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Sáez’93. Foto: Mateo Teperino

Sáez’93, ¿el rapero del año?

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Alain usa bigotes de un hombre más grande, el pelo corto y un peinado algo extraño. Como cada tarde de lunes a viernes, se pone camisa, corbata, auriculares y camina desde su casa, en el barrio Cordón, hasta la terminal Tres Cruces, donde trabaja vendiendo pasajes de ómnibus interdepartamentales. “Una máquina podría estar en mi lugar y estoy seguro de que a las personas no les molestaría. ¿Me saludás bien?, te saludo bien. ¿Me saludás mal?, soy amable. Si tenés algún tipo de queja, la discutimos”, cuenta, sobre su trabajo de ocho horas de atención al público, este artista de 24 años que, bajo el seudónimo Sáez’93, subió a a la plataforma Bandcamp Kids Be Wild, un EP de siete pistas –originalmente pensado como la banda sonora de un corto cinematográfico que no fue– que tiene todos los ingredientes necesarios para ganarse el título de disco de rap del año.

Kids Be Wild suena bastante al neoyorquino Nas y su clásico álbum debut Illmatic, pero también, y esencialmente, sus excelentes rimas y golpes de efecto remiten –tal vez por primera vez, o en su mejor versión– al Montevideo gris y sin futuro de fabricación nacional, del que tampoco pudo escapar el pujante movimiento del hip hop uruguayo. Es la subcorriente melancólica y catártica con momentos de derrota en la que son antecedentes Bajo Fondo Presenta Santullo (catarsis desde la vejez) y Los Buenos Modales (oscuridad desde la experimentación juvenil con sustancias).

La oscuridad en Sáez viene con urgencia y precisión, elementos que le otorgan un entretenido realismo a cada fábula en forma de track. En buen porcentaje, su rapeo logra escapar de la sonoridad de los españoles Violadores del Verso, fuerte e ineludible referencia de cualquier payador urbano de Latinoamérica: suena como cualquier guacho de la esquina.

Su tristeza y negrura no le impiden cubrir la cuota necesaria de bravuconeo de estilo; “Lenguaje” incluye una de sus mejores rimas: “Las hojas de tu texto no sirven ni pa' prender la leña, genio / Gracias por participar pero pa' vos no hay premio".

Sobre "ese rollo medio oscuro" reflexiona unos segundos: "Es raro, con mis relaciones afectivas soy una persona bastante luminosa, pero pasé muchas cosas feas, me quedé sin viejo a los 18. Esas cosas nunca me influyeron en la vida como para abandonarme o victimizarme. Creo que aprendí a conocer una especie de lado B de la vida para ver mi situación desde afuera sin dramatizar tanto. Eso es todo lo que llevo para el disco. Son imágenes que se me vienen a la cabeza, cada verso son imágenes, planos, tienen mucho del cine que es lo que enferma. Capaz que no los entiende nadie, pero después de la décima escucha podés entrelazar esas imágenes y te armás la película”.

Alain, además de vender pasajes, estudia cine y trabaja como montajista freelance. Ahora vive con su novia Ana y con Atilio –un border collie que una noche, perdido, apareció en su trabajo y se sentó a sus pies– en un departamento transformado en gran parte en estudio de edición de imágenes y música, donde grabó por completo todo su EP, con un micrófono, una computadora, y un paquete –no muy grande– de vinilos para samplear.

“Quiero meter músicos”, dice sobre su próximo disco, que será un LP, y de la presentación de sus rimas en vivo, que contará con la colaboración de sus amigos del Underclan, crew multitalento de la que se reconoce como parte.

Algunos de los versos más representativos de su obra se escuchan en “Postal”: “Sólo suplo humo, mil excusas para morir entre vicios que elijo / Mijo, me consumo. Sé que moriré escuchando versos de Onetti y escuchando Sumo. / Me gusta cómo rapeo, como pateo Montevideo, por eso no me perfumo”.

Kids Be Wild, de Sáez’93, está disponible en https://saez93.bandcamp.com

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