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Guillermo Almada.

Foto: Federico Gutiérrez

Con Guillermo Almada, entrenador de Barcelona de Guayaquil

9 minutos de lectura
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“El futbolista ecuatoriano tiene muy buenas condiciones, tiene el estilo requerido en el mundo, aunque le falta crecer en el aspecto mental”.

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El camino es la recompensa, y los principios no se negocian; tampoco el estilo de juego. Así lo siente el entrenador uruguayo que sacó campeón a Barcelona en Ecuador en 2016, además de llevarlo a la semifinal de la Copa Libertadores en 2017. Antes, un recordado paso por River Plate de Montevideo, con cuatro años, peleando campeonatos, clasificaciones a torneos internacionales y pregonando una forma de juego. Un estilo ligado a la posesión del balón, al juego rápido, de presión, transiciones y buen pie. Un camino que lleva más tiempo de preparación, que requiere convencimiento y precisión.

¿Cómo venís trabajando y con qué cosas te encontraste en Barcelona de Guayaquil?

Bien, con buena disposición, nos han tratado muy bien y nos sentimos muy a gusto. Barcelona era un gigante que estaba dormido, y por suerte lo despertamos y hoy vivimos una realidad distinta a la que había cuando llegamos. Era un club muy desorganizado, con poca tecnología, con un plantel con poca jerarquía; hoy todo es distinto. La transformación se dio con mucho trabajo. Al inicio nos costó convencer a los dirigentes de que nos dieran su apoyo. Todo esto es parte de un proceso que sigue, de evolución; también el club está solucionando su pasivo, ya que tenía una deuda importante que ha bajado prácticamente a la mitad. Aún se mantiene ese condicionamiento económico que, obviamente, pone una limitación.

¿Cómo es llegar y armar un planteo que atienda a todas las partes?

Primero necesitás el conocimiento más profundo del club, para recién plantear una cantidad de inquietudes que debe tener un equipo grande y generar un cambio de mentalidad que permita contar con mejor infraestructura y mejor tecnología, que ayuden al desarrollo de los futbolistas. Lo fuimos logrando paulatinamente y eso fue una tranquilidad para todos, porque detrás de eso vino el resultado.

¿Con qué expectativas ibas cuando llegaste tras tu salida de River Plate?

Por la convocatoria del club, por su tamaño, por su jerarquía, mis expectativas eran altas, pero al llegar me encontré con una realidad completamente distinta de la que pensaba. Eso sirvió para vivir una experiencia no muy positiva al inicio, que obviamente nos hizo plantear un cambio radical para crecer. Hoy estamos estancados en esa limitación económica, pero debemos seguir creciendo, sobre todo en la infraestructura.

El resultado y los logros vinieron después. ¿Cómo lográs tener paciencia para aguardarlos?

Obviamente el resultado fue consecuencia lógica de toda una relación que generamos con los directivos –que escucharon muchas cosas que pregonamos y planificamos– y también con los jugadores, que se sumaron e hicieron aumentar el rendimiento. No es fácil que nos tengan paciencia, porque los clubes grandes tienen que ganar inmediatamente y mucha gente no entiende. Los resultados son consecuencia de aspectos importantes; sean buenos o malos, siempre hay causas. Desde que asumimos el club peleó todos los campeonatos, tuvo un patrón de juego, cambió su fisionomía en el planteamiento de los partidos. Hoy el club tiene una identificación con un estilo de juego que no sucedía cuando llegamos, porque el club era poco respetado, tanto jugando de local como en la altura, que se hace más difícil porque la mayoría de los equipos tienen altura. Barcelona es respetado de local y de visitante, también en lo internacional, porque es un club con un camino.

¿Con qué tipo de futbolistas te encontraste en Barcelona para atender esta lógica de trabajo?

Había muchos futbolistas que venían de la altura pero que sólo jugaban en el llano, o jugadores que se habían traído pero que no tenían jerarquía para estar en un grande. Después apelamos a las formativas, más jugadores de experiencia que aportaron por fuera de lo futbolístico. El futbolista ecuatoriano tiene muy buenas condiciones, tiene el estilo del futbolista requerido en el mundo, aunque le falta crecer en el aspecto mental. Ese es un aspecto débil, como la parte profesional, seguramente, desde mi humilde punto de vista: no se preparan desde edades tempranas en su formación y luego sufren dificultades cuando llegan a Primera División.

¿Cómo trabajás esas falencias?

