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José Herrera, Óscar Washington Tabárez y Celso Otero, en el Complejo Uruguay Celeste (archivo, enero de 2019).

Foto: Sandro Pereyra

No fue de golpe: el intento de desestabilización y cese sobre Oscar Tabárez y la selección

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Leído por Andrés Alba.
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La impunidad no precisa sombras. En un ejercicio de poder, directo y sin esconder la mano, cuando presuponen que el otro está en el piso, golpean y golpean, desgastan hasta tratar de llegar al objetivo, que tanto puede ser sacar de la troya a un técnico como derrocar un gobierno democrático.

Con la digitalización de la vida y las innovaciones tecnológicas, hoy cualquiera puede hacerle un Photoshop a la realidad y presentarlo como quiera para conseguir los fines perseguidos. Para ello no se necesitan más que tres o cuatro acciones falaces y desviadas, y rápidamente en el Gran Hermano de la vida generan rechazos y aprobaciones sobre una gestión, disparando en el boca a boca bajadas de pulgar a la manera del sesgado jurado telefónico de Tinelli.

La consideración que un crítico, especialista o idóneo en la materia debe tener con un equipo de fútbol, que es mucho más que ello en este caso, porque es el equipo de todos, debe ser la misma que el asistente, televidente o seguidor de la selección. Emparejar para arriba. No hay escuela para ello ni para unos ni para otros, pero nuestros maestros de la vida y los procesos racionales-emocionales con los que crecemos de un lado o del otro de la línea, tras el alambrado, frente al televisor o con los auriculares, hacen o deberían hacernos ver que un día hay que dejar de putear al línea, de someter con exabruptos al 5 rival, de descalificar a nuestro lateral derecho o gritarle de lejos “burro, andate” a nuestro técnico.

El respeto, la información y la ecuanimidad se llevan bien con las emociones, con los gozos y las sombras de los espectáculos deportivos, y aceleran el entendimiento de las situaciones.


Era octubre de 2012, el séptimo año de la diaria, y también de Óscar Washington Tabárez y su “Proyecto de institucionalización de los procesos de selecciones nacionales y de la formación de sus futbolistas” cuando escribimos lo que antecede. La selección venía con un récord de 20 partidos invicta, era la reciente campeona de América, y venía de ocupar por primera vez en la historia el segundo lugar en el ranking de la FIFA, pero tres derrotas y un empate habían puesto en cuestión todo: al técnico, a los futbolistas elegidos, y hasta sus niveles de competencia, a pesar de todo lo antedicho, y de que estaba en plena competencia para llegar a Brasil 2014.

Esta situación, la de los cuestionamientos masificados y sistematizados, amplificados en el ambiente del fútbol y demás círculos por medios, comunicadores y comentaristas, ya se había dado innumerables veces antes de esa fecha, y sucedería tantas más hasta el presente. ¿Pero que movió a esta inocultable operación relámpago para sacar a Tabárez? Ejecutivos, dirigentes, medios y comunicadores generaron un movimiento que estuvo cerca de lograr su objetivo: sacarse de encima a quien en 15 años modificó de manera virtuosa acción y comportamiento de la celeste.

¡Salimos!

Cuando no había casi camino, a los meses de haber comenzado, en el primer partido de competencia continental que la selección de Tabárez jugaba –ante Perú, por la copa América de Venezuela 2007– ya lo quisieron echar, y los influencers de la época llegaron a plantear la interrogante al por entonces presidente de la AUF. Lo mismo o más virulento sucedería dos años después tras la derrota ante Perú en Lima, y unos meses después, ya en Sudáfrica, era un secreto a voces que la AUF ya tenía a otro director técnico elegido para después del Mundial.

De golpe

No sé a cuantos de ustedes les pasó, pero el sábado me sentí atribulado, amargado, violentado y muy triste. No creía que fuese posible, con visos institucionales, un golpe así.

Echar a alguien de su trabajo que ha demostrado su idoneidad y capacidad para realizar su labor, constituyendo casi una refundación de las selecciones uruguayas en el siglo XXI

Operaciones de elevar la sensación térmica hubo en estos 16 años seguramente más de una decena. También escenarios donde se planteaban dudas en las renovaciones de contrato, o la extensión de la continuidad, pero en 16 años nunca hubo una sincronización tan aceitada de noticias, filtraciones, opiniones y nuevos escenarios que reforzaban la natural sensación de frustración por un par de derrotas de visitante ante dos de las grandes potencias del fútbol mundial. Mauricio Larriera, el entrenador de Peñarol, lo definió como “maremoto entre las redes e industrias que estaban operando”.

