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Taller de violencia de género en el vestuario de Villa Española. Foto: Alessandro Maradei

Foto: Alessandro Maradei

Tender puentes. Villa Española y su propósito de jugar más allá de la cancha

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Villa Española se deslinda de su etiqueta de club de fútbol -sin dejar de serlo- y amplía el horizonte.

Si por un lado comprendemos a la cultura como a las diversas manifestaciones o expresiones del ser humano, mientras que por otro sentimos que una revolución significa un cambio radical sobre lo establecido, entonces se llama revolución cultural porque, eso, modifica el sistema de valores y creencias. Villa Española lo sabe. Se deslinda de su etiqueta de club de fútbol -sin dejar de serlo- y amplía el horizonte. Porque en el fútbol pasan cosas. Muchas. Las de siempre, atadas al juego, y otras, que se mueven entre la cancha y las necesidades de la vida. Hoy el Villa inaugura una biblioteca, pero hace rato viene transformando la matriz, su matriz, desde hacer un taller de género en el propio vestuario hasta ir a una obra de teatro y generar un debate.

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El camino se va cerrando y está cada vez más oscuro, casi que obnubila. Se siente un murmullo, un grito, una alegría, y los pasos, esos que empujan hacia una emoción que amenaza con explotar. Hay nervios –muchos– que recorren todo el cuerpo y que se parecen a los de una descarga eléctrica. El sonido de los botines pegando contra el túnel se siente clarito, y no está solo. Los pasos de galera y bastón hacen su jugada, se acercan, toman una bocanada de aire y se mandan. Ya no hay vuelta atrás. Es ahí, es ahora. Fue lo ensayado, los movimientos escénicos y la esencia del arte. Fue la jugada, la vuelta en el parque, el error que no se puede volver a cometer. Es hoy, es ahora. Aparece la luz, explota el alma. El caminito ya quedó atrás, ahora de frente, todo el espectáculo, y de bomba.

Antes la arenga, el grito y la guerra. La calma del vestuario, el halo sagrado y el lugar de preparación. Los botines lustrados, las vendas dobladas, las cremas, las canilleras y la camiseta. El espejo, los últimos aprontes y la utilería de siempre. En el camarín aparece tirado un libreto con la letra de la obra para repasar, por si acaso. En el vestuario está la pizarra con el 4-4-2 que paró el director técnico y los movimientos de pelota quieta, también por si acaso.

El Willy ya está en el proscenio, con la remera de Chacarita y una gorra para atrás, con el afán de preparar un atraco que el público aún desconoce. Con él está Horacio Tato Nieves, el actor, el que lo interpreta hace 12 años y encuentra magia en cada función. En la cancha está Santiago Bigote López, que cayó a los 18 años al club y luce la 8 de Villa Española. Ya hizo de a dos y de a tres goles por partido, por arriba, por abajo, pero hoy es distinto y hay que ganar. Los aplausos, las puteadas, y todo termina. El Tato vuelve al camarín, se cambia, agarra su bolso y se va. El Bigote entra, se cambia, agarra su bolso y se va.

Tablas y césped

Suena arriesgado unir puentes entre el teatro y el fútbol si no se ve. Pero parece más áspero de lo común si no se lo analiza. Eso es lo que vivió el plantel de Villa Española cuando, hace unas semanas, fueron en masa a ver la obra Rescatate al teatro La Candela, donde la casualidad encontró también a Carlos Grossmüller, de Danubio, y a Carlos Benavídez, de Defensor Sporting, en la platea. Entre risas y ansiedad, muchos pisaban por primera vez un teatro. Vivieron la obra con emoción, la sintieron, se rieron y les llegó. Cuando terminó tuvieron la experiencia de juntarse con los actores e intercambiar conceptos, como antes lo hizo el actor y guionista de la obra Gustavo Bouzas, que fue a ver el triunfo de los aurirrojos frente a Miramar Misiones y estuvo en el vestuario. “Como plantel nos cayó espectacular, fue una experiencia única que vivimos. Ir al teatro parece una boludez, pero significa mover al grupo y sacarlo de su hábitat natural. La obra está buenísima y toca temáticas de la cotidiana. Nos pegó y nos estalló en la jeta. El foro nos permitió abrir la cabeza. En el vestuario hablamos lo que había pasado y fueron todos elogios. Todos estaban contentos y discutían un montón de cosas. De por qué nos reíamos de los planchas y no de los chetos o de la violencia de género”, comentó Santiago López a la diaria.

Durante el foro se analizaron varios conceptos: el prejuicio frente a las clases sociales, la cultura de barrio, el rol de los medios de comunicación, la violencia vista desde una óptica de “pobres contra pobres”, y las semejanzas entre teatro y fútbol, donde muchas veces el rival es uno mismo. Para Bouzas la experiencia fue riquísima: entrar en el vestuario y vivir a pleno el fútbol, como en el camarín, previo a salir a la cancha. “Culturalmente fue una experiencia increíble. Sabíamos que el fútbol y el teatro tienen muchos puntos en común, porque están metidos en el ADN del uruguayo. En nuestros cursos usamos cosas del fútbol y del juego colectivo, que si no es trabajo en equipo o no nos pasamos la pelota, no salen las cosas. Cuanto mejor esté mi compañero, mejor voy a estar yo. Esa es nuestra cabeza. Llevamos 1.200 funciones y cada una fue única. Es ese el día. Cuando se termina todo, los jugadores se van en el ómnibus y son uno más. Los actores, lo mismo: agarramos la mochilita y volvemos a ser uno más. Esa es la idea y está buenísimo, pero quizá la gente crea que vivimos en otra realidad”, analizó.

*Cultura de barrio * Desde un taller de violencia de género hasta uno de economía familiar, hasta pintar el vestuario, arreglarlo con cajones de verduras “al estilo Santiago Bernabéu” y fundar una biblioteca. El plantel de Villa Española es rico y eso se ve reflejado en cada acción que crece. La cultura del barrio de su cantina hoy está en el vestuario del plantel, y cada uno se la llevará adonde quiera. “Creo que estas cosas nos aportan a la vida. El fútbol es nuestro laburo, pero esto nos lo llevamos para ser mejores padres, hermanos, hijos, esposos; esa es la herramienta. El fútbol es un vehículo para expresarse, no sólo patear la pelota. Nos potencia como grupo, pero nos enriquece para la vida”, relata el Bigote.

No queda sólo ahí y en la puteada que recibe un compañero desde la tribuna. El “negro de mierda” que recibe el Perla Silva trae una reflexión, un colectivo, una esencia. El fútbol desde otro lado, en una revolución y en rechazar lo que no gusta. Ganar no es la gloria y perder no es el vacío. La lógica del día a día, del esfuerzo y de lo que hay aparece en el vestuario de Villa Española. Conversar sobre la problemática social porque está ahí, llega por los medios masivos pero pocos la cuestionan. Ellos sí.

Hoy se inaugurará una biblioteca dentro del vestuario, principalmente con libros de fútbol que acerquen algo que a muchos les puede cambiar una tarde. El libro no obliga, pero está, y es un aporte. “Es para nosotros y para los juveniles. Quizá uno un día se copa y agarra un libro, lo recomienda y le abre la cabeza. Está bueno cuestionarse por qué hay una biblioteca, para qué, que cada uno lo haga”, cuenta el Bigote en una de las tantas vueltas que se inician y que lo hacen estar más tiempo en el vestuario que en su casa. “Yo les hablo y tiro cosas de género, y en mayo ya estoy hablando de los desaparecidos y de la marcha”.

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