el senador Juan Sartori, a quien no se le ocurrió mejor idea que presentar un proyecto de ley para que el uso de la frase “Hay orden de no aflojar” pase a ser uno de los “derechos inherentes al estado policial”.
Hay que reconocer que el senador no es rencoroso, porque hace apenas un par de años Larrañaga había dicho “Yo al señor Sartori no lo voto ni para edil de San Gregorio de Polanco” (una frase que, por cierto, tampoco sería pertinente en la fachada de una comisaría). Pero no es fácil encontrarle algún otro mérito a su iniciativa.
Hasta mañana.