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Eduardo Mateo, Urbano Moraes, Chichito Cabral, Luis Sosa y Walter Cambón, última formación de El Kinto.

Foto: Secretaría Nacional de Deporte

Yo volveré por ti: 50 años de Musicasión 4 ½

9 minutos de lectura
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El disco tiene como protagonista a El Kinto, la primera banda en cultivar una actitud artística y de experimentación sin tener en cuenta su posible costado comercial.

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Editar

En 1969 se desarrollaron en Montevideo una serie de espectáculos multidisciplinarios que, teniendo como eje central la música, aunaron teatro, artes visuales, performance y cine. En materia musical hubo rock, candombe, bossa nova, tango, música culta, jazz y varios etcéteras inclasificables.

Los eventos, en el teatro El Galpón, donde se hicieron cuatro ediciones distintas durante ese año, fueron un éxito creciente. La primera edición tuvo una función en junio; la segunda, durante julio, dos; la tercera, en octubre, cuatro, y la cuarta, en noviembre, siete.

El despliegue de producción se imagina enorme: filmaciones en 16 milímetros realizadas especialmente para la ocasión, efectos lumínicos, decenas de músicos, actores y performers en escena. Todo fue llevado a cabo artesanalmente y sin ningún apoyo exterior por un grupo de jóvenes artistas que no habían llegado a cumplir 30 años. Se hizo entre amigos, con muchísimo trabajo, pero también con una gran dosis de improvisación. Los ideólogos de estos shows fueron el escritor y músico Horacio Buscaglia y el compositor, guitarrista y cantante Eduardo Mateo, que con su banda, El Kinto, hacían de anfitriones musicales.

Sólo queda de esos espectáculos, llamados Musicasión 1, 2, 3 y 4, el testimonio de los participantes que aún viven, el de quienes asistieron y unos muy escasos artículos de prensa publicados en la época. No hay ninguna filmación ni grabación en vivo y casi no hay imágenes, lo que, lógicamente, aumentó el carácter mítico del evento.

Con la música del grupo anfitrión de las Musicasiones estuvo a punto de pasar lo mismo. La obra de El Kinto, uno de los grupos claves en el desarrollo de la música uruguaya, podría haber quedado sólo en el recuerdo de unos pocos.

El disco

En 1971, el sello uruguayo De la Planta editó el álbum Musicasión 4 ½. El disco no es un registro de los espectáculos, sino una colección de grabaciones, provenientes de distintas fuentes y épocas, de parte de los protagonistas del evento, especialmente de El Kinto y Eduardo Mateo.

Carlos Píriz, ingeniero de sonido, productor y uno de los responsables del sello, había conservado todo este material, grabado entre 1966 y 1969 en el estudio Sondor, donde trabajaba como técnico. Muchas de las grabaciones habían sido hechas para oficiar de playbacks del programa televisivo Discodromo Show, otras pertenecían a discos inconclusos y una era una grabación hecha especialmente para uno de los espectáculos. Eran cintas destinadas a borrarse, que Píriz decidió guardar al darse cuenta de su valor artístico e histórico. En el estudio Ion de Buenos Aires reprocesó el material, lo secuenció de manera magistral dándole unidad a grabaciones de épocas y procedencias muy diversas y, junto a Horacio Buscaglia –que grabó especialmente para el álbum algunos de los textos poéticos surrealistas que interpretaba en los shows– armó una Musicasión virtual.

La escena de la música uruguaya de corte rockero había cambiado mucho en muy poco tiempo, alentada por las transformaciones culturales que se estaban dando a nivel global y por los cimbronazos sociales y políticos que se vivían en la región. A inicios de la década de 1970, la mayor parte de los grupos del ambiente había pasado de cantar en inglés e imitar lo más fielmente posible a los modelos anglosajones a utilizar el español en sus letras en forma militante y buscar mezclar los sonidos del rock con elementos autóctonos. Ya se hablaba de candombe beat luego del éxito de “Las manzanas”, de Ruben Rada, y ese mismo artista estaba presentando al grupo Totem, convertido en la cara más visible y exitosa de esa nueva etapa de la música “joven”. Pero hubo una banda que hizo todo esto antes, y se separó justo en el momento en que el ambiente comenzaba a tomar nota de su carácter vanguardista y único gracias, en gran parte, a las Musicasiones.

