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Ilustración: Ramiro Alonso

El auge exportador termina y deja poco

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

Los resultados económicos del año pasado ya habían mostrado un panorama preocupante en la economía uruguaya. Contando todo 2022 hubo un saldo de crecimiento, pero es claro que la tendencia instalada en el segundo semestre no se debe a una circunstancia transitoria, sino al anunciado y esperable final de un período con récord de exportaciones agropecuarias, debido a un aumento extraordinario de la demanda y los precios internacionales.

A esto se agregaron meses de grave sequía, cuyas consecuencias se harán sentir durante varios meses venideros.

El informe más reciente de Uruguay XXI indica una nueva caída interanual de las exportaciones, no muy pronunciada en términos globales pero arrastrada por el descenso significativo en las ventas al exterior de carne bovina, trigo y soja. El presidente de la Unión de Exportadores, Facundo Márquez, prevé que la caída continuará “por varios meses” más y que los resultados de este año serán “magros”.

Se espera que el comienzo de la actividad de UPM 2 contrapese, en forma transitoria y probablemente parcial, la situación desfavorable para otros sectores, pero la gran pregunta es qué le dejará al país la bonanza para los “malla oro” que está llegando a su fin. Y la respuesta es poco alentadora.

Puede resultar tedioso, pero es necesario, reiterar que el prometido “derrame” no se produjo más allá de los sectores tradicional y directamente vinculados con los que se beneficiaron, y que en cambio se registró un notorio aumento de los grandes depósitos bancarios.

El deterioro de los indicadores sociales desde el primer año de este período de gobierno no se ha revertido, y la combinación de ambos procesos implica obviamente un aumento de la desigualdad.

El Poder Ejecutivo no quiso, ni aun en el período más crítico de la pandemia, requerir un aporte adicional de quienes tenían ganancias extraordinarias, para lograr por menos una amortiguación del impacto en la población más vulnerable. Y el período en el que esto estuvo al alcance de la mano ya pasó.

Los grandes productores agropecuarios ni siquiera aprovecharon ese período para paliar mejor, en beneficio propio, el daño causado por sequías como la de los últimos meses, aunque saben que son habituales. Quizá esto se deba a que, como les gusta decir cuando arremeten contra las políticas sociales, el acostumbramiento a recibir ayuda del Estado cuando se está en dificultades puede instalar un círculo vicioso.

Ahora los “malla oro”, tan partidarios de que el Estado no se meta en sus negocios cuando les va bien, reclaman airados que sí se meta para evitar que el descenso del precio del dólar, debido a circunstancias internacionales, disminuya el valor de sus ingresos en este período recesivo.

Mientras tanto, otra gran pregunta en un nivel más profundo es hasta cuándo se puede mantener el actual sistema de seguridad social si predomina la voluntad de no requerirles un mayor aporte a quienes concentran cada vez más la riqueza y se intenta sistemáticamente equilibrarlo sólo mediante la reducción de sus pagos, como lo hace el proyecto de reforma del Ejecutivo.

Hasta mañana.

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