En algún momento, la opinión, la posición, y la crítica de periodistas o sectores periodísticos han puesto en cuestión la idoneidad de algunos deportistas. Esto encontraba rápida retroalimentación en los sectores públicos, hinchas y demás, y parecía que acorralaba a decisores a tomar medidas. Desde el afianzamiento de la revolución digital y los enormes desarrollos de los medios sociales, los temas, las denostaciones, las promociones, de jugadores o técnicos, el gusto o disgusto por sus estilos de juego, las valoraciones por sus compromisos con el club, ya no precisan el enorme envión de la prensa, y el fogoneo es liso y directo por Twitter, por Instagram, por Facebook y, finalmente, por las voces de la tribuna.

Esta vez, esas voces, amplificadas en la retroalimentación de los medios y del periodismo deportivo, encontraban sostén en filtraciones, y fuentes institucionales, que al parecer venían desde la Asociación Uruguaya de Fútbol.

Sebastián Coates, Óscar Washington Tabárez, Gastón Pereiro, Maximiliano Gómez y Rodrigo Bentancur, durante un entrenamiento, en el Complejo Uruguay Celeste (archivo, mayo de 2019).

Foto: Federico Gutiérrez

Et tu, Brute? / ¿Tú también, Bruto?

Hablar puede hablar cualquiera, pero trasladar desde una competencia deportiva, desde uno o dos, o tres partidos de fútbol, sectarismos, falacias, mitos y relatos de la escuela de Jaime Durán Barba no está bien. Y todo empeora cuando esto se mezcla con filtraciones, fuentes y “me dicen”. El caldo de cultivo alimentado por la frustración de tres partidos sin victorias, odios arcaicos y oportunismo para poner en marcha el plan final de la desestabilización de lo institucionalmente convenido –el contrato de trabajo–, del cumplimiento en progresión del objetivo –estar en la fase final del Mundial–, y fundamentalmente de una estructura virtuosa, conseguida con base en trabajo serio y sin concesiones.

En la búsqueda de la clasificación a la fase final de Catar 2022, en la intención de quedarse con uno de los cuatro puestos que llevan directo, o el quinto para tratar de acceder por medio del repechaje, estamos, con 36 puntos disputados, con un puntaje más o menos similar al de las anteriores clasificaciones.

No estamos ni cerca al borde de la eliminación, como pasó en 2009 y 2013, y aún con lo extraordinario de la pandemia, la ausencia de preparaciones y amistosos, el plantel ha evolucionado en sus recambios y sigue siendo plenamente competitivo.

La selección uruguaya de los últimos 16 años, cuatro ciclos mundialistas, sigue un proceso histórico de conformación y preparación, en el que ha quedado comprobada una acumulación real de trabajo y entendimiento para el aporte de un colectivo, extenso en nombre y variable de acuerdo a los procesos biológicos de cada futbolista, que engarza años de crecimiento y experiencias entre aquellos que ya han demostrado estar en los mejores niveles mundiales, y quienes van llegando a la celeste absoluta para tratar de sumar de la mejor manera.

Evaluando las prestaciones partido a partido, sin contar las feas goleadas en Argentina y Brasil, el equipo sigue mostrando aptitudes como para mantenerse en zona de clasificación y concretar y asentar un proceso de renovación natural.

Esta boca es mía

Los gritos histéricos y las acciones a golpe de balde parecían hasta el sábado que eran sólo para el show de la vida multimedia de los medios sociales. Hasta ese día amontonar juicios sumarísimos y falacias de todo tipo que desembocan en el ejercicio de realismo mágico que propone que con otro arquero le ganábamos, o con el delantero centro de mi equipo hubiésemos hecho goles, parecía sólo un desagradable ejercicio primario de quienes no hemos podido salir del engaño.

