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Ilustración: Ramiro Alonso

Pasar el mensaje: Alcohólicos Anónimos y Al-Anon cumplieron 50 años en Uruguay

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Familiares y exadictos transmiten sus experiencias con la bebida y el espíritu del programa: “Sólo por hoy”.

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Ivone A llegó a Al-Anon hace 40 años, diez después de que se fundara. Al-Anon nació al mismo tiempo que Alcohólicos Anónimos (AA) y es la organización que trabaja en la recuperación de los familiares y amigos de los alcohólicos. El esposo de Ivone era adicto. Debido a que, por aquel entonces, la convivencia era “muy dura”, un médico les dijo que la única solución era que él dejara de beber.

“Me chocó, parecía que algo me había dado un mazazo”, recuerda en diálogo con la diaria. “Yo lo veía, pero no me daba cuenta de la intensidad que tenía, de la profundidad de la enfermedad”, afirma. Relata que cuando su esposo asistió por primera vez al grupo de AA, le explicó que también había un lugar para ella, Al-Anon. Una de las premisas más importantes de este colectivo es que “el alcoholismo es una enfermedad que afecta no sólo a quien bebe, sino también a la familia”. Cuando Ivone conoció el grupo, escuchó lo que necesitaba: saber que “un montón de personas estaban pasando por situaciones parecidas”, y se identificó con muchas de ellas.

Parecidas, aunque con diferencias, son las historias de Myriam V y Virginia T. La primera llegó a Al-Anon un viernes 13 de 1987. Después de intentar todo para que su esposo dejara de tomar, de perder la paciencia y no soportarse ni a ella misma, una compañera de trabajo le sugirió un lugar para los familiares. “La mayoría no nos acordamos mucho de lo que nos dicen, pero a mí lo que me quedó [de esa reunión] es que tenía que volver”, recuerda.

El relato de Virginia es algo distinto, ya que su esposo era un alcohólico violento, por lo que un psiquiatra le recomendó a él que fuera a AA y que Virginia fuera a Al-Anon, a donde arribó el 27 de noviembre de 1991. Si bien un familiar ya le había comentado sobre los grupos, no se animaba a ir hasta que el psiquiatra se lo indicó, y recién ante este pudo decir cómo se sentía. “A pesar de que yo estaba peleada con él, porque no podía concebir que me tocara vivir esas situaciones tan difíciles, me dio esa fuerza para animarme a que hablara frente al médico”, indica.

Cuando llegó al grupo, que era numeroso, le dijeron que el alcoholismo es una enfermedad y le transmitieron que ella no era culpable de la situación. “Yo pensaba que mi esposo tomaba por culpa mía”, reconoce. Aquel encuentro le sacó un peso muy grande; sintió que no estaba sola.

En el grupo le encomendaron la tarea de no permitirle más el alcohol. “Me fui con tanta fuerza que, cuando llegué, lo miré a los ojos, le vi esa vincha imaginaria con la palabra ‘enfermo’ y le dije: ‘alcohol en casa no más’, y hasta el día de hoy eso se cumple”, relata.

Entre el consumo peligroso y el responsable

Alejandro D se dio cuenta de que tenía un problema con el alcohol y se autodiagnosticó cuando tenía 40 años; hoy tiene 62. Describe al niño que fue como “tímido, introvertido, miedoso”. Sentía que no encajaba. “Cuando tomé contacto con el alcohol, con 12 años, me gustó el efecto que produjo en mí, me atrapó”, cuenta. Mantuvo 28 años de consumo hasta que se acercó a AA. “Yo calentaba el pico y no podía parar”. No obstante, dice que fue “funcional” durante años: hizo una carrera, se recibió, trabajó, pero progresivamente eso fue quedando atrás. “A medida que iban pasando los años, el alcohol empezó a hacer su trabajo, porque esta es una enfermedad lenta, progresiva, incurable”, describe. Si bien trató de dejar muchas veces, no dio resultado, y a los 34 años empezó a tener problemas en el trabajo y con sus vínculos.

