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Cosechar la pared: el proyecto Muralla Verde busca levantar huertas verticales en estructuras que recreen la antigua muralla de la Ciudadela

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Denuncia ecológica, soberanía alimentaria, arte e historia conviven en Muralla Verde, un proyecto de extensión universitaria de la Facultad de Artes de la Universidad de la República, que integrará la bienal de arte sudamericano Bienal Sur, apoyado por Montevideo Labs, el “laboratorio ciudadano” que desde la Intendencia de Montevideo impulsa la innovación participativa. El emprendimiento tiene dos partes, explica su coordinador, el arquitecto Gustavo Camelot: por un lado está la estructura en sí, la muralla física que dará soporte a las huertas verticales, y por otro lado, la autogestión de las huertas comunitarias por medio de colectivos. Ambas puntas van avanzando en paralelo, viendo qué tipo de estructura es más conveniente, y al mismo tiempo tomando contacto con los interesados en mantener y usufructuar estas huertas. La idea es utilizar bidones de plástico de seis litros en lugar de pedrones, que serán horadados para que puedan contener contener humus y así poder plantar. Un sistema de goteo promovido por la verticalidad asegurará el regado. Algunas cooperativas involucradas ya están plantando almácigos y consiguiendo tierra, juntando y cortando bidones. “La muralla montevideana se construyó como un separador, aislando la ciudad del resto del territorio. Ahora la reconstruimos como nexo, con huertas verticales que serán trabajadas colectivamente, creando comunidad”, recalca Camelot.

Si bien el diseño definitivo está en proceso, estiman que el montaje se llevará adelante entre octubre y noviembre, en una primera etapa interviniendo el segmento de muralla que está dentro del Museo de las Migraciones (MUMI), locación que llevó a que el propio museo solicitara que la inauguración coincidiera con el Día de las Migraciones (18 de diciembre). “La muralla original, de la que queda una base, no la tocamos; reconstruimos la volumetría. En este caso hay tres metros y medio de un lado, tres del otro, cuando tendría unos ocho o nueve metros totales. En el MUMI haremos unos cuatro metros de altura. Para la estructura todavía hay dos posibilidades, estamos mirando costos, porque el presupuesto de la universidad es limitado. En un principio eran unas ocho ‘costillas’ de steel framing, con una pasarela y una malla electrosoldada adosada en la cual van colgados los bidones. Otra posibilidad es que se coloquen andamios con las mismas mallas”, explicó. Están estudiando si la mejor opción para fundarlas son pequeños dados arriostrados entre sí con perfiles o pequeñas bases de hormigón armado. Lo que está claro es que habrá una separación de al menos 70 centímetros del borde de la muralla original para no apoyarse directamente sobre ella.

Se trata, en cualquier caso, de una intervención semipermanente, ya que no hay una fecha de retiro pero sí la necesidad de que, para que la huerta aporte comestibles a la comunidad, pase un mínimo de tres a cinco años para que se observen resultados sostenibles.

Inicialmente el proyecto es aplicable a todos los restos de muralla que resisten. Camelot pensó en hacerlo en el Cubo del Sur, pero para arrancar resultaba complicado, ya que en esa zona la huerta quedaría más expuesta a los vientos. El Cubo del Norte, que está a 60 metros del MUMI, era más viable, aunque temían que el proyecto fuera vandalizado. De manera que para esta primera etapa escogieron la muralla comprendida en el MUMI, la parte más extensa que todavía existe, porque además permite que los colectivos que se sumen ingresen con llave.

No hay que buscar un disparador específico para este proyecto sino rastrear en los antecedentes de Camelot, que como habitante de Cabo Polonio construyó una “ola de basura” en el balneario, es decir, una escultura de 16 metros de largo por cuatro de alto, enfrentando a las olas con el propio plástico que devuelve el océano. Es decir que la preocupación ecológica venía de antes, y en Muralla Verde nuevamente intenta exponer el uso exacerbado de plástico, a la vez que quiere poner en evidencia el sobreprecio que se paga por los alimentos debido a los intermediarios. “Cuando era chico mi abuelo tenía huerta en Colón, la gente tenía su huertita en el fondo de la casa, plantar era una práctica más normal. Entonces eran más conscientes del precio real de las hortalizas”. Este arquitecto, que vivió 20 años fuera del país, volvió hace ocho y se involucró con el Instituto Escuela Nacional de Bellas Artes (IENBA). En el grupo impulsor de Muralla Verde coinciden estudiantes de la IENBA y de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. La financiación corre por cuenta de Extensión Universitaria y dentro de ella, por un fondo destinado a Bienal Sur, por lo cual están buscando agregar otros auspicios.

Participación | En este momento hay dos cooperativas involucradas, pero el proyecto está abierto a los colectivos de inmigrantes, principalmente los de Ciudad Vieja. Para sumarse de algún modo, escribir a murallaverdemumi@gmail.com o llamar a su promotor al 095900870.

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