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Foto: Andrés Cuenca

No quiero ser normal

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Eduardo Casanova, protagonista de la “regeneración” del cine español.

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Tiene 27 años, pero el público español lo conoce desde que tiene 12. Se llama Eduardo Casanova, pero por la calle le gritan “Fidel”, por el personaje que interpretó durante una década. En Montevideo, a donde llegó para dar un taller de realización audiovisual, su cara no suena. Pero quizás alguien haya visto Eat my Shit (2015), su cortometraje viral, o su ópera prima Pieles (2017; disponible en Netflix). Si no les suenan, es porque no los vieron. Sus imágenes tienen la capacidad de quedar tatuadas en las retinas.

Para conocerlo hay que hablar de Aída, serie de Telecinco que comenzó como un spin-off de la comedia costumbrista 7 vidas y se convirtió en “una de las series más vistas de la televisión. Y fue la serie de comedia más longeva de la historia de España”. Palabras de Eduardo a la diaria, así que habrá que creerle.

“Fue muy subversiva, con personajes muy polémicos. Y yo interpreté a Fidel, el primer adolescente homosexual de la televisión española. En Aída había una puta, un yonqui, un ama de casa, una gorda... Era una serie que tocaba temas muy concretos de cómo era la vida del lumpen más lumpen de España”.

En 2005, con apenas 12 años, Eduardo usaba disfraces, interpretaba canciones y hasta se enamoraba de un torero. “Fue muy revolucionario, sobre todo en el colectivo LGTBQ”, recuerda. Y aunque afirma que actualmente la lucha en España está “en los derechos de las mujeres, de los transexuales, y contra la estigmatización de las personas seropositivas”, no deja de reconocer el golpe de efecto en su momento.

Al poco tiempo comenzó a saltar del otro lado de la cámara. “Empecé a dirigir con 17 años, con el dinero que ganaba como actor. Hacía esta serie pero hacía más cosas, como teatro y cine, y el dinero lo invertía en rodar mis cortometrajes. Cuando acabó la serie, ya había decidido de forma más clara que lo mío era dirigir”. Su primer éxito llegó en 2015.

“Dirigí Eat my Shit, que fue un cortometraje que se hizo viral y que en España supuso un shock muy grande, porque tenían una imagen de mí muy diferente. Interpretaba al personaje de un niño estudioso, repelente, pijo... ‘cheto’ se dice acá, ¿no? Y de repente hice un cortometraje de una mujer con un ojete en la cara, tremendamente punk”. El corto, fácilmente ubicable en Youtube, muestra las peripecias de una mujer [Ana María Polvorosa] que tiene la boca y el ano en los sitios equivocados y pretende tomar sopa en un restaurante. Esa mujer sería, dos años después, una de las protagonistas de Pieles. El director admite que no se trató de un plan elaborado, sino de una mentira tan grande que acabó convirtiéndose en realidad.

La pasión por el cine

“Cada vez que he hecho un cortometraje he querido hacer un largometraje, porque siempre quiero más. Por tanto, podía ser una película, pero no estaba escrita. Lo que pasa es que cuando sacamos Eat my Shit, a los 20 minutos de colgado en internet se había convertido en viral. Me estaban llamando para dirigir publicidad, en Rusia tenía dos millones de reproducciones, me hacían muchas entrevistas, y se me fue de las manos”.

El director por la boca muere. “En ese momento que me hacían muchas entrevistas, aproveché y dije que iba a hacer la película, pero era mentira. No tenía ningún tipo de guion. Era un bulo para hacer la bola de nieve más grande. La bola de nieve se hizo más grande y me mandó un mensaje Álex de la Iglesia, porque había actuado con él, y me dijo: ‘Si vas a hacer una película te la queremos producir’. Y yo dije: ‘Bueno, vale’. Le mentí. Quedé con él, le conté un poco y le fui mintiendo hasta que tuve el guion”.

