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Martín García y Luciano Supervielle.

Foto: Ernesto Ryan

Luciano Supervielle y la Filarmónica presentan Montevideano en el Solís

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La orquesta municipal, dirigida por Martín García, y el músico de origen francés se combinan para retratar la ciudad con música épica y popular.

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“¿La Filarmónica? Es acá”, señala atenta una señora de lentes gruesos, con sus manos apoyadas en la puerta de una oficina de escritorios enfrentados. Temprano en la mañana, en los pasillos subterráneos la luz que alumbra el papeleo burocrático es blanca y artificial y los techos agregan confusión con su especie de cañería eléctrica y plateada. Con facilidad, buscando la salida o cualquier otra de las infinitas reparticiones del edificio restaurado, el azar te puede llevar hasta el borde del escenario principal del teatro Solís, vacío a estas horas.

“La dirección de orquesta no es precisamente una carrera, sino más bien el resultado del amor por la música, de un fuego interior que permite transmitir las ideas que otros crearon y que requiere una pasión vivida desde la propia individualidad. Es una actividad que sólo se puede llevar adelante siendo uno mismo. Cuando más se parecen el director y el ser que uno es, más eficaz y auténtica resulta la tarea”, dice Martín García, actual director artístico y musical de la Orquesta Filarmónica de Montevideo.

En una apurada caminata, lanza una directriz para doblar rumbo a su oficina, gana tiempo y dispone el lugar para esta entrevista. Algo más sereno, aunque no menos inquieto, Luciano Supervielle se detiene un segundo en el camino para asomarse a la oficina administrativa: “No escucho que esté sonando el disco”, bromea, con la complicidad de los funcionarios.

Habla de Montevideano, un álbum que surge de su encuentro en vivo con la Filarmónica municipal y que recoge algunas de las invenciones musicales más notables en la carrera del versátil pianista. “Fue Martín García quien pensó que Luciano era uno de los compositores ideales para llevar a cabo un concierto de la orquesta dedicado a la ciudad de Montevideo y a su universo musical en el mítico teatro Solís. Luciano trabajó varios meses junto al director, eligiendo el repertorio y luego ideando los arreglos y la orquestación junto a Álvaro Hagopián”, se explica en un texto promocional del disco, ya disponible en plataformas digitales y de próxima edición en vinilo, bajo el sello Little Butterfly Records.

La cabeza de Ludwig van Beethoven permanece encuadrada detrás de su escritorio, pero García no sabría con cuál quedarse entre los compositores centenarios de nombres célebres. “Fuera de mi trabajo escucho con obsesión todo tipo de música que no tiene nada que ver con lo que hago. Últimamente me enamoré de Richard Hawley”, cuenta. “Un cantautor británico del cual, según Spotify, soy su oyente más frecuente en el mundo entero”, acota.

“Creo que es mi compositor favorito de la historia de la música”, dice Luciano sobre Beethoven. “Obras como La novena sinfonía hasta el día de hoy me emocionan. Después, si tuviera que decir con qué me identifico más dentro del repertorio clásico, iría hacia una cosa más impresionista, tipo [Claude] Debussy, Gabriel Fauré, [Maurice] Ravel”, señala, y agrega a la francesa Lili Boulanger.

Foto: Ernesto Ryan

En su lista de fiel raíz hiphopera no pueden faltar Beastie Boys, DJ Shadow y Cypress Hill. En la de novedades resalta a Max Richter, que mezcla electrónica con Antonio Vivaldi.

Una semana atrás, en una función para medios de comunicación, Luciano había destacado la “suite del ballet La tregua” como una obra central de Montevideano. Sobre el final del tercer movimiento (“La redención de Martín”) la música –disparada desde una computadora– inunda la noche de un salón para fiestas congelado, con notas eufóricas y estremecedoras, libres de elucubraciones. Lo que suena podría ser hiphop, tango o un arrebato europeo al mismo tiempo. Sobre esta pieza, la capital inspiradora y la sociedad que impulsó el registro fonográfico conversamos con Luciano Supervielle y Martín García.

Según entiendo, este proyecto arranca cuando la orquesta asume el compromiso de dedicarle un concierto a Montevideo y vos, Martín, pensás en Luciano.

Martín García: Desde hace muchísimos años hablamos de hacer algo juntos. Como director de la Orquesta Filarmónica, me lo planteé como un proyecto y lo concretamos el año pasado con un concierto [realizado en julio de 2023 en el Solís]. Para esa vez armamos una lista y completamos el programa con piezas de otros compositores de música popular que han creado música para orquestas sinfónicas, como Jaurès Lamarque Pons y Sergio Navatta. En ese momento surgió el concepto de montevideano, pero al final el concierto se anunció simplemente como “Supervielle” y quedó el montevideano dando vueltas por ahí. Creo que es una idea que resume muy bien la música de Luciano. Es algo inconfundiblemente nuestro.

¿Cómo nace el vínculo entre ustedes?

Luciano Supervielle: Nos conocemos desde la época de estudiantes, éramos compañeros en la Escuela Universitaria de Música, que ahora es Instituto de Música de la Facultad de Artes.

