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Dillom, el 10 de febrero, en el Cosquín Rock.

Foto: Cosquín Rock

Crónica de un Cosquín Rock controversial: Dillom, Divididos, Lali y Milei

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Luana y La Vela Puerca fueron parte del megafestival que convocó a 45.000 personas en las sierras de Córdoba.

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Charly García dijo que cada vez que iba al Cosquín Rock trataba de “tirar algún mensajito”. Para él no era un show más, sino un festival “asociado con política, cantantes complacientes, empresarios corruptos, músicos vanguardistas” y, sobre todo, “un escenario mágico, que puede funcionar como un patíbulo”, o sea, un lugar donde se corre el riesgo de liquidar una carrera. “En Cosquín te pueden colgar, vitorear porque tocás respetuosamente el himno, whatever”, decía el ex Serú Girán en 2004 para el medio cordobés La Voz del Interior. 20 años después, todavía es así.

El Cosquín Rock 2024 tuvo muchos momentos polémicos. Pero antes de eso, un poco de contexto. El festival transcurrió el fin de semana en el aeródromo de la ciudad de Santa María de Punilla, a 52 kilómetros de Córdoba, capital de la provincia homónima. La ruta desde la capital hasta el mítico festival combina la urbanización de las ciudades y sus edificios con las sierras y montañas.

Es un paisaje que aplasta, intimida y deja sin aliento por su inmensidad. La mirada se posa en las serranías, hasta que los gritos de “¡Cerveza fría!” y “Remeras, pilusos” –con énfasis en la erre y en la i– ponen los pies en la tierra otra vez. Puestos de venta de hamburguesas, choripanes, bebidas frías, remeras, gorros de sol, riñoneras pueblan el camino de ingreso al festival.

Con “El pibe de los astilleros” de los Redondos como fondo una vendedora de remeras dice que este año llegó menos gente que el año pasado porque “hay menos guita”. El primer día asistieron 45.000 personas.

Dillom, el 10 de febrero, en el Cosquín Rock.

Foto: Cosquín Rock

Dillom versus Milei

Con un abrigo de pieles, una remera que simulaba un abdomen marcado, una bermuda de jean y botas negras altas entró Dillom al escenario Norte –uno de los más grandes del festival– a cantar “Piso 13”, canción de su álbum debut, Post mortem. Siguieron más canciones de ese álbum, dos de Ad honorem, el EP que sacó en octubre, y “1312”, la canción que hizo junto a Muerejoven –su amigo y socio del sello independiente Bohemian Groove Corp– y las rusas Pussy Riot.

Dillom es consciente de las controversias que ha protagonizado. Como cuando sacó la sesión con Bizarrap en 2019, que es la que tiene más dislikes en Youtube, o cuando una niña en televisión pública cantó una parte de su canción “Opa”, que dice “mis opps son medio opa / lo fumo con falopa”, y conductores del canal LN+ lo defenestraron en vivo. A esto hace referencia en la canción rock-punk “Ola de suicidios”, que dice: “No canten esto en TV pública, si no me matan / sin hacer mierda para la radio, aparecí en el mapa / y todavía Rolling Stone no me da la tapa”. Y es verdad: el artista tiene su sello discográfico propio, llenó un Movistar Arena, se ganó el horario central en los festivales importantes, lo declararon personalidad destacada de la cultura de la ciudad de Buenos Aires. Todo esto en cuestión de cinco años.

Después de “Ola de suicidios”, entre una bandera de Uruguay y el trapo de Los Piojos, empezaron a sonar las primeras notas de teclado de “Sr. Cobranza”, la versión de Bersuit Vergarabat que en realidad es una composición de la banda Las Manos de Filippi. Automáticamente el público tarareó la canción con los clásicos “oh, oh” y comenzaron los chiflidos. Dillom cantó: “Voy a la cocina, voy al comedor / miro las revistas y el televisor / me muevo para aquí, me muevo para allá / a Caputo en la plaza lo tienen que matar”. Caputo es Luis Caputo, el ministro de Economía del gobierno de Javier Milei. Inmediatamente después de terminada la canción, el público empezó a corear “Milei, basura, vos sos la dictadura”.

