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Alfonsina.

Foto: Pablo Vignali

Esa sensibilidad: Alfonsina cierra la gira de “Pactos” en La Trastienda

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Viene de tocar en el festival Lollapalooza y acaba de publicar un tema nuevo. Alfonsina no para. Por eso hoy a las 21.00 en La Trastienda será el cierre de la gira de Pactos (2017) –entradas en venta en Abitab–, el disco con el que encontró su sonido, mezcla justa de rock y pop, con sutiles elementos de raíces uruguayas, pero que puede no ser definitivo, ya que la cantautora navega por las profundas aguas de la búsqueda constante. Sobre su música, concepto y objeto, y algunas otras cosas más, conversamos con Alfonsina en su casa.

Escuché el tema que acabás de sacar, “No te voy a olvidar”, y me da la impresión de que a nivel de sonido sigue la misma línea de Pactos. ¿Eso quiere decir que ya no vas a volver al estilo de producción de tu primer disco, El bien traerá el bien y el mal traerá canciones?

La producción de ese primer disco fue lo que me impulsó a desarrollarme como productora, porque quería algo que me representara más, y hoy en día estoy un poquito más parada en ese lugar. El Yo siempre se está moviendo. Es incapturable, pero por lo menos puedo registrar algunos momentos en los que lo veo, y suena más así. Aquel primer disco no lo escucho más. Nunca.

Es una pena.

Dicen que el primer disco se graba y el segundo se hace, y así fue.

¿Pero cuál fue el “error”?

La elección de las texturas, cómo se mete una cosa arriba de la otra, la estridencia... Se podía lograr una tensión y una expresión que hoy busco por otro lado.

El tema nuevo tiene una raíz bastante milonguera y tanguera, sobre todo en el bordoneo de la guitarra, pero a su vez en los punteos le encuentro aires de western, a lo Ennio Morricone.

Es lo que me conforma. El tango y la milonga tienen esa cosa expresionista, exagerada en sus sentimientos, lo arrabalero. A su vez, el ambiente de misterio, eso más Morricone, de cuando se asoma algo desconocido, casi peligroso, es un sonido que mantengo del primer disco. Lo amenazante y seductor a la vez está en todo mi trabajo, es lo que me hace a mí.

En cuanto a las letras, ¿cambiaste la forma de componerlas en relación al primer disco?

Yo dejo que la música me vaya enseñando y guiando. No elijo una forma de hacer una letra. En el primer álbum más bien contaba historias, guiaba el caudal de la imaginación para un lugar. Y en Pactos abrí espacios. Entre una palabra y otra hay más espacios, entonces, dejo mucho lugar para el otro, que era algo que quería: que fuera más evocativo.

Es otra pata del misterio.

Claro, son distintas formas de mirarlo. La música siempre te da una perspectiva sobre un mismo tema. Sobre un mismo tema podrías ver infinitas perspectivas, por los distintos artistas que lo miran. Está muy bueno pensar eso en cuanto a nosotros y cómo somos: al elegir una perspectiva elegimos vivir algo de cierta manera, y eso es maleable. Es un inmenso poder que tenemos. Ahora, en cuanto a las letras, estoy queriendo aunar los dos mundos. Soy muy respetuosa del poder de la palabra, pero por un tiempo necesité que ella se fuera un poco hacia atrás para ver las texturas del mundo, lo que es estar vivo, que también tiene que ver con este sillón, esta remera, este almohadón y este micrófono; es decir, no el concepto de las cosas sino la textura de lo que hay. En mi segundo álbum exploré por ahí, y ahora quiero aunarlos, es decir, el concepto con la vivencia real y material, no sólo con el deber ser. Cada vez ir más hondo y ponerle un poquito más la lupa a cómo se vive de verdad, e intentar correrme del cliché, dentro de lo posible, porque cuando vamos a traducir nuestro inmenso e infinito mundo interior a palabras. dejamos tanto afuera que da miedo.

En cuanto al misterio en las letras, me da la sensación de que en el mainstream escasea, es decir, está todo muy dado. Se sabe exactamente qué es lo que quieren decir.