Martín García: Coincidimos en clases de composición. Uno y otro desertó por distintos motivos. Yo era estudiante de dirección y de composición y Luciano estudiaba piano y composición. Luego nos hemos ido cruzando en la vida, en distintas cosas. Volvimos a conversar en la época del proyecto “La esfera”, y desde ahí quedó en el aire la idea de poder hacer algo juntos.

Los dos nacieron en 1976 y tuvieron la oportunidad de conocer distintas partes del mundo. Cuando piensan en Montevideo, ¿qué imágenes aparecen primero?

Martín García: Las imágenes de mi niñez, viviendo frente a la plaza Primero de Mayo, frente a Alpargatas. De esa época me vienen a la mente los sonidos: la sirena de la fábrica cuando empezaba el turno, el movimiento que había en el barrio, el Mercado Agrícola. Y después aparece el recorrido que hago todos los días por la Ciudad Vieja desde mi casa hasta el teatro, a veces por la rambla.

Luciano Supervielle: Yo nací en Francia, llegué por primera vez a Uruguay con ocho años. Entonces existe un Montevideo, antes de haber llegado acá, que era un imaginario muy extraño. Conocía la ciudad a través de las fotos familiares de mis viejos o por las noticias, cuando se hablaba de los militares. Cuando llegué a Montevideo por primera vez fui a vivir al Prado, que era el barrio donde había crecido mi viejo. De Francia nos habíamos ido a México. Así que pasé de vivir en un edificio en el DF a un barrio lleno de amigos en la calle con los que jugaba hasta altas horas de la noche, sin cuidado de nuestros padres. Fue un cambio muy radical, muy luminoso. Estamos hablando de 1985. Y después, para mí es el lugar donde me formé como músico, como persona. A los 19 volví a Francia por cuatro años y ahí adquirí una visión más nostálgica de Montevideo. Empezaba a hacer música, muy relacionada al hiphop. En la adolescencia uno se arma su tribu y reniega de ciertas cosas, pero allá me di cuenta de todo lo uruguayo que tenía de influencias, como el candombe, por ejemplo. Cuando empecé a hacer música electrónica, en la época de los comienzos de Bajofondo, esas influencias se volvieron carne en mí y quedaron integradas en mi música.

Martín García.

Foto: Ernesto Ryan

A las orquestas como la Filarmónica a veces se las relega a los márgenes de lo puramente institucional. En tu rol de director, ¿qué dirías sobre esta Filarmónica actual? ¿Cuáles son sus características principales?

Martín García: La Orquesta Filarmónica es, originalmente, la Orquesta Sinfónica Municipal. Se creó a finales de la década de 1950 con ese nombre, a comienzos de los 90 se reformuló como Orquesta Filarmónica de Montevideo y comenzó a crecer en cantidad de integrantes. Es una orquesta capaz de abordar todo el gran repertorio sinfónico. Simultáneamente, desarrolla un perfil, una misión de servir a toda la sociedad, y esto se hace de varias maneras, mediante una actividad descentralizada.

Tenemos nuestra casa en el teatro Solís, pero tocamos y procuramos tocar en toda la ciudad, para todo el mundo, y cubrir el espectro de repertorio más amplio que pueda cubrir una orquesta sinfónica de estas características, anclados en el repertorio canónico, es cierto, pero abiertos a todas las músicas, incluyendo músicas populares. Y después, además, hay una puesta en valor de la creación local. De hecho, el trabajo con Luciano va en esa línea, pero también tenemos un trabajo de rescate y de grabación de la obra de Eduardo Fabini. Digamos que es una orquesta que busca una reivindicación de la música y de las músicas locales, con una propuesta lo más amplia y abarcativa posible.

Hablando de música canónica, ¿dentro de qué tipo de música se puede ubicar la de Montevideano?

Martín García: Creo que es una música sintomática del momento en que vivimos. Las etiquetas que existían hace algunas décadas ya no corren tanto. Para empezar, la mayor parte de los músicos, como los que integran esta orquesta, transitan por distintas músicas con igual comodidad y con igual gusto.

Por otra parte, la idea de lo que es nuevo o de lo que la música nueva tiene que presentar también ha caído en cuestionamiento. La música de Luciano transita una frontera en la que se desdibujan etiquetas de una manera muy cómoda.

Es un artista que viene de la música popular, se nutre de todos los ritmos y todas las influencias que se nutren; hablábamos hace un rato de Charly García, por ejemplo. Por otro lado, también tiene una formación clásica y la música que él crea se presta para una incorporación dentro de un lenguaje que podríamos llamar orquestal o incluso sinfónico, de una manera totalmente orgánica.

Luciano Supervielle: Retomando lo que dice Martín, yo tuve la experiencia de salir de gira por Europa con Jaques Morelenbaum, con quien veníamos haciendo un trabajo de mezclar música clásica con nuevas tendencias. Y lo que noté allá, donde la música clásica es prácticamente un folclore en países como Alemania, por ejemplo, fue que los músicos con los que tocábamos tenían un idéntico nivel de influencia de la música orquestal y de otras músicas populares como la electrónica. Y así te encontrás un montón de proyectos similares, algunos más cercanos a lo orquestal y otros identificados con la electrónica.

