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Roland Marcenaro.

Foto: Alessandro Maradei

Roland Marcenaro, técnico del Club Sportivo Cerrito: “Trato de subir porque me pongo en la piel del hincha”

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Roland Marcenaro dirige desde hace años. Nunca demasiado lejos quedó aquel ascenso con el equipo que dirigió más veces, el Club Sportivo Miramar Misiones. Aquella liguilla del 2003, esos grandes valores que surgieron de la cantera. Después, el devenir difuso de los técnicos, que tiene de todo, desde las selecciones juveniles celestes hasta un equipo en Catar, desde el difícil Club Atlético Cerro a la selección mayor griega, cerca de Sergio Markarián, de quien dice que “es el mejor de todos”. De un tiempo a esta parte le tocó lo más difícil de la carrera de un técnico: no serlo. O no ejercer como tal, más bien, porque Marcenaro nunca dejó de ser técnico, hasta cuando agarró su camioneta para hacer Uber por una cuestión de salud y de olla. El aprendizaje en la cercanía de Markarián lo llevó a saber ubicarse en las distintas situaciones, como si la vida fuera una cancha y el laburo, una pelota que queda picando. Llegó a Cerrito y tuvo tiempo para adaptarse a todo lo que significan esos colores. Eso le permitió armarse de valores que entienden de la actitud en una cancha, algo parecido a lo que entiende él. Cuando faltan cinco fechas para que termine el Campeonato de la Segunda División Profesional, su equipo está puntero y Marcenaro le contó a Garra algunos hitos del por qué.

¿En qué etapa de tu vida te agarra dirigir a Cerrito?

A veces tenés más de 50 años y hacés comentarios que no sirven para nada, pero a veces decís cosas que son verdad. A mí, a esta altura, me importa poco lo que digan, no soy de nadie, digo lo que pienso. Eso está bueno. Estamos en un país donde no es fácil llegar a eso siendo técnico. Hay un común denominador en todos los técnicos, y es que gritamos una cosa tres veces seguidas. Es que entrás en una. Yo trato de sustraerme, trato de no repetir, de pensar lo que voy a decir. Aunque a veces me paso. Hay veces que en los equipos se transmite una energía, a Villa Española también le pasa. Una energía de basarse mucho en lo que se siente. Y hay equipos que no, esos son los equipos muertos. Ahí se complica.

¿En Cerrito encontraste esa energía y la disposición para hacer tu trabajo?

En Cerrito no es casualidad, es causalidad. Nosotros apuntamos a esto. El presidente me llamó después de cuatro meses de trabajo, y ahí empezó a moverse algo interesante, me dio tiempo. Hay muchas variantes a la hora de elegir un técnico. Él buscaba algo ordenado. Entonces empezamos a hablar sobre lo que íbamos a hacer, que para mí es como caminar: la defensa, los movimientos, las jugadas, la posición del arquero, ir, probar, volver atrás. Y todo eso no se puede hacer atrás de una tribuna. Eso lo hice en el 2000. Yo lo que estoy haciendo ahora es repitiendo mi historia.

¿Es tan sinuosa la carrera de los técnicos como la de los jugadores?

Mi carrera fue ascendiendo, ascendiendo, ascendiendo, y en un momento tenés que volver atrás para empezar de nuevo. Yo sé que no puedo cobrarle a Cerrito lo que cobraba en la selección de Grecia. No tiene nada que ver una cosa con la otra, pero en la carrera pasás de un lado a otro y te tenés que ubicar. Pasó un tiempo sin que saliera nada. En Grecia tenías a los [Vasilis] Torosidis, los [Konstantinos] Manolas, que son tigres, con gorros de 40.000 dólares. Y de repente tenés que meter un planchazo en inglés como el que me tocó con [Alexandros] Tziolis. Cobré un faul y me discutió dos veces, hasta que le tuve que decir “¿qué problema tenés?”. El fútbol es igual en todos lados, si no te respetan tenés que decirles cómo es y ganarte ese respeto o irte. Es todo experiencia. Esas cosas son las que te ayudan a ubicarte en todas las situaciones. Generalmente en el fútbol no se da la lógica, gana de repente el que la pegó en el palo y entró. Pero a la larga el que tiene recursos, el que tiene laburo, el que sueña, le pone ímpetu y le pone ganas, tiene más chance. Y en Cerrito el sentimiento está.

¿Cuántos dibujos pueden armarse a partir del modelo de juego que uno tiene en la cabeza?