“Perdí el control: las consecuencias económicas, sociales, familiares, laborales ya eran serias”, dice. Cuando llegó a este punto entendió que algo “embromado” podía llegar si él no cambiaba. “Sentí esa necesidad, esa derrota, ese bajar los brazos, ese ‘no quiero seguir viviendo así’”, cuenta. Entonces llamó a una guardia telefónica de 24 horas y le indicaron un grupo que funcionaba cerca de donde vivía. Hace poco cumplió 22 años de abstinencia.

Problema de todos

El alcoholismo fue declarado enfermedad crónica por la Organización Mundial de la Salud (OMS). María Isabel Massonier es psiquiatra y durante casi 30 años fue custodia clase A de AA. Los custodios son personas no alcohólicas que se encargan de resolver asuntos tanto fuera como dentro de AA. Es un compromiso voluntario.

Massonier está convencida de que existe un consumo responsable del alcohol. “Yo sería un ejemplo en ese sentido, puedo hacer un uso totalmente esporádico, social”, sostiene, y agrega que “el que no tiene problemas con su forma de beber no tiene por qué tener prejuicios acerca del alcohol”. Señala que la complicación de los alcohólicos tiende a ser que beben excesivamente todos los días, y así están en “la carrera alcohólica”.

El 15 de noviembre, el Día Mundial sin Alcohol, la Comisión Honoraria para la Salud Cardiovascular hizo una publicación en la que advirtió sobre los efectos del consumo excesivo, asociado a una mayor mortalidad, ya que aumenta “el riesgo de dependencia al alcohol, hipertensión arterial, obesidad, accidente cerebrovascular, algunos tipos de cáncer, miocardiopatías, suicidio, accidentes”.

Según comenta Alejandro, en AA no hacen diagnósticos, sino que a los recién llegados les dan 12 preguntas para que se hagan a sí mismos. Si se contestan afirmativamente cuatro o más de las 12, hay una “tendencia a tener algún problema con el consumo de alcohol”. Las primeras preguntas son: “¿ha tratado alguna vez de no beber por una semana (o más) sin haber logrado cumplir el plazo?”, “¿le molestan los consejos de otras personas que han tratado de convencerlo de que deje de beber?”, “¿ha tratado alguna vez de controlarse cambiando una clase de bebida a otra?, “¿ha bebido alguna vez por la mañana durante el último año?”.

Diego P, que llegó a la comunidad con 24 años en octubre de 1995, cuenta que no le indican al alcohólico lo que tiene que tomar o hacer en relación con la medicina, lo que hacen es “sugerir, buscar segundas opiniones”. Valora que ni él ni AA están en contra del alcohol ni de las personas que beben, que su mirada es “hacia aquel que sí quiere dejar de beber y que no sabe cómo”, y ahí es donde están ellos. “Si usted no quiere dejar de beber, es problema suyo. Ahora, si usted quiere dejar de beber, entonces el problema es nuestro”, señaló.

Lo que cambió

Algo que se repite en los testimonios de todos los entrevistados es que para lograr un cambio no hay que dejar de ir a los grupos, incluso cuando se deja de tomar, ya que el alcoholismo es incurable. Una de las premisas más importantes es el “sólo por hoy”. “Lo que los alcohólicos se proponen no es de hoy para la eternidad, es sólo por hoy”, afirma Massonier, y continúa: “Es un propósito breve, corto, pragmático y realizable, porque yo hoy tengo que controlar mi forma de beber; si no lo logro, al día siguiente trato de empezar de nuevo”.

Massonier también dice que los que se quedan en AA son los que “realmente salen beneficiados”; según la psiquiatra, en menor o mayor grado, “hay un cambio altamente favorable en su vida, en relación con la salud; siempre el que se queda mejora en algo”.

Diego supo comprender que si él dejaba de tomar, tenía “muy buenas chances de salir adelante”, porque su mente “en algún momento iba a cambiar”, y así sucedió. “Todo depende del estadio donde vos te encuentres”, dice, y relata que cuando alguien empieza en los grupos, los compañeros le sugieren que evite el entorno donde se consume alcohol.