Muchas veces, haciendo pedagogía o con trabajo de formativas en Primera División para fortalecer en el convencimiento de lo mental. Ese es un poco el debe de ellos, creer en sus condiciones y en sus compañeros. Sus cualidades y su materia primera son muy buenas: son explosivos, vertiginosos, algo que se busca en el fútbol mundial. Por otra parte, hay zagueros que a veces no saben cerrar o hacer coberturas, o no saben jugar a pierna cambiada, tienen dificultades en el juego aéreo, desconocen cosas claves de la alimentación de un deportista, algo que está comprobado que es elemental en el cuidado de un futbolista. Son cosas que hay que trabajar, porque se le generan dudas en el juego y cuando las mejoren se nos hará dificultoso poder competir con ellos.

¿Considerás que como entrenador resulta un retroceso o una pérdida de tiempo tener que hacer ese trabajo?

Lo tenés que hacer. Si ellos no saben cerrar o hacer una cobertura, o tienen dificultades para cabecear, estamos dando ventaja. También a veces me pasaba en River con algunos futbolistas a los que teníamos que enseñarles la parte táctica. Son cosas que se tienen que educar en formativas, pero lamentablemente, si están esas carencias hay que trabajarlas, porque es esencial para luego pasar a lo complicado. Estamos completamente seguros de que hay que hacerlas.

¿El jugador de Primera División es proclive a aprender estas cosas?

Muchos futbolistas son receptivos, pero tienen dificultades para que eso se les grabe. Lo que vos aprendés a los 13 o 14 años se te graba y no se te olvida, pero de grande es más difícil automatizarlo. Aun así, te escuchan, aprenden y captan el mensaje; vos tenés que transmitir convencimiento.

¿Con qué te encontraste en el fútbol ecuatoriano? ¿Cómo se juega?

Barcelona era un equipo que se refugiaba, esperaba en el fondo, no salía a hacer su propuesta sino que especulaba con lo que hacía el rival. Su estilo de juego no era propio del de un equipo grande. Llevó tiempo convencer a los futbolistas de tener una pospuesta distinta de la que estaban acostumbrados. Tiraban un pelotazo y veían si podían convertir un gol; eso es más consecuencia de un milagro que de algo del juego.

Conocemos tu estilo de juego desde River Plate. ¿Cómo se llega a eso?

Es mucho trabajo, se debe pregonar en torno a varios aspectos y tener mucho entrenamiento en el campo, también hay que convencer al futbolista. Generalmente los futbolistas son muy receptivos a esto: ¿a quién no le gusta tener una propuesta en la que manejes el balón, que juegues con intensidad y trates de tener asociaciones con la circulación del balón o triangulación sin tirar pelotazos, o que dejes un punta solo para ver si puede pescar algo? La idea es que todos nos movamos en bloque: todos atacamos y todos defendemos. Lleva muchas horas de trabajo lograr la automatización, pero sobre todo el convencimiento de los futbolistas.

¿Por qué es importante jugar de esta forma?

Le damos importancia al manejo del balón. Si vos proponés construir algo permanentemente, más allá de que en algún momento te equivoques –y eso es parte del juego–, siempre tenés la chance de repetir y de recuperar la confianza. Eso, combinado con la agresividad que debés tener cuando perdés el balón, es importante. También puede pasar que un club te lleve a jugar en un espacio en el que vos no querés, y en eso te obligan a jugar de una forma distinta a cuando tenés el balón. Todos se sienten identificados porque son protagonistas del juego. Seguramente jugar de esta forma no es definitorio, pero si tenés el balón 70% del tiempo vas a contar con más chances que el otro. Por lo general, en cualquier partido que jugamos lideramos en todos los números, más allá del resultado. De esa forma tenés más chances de ganar, por más que haya momentos en los que el rival te empuje y en los que debas usar armas distintas para apuntar a otro tipo de fútbol, con transiciones más rápidas. Vos en un mismo juego podés desarrollar otro tipo de fútbol, más allá de tener paciencia, ir a la pelota o ser incisivo, sobre todo cuando el rival se refugia.

¿Necesitás determinado tipo de jugadores, o tu estilo se puede adaptar a lo que tenés?

Nos ha pasado que futbolistas a los que cambiamos de posición y se adaptaron muy bien. Primero lo hablamos y luego lo trabajamos, más allá de lo táctico. Uno cambia todo el tiempo de fisionomía, entonces está bueno darles libertad a los futbolistas para que pasen al ataque, o si arrancás con una línea de tres puede pasar que un lateral se sume al ataque y el equipo tenga más peso.

¿De dónde brotaron estas cosas para que quieras aplicarlas?

Las fui sumando en mi carrera como futbolista, porque anduve por todos lados. Fui sacando cosas de distintos entrenadores, tanto de lo que quería como de lo que no quería. Siempre me gustaron los equipos protagonistas, entonces sobre esa base fui formando mi idea futbolística. Mi convencimiento es tratar de hacer el fútbol de esta manera, porque creo que es lo más cercano a ganar.

