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Foto: Alessandro Maradei

Canciones que no terminan más: con Federico González, músico, danubiano, orgulloso de haber sonado alguna vez en los parlantes de Jardines

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Federico González forma parte del grupo musical La Foca y de otra banda llamada Los Cheques de Viera. Pero además de ser músico y trabajar en una agencia de publicidad –ejerciendo su carrera de Economía–, es hincha de Danubio. El popular equipo de la Curva de Maroñas se prepara para jugar en la Segunda División Profesional, un montón de agua bajo el puente después de 1969. Con una innumerable cantidad de futbolistas criados en el club a lo largo del tiempo, Danubio se convirtió en una referencia en la formación de cracks. Sin embargo, en los últimos años ha mermado esa generación casi espontánea y el descenso ubica a los franjeados en una cornisa de cuestionamiento. Fede nació en el entorno de una familia liverpoolense. En la escuela conoció al Moña, un crack de esos de rodillas rotas y túnica ajada. Lo fue a alentar a Huracán Villegas y le empezaron a tirar los colores. En una de las visitas a su viejo, cuando estuvo privado de libertad en la última dictadura militar de nuestro país, le dijo que se había hecho hincha de Danubio. El viejo le dijo que mientras no fuera hincha de cuadro grande estaba bien. Algo que usaba para responder varias otras cosas. Quedaron que a la salida, que se produjo años después, irían a ver a la franja. La adolescencia de Fede estuvo marcada por ir solo a la cancha a ver a Danubio. Dice de su cuadro que “está metido adentro”. En “la forma de componer, de escribir”. Federico González habló de Danubio y de fútbol con Garra.

Hay quienes nacen hinchas de un cuadro y hay quienes se hacen hinchas después. ¿Cómo es que te hiciste hincha de Danubio?

Mi viejo es de Bilbao, se vino a vivir a Uruguay, a Carlos María Ramírez y Julián Laguna, a una cuadra de Belvedere. Es hincha de Liverpool de toda la vida. Mi vieja es de Rocha y también la hizo de Liverpool, como a todos mis hermanos. Creo que era hincha de Racing, no lo sé, de Liverpool no era seguro. Cuando mi viejo cae en cana en el 74 yo tenía tres años y vivíamos enfrente a donde nació Danubio, frente a la plaza 5: Cabrera entre 20 de Febrero y Castriz, donde empieza la Curva, el barrio Zabala le dicen también. Empecé a ir a lo del padre Spadaccino en la calle Villademoros. Nosotros no éramos bautizados, nunca lo fuimos. Pero ese colegio era un puntal de resistencia. Íbamos muchos hijos de padres “con problemas para la época”. Spadaccino era un padre progre, en todo sentido. Y esa era una zona de influencia de Danubio. Yo me hice hincha solo. Pero ahí había un compañero, que después jugaba en Danubio, que le decían el Moña. Era como el crack. Jugaba en Huracán Villegas, de los mejores cuadros de baby fútbol de la zona. Danubio siempre sacó jugadores de ahí. Yo lo iba a ver, porque era mi amigo de la escuela, Fernando Bove, el Moña. Jugaba en la categoría de mi amigo Wadil Guerrero, el hermano de Ramón. Era de los que de chicos jugaban un kilo. Un crack, de los cracks de la escuela. Fue por él que empecé a ver partidos de baby fútbol, porque mi madre no me llevaba y mi viejo no estaba. Me empecé a hacer hincha. Un día en la visita a mi viejo le dije, “mirá, me hice hincha de Danubio”. “Y bueno”, me dijo, “mientras no seas hincha de cuadro grande”...

Entonces empezaste a ir a la cancha.

Mi viejo me había dicho que me iba a llevar cuando saliera. Yo no tenía con quién ir, entonces fui cuando mi viejo salió. Tendría unos seis años. Yo lo vi llegar a casa cuando salió de la cana. Tocaron timbre a las tres de la tarde y la señora que nos cuidaba me dijo que había un señor que decía que era mi padre y que quería entrar. Nadie sabía cuándo iba a salir. Nadie se lo esperaba. Estaba con el Tato Aznares. La primera vez fue el primer partido de Danubio después del Mundialito del 80 contra Nacional en el Centenario. Los milicos recién lo habían pintado. Fuimos a ese partido, ganó Danubio en la hora. Cuando empató Danubio la gente se empezó a ir y yo no entendía por qué. Para agarrar los ómnibus, me dijo mi viejo. Y en eso hizo el gol Danubio. Después seguí yendo a ver a Liverpool con mi padre, todos mis hermanos son de Liverpool, me comí todos los repechajes de la década del 80. Yo era como un hincha de Danubio en silencio. Dejé de ver al Moña hasta que me lo encontré en el liceo. Calculo que en el 86, 87, con 15 años empecé a ir solo a ver a Danubio. Me encantó. Fue parte de mi formación. De la personalidad, de todo. Ahí nos conocimos con Javier [Castro], con quien grabamos la canción para Danubio. Él tenía mucha más información de ese micromundo, esos ambientes, eso que pasa ahí. ¿De qué hablan los que están atrás del arco? ¿Qué es lo que les está pasando?