La letra original de “Sr. Cobranza” dice “Norma Plá a Cavallo lo tiene que matar”. Plá era una activista que reclamaba el aumento de las pensiones a los jubilados, Domingo Cavallo era el ministro de “un dólar igual un peso”, que estuvo al frente de Economía entre 1991 y 1996, y luego entre marzo y diciembre de 2001, año en que estalló la crisis en Argentina.

Este cambio en la letra le valió a Dillom una denuncia penal del abogado Jorge Monastersky, que en estas semanas ha iniciado varios litigios con opositores de Milei por “delitos de incitación a la violencia y amenaza agravada”. Monastersky afirma que “los dichos del enunciado son de suma gravedad”, y que “la libertad de expresión tiene límites y son claros”. Para el abogado, las palabras de Dillom “incitan a la violencia” y “estarían buscando que un particular atente contra la vida de un funcionario público”.

Vale recordar que la canción ya había sido censurada por el Comité Federal de Radiodifusión en 1998 cuando Bersuit editó el disco Libertinaje.

Dillom cantó la canción con la fuerza de alguien enojado, y transmitió ese enojo a una gran parte del público integrada por jóvenes que evidentemente no vivieron la crisis de 2001 ni los años anteriores, los del gobierno de Carlos Menem, a quien estaba dedicada la canción originalmente.

Todos lo saben: el escenario social, político y económico actual de Argentina es complejo. Comparten la opinión tanto los vendedores de afuera del predio del Cosquín como gran parte de los artistas que se subieron al escenario. Unos días antes del festival, la ley ómnibus impulsada por el gobierno de Milei dio marcha atrás en el Congreso. Además, hubo una protesta en contra de esa ley que fue reprimida por gendarmes y policías federales y el resultado fueron decenas de heridos y por lo menos tres detenidos.

Lali, el 10 de febrero, en el Cosquín Rock.

Foto: Cosquín Rock

Divididos, Lali

A casi tres kilómetros del escenario Norte, donde estuvo Dillom, Divididos, “la aplanadora del rock”, tocaba con una potencia descomunal. Al subirse al escenario, el guitarrista y vocalista Ricardo Mollo dijo ante la multitud, antes de cantar “Amapola del 66”: “Llegó el momento de decir muchas cosas, pongámonos creativos, hagamos un mundo hermoso, nos lo merecemos”.

Casi al mismo tiempo, en el escenario Montaña, que estaba entre el Norte y el Sur, Lali, cantante y referente del pop argentino, también cantó críticas a Milei. El presidente había dado a entender que la cantante cobró una fortuna por parte del gobierno de La Rioja por un concierto. Lali se convirtió en un blanco fácil entre los defensores del presidente después de que ella escribiera un tuit que decía “qué peligroso, qué triste”, tras el resultado de las elecciones primarias, en las que Milei sacó 30% de los votos.

Como respuesta, Lali cambió el final de la canción “Quiénes son”, que originalmente dice “que si fumo, que si vivo, que si digo, que si bebo / que si a tantas me he besado”, mientras que en Cosquín pasó a decir “que si vivo del Estado”, y sigue: “talk, talk, talk pura mierda, bebé / yo, yo, yo tiro flores, bebé / no, no, no tengo tiempo pa’ na’ / menos pa’ atajar tu agresividad“.

Ricoteros de hoy y siempre

Después de Dillom, Lali y casi media hora después que Divididos se fuera del escenario, apareció el guitarrista y cantante Skay Beilinson, ex Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Junto a su banda Los Fakires brindó un sólido inicio con “Kriminal”, una reversión de “Criminal mambo” de los Redondos, y siguió con temas de sus discos solistas como “Tal vez mañana” y “Aplausos en el cosmos”, hasta que volvió a complacer a viejos y nuevos ricoteros con “Todo un palo”, de Un baión para el ojo idiota. En el pogo del clásico “Ji ji ji” se mezcló entre la gente Gabriel Tete Iglesias, bajista de La Renga, que venía de acompañar a su hija Wayra del show que dio en el escenario La Casita del Blues. Tete, en un pogo familiar y acompañado de seguridad, se sacaba fotos con la gente que se acercaba.