Claro. Por ejemplo, hay una canción de Pactos, “La noche exige”, que hice porque la necesitaba escuchar. Es una canción que habla de la seducción, del misterio del otro, lo que evoca. Surgió como una necesidad, porque hoy en día las canciones que más suenan en la radio –no es que mi canción suene en la radio, pero por lo menos alguien va a tener donde habitar la conexión desde esa perspectiva– dicen: “Te vi en el boliche, qué bueno, vamos a bailar pegaditos, nos vamos para casa”.

Alfonsina.

Foto: Pablo Vignali

“¡Fiesta, fiesta!”.

“¡Fiesta, fiesta!, los cuatro, no sé qué, chau”. Es una lógica de uso de los vínculos entre las personas, y yo defiendo pila la poesía del vínculo, o sea, cómo es, por dónde va, por dónde se puede llevar y qué cosas despierta. Había un grafiti que decía algo como “comer y coger no puede ser lo único”.

En “Ese frío vacío” cantabas: “No soy lo que quieren hacer conmigo”. ¿También tiene que ver con tu primer disco?

Con pila de cosas, porque lo que quieren hacer conmigo es otra vez hablar de la dinámica de uso, de cómo las redes sociales han transformado los vínculos y llevan las relaciones a un lugar de uso.

De productos de consumo.

Sí, tal cual, incluso Tinder. Entonces, “Ese frío vacío” dialoga un poco con eso, y también con que estaba peleando con esa brecha tan grande que había entre lo que yo quería expresar y lo que el otro me devolvía, que era “la minita, la cantante con la guitarra”. Me sentí representada así en cierto momento y me surgió como respuesta a eso: no soy esa cosa tan estereotipada y tan predecible. Vi la inmensa diferencia que había entre la profundidad de mi investigación y cómo se interceptaba mi trabajo. No quiero decir exactamente la situación porque no quiero herir a nadie, pero me sentí representada de una manera muy frívola, y lo mío no es frívolo; pude que sea estético, porque soy una esteta, pero no es frívolo.

¿En algún momento sentiste que por ser mujer te trataban diferente?

En el ámbito de la música, por ser mujer sentí que mi destino durante un tiempo era ser la cantante, y los que realmente estaban tomando las decisiones eran todos tipos. Igual, me llevó poco tiempo rebelarme contra eso; por lo que tenía para dar no me iba a quedar en ese lugar. Todo este cambio que está sucediendo y esta visibilización del trabajo de las mujeres sin duda me han entrado por todos lados, pero igual en mi familia las mujeres son muy poderosas.

Recuerdo que en una entrevista Rossana Taddei me comentó que muchas veces le pasó de subir al escenario a armar y que los técnicos interactuaran sólo con los varones de su banda. Es decir, no le preguntaban cómo quería sonar o si estaba todo en orden, era como si no existiera.

Ah, claro, es tal cual, es re verdad, pasa, sí. Es lo mismo: como que ella es la cantante y los que en realidad saben lo que está pasando son ellos. Eso re sucede. Está naturalizado, pero yo, si siento que estoy parada en ese lugar, voy a reaccionar; para mí no es natural.

¿Por qué elegiste tocar con esa Fender Telecaster que tenés ahí?

Fue una cosa del destino: en un momento estaba trabajando muy bien y tenía dinero, con el que pagué mi primer disco y también me compré esta Telecaster, un bajo y el ampli. Alguien en Facebook que vive vendiendo guitarras ofreció esa, y me enamoré de una. Yo tenía una Godin 5th Avenue de caja. Me gusta el sonido de la Telecaster con el micrófono simple, pinchudo, y ese sonido que usaría Tarantino en una película; también lleva para el surf rock y todo eso que me gustaba de la otra guitarra. Hoy día sigo con la misma sonoridad: el mismo trémolo, reverb abundante y vibrato.

¿Sos muy obsesiva con el tema del sonido? ¿Le dedicás el mismo tiempo que a la composición?

