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Ilustración: Ramiro Alonso

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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

En general, tramitar problemas internos de manera pública no es beneficioso para ningún partido. Distintos analistas, desde dentro y fuera de la fuerza política, evaluaron de manera negativa las disputas entre los dos principales “precandidatos no proclamados” del Frente Amplio en torno a la presidencia del Congreso de Intendentes y la recepción debida a Lula da Silva cuando visitó Montevideo. Es difícil estimar cómo se reflejarán esos eventos en la próxima campaña electoral, aunque es claro que no significan tanto por sí mismos como por lo que pueden anunciar.

En el caso de partidos más pequeños, hay otros matices. Por seguir con ejemplos de la izquierda uruguaya, es innegable que las divergencias en el seno del Partido Socialista (PS) han afectado su votación y su incidencia dentro del Frente Amplio (palpable en la elección para presidente de la fuerza política), y sería muy interesante conocer estudios acerca de cuánto perjudicaron los problemas del PS a la coalición a la que pertenece y cuánto de su aporte fue absorbido por otros sectores de esa coalición.

Algo análogo puede preverse de las continuas disputas que atraviesan al Partido Colorado desde que volvió al gobierno como socio menor del Partido Nacional, junto a Cabildo Abierto y el Partido Independiente. Los escándalos que condujeron a la salida de Germán Cardoso del Ministerio de Turismo y a la de Adrián Peña del de Ambiente se originaron en rencillas entre colorados. Si las vinculamos a las intenciones de voto más recientes, podemos intuir que han contribuido a las cada vez más humildes perspectivas del partido.

Otro asunto bien distinto es el de una fuerza política que trata de albergar varias opciones en su seno, buscando tanto la representación de distintas corrientes políticas como la ampliación de su llegada a electorados diversos. En eso están quienes desean afianzar un espacio seregnista en el Frente Amplio y quienes están preocupados por la falta de una alternativa clara al herrerismo dentro del Partido Nacional.

En el caso de Cabildo Abierto, a veces no se entiende bien qué es lo que pretende al exhibir sus diferencias internas. En ocasiones, el partido actúa homogéneamente para aparecer como un bloque alternativo dentro de la coalición gobernante (y en dos oportunidades, ligadas a temas forestales, llegó a votar contra sus socios y junto al Frente Amplio en el Parlamento). En otras ocasiones, parece dominado por la descoordinación.

Veamos: por un lado, los diputados del partido deciden no concurrir a la comisión en la que se prepara la votación de la reforma de la seguridad social, en un gesto que los desmarca del resto del oficialismo y los posiciona para negociar con más fuerza (esta reforma u otros trámites parlamentarios). Pero, por otro lado, un diputado y la representante del partido en el Banco de Previsión Social sí asisten a la reunión, diluyendo el mensaje de rebeldía que intentaban dar sus correligionarios.

Abundan las señales de que las elecciones de 2024 están entre las prioridades de todos los partidos y ninguno como Cabildo Abierto parece estar atravesando el momento con disyuntivas tan intensas. En el caso concreto de la reforma de la seguridad social, debe mostrarse crítico con un proyecto poco popular y asegurarse de que se aprueben los beneficios obtenidos por los sectores a los que representa (la gradualidad de los cambios en la Caja Militar es el más notorio). En el marco general de su actitud respecto de la coalición oficialista, oscila entre mostrarse como una opción diferente y aparecer como el grupo irresponsable que liquida la gobernabilidad. La pregunta, respecto de 2024, es si el partido tiene espalda para hacer todas esas cosas a la vez.

Hasta mañana.

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