Los uruguayos: Luana y La Vela Puerca

El sol quemaba y no daba respiro. En el escenario Paraguay, entre banderas de Uruguay, Peñarol y Nacional, Luana, la princesita de la plena de 22 años a la que le prohibieron dar shows por ser menor de edad cuando tenía 16, debutó en el Cosquín Rock. “Qué calor, la gran siete”, exclamó la cantante apenas terminó la primera canción. A la coloniense le había tocado subir al escenario a las 16.30, cuando la temperatura llegaba a un pico y las personas se refugiaban cerca de la torre de sonido porque era de los pocos lugares con sombra.

A pesar de eso, Luana no estaba sola: había personas que bailaban cerca del escenario y coreaban “¡Uruguay, Uruguay!”. Antes de hacer la siguiente canción, preguntó cómo estaban los que bailaban, los que estaban refugiados del sol, y los que compraban bebidas unos metros más atrás, mientras un punky con cresta naranja y remera de Trotsky Vengarán bailaba al ritmo de la plena.

“Ahora sí, a lo que vinimos”, dijo Luana, “¡esto es el rock uruguayo, papá!”, y empezó a cantar “El poeta dice la verdad”, de La Trampa, que había tocado en el Cosquín Rock 2023 en Montevideo. Después del pogo que armó, hizo su versión de “Que digan lo que quieran”, de Natalia Oreiro. “Nunca pasé tanto calor como hoy”, remató.

Horas más tarde, después de Skay, apareció La Vela Puerca. La explosiva salida atrajo a gente de todas partes que corría desde muchos puntos del predio mientras entonaba el primer tema. No sería una exageración decir que fue el espectáculo en el que hubo más público.

La banda hizo clásicos y canciones nuevas. “Nosotros siempre fuimos esclavos de las canciones, así que aquí está”, dijo Sebastián Teysera antes de hacer “Escobas”, del disco A contraluz. La siguiente fue “Burbujas”, de De bichos y flores. En la seguidilla de clásicos, el Enano hizo una pausa para decir que tenían a “una muchachita” de invitada, y por lo menos los uruguayos ya podían imaginar de quién se trataba. Luana subió al escenario, y antes de cantar junto a la banda “Zafar” anunció: “Esto es Uruguay y dice así”.

Luana y La Vela Puerca, el 10 de febrero, en el Cosquín Rock.

Foto: Cosquín Rock

Día dos: lluvia, cancelaciones, Las Pelotas y Slash

Afuera del predio se sumaba una nueva oferta en el segundo día del festival: pilots de lluvia. Sobre las sierras ya se veía venir la tormenta; una gran nube gris aplastaba el paisaje montañoso.

Los vendedores no se equivocaban. Desde las 14.00 llovió sin parar durante dos horas, y el aguacero dejó una cantidad abundante de barro en el suelo. Había que vigilar la pisada para no resbalarse y caer. Otra vez, la gente buscaba refugio, pero ahora bajo techo.

Uno de los cobijos más concurridos fue una casita que alojaba la muestra Zona de promesas: 40 años de democracia, organizada por la Universidad Nacional de Córdoba, La Voz del Interior y 220 Cultura Contemporánea. Por fuera, la casita tenía afiches pegados que recorrían momentos históricos de Argentina desde la asunción de Raúl Alfonsín en 1983 hasta la de Milei el año pasado, mezclados con hitos del rock argentino. El sábado, la foto de Milei estaba intacta; el domingo, ya no estaba en la pared.

Debido a las condiciones climáticas y a que los escenarios Boomerang y Montaña sufrieron inundaciones que afectaron los equipos de sonido, algunos shows de esos escenarios fueron cancelados, como el de Ill Quentin, artista argentino que forma parte del mismo grupo de músicos que Dillom la RIPGang.

El español-uruguayo Leo Rizzi también tuvo que cancelar, pero cuando los técnicos estaban revisando los equipos, el músico salió a saludar al público que lo estaba esperando y tocó dos canciones en formato unplugged muy cerca de la gente. “Sos artista, sos artista”, le gritó alguien; Rizzi sonrió y agradeció. Su minishow terminó cuando en el escenario Norte –que no se vio afectado por la lluvia– comenzó el espectáculo del trapero argentino Neo Pistea. A esa hora ya había salido el sol, y la lluvia, que parecía que no iba a parar, se fue y no volvió.

