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Ilustración: Ramiro Alonso

Un relato para la tribuna

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

El discurso del presidente Luis Lacalle Pou ante la Asamblea General se ha vuelto un ritual cada vez menos interesante. Como en 2021 y 2022, ayer hubo una selección efectista de temas y datos, inútil como base para un análisis del período considerado o una comprensión cabal de lo que nos espera hasta el discurso de 2024, que será el último de este tipo (salvo que a Lacalle Pou se le ocurra informarle al próximo Parlamento, el 15 de febrero de 2025, “sobre el estado de la República y las mejoras y reformas que considere dignas de su atención”).

“Venimos a relatar lo que hicimos”, dijo el presidente, y “relatar” era el verbo adecuado. Veamos tres ejemplos.

En lo económico, destacó, como era previsible, que el año pasado hubo cifras récord de exportación, pero omitió dos acotaciones imprescindibles. La primera es que ese resultado se debió a un período internacional extraordinario de demanda y precios. La segunda es que cuando ese período termine, su principal consecuencia habrá sido un gran lucro de los sectores agroexportadores, simultáneo a una pérdida de poder adquisitivo para la mayoría de la población.

Según el presidente, ya nadie duda de que “si al agro le va bien, le va bien al país”, pero mientras “al agro” (o más bien a la parte más poderosa de los productores agropecuarios) le fue muy bien el año pasado, no pasó lo mismo con el país en su conjunto, y menos aún con la mayor parte de quienes viven de salarios, jubilaciones y pensiones.

El tema que ocupó más tiempo en el discurso fue el de la reforma impulsada por la mayoría de las autoridades de la educación pública, pero Lacalle Pou sólo se dedicó a lanzar consignas publicitarias, enfatizando que “se elaboró una nueva forma de enseñar” y que se sustituirán programas “alejados de la realidad”, sin decir una palabra sobre los contenidos de la transformación que “está en marcha”.

En este terreno, al igual que en el de la reforma jubilatoria, alegó que durante muchos años se había hablado de la necesidad de cambios, pero que su gobierno es el primero que los impulsa. Esto no sólo es objetivamente falso, sino que además soslaya un asunto central: no todos proponían las mismas transformaciones, y lo importante no es apenas que haya cambios, sino que sean acertados, convenientes y elaborados con participación de quienes se verán afectados.

Por último, las muy anunciadas rebajas de los impuestos a la renta de las personas físicas y de asistencia a la seguridad social no serán acordes a las expectativas creadas en las últimas semanas. La forma en que las relató el presidente dio la impresión de que beneficiarían a las siempre mentadas “capas medias”, con referencias a maestras, albañiles, policías y sanitarios, pero el hecho es que nada significarán para las personas que, sin estar en una situación de vulnerabilidad grave, reciben salarios menores de 39.620 pesos o pasividades menores de 45.280.

Por otra parte, quienes temían que estas medidas desequilibraran las cuentas públicas pueden dormir tranquilos, porque su costo para el Estado será apenas de unos 150 millones de dólares, equivalentes a 0,25% del producto interno bruto.

Hasta el lunes.

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