Buenos días. Les comento algunas noticias que pueden leer hoy en la diaria.
La integración anunciada del próximo gabinete ministerial motivó ayer comentarios muy diversos, a menudo pertinentes pero también alejados del centro de la cuestión.
Tienen relevancia simbólica y práctica, por ejemplo, las proporciones de varones y mujeres en el equipo. También importan las precauciones para que la bancada frenteamplista no quedara muy debilitada por las incorporaciones al Poder Ejecutivo, y el modo en que la voluntad de contemplar participaciones sectoriales incidió en la asignación de tareas. De todos modos, la prioridad para la evaluación debería enfocarse en las perspectivas de gobierno.
En este sentido, es temprano para sacar conclusiones porque falta designar las direcciones de secretaría de cada ministerio, que son cargos clave. Están en el segundo lugar de la cadena de mando, mientras que quienes ejercen las subsecretarías sólo tienen las muchas o pocas tareas que cada ministro o ministra les encarga, y la responsabilidad eventual de actuar como suplentes.
Sin embargo, ya hay definiciones significativas para la relación venidera entre Orsi, su equipo de colaboradores más cercanos y la estructura frenteamplista.
Cuando Tabaré Vázquez ganó las elecciones de 2004, ya se había impuesto como jefe político del FA. Cinco años después, José Mujica no tenía una posición similar, pero era el líder del sector más votado, con gran influencia en todo el país y notoriedad (que luego aumentó mucho) fuera de él. Orsi no llega al gobierno nacional dotado del peso previo de ninguno de los dos.
De todos modos, no hay tampoco una figura predominante en el FA que vaya a quedar en tensión directa con el futuro presidente y eventualmente opacándolo, como habría pasado si Álvaro Delgado hubiera ganado el balotaje.
El caso es que Orsi seleccionó para varios ministerios de gran importancia tradicional a personas que tienen en común tres características: cuentan con antecedentes sólidos en el área que se les encomendará, no se les identifica por una actuación pública sectorial y su referencia central será el futuro presidente. Es claramente el caso de Gabriel Oddone en Economía y Finanzas, de Mario Lubetkin en Relaciones Exteriores y de Carlos Negro en Interior. Así, Orsi establece una base de sustentación propia muy interesante.
A su vez, las trayectorias de los futuros ministros mencionados implicarán novedades en el enfoque de sus gestiones. Negro no es el tradicional dirigente político puesto al frente de las fuerzas de seguridad interna; por su desempeño previo como fiscal, ya tiene una historia de trabajo compartido con la Policía pero aportará una mirada distinta para construir política criminal. La experiencia de Lubetkin en cuestiones internacionales no se desarrolló desde el sistema partidario, la economía o el servicio diplomático, y esto también determina una diferencia sustancial. Oddone viene de una larga relación profesional con el mundo de los empresarios, con el que no necesita empezar a tender puentes.
Los adversarios de Orsi lo acusaron durante la campaña electoral de ser vago en sus definiciones, pero está adoptando opciones claras y nuevas.
Hasta mañana.