Habitualmente parás un 4-2-3-1.

Intento no atarme a un sistema o a números. Intentamos desprender rápido a los laterales, y uno de los volantes, que está más retrasado, tiene más responsabilidad de ataque; hay otros momentos en los que el enganche se suma rápidamente al doble nueve. Hay muchas variables, que dependen de la zona de la pelota. Considero que cuando no tenemos la pelota hay que recuperarla y por eso trabajamos mucho la agresividad, para que eso suceda rápido. Intentamos generar la equivocación del rival, porque sabemos que si recuperamos el balón en determinados lugares de la cancha seguramente va a ser una situación de gol.

¿Te llevaste cosas de Uruguay que luego pudiste aplicar en Ecuador?

Claro, el fútbol es el mismo que aplicaba en Uruguay, pero sumé cosas de Ecuador. Al jugar en la altura cambio el planteo, más allá de que no cambie el estilo. En la altura se debe cuidar más el balón, se debe tener más cuidado al arriesgar en las transiciones; eso lo fui aprendiendo. Si provocamos un ida y vuelta, eso beneficia al equipo acostumbrado a jugar en la altura. Pero me llevé cosas de Uruguay, que me costó más tiempo que me las entendieran, tanto en lo ofensivo como en lo defensivo. Es natural, porque en su formativa, en Ecuador, tienen más carencias que en Uruguay, entonces les cuesta entender ciertos movimientos.

¿Por qué otros equipos no pueden jugar de la forma que vos pregonás?

Va en la capacidad de los entrenadores y también en que los futbolistas son seres humanos, más allá de que cada uno tiene estilos distintos. Cada uno aplica el fútbol que más le gusta o que mejor puede hacer. A veces es difícil, o los clubes no tienen paciencia para cambiar la metodología de un equipo. En nuestro caso, costó que se adaptaran a nuestro método porque los entrenamientos son dinámicos e intensos. No es sencillo.

¿Por dónde pasa la clave hoy en el juego? Se habla del nuevo jugador en la zona del mediocampo.

Me gusta ser protagonista con la pelota, pero también los equipos que son sólidos defensivamente. Son cosas que van de la mano. Trabajamos el mismo tiempo en ataque y en defensa, porque consideramos que estamos más cerca de ganar si no nos hacen goles, e insistimos en eso. Estamos convencidos de que hay más chances de ganar con una buena posesión, no estéril ni hacia atrás, la idea es siempre ir a buscar goles, porque así demostrás ambición y eso te da tranquilidad si estás lejos de tu arco. Todo posicionamiento de juego ofensivo parte de los volantes centrales; hoy un volante central que recupere la pelota y no la pase bien no tiene razón de ser desde mi punto de vista. Generalmente, el porcentaje mayor de buenos pases es de los volantes centrales, que deben manejar bien la pelota, ser dinámicos y tener marca. Son un poco el termómetro del equipo en la presión cuando no tenés el balón, y es en ese juego cuando le aportan al equipo.

¿Cómo ves eso aplicado a lo que tiene Uruguay hoy en la mitad de la cancha?

Uruguay ha tenido recambio, con futbolistas de buen pie que se avizoran un buen futuro. No tengo más que palabras de elogio para [Óscar Washington] Tabárez en cuanto a la organización y el sentido de pertenencia; eso lo viví cuando Uruguay jugó en Ecuador y me invitaron a la concentración. Hay amor por la camiseta. Hoy se está buscando una evolución futbolística. Seguramente Tabárez lo está buscando, y lo vamos a encontrar por la calidad de futbolistas que tenemos. Sobre todo por los futbolistas que tenemos en mitad de campo, que les van a dar más chances a [Luis] Suárez y a [Edinson] Cavani.

En cada período de pases tu nombre surge para dirigir a Peñarol o a Nacional. ¿Por qué no se ha dado aún?

Siempre es una tentación dirigir a un equipo grande de tu país, pero hay tiempos y compromisos que se deben respetar, tanto hoy como cuando estaba en River. Por más que exista la tentación, yo respeto la palabra con quienes me hacen sentir importante, por más que se está cerrando un ciclo en Barcelona. En algún momento quiero cumplir el objetivo de dirigir a un grande. Ya llevamos cuatro años en Barcelona y uno debe replantearse objetivos nuevos. Gracias a River y Barcelona hemos recibido propuestas de varios equipos, que también fueron tentadoras en lo deportivo y en lo económico. Seguramente en algún momento nos van a hacer cambiar de aire.

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