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Ilustración: Ramiro Alonso

Somos todos muy amigos y el tiempo dirá

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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El lenguaje diplomático no se caracteriza por su crudeza, y las formas del pensamiento y la oratoria en China tienen complejidades y sutilezas propias. Cai Wei, director para América Latina y el Caribe del Ministerio de Relaciones Exteriores de China, visitó Uruguay, en el marco de una gira que abarca también Argentina, Colombia, Chile, México y Perú, y habló de la posibilidad de un tratado de libre comercio (TLC), pero el significado de sus palabras es materia opinable.

Cai dijo que China es una firme partidaria del libre comercio y está dispuesta a negociar y suscribir tratados con todos los interesados, de modo que lo haría tanto con el conjunto del Mercosur como con Uruguay. Pero también dijo que no quiere interferir en los asuntos internos del bloque, porque, al “igual que Uruguay, Brasil y Argentina también son buenos amigos de China”, y que “espera que las partes del Mercosur puedan negociar de manera amistosa entre sí, a fin de crear un mejor entorno para la cooperación de libre comercio chino-uruguaya”.

Como sabemos, el Poder Ejecutivo uruguayo alega que las normas del Mercosur le permiten realizar TLC bilaterales con cualquier país ajeno al Mercosur, y anunció en la última cumbre del bloque que avanzará por ese camino con China. Los gobiernos de Argentina y Paraguay afirman que nuestro país no puede hacer eso sin autorización del resto del Mercosur, mientras que Brasil no se ha pronunciado con claridad sobre el asunto, y mantiene una controversia no resuelta entre sus ministerios de Economía y de Relaciones Exteriores sobre el modo de encarar las relaciones con el bloque regional.

A todo esto, una de las grandes preguntas es, por supuesto, qué pasará si en el Mercosur no se negocia de manera amistosa ni se crea un mejor entorno, y más concretamente si China está dispuesta a un TLC con Uruguay con la oposición de Argentina y Brasil, dos países cuya importancia para sus intereses es obviamente mayor, desde lo comercial hasta lo geopolítico. Si alguien le hubiera hecho directamente esa pregunta a Cai, probablemente el diplomático habría respondido, en términos elegantes, cordiales y ambiguos, algo que podría traducirse como “veremos”.

En algunas versiones planteadas desde el oficialismo parece, por momentos, que el TLC con China está al alcance de la mano y que sólo faltan algunos trámites formales para firmarlo. En otras, se considera probable, o al menos posible, que Argentina, Brasil y Paraguay “se sumen” a las conversaciones, que en tal caso dejarían de ser bilaterales y, por lógica, cambiarían de temario, para abarcar una cantidad mucho mayor de asuntos complicados. Entre ellos, sin empezar siquiera con listas de productos y excepciones, que Paraguay reconoce a las autoridades de Taiwán como único gobierno legítimo (en el exilio) de China.

No parece nada probable que el gobierno de Jair Bolsonaro vaya a tomar decisiones relevantes sobre la inserción internacional de Brasil antes de las elecciones del 2 de octubre y, como es notorio, Alberto Fernández tiene problemas más acuciantes de los que ocuparse en Argentina. La realidad nos impone paciencia, una virtud muy oriental.

Hasta mañana.

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