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“Woodstock criollo”, dice el titular de un diario que aparece en el primer cuadro del documental Pilsen Rock, la película, dirigido por Gastón Martínez y Jimena Vila, que, como su nombre lo indica, trata sobre los famosos festivales de Durazno que se llevaron a cabo entre 2003 y 2009 y que canalizaron gran parte del auge del rock nacional de principios del siglo XXI. “Que sea rock”, “inolvidable”, rezan otros titulares que se ven en la introducción, además de la cantidad de asistentes, que fue creciendo en cada edición para luego bajar.

El documental dura una hora –ya está disponible en Youtube– y básicamente ahonda en esos titulares del principio, que son los grandes éxitos del festival, en base a entrevistas a tres patas fundamentales: algunos de los músicos que tocaron en el evento (Sebastián Teysera, Gabriel y Guillermo Peluffo, Garo Arakelian, Christian Cary, entre otros), varios fanáticos que fueron a casi todos los Pilsen (jóvenes, veteranos y hasta una pareja que se conoció gracias al evento y da la entrevista con sus dos hijos), y los involucrados con la organización (por ejemplo, el empresario Claudio Picerno y el intendente de Durazno, Carmelo Vidalín). A su vez, estos testimonios se mechan con aportes de periodistas culturales como Carlos Dopico y Gabriel Peveroni.

Así, el documental reúne los distintos tópicos que siempre se han asociado al evento. Desde que fue una válvula de escape para la juventud luego de la crisis de 2002, pasando por los miedos a los disturbios antes del debut del festival, la falta de abastecimiento de comida en esa primera edición, que luego hizo que en el siguiente año varios comerciantes por demás optimistas se clavaran con su stock, las distintas formas que encontraban los jóvenes para ir a Durazno (bicicleta, carro de caballo) y hasta los métodos para dormir en cualquier lado. Algunas de las anécdotas se pintan gracias a los aportes de residentes de Durazno, que cuentan cómo recibieron a la multitud (una señora ideó una especie de camping en el fondo de su casa, y una mujer todavía atesora una cartita de agradecimiento de unos jóvenes por dejarle guardar su camioneta en su casa, como si fuera una misiva del Titanic).

Por último, hay que tener en cuenta que las imágenes de archivo del festival (que en algunos casos son de poca calidad tanto sonora como visual –y se nota mucho en el contraste con las entrevistas–) no aportan demasiado para entender el fenómeno desde el lado musical, y los testimonios de los músicos tampoco, ya que en general tocan más bien la vena emocional. “Nunca me pasó ni con sexo ni con alguna droga ni con nada, es algo totalmente aparte de todo lo que yo he vivido”, dice al principio Frank Lampariello, ex bajista de Hereford, sobre su experiencia en el festival, y así hace su aporte al mito.

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