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Foto: Natalia Rovira

Salvador de multitudes

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En un reel de los shows que Gustaf viene dando cada fin de año desde hace ocho temporadas, en una edición acelerada, se vería al capocómico narigón, trajeado, brillante, como siempre para la ocasión, corriendo de izquierda a derecha y de derecha a izquierda, atendiendo los comentarios de una platea cada vez más grande. Es que a medida que pasó el tiempo, desde 2010 los escenarios han ido variando y los espectadores se multiplicaron, aumentando, además del metraje que el humorista debe recorrer, el espíritu festivo de la cosa, llegando a la función disfrazados o con carteles, en muchos casos. Gustaf se mantiene atento desde que el VJ va ambientando, mientras la gente se acomoda, apuesta a seducirla durante el espectáculo, azuzado por la adrenalina, y permanece en comunicación después del final, una vez que deviene baile o algo así, con ayuda de la música al mango.

Atribuye su entrenamiento a tener muchas tablas encima, a sumar idas al interior a las funciones privadas y otros asuntos, a experimentar sin pausa “el vivo”. No en vano recalca que le gusta ser un artista presencial y que esa “vida de viajante, de circo”, le fascina. Tiene programada una gira grande para 2018, en la que actuará en esos pueblos, en esos clubes sociales o salones convertidos momentáneamente en teatros, que todavía no pudieron verlo, así que alerta, Montevideo, que este puede ser su último show capitalino en mucho tiempo.

Para resistir las corridas y no perder el aliento, Gustaf apenas confiesa practicar yoga, aunque para aceitar su faceta monologuista es un observador obsesivo de los deportes individuales, de la concentración que ponen el tenista y el boxeador para saber cuándo pegar. Entonces, dice, cada función es un partido que suda, que mide, y en el que despliega su estrategia. “La comedia es tiempo puro”, asegura el actor, “mantener el clima, subirlo, bajarlo, hasta llegar al knock out”.

Esta noche juega, podría llamarse, el clásico anual, el cierre de temporada, por primera vez en Landia, en Parque Roosevelt, frente a la tribuna frontal, para 2.000 risueñas almas, donde piensa repetir la hazaña que arrancó allá lejos en el Teatro de Verano. Todavía se acuerda de que nadie confiaba en que un monologuista solo pudiera convocar a 5.000 personas, lo mismo que una murga o una banda de rock. Repitió en 2011 en el Defensor Sporting, al año siguiente en el Hipódromo de Maroñas, en 2013 en Polo Prado, en 2014 en el Parque Rodó, en 2015 en el Museo del Carnaval y el año pasado en el Estadio Centenario.

Antes de ese último desafío se puso a investigar y sólo dio con un colega de los años 30, un cómico de radio apellidado Depauli –el popular Eduardo Depauli, apodado el “Fregoli del éter”, en honor al célebre transformista italiano –, que se había atrevido con esas tribunas de cemento e incluso había armado un partido ficticio. Y rastreando humor y fiestas de fin de año, Gustaf también supo de la excéntrica actividad que organizó nada menos que su colega estadounidense Andy Kaufman, contratando buses para trasladar gente invitada a tomar chocolate caliente por Navidad. Los dos fueron de algún modo inspiradores de esta cita periódica con el público.

Bonus track

La estructura de este show de cierre es un combo agrandado del unipersonal que Gustaf hizo este año en el Teatro Movie durante nueve funciones para 700 personas cada una. Es Yo soy aquel, ese monólogo que toma la infancia como medidor de los cambios de época y del nacimiento de una vocación. “El humor salvará al mundo”, es el lema que esperan que vocifere como un mantra los incondicionales de todas las edades. Un humor que, en su caso, está basado en la burla hacia él mismo y lo que le pasa.

Muchos habrán seguido su cambio de emisora, de radio Sarandí a Océano, donde abre la programación, y el papel bastante antipático que interpretó en la película Otra historia del mundo, de Guillermo Casanova. El Gran Gustaf asegura que esas dos tareas, la radio y el cine, más su rol de presentador y anfitrión de Mus 360, programa de la plataforma musical de Antel, fueron descubrimientos que marcaron estos meses que piensa cerrar, como desde hace ocho años, con un baño de multitudes.

El Gran Gustaf despide el año, hoy a las 21.00, en Landia (Rambla Costanera, entre Av. Carlos Racine y Av. a la Playa). Entradas en venta en RedUTS, Redpagos y locales de Tienda Inglesa. Precio general: $ 580. Apto para todo público. Menores con 2 años cumplidos no abonan entrada pero no ocupan asiento.

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