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Ilustración: Ramiro Alonso

La “vida privada” y el interés público

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

La difusión de chats entre Alejandro Astesiano y el subdirector ejecutivo de la Policía Nacional, Jorge Berriel, tuvo un gran impacto, que se intentó contrarrestar desde el oficialismo por dos vías. Públicamente se cuestiona el presunto “chusmerío” sobre la vida privada del presidente Luis Lacalle Pou; antes, según denunció la Asociación de la Prensa Uruguaya, hubo presión para evitar que la noticia fuera publicada, y los dueños de El Observador decidieron no incluirla en su portal, tras lo cual varios periodistas de ese medio divulgaron en redes sociales la nota rechazada por sus patrones.

Astesiano pidió y obtuvo, de Berriel y de un integrante de la custodia de Lorena Ponce de León, datos sobre el destino de un viaje al exterior realizado por la esposa del presidente cuando ya estaba separada de él. En sus mensajes queda muy clara la intención de obtener esos datos sin que ella se enterara, y esto es lo que realmente constituyó una triste intromisión indebida en la privacidad de una persona, con recursos estatales manejados al margen de las normas. Darlo a conocer señala uno más de los intolerables “servicios” prestados por Astesiano, y no tiene nada de chimento ni de manija.

Por el contrario, el manejo periodístico de este caso ha sido en extremo prudente. El fárrago de comunicaciones recuperadas del celular de Presidencia que usaba Astesiano incluye una enorme cantidad que refieren a su vida privada y a las de otras personas, pero no tienen la menor relevancia para la investigación de eventuales delitos. Se trata de datos que habrían hecho las delicias de un medio de comunicación sensacionalista y de su público, pero no se ha publicado ni uno de ellos, con auténtica libertad responsable.

Esto y la mencionada actitud de periodistas de El Observador, tan digna como valiente, contribuye sin duda al cuidado de la institucionalidad democrática y los derechos. No se puede decir lo mismo, lamentablemente, del burdo negacionismo oficialista.

El ministro del Interior, Luis Alberto Heber, tuvo que dar explicaciones sobre asuntos de enorme gravedad en lo que va de este año y sus respuestas siempre dejaron mucho que desear, pero ha sido aún más inaceptable cuando planteó preguntas.

El 19 de agosto de este año, entrevistado sobre el caso Marset por Emiliano Cotelo, preguntó “qué tiene que ver la política con el narcotráfico”, como si hubiera alguna duda al respecto en el mundo. Ayer, durante una rueda de prensa en La Paloma, habló de las averiguaciones de Astesiano sobre el viaje de Ponce de León y preguntó “qué tiene que ver eso con los pasaportes rusos”, en alusión a los delitos que motivaron la detención del encargado de la seguridad presidencial, muy menores si se los compara con lo que supimos después.

No se puede negar que Lacalle Pou y su círculo más cercano dedican grandes esfuerzos a la reducción de daños, aunque la calidad de los resultados sea cada vez menor. Lo penoso es que tales esfuerzos se orienten sólo al interés personal y político del presidente y otros jerarcas, a costa de un aumento de daños para el país. Eso sí que viola límites básicos entre lo privado y lo público.

Hasta mañana.

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