El Kinto, creado en 1967 por Eduardo Mateo y Ruben Rada –con la participación permanente de Luis Sosa y Walter Cambón y las de Urbano Moraes, Chichito Cabral, Alfredo Vita y Antonio Lagarde en distintos períodos–, era, en 1971, un grupo mítico, aunque se había disuelto hacía apenas un año. Razones para que ganara ese estatus no faltaron. En un momento en el que la idea del rock como movimiento artístico contracultural no estaba arraigada y la mayor parte de las bandas pop eran vistas (y se veían a sí mismas) como mero entretenimiento, El Kinto fue el primer grupo en cultivar una actitud artística y de experimentación sin tener en cuenta su posible costado comercial. Tenían una cantidad de influencias palpables, pero no buscaban parecerse a nadie. Fueron pioneros también (dentro del pop: no hay que olvidar que contemporáneamente existía una fuerte movida de música popular de raíz más folclórica) en incorporar elementos rítmicos autóctonos, como el candombe, y usar percusión afrolatina además de batería. Compusieron y cantaron sus temas en español antes que la mayoría de las bandas de rock uruguayo. Y también fueron unos adelantados en materia de look, vestimenta y hasta lenguaje, adoptando el estilo hippie y abandonando los uniformes que usaban todos los demás grupos.

Eran un mito al que le faltaba banda sonora, ya que el grupo no tenía ninguna grabación editada.

Ese agujero lo llenó Píriz con Musicasión 4 ½. El disco tuvo un impacto muy profundo en el ambiente rockero montevideano, que pudo comprobar que todo lo que se rumoreaba acerca de El Kinto era verdad, tanto su carácter pionero como su enorme calidad musical.

El álbum ofreció por primera vez seis canciones del grupo, dando una buena muestra de su increíble apertura musical y del enorme talento de todos sus integrantes, especialmente su principal figura, Eduardo Mateo.

Musicasión 4 ½ fue un pequeño éxito y –lo que es más importante– se convirtió en un hito cultural. Hoy sigue siendo un clásico de la discografía uruguaya y marca de alguna manera el comienzo de una forma de ver la música uruguaya que sigue estando viva y ha tenido muchas ramificaciones.

El hallazgo

En 2020, en Buenos Aires, durante el momento más álgido de la pandemia, el músico y productor argentino Mario Agustín de Jesús González recibió un llamado providencial. La mamá de un amigo se mudaba y quería deshacerse de un montón de discos. González partió raudo hacia la casa. Sabía, por conocer muy bien a la familia, que iba a encontrarse con tesoros en esa discoteca, pero nunca se imaginó lo que iba a terminar deparándole esa ayuda interesada.

Junto a los discos iban unas cintas con contenido desconocido. Lo que González leyó en las etiquetas de esas cintas lo dejó en estado de shock: allí había grabaciones inéditas de El Kinto, una copia del máster del álbum Musicasión 4 ½, canciones del álbum inconcluso que Urbano Moraes había empezado a grabar en 1972 y temas en vivo de Rada y Diane Denoir, entre otros. El amigo que había llamado a Mario era Joaquín Píriz, hijo de Carlos Píriz.

González, fan de la música uruguaya y especialmente de Mateo y El Kinto, sabía que no podía quedarse con ese hallazgo increíble para él solo. La aliada natural para dar a conocer estas joyas era su amiga Juana Molina.

Juana comparte con Mario el fanatismo por esa música. El disco Musicasión que estaba en su casa con una dedicatoria de puño y letra de Mateo la había nutrido musicalmente desde niña. Horacio Molina, su padre, había participado en el álbum Mateo solo bien se lame, otra influencia fundamental para la música que Juana haría años más tarde.

Los dos comenzaron a pergeñar una reedición que celebrara los 50 años del disco. La aventura, que tardó más de un año en concretarse, implicó la creación de un sello discográfico propio y la colaboración entusiasta de todos los involucrados en el trabajo original, junto a periodistas, gestores y sellos de ambos lados del Río de la Plata.

El contenido

Finalmente, en mayo de 2022 salió la edición 50º aniversario de Musicasión 4 ½. Es un álbum doble que contiene el trabajo original y un nuevo disco que reúne el material encontrado medio siglo después.

Por suerte, nos estamos acostumbrando a cuidadísimas reediciones en vinilo de varias obras fundamentales de la música uruguaya. Esta es una de las mejores.

Como se ha hecho con otros lanzamientos, aquí se reproduce cuidadosamente el diseño original de tapa, contratapa y hasta el centro del vinilo, usando las mismas tipografías y logotipos además de los textos originales. En el interior de su carátula desplegable podemos encontrar varias fotos de la época, reproducidas en gran calidad. La frutilla de la torta en materia de información y diseño es un libro de 20 páginas, del tamaño del LP, con preciosos textos escritos especialmente para esta edición por Juana Molina, Ruben Rada, Urbano Moraes, Guilherme de Alencar Pinto y el propio Carlos Píriz.

Y está, claro, lo más importante: la música.

En lo técnico esta edición suena mucho mejor que la original, tanto porque este disco fabricado en Europa utiliza vinilo de mejor calidad que el que se usaba en Uruguay en los años 70 como porque se parte de una fuente –las cintas encontradas– que es una generación previa a la que se usó para el corte del vinilo de 1971.

