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María Paz Diez, en el MKO Gimnasio.

Foto: Natalia Rovira

Paz en la guerra: Uruguay tiene campeona de Muay thai

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La luchadora María Paz Diez Abadie salió campeona en la categoría amateur del Panamericano disputado a fines de octubre en Surinam.

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Paz tiene 23 años y entrena desde los 19. El deporte de contacto le cambió la vida. Junto con su abuela de 92 años, su mamá, su hermano y su perro Lucas, denota entusiasmo por compartir la experiencia que la llevó a hacerse de una gran medalla de oro tras ganar en el pasado Panamericano de Muay thai, en el que participaron luchadores de Argentina, Brasil, Perú, Uruguay, Colombia, México, Aruba, Guayana Francesa, Curazao y otras islas del Caribe, Panamá y el anfitrión, Surinam. La medalla descansa sobre la mesa familiar. Galletitas caseras mediante, comenzamos a charlar.

¿Cómo empezaste a practicar Muay Thai?

Me había mudado hacía poco cerca del gimnasio al que voy ahora, el Montevideo Knockout. Me acerqué para hacer un poco de ejercicio, pensaba en hacer gimnasia localizada, nada que ver. Me ofrecieron probar una clase de kick boxing que estaba por empezar, y yo pensé: “Mi hermano practica esto en otro gimnasio, ¿por qué no probar?”. Hice esa clase y nunca fui a localizada. Desde ese primer momento me re copó. Después me ofrecieron hacer una exhibición y pensé que era una puesta a prueba.

Foto: Natalia Rovira

¿En qué consiste una exhibición de kick boxing?

Es una muestra donde no hay fallo, no hay ganador. Me pareció desde un principio que todo era súper divertido. Empecé para hacer ejercicio, después vino la exhibición y empecé a no faltar nunca. Fumaba y dejé de hacerlo, porque me sacaba el aire. Empecé a ponerlo como prioridad en mi vida porque, a medida que pasaba el tiempo, me gustaba más. Empecé a mejorar, a dejar más en los entrenamientos, a intentar dar lo máximo. Me invitaron a pelear por primera vez. Perdí. Fue contra Camila Espel, que es una de las mejores del país, la mejor en mi peso hoy en día. Ella tenía más experiencia que yo y era muy fuerte. El encuentro fue tremenda guerra, perdí pero fue increíble, me encantó. Ahí empecé a querer más. Me motivó a seguir y a querer mejorar. En el momento de perder me puse a llorar, pero no por angustia, sino porque tenía todas las emociones juntas. Ahí empezó todo.

¿En qué consiste tu entrenamiento?

Entreno de lunes a viernes y, cuando se acerca una competencia, también los sábados. Se intentan dos horas y, a veces, si se puede, meter doble turno, porque al ser un deporte amateur te complica trabajar, estudiar y seguir con tu vida. Hacemos cardio de mañana, o algo más específico, y en la tarde fuerza. Mi entrenador me va indicando qué practicar: los lunes, bolsa, el siguiente día, circuito, etcétera.

¿Cómo es el grupo de entrenamiento? ¿Cuántas personas son?

Hoy en día somos bastantes, como diez u 11. Yo entrené toda mi vida con varones. Eso me frustraba mucho porque, por ejemplo en el guanteo, que es el entrenamiento, o en el sparring, o sea, una pelea pero con tus compañeros, donde te medís. Lo hacía siempre con varones y la mayoría pesa más de 70 kilos, cuando yo peso 51. Además, algunos tienen más tiempo [de entrenamiento] que yo. Mi entrenador me decía que no podía frustrarme porque pudieran más, ya que yo era mucho más chica. Me iba enojada, llorando. Si bien ellos siempre me cuidaron, es un tema de que yo les pego cinco piñas y no les pasa nada, en cambio a mi me pegan una y vuelo.

María Paz Diez, y el entrenador Santiago Gallo, en el MKO Gimnasio.

Foto: Natalia Rovira

Quizás eso te sirvió para salir campeona ahora.

