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Sandra Manay, guardaparque del Parque Rodó.

Foto: .

42 cuidaparques recibieron capacitación en un momento en el que crece el uso de los espacios públicos

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Se estima que más de 25.000 personas concurren diariamente a los espacios públicos que cuentan con cuidaparques. La inversión anual para la protección y el cuidado de esos sitios asciende a 221.235.738 pesos, según reveló la Intendencia de Montevideo (IM). Desde 2012 está vigente un convenio entre la IM y el Instituto Nacional de Cooperativismo (Inacoop) para llevar adelante este trabajo y actualmente hay un total de 292 cuidaparques en actividad. Recientemente culminó el proceso de capacitación de integrantes de las cooperativas De la Villa del Cerro, Coopeseur, Desde Adentro, General Flores, Jóvenes Emprendedores, Manur, Marit y Vos con Voz. Con esta certificación se completa la formación promovida por la IM junto con el Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop) y el Consejo de Educación Técnico Profesional (CETP-UTU). En 12 de estos espacios las cooperativas (algunas tienen tres o cuatro lugares a cargo) también asumen obras, mantenimiento y jardinería, hay una que se encarga de la limpieza de grafitis y dos que tienen tareas administrativas y de archivo, mientras organizaciones no gubernamentales realizan un seguimiento de su evolución.

“Tuvimos ya hace unos seis años la primera experiencia en espacios públicos que tienen el cuidado a cargo de cooperativas sociales o de trabajo que se han registrado en el Ministerio de Desarrollo Social, de acuerdo a la ley de cooperativas. Lo que sucede es que hemos pasado de ocho a 42 espacios”, indica Álvaro Paciello, director de la División Espacios Públicos y Edificaciones de la comuna. “Por lo general son primeros empleos o gente que hace tiempo no está en el mundo del trabajo. Así que desde hace tres años se desarrolla la idea de que tengan una educación más formal y se vienen haciendo cursos y talleres de prevención de violencia de género y de nuevas habilidades laborales, entre otros”. Eso fue lo que se plasmó en el último semestre del año pasado, cuando por primera vez 42 cooperativistas (hombres y mujeres) tuvieron educación formal dentro de un programa elaborado por la División de Capacitación y Acreditación de Saberes del CETP-UTU, en el marco del acuerdo de trabajo con Inacoop y la Corporación Cooperativa Urbana.

Mirada de cercanía

En algunos casos hubo docentes que aportó la IM, por ejemplo, en áreas verdes, reconocimiento de flora, historia de la ciudad y del patrimonio, y otras materias que impartieron docentes de UTU. A su vez, hubo instrucción en cuanto a ley de faltas y protocolos de seguridad. Son dos meses y medio que constituyen un escalón hacia un primer nivel de conocimiento tanto para los cooperativistas que hoy tienen trabajo como para aquellos que se inscriban para tener la oportunidad.

Este rol es diferente al de guardaparques, subraya Paciello: “Si bien hay una asociación de guardaparques que está vinculada, más que nada, al área ambiental, y en Montevideo a los humedales o a las áreas protegidas, ahí el sustento es la sostenibilidad. Estos, en cambio, son cuidaparques urbanos, destinados a parques y plazas de la ciudad”.

Alguna atención extra requirió la llegada de la pandemia de covid-19. Paciello dijo que existe una comunicación fluida con los protocolos específicos, como la limpieza de baños públicos, mobiliario urbano y juegos saludables, atentos a los avances a nivel nacional. Los cuidaparques no tienen la tarea ni la potestad de detener gente, sino la de comunicar alguna falta. Si bien la intendencia promueve las actividades culturales, desaconseja las aglomeraciones, de manera que este punto es un foco de atención del cuidaparques en su entorno. “Su responsabilidad es dialogar, pero tampoco pueden impedir nada”, recalcó Paciello. Si detectan elementos de desorden, vandalismo o posibilidad de agresión en el espacio público deben entrar en comunicación con el Departamento de Convivencia de la IM o con el Ministerio del Interior. Eso es parte de lo que supervisan durante sus recorridas diarias, en las que alertan al área correspondiente.

Mientras que las grandes extensiones de áreas verdes de la ciudad son asignadas a distintas empresas, en estos sectores más reducidos la figura del guardaparque “se encarga de que haya una temperatura con los vecinos, con los grupos que asisten al lugar, es una primera cara de proximidad de la intendencia. Por lo general en el proceso de selección hemos teniendo en cuenta si hay vecinos. Eso nos ha pasado en Casavalle y en el Cerro, con el Débora Céspedes, el nuevo parque, y ha dado buen resultado, ayuda a respetar las normas de convivencia en un ida y vuelta, conociendo el terreno y la sensibilidad de cada lugar”. No es lo mismo supervisar una fotogalería a cielo abierto que un espacio de convivencia como la plaza Seregni, ejemplificó. Cada dos años rota la asignación de espacios con base en la calificación y los requerimientos.

Los cuidaparques pueden reconocerse por un uniforme que reza su función en el chaleco o la campera, una identificación con su foto, un silbato; reciben una partida que prevé la comunicación telefónica, y en algunos casos por motu proprio las cooperativas han invertido en walkie talkies. A la vez, trazan una red de contacto barrial, tanto con la jefatura de la zona como con otros. Son los primeros en avisar si una luminaria no prende o cuando hay un juego roto que hay que cambiar.

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