Después salió al escenario el artista de 16 años Milo J, que en los Grammy Latinos cantó la sesión que hizo con Bizarrap y la murga Agarrate Catalina. Se podría decir que Milo J estaba nervioso ante la gran multitud que tenía enfrente, pero cuando apareció en el escenario se lo veía tranquilo y seguro. Esto aumentó cuando al tercer tema la gente ya coreaba su nombre.

Los escenarios Boomerang y Montaña volvieron a funcionar. Mientras la artista Odd Mami, también integrante de la RIPGang, comenzaba su show con algunos problemas técnicos, se colaba el nuevo sencillo de El Kuelgue, “Sinoca”, en el Montaña. Cuando terminó, Odd Mami se bajó del escenario para saludar a los que habían ido a verla, y más tarde se la vería entre el público durante el show de su amigo Muerejoven, que se retrasó una hora por todas las complicaciones climáticas.

El festival llegaba a su fin, pero todavía faltaban algunos pesos pesados. Al atardecer, Andrés Ciro Martínez, líder de Ciro y Los Persas y ex Los Piojos, se acercó al escenario Norte junto a su banda. Apenas se escuchó su voz, una multitud corrió para verlo y unirse a la fiesta con “El balneario de los doctores crotos”, de Los Piojos. Ciro dejó todo listo para que uno de los mejores guitarristas del mundo se subiera al escenario.

Slash es Slash, se mueve como siempre, va de una punta a otra, se acerca a la pasarela y enamora con los dedos. Como unos días atrás en Montevideo, el guitarrista de Guns N’ Roses estuvo acompañado de la banda Myles Kennedy and the Conspirators. La mezcla transportó a toda una multitud a los 80. El cantante revoleaba la jirafa del micrófono mientras Slash tocaba bien cerca del público con una bandera de Peñarol cerca. Myles Kennedy estaba feliz y dijo que antes habían visto algunas de las bandas y que el Cosquín “debe ser el mejor festival para estar”.

En la euforia de ver a Slash volaron un par de championes All Star atados; un hombre los levantó y con una sonrisa pícara se los quedó, ya que el dueño probablemente no iba a aparecer.

El cantante habló bastante con el público en inglés, ya que no sabía mucho de español. Slash, por otra parte, se comunicó únicamente a través de su guitarra: ni una palabra en todo el show. Al terminar, se acercó al micrófono, se bajó los lentes, dijo gracias en el micrófono ya apagado y tiró púas a la gente. El hombre que se había llevado los championes describió el show como “un abuso”.

Tras un descanso que permitió sentarse en el suelo, Las Pelotas entró en escena. Sonó la voz de Germán Daffunchio y el predio se volvió a llenar cada vez más. El ex Sumo entonó “Personalmente”, del disco Despierta, y mientras cantaba “personalmente creo / que todo esto es una locura”, miraba y señalaba al público. Siguieron más clásicos, como “Si supieras” y “Será”. “24 años de Cosquín, aguante la música”, dijo Daffunchio.

Al final del show, subió el cantante de Las Pastillas del Abuelo, Juan Germán Piti Fernández, a cantar “No tan distintos (1989)” de Sumo. Curiosamente, cuando Luca Prodan, líder de Sumo, llegó a Argentina estuvo por Córdoba y se instaló en la localidad de Nono. Recorrió Mina Clavero y Las Rabonas, y en un pub del lugar se animó a subir al escenario y tocar algunas canciones; una de ellas fue “1989”.

Como no podía ser de otra manera, y como hace Divididos, la otra banda con integrantes de Sumo –Ricardo Mollo y Diego Arnedo–, Las Pelotas tocó “El ojo blindado” junto al cantante de Las Pastillas del Abuelo y Fernando Ruiz Díaz, de Catupecu Machu.

Al salir del lugar, después de casi 12 horas de rock, se escuchaba a la banda mexicana Molotov con “Gimme the power”, y más tarde, cuando hicieron la canción “Puto”, se leía en la pantalla de atrás: “La patria no se vende”.

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