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Ilustración: Ramiro Alonso

La seguridad social no se sostiene con leche aguada

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

“Teníamos un litro de leche y se le fue echando agua”, dijo el presidente Luis Lacalle Pou, la semana pasada, sobre las modificaciones al proyecto de reforma jubilatoria que comenzó a aprobarse ayer en la Cámara de Representantes. Sin embargo, afirmó que “sigue siendo leche”, porque se mantiene “el espíritu” de la iniciativa. La metáfora fue un poco pobre pero se puede enriquecer.

Llamémosle leche al componente básico y central del proyecto original, que fue aliviar la tendencia al desequilibrio del sistema mediante la reducción de sus desembolsos. A esto se le agregaron disposiciones que mejorarán un poco el monto de las jubilaciones más bajas, pero no necesariamente la cantidad total de dinero que les aportarán a quienes las reciben, porque el aumento de la edad mínima de retiro implica aportar durante más años y cobrar durante menos.

Como estas disposiciones disimulan el verdadero sabor de la píldora que deberán tragar quienes se jubilen en el futuro, cabe incorporarlas a la metáfora llamándolas un poco de azúcar agregada a la leche.

Los cambios planteados por Cabildo Abierto y el Partido Colorado, que Lacalle Pou aceptó para evitar que el proyecto fuera rechazado, son en parte agua, que disminuye el total de los recortes incluidos en el proyecto inicial, y en otra parte algunas cucharadas más de azúcar. O, en algunos casos, edulcorante que ni siquiera es azúcar, como en la idea colorada de permitir que las personas se jubilen a los 63 años... si tienen 38 de aportes registrados.

Sin embargo, tiene razón el presidente: sigue siendo leche, un poco diluida y más endulzada. Ninguna de las numerosas modificaciones del proyecto, en casi un año y medio transcurrido desde las recomendaciones aprobadas en la Comisión de Expertos en Seguridad Social por su mayoría oficialista, alteró su orientación esencial, que es disminuir los egresos del sistema sin aumentar sus ingresos.

No se agregó nada de este último ingrediente, al que podríamos llamar café: no aumentaron los aportes patronales, ni se revisaron y redujeron algunas de sus numerosas exoneraciones; tampoco aumentaron (menos mal) los aportes de los trabajadores, ni se agregaron otras fuentes de ingresos impositivas. Incluso disminuirán en cierta medida los fondos que recibe el sistema, debido al leve “alivio tributario” del Impuesto de Asistencia a la Seguridad Social (IASS) que pagan las personas con mayores jubilaciones, y a que las propuestas que se les aceptaron a los colorados incluyen nuevas disminuciones del IASS en el futuro. El proyecto que se está convirtiendo en ley no es, por cierto, café con leche, cortado ni capuchino.

En el fondo hay un problema al que rara vez se llama por su nombre: las tan mentadas tendencias al descenso de la natalidad y el aumento de la expectativa de vida, que ya se habían invocado en la reforma de 1996, continuarán por tiempo indeterminado, y la decisión de darles respuesta sólo con periódicas reducciones del “gasto” en jubilaciones y pensiones es de una obvia insuficiencia. El café cargado que puede devolverle vigor al sistema es la redistribución de la riqueza.

Hasta mañana.

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