Sin dudas, porque ahora cuando peleo contra una mujer los golpes no me duelen, en general. Nunca sentí un golpe que me marcara. Tiene su lado positivo. Lo negativo es que no te podés medir. No sé cómo rindo porque siempre estoy con personas más altas o con más llegada, no sé cómo son las demás.

¿Son pocas las mujeres en este deporte?

Sí. Cuando yo entré había una chiquilina que se fue, pero siempre entrené con varones. Hace un año se sumaron dos compañeras, que son muy buenas, están mejorando un montón. Pero recién tiene dos peleas, están empezando. Hago casi todo con ellas, me ayudan un montón, pero mi desafío es con los varones, porque es a lo que ya estoy acostumbrada y además ellos van desde hace más tiempo, tienen muchas más peleas. Es otra adrenalina.

Más allá de lo físico, ¿alguna vez te sentiste mal por ser mujer en este deporte?

Lo que sentí fue frustración de no poder y que me digan “bueno, pero ellos son hombres”. No quería y no quiero sentir que nunca voy a poder con ellos. Uno va trabajando la frustración, vas madurando, la vas sabiendo llevar.

Foto: Natalia Rovira

¿Considerás que este deporte debería estar dividido por género?

En Japón, por ejemplo, los separan. Creo que ambas opciones tienen su lado positivo. Somos muy pocas mujeres y separarnos en este deporte sería difícil. En general, si hay mujeres entreno con ellas, pero también está bueno trabajar con distintas personas para practicar con distintos pesos y habilidades. En lo personal, me gusta entrenar con varones. Quizás es por la costumbre o por el disfrute de meter una buena combinación cuando antes no podía. Es un mayor desafío. Si hubiera muchas mujeres sí, sería lo mejor, quizás. Pero a mí me gusta mezclar. Los hombres pueden trabajar más el control que la fuerza y nosotras podemos pegar con más ganas [se ríe].

¿Qué es lo que más te copa de la práctica del deporte en sí?

Lo que más me gusta es el boxeo, me siento muy cómoda, es mi cualidad. Esta modalidad nueva, el Muay thai, lo practiqué poco tiempo previo al Panamericano. Es un estilo de boxeo tailandés, donde además de puños hay piernas, rodillas, codos y agarre.

¿Surinam fue tu primer experiencia fuera del país?

Sí, nunca había viajado. Tenía ocho peleas, todas acá, amateur. Surgió el Panamericano, vendimos bonos de colaboración porque teníamos poco tiempo, juntamos como pudimos, porque no tenemos apoyo alguno y los pasajes son caros, además de la estadía. Logramos ir mi entrenador y tres compañeros más. Uno no puedo competir porque se lesionó. Los otros dos ya pelean proamateur, que es con menos protección y más rounds. Yo peleé tres rounds de dos minutos y ellos cinco de dos, yo tenía pechera cabezal, ellos casi nada porque están a otro nivel.

Foto: Natalia Rovira

¿Cuáles fueron las características de la competencia?

Competís con alguien de tu mismo peso y género, en categorías por peso. El pesaje es antes. Te pasás y quedás en la categoría que corresponde. El día de la pelea tenés que dar ese peso. Si no lo das o la diferencia es poca no pasa nada, pero si es mucha no podés pelear. Yo peleé en la categoría de 51 kilos.

¿Cómo se vivió la competencia en Surinam?

El evento fue increíble: mucho despliegue, mucho profesionalismo, creo que es un país donde ese deporte es muy popular. Fue televisado. Apenas llegamos nos recibieron en la sala VIP. Me llamó pila la atención, porque en general acá los eventos son en un gimnasio.

¿Estabas muy nerviosa previo a la pelea?

Estaba tan contenta, con tantas ganas, que no había lugar para los nervios. Si bien siempre te ponés nerviosa, y yo tengo un poco de pánico escénico por el hecho de exponerme, de que me vean, tenía tantas ganas de vivir esa experiencia que no lo podía creer. Era como un sueño. Pensé mil veces en pelear en el extranjero, pero como algo súper lejano. La felicidad me hizo llorar de alegría.

