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Lothar Matthaus, de Alemania Occidental, y Diego Armando Maradona, capitán de Argentina, durante la final de la Copa del Mundo México 86, ganada por Argentina 3-2, el 29 de junio, en el estadio Azteca de Ciudad de México.

Foto: Staff, AFP

¿Por qué queremos tanto al Diego si somos feministas?

6 minutos de lectura
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Nota publicada en el portal argentino Marcha el día de su cumpleaños número 60.

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Esta será la primera –y última– nota en la que daremos explicaciones sobre nuestros sentimientos y elecciones. Para nosotras el feminismo es mucho más que una causa por la lucha de derechos específicos. Para nosotras el feminismo es un modo de mirar, amar, disfrutar y habitar nuestras vidas. Y nuestras vidas no son más que permanentes contradicciones, por eso en las siguientes palabras dedicamos unas reflexiones a esos sentimientos, elecciones y contradicciones para reforzar lo que somos: feministas, populares y maradonianas.

Tenemos memoria y no olvidamos la violencia que ha ejercido contra muchas mujeres, lo tenemos claro y sabemos que es parte de la sociedad y el futuro por el que luchamos: que ser macho no signifique tener privilegios ni ejercer violencia alguna contra el cuerpo de las mujeres. Que ser macho no sea cuestión de poderes ni de fuerzas físicas. Pero en medio de tanto ruido ahogando la voz de las y los pobres, no nos olvidamos de que el Diego y su fútbol siempre apuntaron hacia el sur. Desde su nacimiento estuvo marcado con esta estrella y siempre supo bien de dónde vino y hacia dónde quería apuntar: salió del barro y nunca olvidó su origen, la conciencia de clase la forjó en los lugares donde perfeccionó su arte con la pelota, y con los más olvidados convirtió al fútbol en el escenario para hacer visible lo invisible.

Si hablamos de Diego, hablamos de pueblo, ese que siempre lo acompañó, no sólo por sus jugadas, sino porque los barrios humildes se sentían representados en su rebeldía y en sus decisiones. Fue, también, capaz de darle la espalda a ese fútbol de maquila, como en el momento en el que se fue de Barcelona para darle la gloria a un equipo del sur de Italia, al enorme Napoli, y quitarle la hegemonía a los ricos del norte, a la poderosa Juventus de Michel Platini, al poderoso Milan de Silvio Berlusconi; el Diego les plantó cara a los más poderosos y proyectó su voz desde lo colectivo.

Se reveló contra la maquinaria y la multinacional de la FIFA y la Conmebol porque no aceptaba el juego de los poderosos y prefirió poner su posición política por delante. El costo fue alto: fueron esos mismos poderosos quienes le cortaron las piernas en el Mundial del 94, y sufrimos todas y todos. Sin embargo, el Diego no aprendió la lección y su desobediencia fue plantarse ante el bloqueo contra Cuba, apoyar la revolución bolivariana en Venezuela, jugar fútbol con Evo Morales y apoyar la paz en Colombia, siempre cuando las voces sonaban tibias. Desde hace unos años, además, para los jugadores multimillonarios participar en la selección muchas veces no es una prioridad. Hay demasiados intereses en juego para abandonar partidos en sus clubes. Y ahí vuelve el Diego en una imagen de Italia 90: llorando ante las cámaras la derrota de un Mundial que jugó aun físicamente a medias.

Pero las autoras de esta nota no somos las únicas que salimos del clóset en nuestro amor por Maradona. Por eso sumamos otras voces que nos ayudan a mirar, a poner las contradicciones sobre la mesa, a no borrar nuestro pasado, nuestra crianza y nuestras pasiones, que poco caben en un puñado de palabras.

Pensar el mundo

Mónica Santino es ex jugadora de fútbol, parte de La Nuestra, de la Villa 31. Y nos dice: “No sé por qué hay que explicar permanentemente por qué se ama a alguien. Se ama a alguien por lo que hace, por lo que significa. Y todo lo que significa trascendió la cancha de fútbol y el campo de juego, porque fue una persona capaz de transmitir un nivel de emoción pocas veces visto. El fútbol genera eso, hace eso, logra que te abraces con alguien que no conocés cuando tu equipo hace un gol. El fútbol hace que llores profundamente, que tengas una alegría a veces inconcebible o desmesurada. Y Maradona es fútbol, y Maradona es todo eso. Maradona es una persona que nunca se olvida de dónde viene, cuál es su origen y del que está orgulloso. Eso es un punto de cercanía con un movimiento social como el feminismo, que desea transformar el mundo. Y Maradona, a su manera, y algunas veces machista, también, intenta transformar al mundo. Entonces, tenemos más puntos en común que desuniones y después, claro que están las contradicciones, pero hacen parte de la vida y del juego mismo”.