Mirá, por ejemplo, la línea de tres. Hay que trabajarla, vos no podés llegar a un equipo y de la nada poner la línea de tres. Error. A mí me gusta la línea de tres. Pero tiene el problema del espacio atrás de los laterales, afuera de los stoppers. Entonces te cuesta salir a presionar. Ahora justo estaba editando. Los analizo a todos. De cada uno de los equipos te digo lo que tiene a favor y lo que tiene en contra. Ejemplo, si vas perdiendo y el rival te arma un 4-4-2 ¿cómo le entrás? Yo lo jugué mucho tiempo en Miramar, armarse atrás y con los de afuera, sacarla para el costado y cambiarla de frente. En fin, son detallecitos. Por eso lo veo a Jorge Fossati, que no cambia nunca la línea de tres y los de afuera, pero adentro sí, te pone 3-4-1-2, 3-4-3, 3-5-2, pero siempre están los dos de afuera y los tres del fondo.

“Te puede tocar no laburar. Yo en estos años me puse a hacer Uber. Subía la gente de repente y te miraba, te miraba, y te decía: ‘¿Vos sos juez? ¿O trabajás en algo del fútbol?’”.

¿Qué hay que tener para ser técnico?

Esta tarea te tiene que gustar. Porque, además, hay muchos momentos en los que te puede tocar no laburar. Yo en estos años me puse a hacer Uber. Subía la gente de repente y te miraba, te miraba, y te decía: “¿Vos sos juez? ¿O trabajás en algo del fútbol?” Tengo cada historia... Me servía porque el dinero que hacía no lo sacaba del banco, de lo que había ahorrado. Pero sobre todo hacía algo, un rato de mañana, un rato de tarde y un rato de noche. Es que pasé un buen tiempo esperando para trabajar con Sergio [Markarián], pero la cosa no salía. Para mí, trabajar con Markarián fue trabajar con el mejor de todos. Una bestia. Entonces empecé a ver qué hacía, porque necesitaba moverme. Me metí a ver cómo era el tema y estuve un tiempo, me estaba volviendo loco, pero hay que andar en la calle laburando, es tremendo. Pero sin dudas no es lo que uno quiere hacer. Después pensé en poner un súper, pero ¿qué hago? ¿Vivo de un súper hasta que me muera? Menos mal que apareció Cerrito y otra vez puedo mostrar mi laburo. Todos tenemos cosas mal, pero me encanta vivir aprendiendo. Por eso trabajé con Markarián, porque aprendía.

“No sé qué va a pasar, pero uno de los desafíos es seguir y demostrar este trabajo en Primera”.

¿Qué es lo que querés de Cerrito para la recta final del campeonato?

Yo respeto a este equipo, entiendo al hincha, y trato de subir porque me pongo en la piel del hincha. También me pongo en la piel del cuerpo técnico y en la de los jugadores, y sé que no es lo mismo subir que no subir. No sé qué va a pasar, pero uno de los desafíos es seguir y demostrar este trabajo en Primera. Les decía a los jugadores, viendo un partido de un grande por la Copa: ¿Ustedes tienen alguna duda de que en el Parque Central no pueden hacer algo mucho mejor de lo que hizo, por ejemplo, Alianza Lima? Pero eso hay que empezar a demostrarlo ahora. Hay que correr, hay que meter pata. ¿Lo viste a Maxi Viera? ¿Picando a meterse en la línea a los 92? Te lo cuento y me erizo. ¿A [Maximiliano] Silvera lo viste marcando? Se mete en el área tuya a marcar y después va corriendo a definir. Están hasta las manos, y ese es el quid del asunto. Eso es lo que yo quiero, adhesión a la causa.

¿No podés vivir sin esto?

No, para mí fue durísimo salir a hacer Uber. La gente se piensa que estás muerto, aunque no me importa lo que piensa la gente. Yo lo hacía por mí, por mi salud, y para sumar para la olla de mi casa. Entonces no me puedo parar al costado de la raya y que mi equipo no tenga actitud. Es tu trabajo el que no sale cuando al equipo le falta actitud. En el armado del equipo se empieza a tejer eso. Por [Raúl] Terragona me llamó Alejandro Capuccio, dándole para adelante como una bestia, a [Mathías] Goyeni lo traje de Miramar. Yo me miro todo y analizo todo. Lo que pasa por afuera Goyeni no podés creer. Es muy difícil que te tire en carrera un centro mal. [Juan] Gonela es un jugador que cuando está concentrado tiene todo. Sebastián Cardozo es otro que entiende todo, es de los que hablan en los grupos cuando en los grupos en general están todos callados. Un jugador que te responde delante de todos una pregunta, dámelo. Y si es zaguero, más, porque es el que tiene que tener las cosas más claras. Todo pasa por lo psicológico, y más en este contexto, que a todos nos pegó distinto.

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