Si el objetivo y la única expectativa fuese clasificar a la fase final de un Mundial –una expectativa muy restringida desde el punto de vista de la construcción de futuro– hay que repasar que desde 1957 a 2017 Uruguay ha jugado 16 eliminatorias mundialistas de las cuales en 10 de ellas logró la clasificación. El dato más significativo está en que esas 10 veces ya sea en eliminatorias de dos, de tres, cinco, nueve o diez participantes (así se juegan desde Francia 98), la selección uruguaya siempre clasificó en último partido. El 40% de esas clasificaciones mundialistas fueron con Tabárez como entrenador (para Italia 90, en su primer ciclo, y Sudáfrica 2010, Brasil 2014, y Rusia 2018 en este segundo ciclo) y todas fueron en el último encuentro, contando además que dos de ellas fueron por repechaje.

Una mancha más al tigre

Tres de las cuatro veces de Tabárez, las de este siglo, fueron con este cuerpo técnico y buena parte de estos jugadores. Las tres veces perdimos con Argentina de visitante y las dos que jugamos con Brasil –no participó como organizador de la clasificatoria para 2014– también. Hubo dos goleadas ante los norteños que en el Centenario nos hicieron un 4-0 y un 4-1, y también los argentinos nos hicieron un 3-0, sin embargo la clasificación se consiguió. En todas las eliminatorias la hemos pasado mal, tanto o peor que ahora en la que venimos de perder de visitantes con Argentina y Brasil.

En 2009 después de Rengifo, cuando perdimos con Perú, faltaban seis puntos y ya estábamos eliminados. ¿Recuerdan a los especialistas cambiando de técnico?

En 2012 tres derrotas y un empate, 12 goles recibidos y dos convertidos, hicieron que otra vez incendiaran la pradera. En 2013 en la fecha 13 quedamos séptimos, y obviamente los que nos veían eliminados eran los que querían echar a Tabárez. En la decimocuarta le ganamos a Venezuela y quedamos en zona de repechaje.

Para Rusia 2018, en la mejor de las campañas de 18 fechas, sucedió que en la fecha 12 perdimos con Chile, en la 13 con Brasil (4-0) y en la 15 con Perú, y obviamente otra vez lo mismo de siempre.

Ahora mismo, en el momento del ataque, Uruguay está quinto por diferencia de goles pero con el mismo puntaje que el cuarto que es Colombia (16), y a una sola unidad del tercero Ecuador (17). Si exclusivamente el objetivo fuese clasificar, ¿tendría sentido con esas condicionantes romper todo estando en medio de un proceso comprobado de eficiencia en los niveles de competividad , pero además que ha generado un quiebre en la historia reciente de la selección uruguaya?

No, claramente no.

Confiar en el otro

No hemos conversado con Tabárez en los últimos días, pero si atesoramos sus palabras a la diaria de mayo de este año y realmente parecen una posible respuesta a aquellos examinadores de su idoneidad.

“Cuánto más viejo me voy poniendo, en esto del fútbol me voy definiendo más en algunas cosas. No sólo es el cuerpo y lo que se piensa, sino también el alma de las personas, y el interior y su capacidad de relacionamiento. Me preocupo mucho por el resultado, por el juego, por las formas, por la evolución del fútbol mismo, por lo que va cambiando, pero la gran tarea de los entrenadores es formar equipos. He aprendido que formar equipos no es sólo encargarse de prepararlos física, técnica y tácticamente, sino también de su capacidad de relacionamiento, su armadura moral y ética, y plantearse desafíos y luchar mucho para llevarlos a buen puerto. Esa es la tarea fundamental de todos los que están al frente de los grupos. Los grupos son los que hacen la tarea, y los que la hacen en los momentos importantes, que en este caso son los partidos de fútbol que resuelven campeonatos, clasificaciones: es allí donde están los jugadores, que son los únicos que toman decisiones durante un partido. Lo hacen ayudados, antes y después del partido, por todo el entorno; pero ahí a los que les tenemos que agradecer las cosas buenas es a los futbolistas, y es notorio que ellos precisan otras cosas que no son solamente indicaciones técnicas o tácticas. No es sólo decirles ‘esto lo tiene que hacer así’ y dar órdenes, sino que tiene que haber un relacionamiento, respetarlos mucho, saber lo que piensan, preguntarles, escucharlos. Tenemos esa manera de pensar, y creo que por eso el vínculo es fuerte. Esos son los vínculos que permanecen, y sabemos que podemos confiar en el otro”.

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