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Diego Godín y Luis Suárez, tras la victoria ante Portugal por octavos de final de Rusia 2018, en el estadio Olímpico Fisht, en Sochi. (archivo, junio de 2018)

Foto: Sandro Pereyra

Cuando juega Uruguay: breve historia de la participación celeste en las Eliminatorias

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Se nos viene una nueva Eliminatoria. O Clasificatoria, tal vez mejor dicho. Es raro: en inglés, el idioma oficial de la FIFA, son Clasificatorias, en el entendido de que clasifican a la fase final del Mundial; en español lo definen con un sesgo de negatividad y son Eliminatorias, eliminan. La cita empieza hoy a las 19.45 en el estadio Centenario. La selección uruguaya recibirá a Chile, en el arranque del viaje a Catar 2022. El entrenador, que recién ayer pudo hacer una práctica con 22 jugadores ‒faltó Diego Rossi por estar en viaje‒, lejos estuvo de armar el equipo.

Viendo los antecedentes, se podría especular que Martín Campaña o Martín Silva se juegan el puesto en el arco; en defensa se pararían Martín Cáceres por la derecha, Diego Godín y Sebastián Coates al medio y Matías Viña a la izquierda; Federico Valverde y Rodrigo Bentancur jugarían en la mitad de cancha, tal vez acompañados por Nahitan Nández y Brian Rodríguez; un poco más adelantado se pararía Giorgian de Arrascaeta (o Jonathan Rodríguez), y arriba Luis Suárez.

Es la historia

El primer partido intercontinental de selecciones que jugó Uruguay fue precisamente una Eliminatoria. Si contamos esa de 1924, ya en París, en la Villa de Argenteuil, con Madame Pain cocinando para los nuestros, la primera de las Eliminatorias jugadas por Uruguay fue la de la tarde del 26 de mayo en Colombes, donde nuestros héroes habían llegado a pie cargando sus valijas y paquetes de ropa y botines para enfrentar a Yugoslavia, a la que golearon 7-0.

Para Ámsterdam 1928 éramos los campeones y no correspondió jugar clasificatoria. En 1930 fuimos los organizadores y después campeones del primer Mundial de organización exclusiva por cuenta de la FIFA. En 1934, aún como campeones, había que inscribirse para el Mundial de la vergüenza de Benito Mussolini, ganado de pesado por el equipo italiano, pero la Asociación Uruguaya de Fútbol no se anotó ‒habría que revisar en extenso las razones de la deserción, cuando ya Gabriel Terra había dado el golpe de Estado‒, y el Mundial de Italia terminó siendo el único en que no participó el campeón anterior.

Tampoco Uruguay se inscribió para el todavía más caliente Mundial de 1938, cuando la guerra ya era un hecho en la Europa del eje nazi-fascista. La Segunda Guerra Mundial anuló cualquier posibilidad de Mundiales para 1942 y 1946, y recién se volvió a organizar uno en 1950. Esa hubiese sido tal vez la primera vez que a Uruguay le fijaran ‒una vez inscripto ya en el campeonato junto a otros siete países sudamericanos: Brasil como organizador, Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, Paraguay y Perú)‒ una Eliminatoria que al final no se llegó a jugar, dado que, por variadas razones, desistieron de participar Argentina, Ecuador y Perú, y entonces quedó adentro el resto. Para el Mundial de 1954 no debimos jugar Eliminatorias porque éramos los campeones vigentes. Entonces, tras 33 años de historia en participaciones intercontinentales, en 1957 hubo que salir a buscar un lugar que no se consiguió para el Mundial de 1958.

Sin llegar a buen puerto

La Eliminatoria empezó de la peor manera para los uruguayos en 1957, que en serie con paraguayos y colombianos no pudieron llegar a Suecia 1958. Fue traumático y dramático por la goleada 5-0 recibida en Puerto Sajonia, en Asunción, en el estadio que se había llamado Uruguay en reconocimiento a nuestro fútbol, aunque ya había empezado mal, con un arranque de inédito empate en Colombia, cuando por primera vez nuestros futbolistas tuvieron noción de jugar en la altura. Según declaraciones de los jugadores, si el partido hubiera seguido, hubiesen perdido, porque ya no podían más.

Seguramente no debe haber existido un estudio serio acerca de la incidencia de la altura y de aquel punto que se perdió en Bogotá y que fue decisivo para la eliminación celeste rumbo a Suecia. Pero después vino algo peor: La Paz, y Bolivia era el único rival de la fase eliminatoria para llegar a Chile 1962. Fue complejísimo el partido en La Paz, y los uruguayos salieron esta vez enteramente satisfechos con aquel empate 1-1, que según el técnico de aquella oncena fue conseguido con un esfuerzo sobrehumano. Estuvo bien que festejaran, porque, hasta el 8 de octubre de 2015, cuando Uruguay ganó en los 3.600 metros de altura sobre el nivel del mar, aquel había sido el mejor resultado de una selección absoluta uruguaya jugando en La Paz. En la revancha, un triunfo 2-1 aparentemente ajustado hizo que Uruguay fuese uno de los 16 participantes de la fase final de Chile 1962.

