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Ilustración: Ramiro Alonso

Lo de Lacalle Pou no es mala suerte

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Ayer correspondía usar en este espacio verbos en condicional y el adjetivo “presunto” para referirse a la detención de Alejandro Astesiano, quien todavía era jefe del servicio de seguridad del presidente Luis Lacalle Pou, pero la situación cambió para peor en 24 horas.

Astesiano está en prisión preventiva, con imputaciones de asociación para delinquir, suposición de estado civil (por la falsificación de documentos para que ciudadanos rusos obtuvieran cédulas y pasaportes uruguayos, difícilmente con buenas intenciones) y tráfico de influencias. Presidencia lo cesó en el cargo y la evidencia reunida por Fiscalía indica con claridad su participación en actividades ilegales, para las que incluso se reunió con cómplices en la Torre Ejecutiva. Las dudas que persisten sólo se refieren al alcance de sus delitos y a la cantidad e identidad de las personas que colaboraron con él.

Esto último es quizá lo más delicado del caso. Los resultados de la investigación señalan que Astesiano ofrecía a sus cómplices “contactos” para facilitar la falsificación de documentos estatales. El Código Penal no distingue entre el tráfico de “influencias reales o simuladas”, pero las implicaciones son obviamente distintas.

A esto se agrega la consabida táctica publicitaria de reducción de daños que se aplica en todo lo que roce a Lacalle Pou. El presidente afirmó anteayer que la detención de Astesiano lo había sorprendido, y que hasta que se produjo carecía siquiera de “un indicio” de que fuera indigno de su confianza. Pero ayer, tras la imputación y la prisión preventiva, admitió que “cuando empezó el gobierno [que encabeza] o antes de empezar, obviamente, hubo gente interesada en hacer saber algunas cosas”, y que estaba en conocimiento de las más de 20 indagaciones policiales sobre su jefe de seguridad. Afirmó incluso que las había “analizado”, pero parece que no las consideró de entidad suficiente para apartar a Astesiano de sus importantes responsabilidades.

Lacalle Pou insistió en que este episodio prueba la independencia del sistema judicial y “habla bien de la República”. Sin embargo, resulta obviamente un escándalo y un motivo de gran desprestigio, en escala nacional e internacional, que alguien tan cercano a la cotidianidad del primer mandatario integrara una red delictiva, y que haya sido detenido en la residencia de Suárez y Reyes.

Sería aún peor, sin duda, que no se hubiera actuado contra Astesiano por sus vínculos de alto nivel, pero se trata de un triste consuelo, como la intención declarada por Lacalle Pou de aplicar, en el futuro, más “filtros” para la contratación de quienes trabajan con él, porque “tropezar dos veces con la misma piedra no es mala suerte”. Nada indica que el presidente haya tenido apenas mala suerte; aquí hay que hablar por lo menos de una grave y peligrosa imprudencia, con efectos bochornosos.

Hasta mañana.

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