Hay un plus. Musicasión 4 ½ fue reeditado en 1977 por el sello Clave, que había comprado el catálogo del extinto De la Planta. Era plena dictadura, y algunos de los “mojos” dichos por Buscaglia eran altamente subversivos para el momento. Esos surcos fueron sustituidos por otros textos del autor, que también tuvo que escribir uno nuevo para la contratapa. La interpretación de Diane Denoir (artista prohibida a causa de su militancia política) de “Mejor me voy” de y con Mateo no fue censurada, pero su nombre fue borrado de los créditos.

Cuando, en 1998, Sondor (que se había hecho, a su vez, con el catálogo de Clave) reeditó el álbum en CD, utilizó esa versión, ya que las cintas con el material original habían sido destruidas. Lo mismo pasó cuando el disco se subió a los sitios de streaming. La cinta encontrada por González, en cambio, es la original de 1971, por lo que se recupera el álbum tal como fue pensado y editado originalmente.

Hay música que no sólo no pierde su vigencia, sino que parece aumentarla con los años. Impresiona cómo El Kinto pudo hacer una obra que se adelantó a su tiempo, innovando en tantos campos a la vez, creando tanta belleza. Canciones como “Suena blanca espuma”, “Muy lejos te vas”, “Yo volveré por ti”, “Mejor me voy” y “Pippo” son una buena muestra de esto. La justeza casi perfecta de los arreglos, el rol de cada músico en ellos, el groove que parece nacer con las composiciones, todo suena tan fresco hoy como hace medio siglo. Lo mismo sucede con Horama, otro proyecto paralelo a El Kinto que Eduardo Mateo llevó adelante en esa época junto a Horacio Buscaglia y Verónica Indart y del que salieron canciones como “Margaritas rojas” y “Hombre”. Son temas que siguen sonando únicos y producen el mismo misterio y sorpresa que seguramente causaron en 1971.

El disco nuevo recopila, de una manera muy similar al original, material de muy distinta procedencia. Uno de sus principales atractivos es el increíble hallazgo de dos canciones antes inéditas de El Kinto.

De “Solo me he de quedar” había alguna referencia, ya que Rada la grabó en su primer álbum solista, de 1969. El arreglo de El Kinto atrapa con su toque soul y el poderoso arreglo vocal a tres voces de Rada, Mateo y Urbano Moraes.

De “Rosa” no había ningún dato de su existencia y es quizás una de las canciones más sorprendentes de El Kinto. Son increíbles su modernidad, su aire misterioso y etéreo y la bellísima y sentida interpretación de Urbano, coautor del tema junto a Luis Sosa.

Otro de los impresionantes hallazgos es la aparición de dos temas casi terminados y dos inconclusos del frustrado disco solista que Urbano había comenzado a grabar en 1972 en Buenos Aires con Carlos Píriz. Hay en ellos continuidades con la obra de El Kinto, pero también puede apreciarse el toque más jazzero, que Urbano desarrollaría luego en su intermitente carrera solista. Las inútiles pero inevitables conjeturas de qué hubiera pasado con ese disco que no fue vuelven a plantearse al escuchar dos canciones más de Horama. Como los temas que aparecen en el disco original, “Mumi” y “Te esperaré” parecen estar en un tiempo y espacio diferentes; un posible nuevo género musical trunco, que combina de manera única toques asiáticos, africanos, europeos y americanos en forma hipnótica y mántrica.

Las dos grabaciones en vivo son de una etapa anterior a Musicasión. Pertenecen a la experiencia de los Conciertos Beat, un antecedente de las Musicasiones organizado por Bernardo Bergeret en 1966, en en el que Mateo tuvo también un gran protagonismo. El trío que encabeza con Roberto Galletti en batería y Antonio Lagarde en bajo acompaña respectivamente a Diane Denoir y Ruben Rada. La primera canta el tema de Mateo “Je suis sans toi”, versión en francés hecha por Diane de “Estoy sin ti”, luego grabada por El Kinto. Rada interpreta “Aquel payaso”, canción que grabaría tres años después en su primer disco solista.

La música incidental que se entremezcla en los surcos, ideada por Mateo y Buscaglia especialmente para las Musicasiones del teatro El Galpón, da muestra de la enorme inventiva de los dos para realizar esos collages sonoros en condiciones técnicas seguramente muy precarias. Permite intuir también el elaborado y sofisticado armado de las puestas en escena de los shows.

La edición de este disco es un acontecimiento histórico, y es también un gran acto de amor. El que le pusieron Juana Molina y Mario González para hacer una de las más bellas ediciones de la música uruguaya, intentando devolver, quizás, todo lo que esta música les dio. Un amor similar al de Carlos Píriz en los años 60, cuando guardó unas cintas destinadas al olvido, y al que les puso a esos shows míticos y a esta música increíble un grupo de veinteañeros en el lejano Uruguay de 1969.

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