Le dedico mucho más tiempo a la parte de producir que a la de hacer el tema, porque me tengo que ir desligando de la persona que fui en el momento en que la canción nació, porque tengo que desdoblarme y mirarla de afuera.

Es como una batalla con vos misma.

Sí, total. Primero, me conecto con la honestidad de mi sentimiento. Las canciones que salen de este cuarto nacieron de una profundidad. Hago muchas canciones todos los días, por ejercicio, pero hay momentos en los cuales entiendo que entro a un lugar que en otros momentos no. Entonces, los ejercicios quedan afuera y las canciones de verdad son las que publico, pero como las canciones de verdad me llevan a un sentimiento que me pone de frente a la profundidad de lo desconocido, luego tengo que tomarme un tiempo para salir de ese lugar y mirarlo objetivamente, que es todo un ejercicio. Hay que escucharlo de vuelta y de vuelta, ponerle, sacarle, y escuchar qué pasa con cada palabra. Después entrás también en el lenguaje más de la forma, no solamente de lo que significó para vos. Con cincel le das a la piedra hasta que se acompañen bien lo que significa para vos y cómo se oye.

Alfonsina.

Foto: Pablo Vignali

En el tema nuevo estás más suelta en la voz. ¿La estás trabajando?

De alguna manera estoy volviendo a la voz. Durante Pactos a la voz la dejé en el mismo plano de importancia que la batería, el bajo o la guitarra; incluso las palabras, no sólo la manera de cantar, pesaban tanto como la música. Ahora estoy empezando a empujar la voz hacia adelante otra vez, porque tengo un inmenso respeto por el poder de comunicación que tiene, y como no quiero ir a lo literal, a veces me escapo de un lugar y tiene que haber un punto en el medio en el que nos podamos encontrar y en que a la vez se aporte algo.

El sábado tocaste en el festival Lollapalooza, en Buenos Aires. ¿Qué sentiste?

Sentí que hoy en día mi proyecto está conformado por un equipo muy sólido, a la altura de un escenario como el de Lollapalooza. Ya habíamos tocado en Brasil en un escenario de ese tipo, pero ahora estábamos con un público que hablaba nuestro idioma, un público uruguayo y argentino que nos apoyó. Lo que siento ahora es que el futuro brilla, así que tengo la fortuna de contar con un equipo de personas talentosas made in Uruguay que va a trascender todas la frustraciones que puede conllevar el arte en este país. Vamos a entregar el corazón al 100%, hasta el final.

¿De qué va el disco nuevo en el que estás trabajando?

Lo que te puedo contar es que estoy escuchando bastantes músicas precolombinas, y estoy investigando un poco por ahí. Quiero que lo que venga represente un poco un lado salvaje.

¿Vivís de la música?

Vivo de la música pero porque doy un montón de clases, que es algo que me está haciendo ver la vida de otra manera, me da sentido. Ya no quiero estar tanto adentro de mi cabeza, me gusta mucho entrar en la sensibilidad de los otros y habilitar a otros a que usen la herramienta de la música, que te puede abrir la puerta a toda tu profundidad. Así que lo vivo con un agradecimiento que no puedo más.

¿Das clases de guitarra?

No, hago creación a través de la voz y la improvisación, a partir de un libro que se llama Juego libre, del violinista Stephen Nachmanovitch. Entendí que yo trabajaba así, y al verlo en palabras fui desarrollando una forma en la que planteo el juego libre en mi clase y te voy obligando.

¿Todo con la voz?

Sí, con la voz y algunas circunstancias azarosas. Te pido que elijas una nota y una escala, sin mirar, y a partir de ahí empiezo a trabajar con la música que está en el instante.

Justo el tema nuevo arranca con tu voz haciendo ritmo con una especie de jadeo.

Sí, estoy incluyendo el jadeo y la respiración. Los arreglos musicales cada vez se acercan más a la vida material. Se tienen que juntar y decir la verdad.

Cada detallecito lo llevás para el lado filosófico.

Sí, soy re conceptual, insoportable.

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