“Álex sabe esto, pero no creo que le importase en ningún momento. Porque algo que nos une y que me une directamente con el cine es la pasión de hacer. Y la pasión de hacer cine por encima del guion que tengas o no tengas. Yo quiero rodar; quiero que mi modo de vida sea rodando. Necesito ver el mundo a través de una cámara. Me da igual si tengo un buen guion o no”. Quienes deben determinarlo son los espectadores, que lo han visto crecer, incluso en lo laboral. “Han visto cómo yo he pasado de hacer una serie tremendamente mainstream en la cadena más vista de España, a dirigir cortometrajes, publicidad y cine. Y esa evolución el público la ha ido respetando y la ha visto como algo normal”.

El chocho asesino

En ese crecimiento también lo acompañaron los actores de Aída, y varios de ellos actúan en Pieles. “Mi primer cortometraje se llamaba El chocho asesino de Tiesa López; ‘la concha asesina’. Ellos estaban acostumbrados, así que cuando les enseñé el guion, no les sorprendió”.

La película sigue a varios personajes que han sufrido a causa de su apariencia física. Desde una mujer con obesidad mórbida a una con acondroplasia, desde un joven que no reconoce sus piernas como suyas hasta la famosa mujer “con un ojete en la cara”, lo que supuso “una incomodidad muy grande para los actores”. Porque “hay actores que no ven, que tenían que comer trocitos de zanahoria o purés, o el niño sirena, que estuvo 12 horas de pie con un pañal para hacer caca y pis, porque la prótesis era una cola de sirena. Yo no lo podría soportar”.

¿Y por qué los demás lo hacen? “Los actores son suicidas, es increíble. Ellos se manejan muy bien en un terreno hostil. Macarena Gómez, musa del terror en España, hace de prostituta sin ojos. Ella solamente se pone cachonda si el trabajo es complicado. Estuvo rodando de noche todo el rato, porque cuando era de día tenía los ojos tapados; la empezaban a maquillar a las 6.00, le tapaban los ojos y no los podía abrir. Y se lo quitaban a las 20.00, cuando ya era de noche. Esa complicación y ese malestar que tenía lo integraba para construir un personaje que se sentía inseguro y perdido. Y eso es lo que hicieron todos los actores”.

Ver Pieles es una verdadera experiencia que comienza desde lo visual. “Cuando estoy escribiendo un guion también estoy dibujando la película, como si fuera un cómic. Procuro muchísimo que la estética también cuente algo, y considero que las películas sólo estéticas son basura. Por eso no me gusta Wes Anderson. No me interesa la estética ni la moda, si no lo que les pasa a los personajes, y lo que rodea a los personajes también es lo que les sucede a ellos”.

“Hay un trabajo estético muy grande, pero también hay un trabajo de guion muy grande. Cuando escribí Pieles sentía que era tremendamente complicada. Hay un mogollón de personajes que están todos unidos. Es un puzle muy complejo en el que muchas personas solitarias se ayudan entre ellas, y eso requiere un trabajo de guion muy heavy”.

Pieles

El resultado final no es para estómagos débiles, y Eduardo lo sabía a la hora de pensarlo. “El único ejercicio que hacía era intentar ser coherente con lo que me estaba pasando a mí. Intentaba no pensar demasiado en si lo iba a ver el público. Creo que la forma de llegar a todo el mundo es hacer una obra que esté tremendamente conectada con algo que te apasiona o con algo que te preocupa. De esa forma, ruedes lo que ruedes, va a llegar. Alguien lo va a ver y va a decir: ‘Hostia, esta persona está hablando de algo que le preocupa de verdad’. Si estás haciendo algo para no molestar o para poder ‘llegar a’, o bien haces Star Wars, tremendamente comercial, o haces una película de mierda”.

