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Ilustración: Ramiro Alonso

Hay que prepararse para lo peor

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Leído por Mathías Buela.
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Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.

“Por ahora” hay reservas de agua potable, dijo el subsecretario de Ambiente, Gerardo Amarilla. Es cierto, pero sólo una parte de la verdad.

Esas reservas, que tienden a disminuir, se están mezclando con agua salada; el resultado, como sabemos, es un suministro para gran parte de la población que ya no puede considerarse potable y que no sólo es problemático para el sentido del gusto, sino también para la salud.

La creciente conciencia de que estamos en graves problemas, los días fríos y las propias características del líquido que sale de las canillas han contribuido a que disminuya el consumo diario, pero evitar derroches no hace desaparecer muchas necesidades ineludibles.

Las lluvias recientes no revirtieron la tendencia al déficit creciente que afronta OSE, ni se espera que lo hagan las previstas en el corto plazo. El embalse de emergencia en Belastiquí sólo ayuda a que el efecto de las mareas no empeore las características del líquido destinado a consumo humano, pero no puede aportarle a la planta de Aguas Corrientes lo que no le llega de sus fuentes habituales.

Por lo tanto, se vuelve muy probable que el suministro de OSE aumente aún más su porcentaje de agua salada, su impotabilidad y sus riesgos, en un plazo que no se puede calcular con exactitud pero que se estima hoy en unos 20 días.

Obviamente, las medidas necesarias para reducir daños si llegamos a esa temida situación deben empezar a prepararse ya, porque no será posible aplicarlas de la noche a la mañana. Por eso se insiste tanto en la necesidad de asumir que estamos en una situación de emergencia y articular un dispositivo institucional para superarla, con participación amplia de actores sociales y políticos, que para empezar garantice el suministro necesario a la población más vulnerable.

El presidente de la Federación de Funcionarios de OSE, Federico Kreimerman, señaló ayer un dato innegable de la realidad: hay cientos de miles de personas con ingresos muy insuficientes, que tienen grandes dificultades para agregar a sus gastos la compra diaria de agua embotellada, y a las que el Estado les sigue cobrando por un servicio de calidad decreciente.

Este fue el motivo de la movilización realizada ayer en Montevideo, aunque hubo constructores de grietas empeñados en ridiculizarla, con el presunto chiste de que las protestas no hacen llover. La cuestión es, muy precisamente, no limitarnos a esperar unas improbables lluvias salvadoras.

En algunos momentos críticos del pasado reciente las hubo, y lamentablemente esto contribuyó a fortalecer el pensamiento mágico de que Uruguay siempre puede esperar un gol en el último minuto. Ahora ya estamos en los descuentos, pagando un alto precio por irresponsabilidades previas, y lo único bueno sería que no se nos ocurriera tentar a la suerte nunca más.

Entre otras cosas, es hora –hace tiempo que es hora– de abandonar la idea de que OSE debe manejarse como pueda con sus propios ingresos, y otorgarle la prioridad presupuestaria que corresponde para garantizar un derecho humano muy básico. Si el Estado no asegura el acceso a un insumo esencial para la vida, de poco sirve todo lo demás.

Hasta mañana.

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