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Fabricio Panky Breventano

Foto: Santiago Mazzarovich

De los bordes del barrio

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Entrevista a Fabricio Panky Breventano, entre fútbol y acordes.

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Un pasillo que empieza en la calle Rodó y se mete al medio de la manzana es como el túnel de una cancha de fútbol. El que viene sacudiendo la llave chancleteando es Fabricio Breventano, el Panky, que le abre la puerta a otro gran violero al que denominan Rostro. Después del túnel una cocina común a todos los habitantes del hogar, un par de bicis aparcadas, una escalera descascarada que da a la azotea. En la azotea unos plantines de marihuana, un medio tanque herrumbrado y la ropa secándose al viento. Sobre la mesa unos cuantos ejemplares de “Popular”, el disco que el Panky estará presentando el 15 de Noviembre en la sala Nelly Goitiño junto a su banda, la Walterbanda.

¿Quién es el Panky Breventano?

Soy un gurí de Salto, del barrio del Cerro. No soy ni siquiera del centro del Cerro, soy de los bordes del barrio. El Cerro junto con el Centro es de los barrios más viejos de Salto, eran los astilleros, ahí llegaron los inmigrantes italianos, ingleses. Mi madre es de un pueblo que se llama Belén, un pueblito con mucha descendencia indígena. Mi abuela era argentina y mi abuelo de Salto, sus padres vinieron de Nápoles a dar vuelta tierra. De chico jugaba bastante bien al fútbol. Mi viejo me llevaba a ver a Nacional que era el cuadro de mi barrio. Siempre había un viejo que iba con una carretilla llena de naranjas y como no tenía para pesar te las vendía por docena. Cuando yo era niño Nacional estaba en la B, el primer partido que fui a ver fue contra Hindú, me acuerdo hasta hoy que el Gringo Cavani, el padre de Edinson, le voló la carretilla de un codazo a uno. Sé que Nacional ganó y todo, pero el recuerdo que me quedó es ese. Salto es chico, Luis Suárez, hermano de Paolo, eran de la vuelta de mi casa. Yo jugaba con Paolo en la categoría de siete años, en canchas de baldosa. Lo que estaba bueno es que al que hacía el último gol le regalaban un helado de la heladería Alfredito, que estaba enfrente. Alguna que otra vez me tocó.

¿Andabas bien con la guinda?

Sí, me revolvía. Paolo era el otro que hacía goles, y fue el que me enseñó el “ponga huevo”, la cancioncita “ponga huevo trico ponga huevo”. Íbamos todos juntos cantando en un camión golpeando las chapas. Yo ya era músico, iba a la cancha aunque no jugara Nacional y me arrimaba a la batucada para agarrar el redoblante. El que toca siempre se cansa o quiere mirar el partido, a mí me gustaba tocar y entonces tocaba todo el partido. Además, como era un niño, le compraban cosas al Panky: un pancho, una coca. Mis primeras pagas como músico fueron por tocar el ponga huevo para alguna hinchada cuando era un gurí. Lo otro que cantábamos del camión era el “Loba, loba” cuando pasaba alguna gurisa, pero los tiempos han cambiado. Ahora estoy deconstruyéndome, tengo amigas militantes feministas que me ponen en jaque permanentemente. Entonces me pregunto cómo soy, cómo actúo, deconstruir para construir, eso.

¿Por qué dejaste de jugar?

Porque me fui a jugar a Deportivo Artigas, que era el cuadro del cuartel. Me agitó el técnico, que era un buen técnico, me compraron con charlas. Armaron un cuadrazo y yo quería jugar con los mejores, pero claro, empecé a comer banco.

¿Y cómo llegaste a la viola?