Yo no sé dónde situarme; me considero un músico de música popular, ese es el lugar donde trato de definirme, aunque no me interesa mucho definirme, sobre todo si pienso en mi recorrido.

Luciano Supervielle.

Foto: Ernesto Ryan

Martín, ¿hubo algo en particular que te motivó a imaginarte como director de orquesta?

Martín García: Siendo bastante niño le dije a la profesora que me enseñaba piano: “Quiero ser director”. Me dijo: “Esto es lo que lee el director de la orquesta”, y me mostró una partitura donde aparecía lo que correspondía a cada instrumento. Me lo llevé a mi casa y estuve unos días jugando con eso que resultó ser la partitura de una suite de El cascanueces, el ballet de [Piotr] Tchaikovsky que muchos años después tuve la oportunidad de dirigir varias veces.

En tu caso, Luciano, ¿dónde te imaginabas haciendo música?

Luciano Supervielle: Yo siempre tuve la idea de formar una banda. Cuando empezás a estudiar más en serio te confrontás con la realidad de que no es tan fácil ser músico. Después me fui a estudiar a Francia y cuando empecé a trabajar con Jorge Drexler me quedó claro que, de una u otra manera, la música iba a estar presente en mi vida. Tocar era mi sueño, pero durante muchos años me sentí muy cómodo componiendo y haciendo música. Cuando tuve que salir a defender mi primer disco [Supervielle, 2004] me costó mucho; soy una persona tímida y dar entrevistas también fue un aprendizaje. En cierto momento me di cuenta de que disfrutaba mucho tocar en vivo, algo importante para mí hasta el día de hoy.

Más acá en el tiempo, surgió la posibilidad de hacer música para cine y es otra faceta de mi trabajo que también me entusiasma.

Con la “Suite del ballet La tregua” enseguida volví al libro de Mario Benedetti y también a la película de Sergio Renán. Se puede decir que este relato musical es una nueva versión de la historia.

Luciano Supervielle: Desde el principio, junto a la coreógrafa Marina Sánchez y el dramaturgo Gabriel Calderón [responsables de la adaptación de La tregua por el Ballet Nacional del Sodre, en 2020], la idea era hacer una relectura que se alejara de la novela original y, desde un punto de vista, del Montevideo que vivimos hoy. Con Martín trabajamos en la selección de fragmentos de esa obra para el concierto de la orquesta del año pasado y eso se transformó en parte del disco, en el que también tuvo un rol clave Nicolás Demczylo [responsable de la mezcla y masterización].

Foto: Ernesto Ryan

¿Quien escuche la música de la “Suite del ballet La tregua” puede imaginar una Montevideo menos gris? ¿La pieza puede estimular a pensar en otros colores?

Luciano Supervielle: Se trata de una historia dura. En general, yo me considero una persona optimista y positiva en la vida. La composición de esta música coincidió con un momento muy dramático en mi vida, que fue el fallecimiento de la mamá de mis hijos. De hecho, el primer movimiento de la suite me costó muchísimo componerlo porque en el ballet corresponde a la escena en la que muere un personaje a causa de una enfermedad. El paralelismo con lo que yo estaba viviendo en ese momento era muy grande. Estuve meses sin poder componer ese movimiento, que fue lo último que hice para el ballet. De hecho, más de una vez estuve a punto de llamar a Marina Sánchez para decirle que no podía, que no quería entorpecer la obra y que buscara otra solución. Ella fue muy empática conmigo, entendió la situación y fue súper paciente. Entonces, es como que se mezclan distintas cosas, hay cierta luminosidad en la música, pero también hay una cosa dramática muy profunda. Por eso este disco es tan importante para mí, como también lo fue en su momento el estreno del ballet La tregua en mi duelo personal.

“Otro día en Uruguay”, es utilizada como el cuarto movimiento de esta suite. ¿Cómo surge la composición original?

Luciano Supervielle: Eso lo compuse para Tiranos temblad como una idea pianística.

¿Pensando en qué?

Luciano Supervielle: Esa música fue parte de grandes improvisaciones que duraban horas. Me sentaba al piano, improvisaba y después recolectaba momentos que me gustaban, pensando en Tiranos temblad y en esa visión medio poética de la vida que tiene Agustín Ferrando. Suite para piano y pulso velado [2016], donde aparece por primera vez “Otro día en Uruguay”, es un disco muy íntimo para mí, que no habla de grandes conceptos, sino de una belleza que a veces no logramos percibir. Después, con el ballet y la orquesta, la pieza tuvo otro desarrollo, pero en principio quise lograr lo mismo que hace Agustín con sus videos: ordenar el relato para mostrar la belleza que está escondida en la vida cotidiana.

Luciano Supervielle y Orquesta Filarmónica de Montevideo presentan Montevideano. Miércoles 12 a las 19.30 en el teatro Solís (Reconquista esquina Bartolomé Mitre). Entradas desde $ 400 a $ 890 en Tickantel.

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