Cuatro al hilo

Ahora, si llegamos a la fase final de Catar 2022, estaremos logrando igualar el mayor número de clasificaciones seguidas: la clasificación para Chile fue la primera de las cuatro consecutivas que la celeste consiguió para los Mundiales, iniciando la serie de más participaciones consecutivas. Para Inglaterra 1966 los rivales fueron Venezuela y Perú; para México 1970, Chile y Ecuador; y para Alemania 1974, Ecuador y Colombia. Después volverían las malas.

Con Sudamérica sumida en una dictadura en casi todos sus países, zurcidos terriblemente por el Plan Cóndor, Uruguay quedó eliminado de la fase final del Mundial más cercano, el de la Argentina, organizado y promovido por su sangrienta dictadura cívico-militar. En La Paz iba a ser el determinante de una prematura e ingrata eliminación, tan temprana que quedamos eliminados aún antes de jugar en Montevideo. En Tembladerani, el entonces nuevo estadio de Bolívar que consiguió albergar cuatro partidos de la selección verde en 1977 mientras se remodelaba el estadio Hernando Siles, con el dictador Hugo Banzer Suárez en las tribunas, Uruguay cayó 1-0.

En 1981 quedamos eliminados para España 1982 y fue un golpazo porque aquel equipo era casi el que meses atrás había ganado el Mundialito. La eliminación fue a manos de los peruanos, en una serie que también tenía a Colombia.

Maximiliano Pereira, durante el partido Uruguay - Perú, por las eliminatorias hacia Brasil 2014, en el estadio Centenario. (archivo, junio de 2012)

Foto: Sandro Pereyra

En 1985, ante Chile y Ecuador, volvimos a clasificar a la fase final de un Mundial, el de México 1986, con la selección de Omar Borrás y la del “limonazo” de Venancio Ramos contra Chile. Fue una serie durísima, con violencia dentro y fuera de la cancha. Los uruguayos, ya en el primer gobierno constitucional después de la dictadura, la pasaron mal en el Chile del dictador Pinochet, y cuando los trasandinos vinieron a jugar acá, en el aeropuerto, desagradablemente y de pesado, arrinconaron a algunos jugadores y le rompieron un huevo en la cabeza al crack de Carlos Caszely. Desde Garra le pedimos perdón, maestro.

¿Qué fue el “limonazo”? Ganaba Uruguay 2-1 en el Centenario, el último partido, y había que conseguir la victoria para llegar a México. Tiro libre para los chilenos, muy cerca del área. El Mortero Jorge Aravena era quien iba a patear, y cómo le pegaba ese huevón. El Chicharra Ramos, que era un crack, fue detrás del arco de la Colombes a buscar algo con qué desestabilizar el tiro del chileno. Agarró dos limones, que seguramente se los debían haber tirado a los chilenos al comienzo del partido. Se puso al costadito de la barrera como para marcar un pase ‒que no iba a haber, porque si le pegaba el Mortero era gol‒. Además, casi no había tiempo para dar vuelta el asunto. Mientras Aravena iba en carrera hacia la pelota, el Chicharra, autodidacta del bochín, calculó, y cuando el chileno golpeó la pelota ya no lo hizo en el lugar justo. El artiguense mandó a que el limón golpeara la pelota, cuestión que sacó de eje el esférico. El tiro libre salió potentísimo, pero ligeramente desviado.

Para Italia 1990 se dio el primer período de trabajo de Óscar Tabárez como entrenador, y, a pesar de que sólo perdió un partido, hubo que llegar a la diferencia de goles para clasificar. Ese único partido fue justamente en La Paz, después de haber ganado de visitante a Perú en Lima. Bolivia, esta vez jugando de nuevo en el Hernando Siles, nos ganó 2-1. Rúben Sosa, Sosita, fue el factótum de aquella clasificación gracias al gol en la altura.

Para Estados Unidos 1994 hubo sólo dos series y Uruguay volvió a ir a La Paz, y fue justamente Bolivia la que nos sacó de la troya. Con Luis Cubilla de técnico marchamos 3-1 en La Paz. A la vuelta, con Ildo Maneiro como nuevo entrenador, les ganamos, pero era tarde, porque en el Maracaná, con dos goles de Romário, quedamos afuera.

Para Francia 1998 la Conmebol adoptó por primera vez la clasificatoria de todos contra todos. Los recientes campeones de América en 1995 no pudieron, ni con tres entrenadores distintos, llegar al Mundial. Sí pudimos llegar al primer Mundial organizado por dos países, el de Corea-Japón 2002, a través del primer repechaje que jugó Uruguay y que después se nos haría tan cercano. Fue con Daniel Passarella primero y Víctor Púa después, que tras una tortuosa clasificación enfrentamos a Australia, y por diferencia de goles llegamos a Corea ‒porque Uruguay no jugó en Japón‒. Fue la tarde del “Gracias, Paco” en el tablero electrónico del estadio.

Para Alemania 2006, como en la clasificatoria de 1998, sin Brasil por ser campeón, la disputa fue tan tortuosa y dramática como la de 2002, pero esta vez en la secuencia de repechajes nos eliminó Australia. De Sudáfrica, Brasil y Rusia la historia reciente ya está escrita en estas páginas, así como escribiremos esto que empieza hoy.

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