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Popo Romano.

Foto: Mara Quintero

Bajo la luz, el documental sobre la vida y obra del bajista Popo Romano

4 minutos de lectura
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Estrena el domingo en el Auditorio Nelly Goitiño del Sodre.

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“Es muy raro, no puedo tener objetividad porque no tengo mucho conocimiento sobre lo audiovisual, pero también es muy complicado porque en algunos casos es muy personal y muy íntimo lo que se muestra”, dice el músico Apolo Romano, mejor conocido como Popo Romano, acerca de la película documental Bajo la luz, dirigida y producida por Gonzalo Rodríguez Fábregas, que se estrena este domingo en el Auditorio Nelly Goitiño y repasa el medio siglo de carrera del bajista.

El trabajo insumió tres años de filmación, que empezaron en plena pandemia. Romano subraya que cuando le propusieron hacer el documental no dudó porque tiene el “sí” fácil. “Cada vez que llevo adelante un proyecto el desafío es muy grande, la incertidumbre es gigantesca y las trabas también. Entonces, frente a cualquier propuesta que tenga que ver con mi profesión, digo que sí”, subraya.

Al principio del documental, Romano dice que le resulta complicado ponerse en el lugar al que lo estaban invitando porque “lo más normal” de este tipo de películas es que se enfoquen en “la actividad de un compositor súper, un cantante o un futbolista”. “Pero no de un bajista, con lo que significa ser bajista. Es muy difícil manejar el yo y no pecar de demasiado inmodesto o pillado, pero tampoco de demasiado humilde”, dice en la película.

Fuera de ella, Romano comenta que en esa parte se refería a que el bajo “es un instrumento no tan protagónico en las propuestas musicales”, de hecho, subraya que suele ser “como un chiste” que se dicen entre los colegas, referente a que “la mayoría de la gente tampoco identifica mucho” el sonido del bajo. “Lo que está clarísimo es que si falta el bajo, la gente lo tiene claro. Entonces, hay una cosa ahí de filosofía de vida, en la que el bajista es como un soporte que por lo general pasa desapercibido para que el resto de los instrumentistas puedan lucirse más”, comenta.

Por eso, para Romano, que el director se haya interesado en que se converse sobre su carrera y su vida dedicada al bajo “es raro”. De cualquier manera, el músico no es de tocar el clásico bajo estándar, de cuatro cuerdas, sino que suele utilizar un instrumento de seis cuerdas –la misma cantidad que tiene una guitarra común y corriente–, lo que a su vez resulta más “raro” en el mundo de los bajistas.

Romano dice que eso forma parte de ser un poco “más atrevido”, pero aclara que tiene que ver con su época, porque cuando empezó a hacer la investigación sobre el instrumento y a atreverse a colgarse un bajo con otras características “era más llamativo”. “Hoy no es tan poco común, hay extraordinarios bajistas en el mundo y acá que cumplen esa función y han salido un poco de esto que hablamos, que es genérico, de la función del bajo más sobrio. Son más atrevidos, y eso está buenísimo”, comenta.

El documental, que dura 75 minutos, repasa la vida y obra de Romano a través de entrevistas con él, también con testimonios de varios de los destacados músicos con los que tocó –como Hugo Fattoruso y Leo Maslíah–, y accedemos a su vida más íntima mediante las entrevistas con su familia (que, en el caso de su hermano, también es músico, el baterista Miguel Romano).

Formarse en dictadura, escapar en moto

Romano arrancó con el bajo siendo adolescente, a los 14 años. Recuerda que cuando la música lo atrapó lo hizo de lleno, y para poder desarrollarse en Uruguay como instrumentista “uno tiene que poner toda la artillería, no es fácil”. El músico subraya que hay que proyectarse a lo que implicaba eso a mediados de los 70, en plena dictadura, en una familia de clase media y con buenas notas en el liceo; plantear que se iba a dedicar a la música no fue sencillo. “Fue una decisión importante que tomé siendo muy joven, pero me la jugué con todas las ganas”, acota.

El bajista recuerda que en aquella época, además de que la censura de la dictadura “estaba brava”, vivió “una situación en el medio de la cancha”, porque, a su vez, para algunos de los que estaban en contra del régimen “no era muy bien visto ser rockero”. “Yo era un peludo de caravanita y de vaqueros rotos censurado por el régimen pero tampoco muy bien visto por quienes estaban en contra de ese régimen. Entonces, mi situación era sumamente extraña. Me dio mucho trabajo poder hacerles comprender, pero después fueron parte de mi vida, todo el movimiento del canto popular”, cuenta.

Romano subraya que tuvo la suerte de que también muy joven pudo meterse en el terreno laboral de la música, y eso le permitió –como no tenía la responsabilidad de llevar adelante una casa– invertir en sus instrumentos. Pero “eso tampoco era una cosa observada como cualidad” –recuerda–, porque tener un bajo y amplificadores de marca estadounidense era visto “como ser el abanderado del imperialismo”.

“Hoy hablar de esto es medio extraño porque la gurisada mira las cosas con un perfil mucho más abierto. En aquella época escribir una letra o componer un tema debía tener una profundidad sumamente fuerte en el contexto social y político que estábamos viviendo. Hoy veo a los gurises mucho más descontracturados, hablan sin ningún inconveniente del amor, de los colores y de los pájaros, sin una presión como tal vez teníamos nosotros, porque queríamos terminar con ese régimen”, recuerda.

Al principio del documental, cuando vemos a Romano en su guarida musical, se aprecia que entre todos los detalles que pueblan su espacio hay varias –muchas– motitos a escala, de colección. Romano cuenta que es “motoquero”, anda en moto desde hace décadas, y hace un paralelismo entre el viaje musical y el material como reflexión final: “Mi vida ha sido un viaje: tocar, ensayar y estudiar es un viaje inmaterial dentro de la realidad en la que vivo, y la moto me hizo hacer un viaje concreto en la realidad, de mi materia. Entonces, tiene mucho vínculo conmigo, con esa sensación de transportarme. Y parte de las cosas que se muestran [en el documental] pasan por ese lado”.

Bajo la luz. Estrena este domingo a las 19.00 en el Auditorio Nelly Goitiño (18 de Julio y Wilson Ferreira Aldunate). Entradas por Tickantel a $ 350. 2x1 para suscriptores de la diaria.


Jorge Nasser.

Foto: Mariana Greif

Jorge Nasser en Canelones

El músico se presentará este sábado a las 20.00 en el Complejo Cultural Politeama de Canelones (Tomás Berreta y Florencio Sánchez), con entradas por Tickantel a $ 500. Hay 2x1 para suscriptores de la diaria.

Juan Mariño. Foto: Valentina Martínez, difusión.

Ciclo Cauce

Este domingo desde las 19.00 en la sala Zitarrosa (18 de Julio y Julio Herrera y Obes) tendrá lugar la primera fecha de la segunda edición del ciclo Cauce, que busca “fomentar el desarrollo y el encuentro musical, brindando oportunidades y visibilidad a artistas de diferentes departamentos del país en nuestra capital”. En esta oportunidad, se presentarán Cami Barrios (Barra de Carrasco), Juan Mariño (Ciudad de la Costa), Bulgaria (Pando) y Manrou (Trinidad). Las entradas se consiguen por Tickantel a $ 380. Hay 2x1 para suscriptores de la diaria.

Ruben Rada.

Foto: Ernesto Ryan

Festival Lágrima Ríos

Sábado y domingo desde las 14.00 en el Antel Arena habrá feria, talleres y recitales en celebración de la cultura afro. Este sábado se destaca la presencia de Ruben Rada en el cierre.

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