Santino agrega: “Me es inconcebible pensar el mundo sin Maradona como me es inconcebible pensar el mundo sin el feminismo. Entonces, poner en contradicción una cosa con la otra, como que si sos feminista no podés querer a Maradona, no es el feminismo que me gusta ni en el que quiero participar. Tampoco es el feminismo como herramienta que utilizo para transformar la vida propia y de quienes me rodean: simplemente, un mundo más justo donde no haya oprimidos ni oprimidas. Y Maradona tiene mucho de eso. Soy maradoniana, soy feminista, soy lesbiana, soy porteña y amo al país entero. Soy peronista y detesté los diez años de menemismo. Soy todo eso como nos pasa a la mayoría de nosotres: un mar de contradicciones que nos hace estar vivas, nunca para comer, dormir y mirar la tele, sino para arder y cambiarlo todo como Diego lo hizo en todos sus años de jugador y hoy lo hace cumpliendo 60 años”.

¿Ser feminista es tener que borrar nuestras historias?

Ro Ferrer es comunicadora, ilustradora e historietista y suma su mirada: “Quién sería yo sin el puño en alto del Diego, el llanto desconsolado, la construcción de una mística de equipo y pueblo... sin el corazón acelerado cuando los músculos de sus gambas se tensaban en ese instante en el que su pie tocaba la redonda y empezaban a bailar… Soy feminista y convivo con muchas contradicciones, también reconociendo errores propios y ajenos”.

Y Ferrer sigue: “Hizo que yo amara el fútbol. Y no es Dios, es un hombre que además de gloria, tuvo y tiene miserias; que nació parte de esta cultura de mierda que te levanta y aplasta con la misma fuerza, que les enseña a los varones que nosotras somos su “propiedad privada”, que tienen todos los privilegios y escasas responsabilidades más que las pautadas desde los espacios de poder. Soy feminista y maradoniana, porque cuando lo veo viene mi niñez a abrazarme”.

Es oro, y también es barro

Ayelén Pujol es periodista deportiva y juega a la pelota. Desde ahí nos dice: “A mí me interpela su fútbol, obviamente, y que siempre está del lado de los oprimidos. Cuando lo veía jugar y hablar, soñaba ser como él: romperla en la cancha, ilusionarme con pegarle así de zurda, y después salir y decir las cosas que decía. Es un creador, nos invitaba a pensar mundos nuevos y más justos posibles a través del fútbol. Es oro y también barro, claro”. Y en este recorrido encontramos un escrito que nos interpeló y que nos disparó las ganas de seguir pensando. Por eso la sumamos a Maia Moreira, del departamento de Género del club Lanús (del que es hincha), con su nota “Maradoniana y feminista: el orden de los factores no altera el producto”, en el portal La pelota siempre al Diez, donde nos dice, entre otras cosas: “Hay tantos feminismos como feministas, por eso a mí me gusta definir el feminismo que habito desde algunas cuestiones que considero fundamentales. Una de ellas es derribar ese axioma que marca absurdamente la antinomia de ser feminista y maradoniana. Como tantas otras, construyo mi vida en torno a mis gustos. Me encanta ser feliz pensando que –como aprendí del Diego y el feminismo– esa existencia se cruza con los sentires de miles de compañeras que también desean una realidad mejor y más justa: un mundo más igualitario. Para mí, la militancia feminista tiene muchísimo que ver con ese espíritu de equipo que yo veo en Diego siempre latente, aun con el paso del tiempo. Creo que Maradona está siempre presente en esa mezcla que amalgama lo popular y lo académico y que, no casualmente, a muchas nos encontró con la excusa perfecta: el fútbol. Excusa que también usamos como herramienta para hacer que ese mundo, donde tengamos igualdad de derechos, llegue a ser realidad”.

Pujol agrega: “No quiero como feminista que nos olvidemos de dónde venimos, quiero que nos sepamos y aceptemos diferentes, que nos duela lo injusto, que juguemos en equipo. Y siento desde lo más genuino que Diego es, aun con sus fallas –como yo lo soy con todas las mías–, un poco eso. Pelusa habla desde su origen de barro; aceptó su nuevo mundo pero nunca jamás dejó de cuestionarlo cuando lo creyó injusto. Y siempre –ojalá eternamente– arma equipo y nos regala alegrías. Diego es encuentro, es la nada y la gloria que nos cantó Patricio Rey, es pueblo”.

Compartimos estas ideas porque nuestro feminismo se construye en el barro y en la contradicción; en la colectividad y en la celebración; en el llanto y en el dolor cotidiano por la injusticia. Lo queremos cambiar todos los días y, mientras tanto, gritamos gol y nos abrazamos.

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