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Foto: Alejandro Persichetti

Medidas desesperadas

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Existe una suerte de público cautivo de las producciones de la compañía argentina Timbre4, desde que hace una década llegó al Solís La omisión de la familia Coleman, un espectáculo que, como sostuvo el investigador Federico Irazábal, “le da una estocada final al teatro procedimental de los años 90: reaparece el argumento pero ubicando la escena en un PH real, jugando con los límites de la teatralidad”. Tras ese intenso punto de inflexión, en el correr de las temporadas se acercaron también los montajes Tercer cuerpo, Emilia y Dínamo. Ahora la agrupación, nacida en plena crisis en el barrio de Boedo, anuncia la película de El viento en un violín, con el elenco original. Se llama Mater, la dirige Pablo D’Alo Abba y su estreno está previsto en Argentina para el 21 de setiembre. Antes de eso, en el Teatro del Notariado, Gerardo Begérez se anima a proponer una versión propia de la misma historia, a la que presenta como una comedia feroz. “Con Tolcachir estamos vinculados desde la época en que yo trabajaba mucho en teatros porteños. Siempre me interesó su teatro. Él es, al igual que yo, un apasionado del arte teatral, y sus textos son una concentración de los temas que inquietan al hombre contemporáneo, nos habla desde una poética que acerca. Es un experto en exhibir el complejo mecanismo de las relaciones llevadas al límite”, resume el director.

Un treintañero que vive con una madre controladora, una pareja de lesbianas que busca convertirse en familia, y lo que pasa cuando los deseos se dan de frente con los derechos. “Imagino esta obra”, afirmaba Tolcachir, “como si jugáramos a correr todas las represiones que nos hacen civilizados y accionáramos sin límite para alcanzar un objetivo. La obra habla del deseo de un hijo. Del significado de una familia. De la necesidad de triunfar en la vida. Y deja un aire personal para pensar que se puede vivir la vida que uno quiera, y ser feliz. Aunque no se encaje en los moldes tradicionales”.

Los montajes de Begérez suelen tener un énfasis en lo musical, que esta vez lo llevó a incluir temas de Sandra Mihanovich cantados en vivo por algunos actores en una puesta en escena que describe como muy cinematográfica. A la vez es recurrente en su carrera como director la elección de títulos de la dramaturgia argentina reciente, aunque él lo vea algo distinto: “Argentina me enseñó a ser metódico, a tener un abordaje más organizado de mis ideas creativas. La influencia es inevitable y necesaria. Yo supe tomar lo mejor de los maestros argentinos a los que me acerqué, pero sin glorificarlos; no creo demasiado en los eruditos del arte teatral, soy más bien intuitivo y autodidacta. Aprendo del error y de la permanente creación, y soy absolutamente inquieto. A veces, en Uruguay, se impresionan con mi capacidad de trabajo y con la cantidad de estrenos que tengo en un año. Eso es algo que aprendí de mi incursión porteña: el estar en permanente elaboración, en un estado de ebullición perpetua. No sólo tengo los ojos puestos en lo que sucede en el teatro argentino, me interesa el teatro global; ya no existen las distancias, hoy uno tiene acceso a todo lo que sucede en el mundo, sólo hay que saber mirar, sin marearse o asustarse”.

El viento en un violín, en versión y dirección de Gerardo Begérez. Estrena este viernes a las 21.00 en el Teatro del Notariado (Guayabos 1729). Actúan Mariella Fierro, Cecilia Yáñez, Mariana Lobo, Alejandro Stern, Virginia Méndez y Carlos Sorriba. Funciones: sábados a las 21.00. Entradas generales: $430.

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