Pieles es una película tremendamente personal, que a muchísima gente le puede ofender. Sin embargo, se ha estrenado en 190 países, en paralelo se subió a Netflix, y creo que reside exactamente en eso, en que es una película muy honesta y muy personal, que habla con muy poco pudor de lo que opino del mundo”.

Y ese mundo respondió de buena manera. “Siento que la parte del mundo que ha visto mi película me está viendo como soy. En mi país no. Yo he flipado en Asia, donde la película ha sido súper bien recibida. Me han hecho reportajes en China hablando sólo de mi trayectoria como director, y es algo que me gusta mucho”.

“Esto es como cuando te vas a vivir a otro país y empiezas a follar con mucha gente. Puedes follar con tu madre si quieres, pero va a haber más pudor cuando tengas que desnudarte en tu casa. En España estoy desnudo, aquí conocéis sólo lo que me gusta”.

Lo que le gusta, también, es que el público interprete su obra en libertad. Sin embargo, tira pistas acerca de lo que quiso hacer. “Creo que es una película que pretende entender y ‘justificar’ todo. La bondad y la maldad. Empieza con un ejercicio de comprensión a un pederasta y al horror humano, a la crueldad de la violación de las niñas. Y es verdad que, al contrario que otros trabajos míos, empieza en la oscuridad y camina hacia la luz... Hacia la luz cuestionable de cada uno, porque para muchos la luz es la oscuridad: encuentran su felicidad en lugares horribles como la soledad, la muerte o el amor. Yo no te estoy diciendo que el amor sea la solución de la vida; sin embargo, ellos lo encuentran ahí. Mi siguiente película es mucho más cínica que Pieles”. Semejante pie obligó a preguntar en esa dirección.

La piedad es el guion que más me obsesiona de todos los que he escrito hasta el momento. Es mi película más personal, la que me conecta con una parte más oscura mía. Y es la película de mi vida. Se trata de una coproducción con Chile; la producen Álex de la Iglesia y Carolina Bang. Y no te puedo contar nada más”. Comenzará a rodarse a principios de 2019, para estrenarse a fines de ese año, continuando con una movida del nuevo cine español.

“Hay una regeneración de la que yo me siento muy orgulloso de participar, pero viene dada por la generosidad de la generación anterior. Álex de la Iglesia es un director de cine que a la vez es productor. Una persona tremendamente generosa, que entiende que el cine necesita regeneración y que produce películas a directores noveles, entre ellos yo. Creo que el cine español siempre ha sido muy bueno, pero ahora mismo goza de buena salud”.

Normalidades

De esta forma acompañamos a Casanova desde 2005 hasta 2019, y quedó tiempo para un par de temas que forman parte de su agenda. Uno de ellos, y sobre el que gira su película, es el concepto de normalidad. “Lo que quiero es que cada uno haga lo que realmente quiera. Que sea normal, pero no porque esa es la única opción. No porque una sociedad te exija ser normal o porque una sociedad te convierta en algo. Eso es lo peligroso. Creo que lo que sucede ahora con el capitalismo tan ácido y potente que estamos viviendo es que está generando un discurso colectivo que elimina el discurso individual. Y eso es muy peligroso. Cada uno tiene que trabajar su discurso individual”.

Por último, dio su posición tajante acerca de los límites del humor. “El humor no debe tener límites. Es muy peligroso que los tenga. Dos cosas en la vida no deben tenerlo: el humor y la ficción. No podemos poner límites en la ficción, porque es el único lugar en donde podemos depositar todas nuestras preocupaciones y nuestros horrores. Donde podemos matar, destruir, construir. Y el humor es la única forma de no tomarnos en serio la realidad. Y es lo que hay que hacer. En el momento en que el humor empieza a tener límites, todo comienza a ir mal”.

Claro que hay que ser consecuente con ello. “Si ahora yo mismo me levanto y cago encima de la mesa, seguramente te vas a ir. Voy a ser consecuente. Pero me hace una gracia cagar encima de la mesa...”. No lo hizo.

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