Cuando vino León Gieco a Salto yo tenía cuatro años y aluciné con la viola. Mi viejo es músico, toca la batería americana, toca rock. Tocaba hasta que vino la dictadura y los cagó. Largó todo a la mierda y se dedicó a laburar en lo mismo que laburaba su padre, en Antel. Mi vieja ama de casa nos crió a todos, cinco botijas: El Chacha y el Chuki que son los dos murguistas, salen en Regalada Pa La Foto. El Chacha además este año sale en Los Patos Cabreros; los tres somos primos. Mis hermanas mujeres Nati y Xime están estudiando magisterio ambas. Yo soy muy amigo de mi mamá, me llevo muy bien con toda mi familia.

¿Cuándo te pusieron Panky?

En la adolescencia. No había muchos punkys en mi turno del liceo, y en mi barrio eran todos metaleros. Yo me afinaba los vaqueros como Los Ramones, me enseñó mi vieja con la Singer. Escuchaba Dos Minutos, Sex Pistols, Los Traidores, Los Estómagos. El Cabeza Suárez, un amigo del liceo, me puso Panky. Yo los pijeaba a los metaleros, les decía que el punk era mejor que el metal. Un día un metalero en pedo se enojó y me quiso fajar, pero yo estaba enterado de que él no sabía nadar y me metí al río, y le gritaba del rio “¡anda escuchar metal, metalero hijo de puta!”. Estuve rato adentro del agua porque me estaba esperando en la orilla, no me acuerdo ni como zafé.

¿Qué te trajo a Montevideo?

Yo siempre fui muy del amor, quería conocer a alguien y quería tener una banda. Había tenido una novia en Salto pero no funcionó. Mi primer banda se había llamado “Fondo Blanco”, una banda de punk, pero los otros querían hacer covers, porque lo que pegaba eran los covers, y yo quería hacer mis propias canciones. Me vine para Montevideo a hacer mis canciones. Y en eso estoy, aunque está difícil vivir de la música. Ahora me voy a una gira por Centroamérica para ver si me traigo un mango porque acá está difícil como pellizcar un espejo.

¿Y te dedicaste a la música desde que llegaste?

Yo llegué más o menos en el año 2000, año heavy. Al principio vendía juguetes, después fui cadete de una empresa, una cosa medio trucha, se hacían cosas pesadas a veces, había de todo, negocios, que se yo. Me decían que tenía que comprarme unas buenas gafas y un buen celular. Un día venía de hacer unos trámites en un banco y unos hippies en un semáforo haciendo malabares me pidieron fuego y terminamos fumando un porro. Agarré una viola y me preguntaron si me gustaba lo que estaba haciendo, por cómo tocaba la viola. Ahí largué el laburo a la mierda. Me puse a tocar en los ómnibus y nunca más tuve un patrón.

¿En qué momento estás de tu vida?

En el mejor momento. Saqué un disco que tiene fútbol, tiene tango, tiene murga, tiene candombe, que a la gente le gusta, y que lo voy a presentar en la Nelly Goitiño. Me quedan $500 así que mañana voy a tener que salir a hacer bondi. Tengo una pizza con muzzarela en la heladera, estoy de fiesta.

¿Cómo surgió hacerle una canción a Luis Suárez?

Estaba viviendo en Buenos Aires y me iba a ver los partidos del Mundial a un bar de La Boca, eran todos porteños. Cuando hizo el gol Suárez me puse a gritar como loco “¡ese es de mi barrio, ese es de la vuelta de mi casa!” ¿Viste cuando te saca el fútbol? Para el Mundial siguiente le hice el tema, un tema de lo que yo vi, porque no me lo contaron, vivía a la vuelta de mi casa. Lo grabé con guitarrita re hippie en mi casa. Un amigo me invitó a hacer una grabación de estudio del tema, e hicimos el experimento de subirlo el día antes del debut de Uruguay en el Mundial. Tuvo como ocho mil visitas en dos días.

¿Y a él le llegó la canción?

A mí me contó un amigo que el Cebolla [Cristian Rodríguez] se lo había mostrado. Lo tiene que haber escuchado. El día del mordisco vi a su abuela a la vuelta de mi casa en Salto y le di un abrazo a la doña. Los Suárez son de ahí del barrio, son como son, son como eran.

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