¿Cómo estuvo la pelea?

No fue “la guerra”, pero fue tremendo desafío. Ralissa Wekker es muy buena, fue la campeona del año pasado, pero no fue algo que me haya complicado, que me hiciera sentir que no podía, aunque los nervios siempre juegan en contra, y en este caso más, porque era un evento muy grande. Además, estaban varios peleadores muy conocidos en el mundo, legendarios, que me estaban viendo: Tyrone Spong, que es súper famoso, e Ilonka Elmont, que es una campeona mundial mujer; para mí es increíble porque ella empezó en una época en la que era impensable ser mujer y pelear. Si hoy en día es raro –lo notás en la sociedad–, imaginate antes. Todo eso te suma unos nervios plus. Intentaba focalizarme, tenía explosiones por todos lados, pero intentaba contestar que estaba tranquila, porque si además manifiesto mi nerviosismo gasto mucha energía. Intenté estar concentrada y pensar en que me saliera el clinch, que nunca había entrenado, pero pude, no sentí que me estaba ganando o que no podía.

María Paz junto a su madre, Cecilia Abadie, su abuela, Magdalena Roge, y su hermano, Agustín Diez.

Foto: Natalia Rovira

¿Y cuando anunciaron que ganaste?

Fue increíble: si bien ya sabía que había ganado, fue caer a tierra. Una felicidad tremenda.

En Uruguay no les damos mucha importancia a las artes marciales, ¿por qué?

No es tan popular. Si bien a medida que pasa el tiempo va creciendo, hay más gimnasios, más conocimiento, más gente que se anima, antes estaba mal visto; es un deporte que a simple viste pensás “¡qué violento!”, cuando la gente en sí ya es violenta. Yo digo “hago kick boxing” y ya es raro. En el liceo sentía esa diferencia de “sos un machito, sos un hombrecito”. Hoy no lo noto tanto, capaz que porque siempre me junto con gente que lo practica, pero creo que mejoró mucho, hay cada vez más eventos, más nivel. También a veces decís “Muay thai”, hacés una cuenta de diez personas y ocho no saben lo que es. –“Yo pienso que es como una danza guerrera, bien hecho es como una danza, tiene algo de arte”, agrega convencida la abuela de Paz–.

¿Qué les dirías a otras personas sobre practicar este deporte?

Es un deporte muy dinámico, y cuando lográs el punto de la técnica es fascinante, descargás en una bolsa. Si pruebas, seguro que te va a gustar, o por lo menos te va a entretener. No es para cualquiera, tampoco, como no es para cualquiera bailar. A mi me mejoró un montón, me cambió el cuerpo.

¿Alguna vez tuviste que usarlo como herramienta?

No. Tampoco es algo que yo buscaría. Pero es una seguridad para andar en la calle, por ejemplo. Viene alguien a abusar de mí, le hago una llave, le pego un rodillazo en la cabeza. Te sentís más segura. Es una herramienta. El arte marcial te trabaja muchísimo la cabeza, es muy completo, te hace crecer, a mi me cambió la vida. Tengo tatuada esa frase, “me cambió la vida”.

¿Que hace la Paz que no está entrenando o peleando?

Trabajo en Zara. También estudió psicomotricidad, pero hoy en día pasó a segundo plano porque mi prioridad es esto. La carrera me encanta y la voy a hacer a mi tiempo. Pero entre trabajar, estudiar, comer sano, descansar y tener vida social, es imposible. Voy a entrenar para esto, hoy mi enfoque es el Mundial.

¿Ya estás entrenando para el Mundial?

Esta semana empiezo un plan de dieta sano, tranquilo, para llegar a diciembre, y después entrenar en verano, juntar plata. Ir al Mundial en Tailandia, la cuna del Muay thai, es mi sueño. Mi vida gira en torno a esto.

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