Consultado sobre alguna actividad que haya iniciado cuando empezó su recuperación, Diego se refiere al deporte y considera que al principio es importante mantener la cabeza ocupada en otra cosa. “Yo llegaba de trabajar y a las 18.30 o 19.00 me iba a los boliches en la calle Rivera y me quedaba ahí hasta la madrugada o lo que pintara”, recuerda. “Tenés que sustituir esa vida, tenés que cambiarla, y el tiempo lo tenés que llenar con cosas que te hagan pensar en algo distinto”, agrega. Por eso es que empezó a correr, y completó maratones durante 15 años.

Cuando Myriam, de Al-Anon, empezó a ir al grupo por su esposo, lo primero que le dijeron es que el programa era para ella, y que en la medida en que ella se recuperara, iba a poder lograr que su esposo se diera cuenta de su problema. “Al principio uno llega queriendo que el alcohólico deje de tomar, yo acá vengo a buscar la varita mágica”, cuenta.

En el momento en que ella se incorporó al grupo, ya estaba Ivone, que todavía hacía servicio voluntario para Al-Anon. “Permanecer, hacer servicio significa que cuando llega una persona nueva siempre va a haber alguien que le dé una mano”, explica.

Virginia asegura que la comunidad es una escuela de vida: “Llegamos a partir de que hay un problema de alcohol, de años, que sutilmente el alcohol se metió en el hogar y se vivieron experiencias desagradables”, explica. Resalta que encontrar un lugar donde “hay ayuda, te entienden la problemática por la que atravesás y nadie te juzga es fundamental”.

Otra de las premisas de Al-Anon es que “el contagio familiar florece en el aislamiento, en secreto y en la negación”. Virginia señala que la familia se va enfermando a la par del bebedor: “Nosotros vamos viendo cómo ese ser querido se va deteriorando y no nos damos cuenta de cómo a nosotros también nos va afectando, y las afecciones emocionales cuesta mucho desarraigarlas”, reflexiona.

Importancia de la visibilidad

Para Alejandro, hay mucho desconocimiento acerca del tema y tratan de ser un poco más visibles sin perder el anonimato, un factor muy importante para ellos. Siente que es bueno “sentir la derrota al tocar fondo” y que “cada uno tiene su fondo, su pozo”. Se alegra de haber pedido ayuda y de que cuando llamó a la línea de AA haya habido alguien del otro lado para informarle dónde había un grupo.

Ellos dicen que son anónimos pero no invisibles. Tanto es así, que el Correo Uruguayo entregó un sello conmemorativo a ambas comunidades por sus 50 años el sábado pasado, en la celebración de los 50 años de Al-Anon, en el Centro de Convenciones del IMPO.

Participar en las reuniones y en el servicio de AA y Al-Anon no tiene costo, aunque se mantienen con las contribuciones que pueda hacer cada uno. El único requisito es querer dejar la bebida o querer trabajar en la propia recuperación, por tener un conocido o familiar alcohólico, en el caso de Al-Anon.

Virginia, al igual que Massonier, destaca que el programa sea diario: “Mañana es otro día, es otro nuevo desafío, otras oportunidades, y otra vez voy a buscar esa ayuda que necesito”. “El hecho de saber que no estás solo, que no sos la única persona que atraviesa por esa situación tan difícil, le saca poder a esa situación, a esa afección que te tocó vivir”.

Quienes atraviesen situaciones similares pueden comunicarse con Alcohólicos Anónimos al 2400 3501 en su línea de 24 horas o dirigirse a la Oficina de Servicios Generales (Brandzen 1956, oficina 104) de lunes a viernes de 12.00 a 18.00. En el caso de Al-Anon, la guardia telefónica fuera de horario de oficina atiende al 098 551 035 y 098 289 569, y la oficina queda en Buenos Aires 444, oficina 101.

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