Viviste la eterna campaña de Danubio del 88.

Fui a casi todos los partidos. Danubio era una máquina y nosotros íbamos siempre. Iba con Wadil a veces, pero generalmente solo. En el 86 nos mudamos y Danubio pasó a ser como volver al barrio. Me tomaba el 306, caminaba hasta Libia y me metía para adentro por Carlos Nery. Es precioso cómo confluyen todas las calles a la circunvalación del estadio. Lo del 88 es icónico, el plantel entero formado en Danubio. Los pasaban por arriba. Era un fútbol total. Y salió campeón jugando a eso. Fue semifinalista de la Copa Libertadores. Era la superioridad de un cuadro basado en los que juegan bien y en el orgullo de que eran jugadores tuyos de alguna forma. Qué época. [Javier] Zeoli, [Luis] da Luz, [Daniel] Sánchez, [Fernando] Kanapkis, [Nelson] Cabrera... El Negro Ruben Pereira, [Éber] Moas, Edison Suárez, calidad total... El Polillita [Ruben da Silva], el Rata [Gustavo] Dalto, el Pompa [Édgar Borges] de falso 10, Adrián Viera, Richard Rodríguez cuando entraba por la izquierda...

Después del 88, ¿cuándo se vio un Danubio como ese?

Quizás en 2006. En ese sentido fue parecido, casi todos jugadores del club: pelota al piso. A lo Danubio. En la década del 90 nos comimos todos los prejuicios de que teníamos buen cuadro y jugábamos bien, pero que venían los grandes y nos ganaban con un centro. Decían que no iba a volver a ganar Danubio después del 88. Y era jugar a eso, gente formada en el club con esa ideología de jugar bien y defender ese estilo de juego. En 2006 el equipo de [Gustavo] Matosas jugaba con [Carlos] Grosmüller de doble cinco con [Walter] Gargano, Jorge García y Nacho [Ignacio] González; [Edinson] Cavani, que jugó seis meses, después vino Hamilton Ricard y [Juan Manuel] Salgueiro. Atrás, Sergio Rodríguez, Jadson Viera, [Damián] Malrechauffe y el Bola [Pablo] Lima. El arquero era el Coco [Esteban] Conde. Pero después de 2006 se salió campeón de casualidad en 2014. Surgió Josema [José María Giménez], pero hubo algo que se terminó. Como que se perdió esa fábrica de jugadores. Y ahí se perdió todo el resto. Danubio descendió porque era una bomba atómica.

Va a estar linda la B. ¿Se resignifica la canción “A todo el mundo” que hiciste para Danubio justo el año que salieron campeones “de casualidad”?

Hay muchos jugadores que vuelven. Pero hay que ver dónde se está dando la pelea. ¿Cuántos jugadores vendió Danubio? Desde Ruben Sosa para adelante, el Chino [Álvaro Recoba], [Marcelo] Zalayeta, Cavani, Gargano, todos jugaban bien. No sé bien qué va a pasar. Hay que ver si esto realmente es una renovación. Esa canción es de 2014, después de ese campeonato. Pero igual la final fue de los partidos más emocionantes que me tocó vivir. Cuando empata [Camilo] Mayada en la hora... Tenía un compañero de trabajo que estaba en la parte de comunicación, o algo así, y resolvimos hacer la canción con Javier [Castro]. Nos juntamos a escribir la letra, algo como un manifiesto, pensando en Danubio, los aspectos más relevantes. Esa cosa de plantárseles a los grandes. Le hice una música y mandé a grabarla a Buenos Aires, en el estudio El Árbol de Juan Stewart, donde grabamos los discos con La Foca. El otro grupo en el que estoy, Los Cheques de Viera, tiene que ver con un partido de Danubio en 2005 contra Liverpool. Había sospechas de que el árbitro Olivier Viera estaba vinculado con unos cheques sin fondo, que seguramente no fuera cierto y que nunca se comprobó. Pero hubo un tipo que le gritó todo el partido: “Viera, tengo tus cheques, Viera, tengo tus cheques”. Y eso me quedó. En principio éramos Los Cheques de Viera, y después derivó sólo a Los Cheques. Es que las acusaciones con poca prueba en el fútbol son moneda corriente. Igual en general me cuesta hablar de fútbol con la música, aunque mis primeras composiciones están marcadas por mi adolescencia, que está marcada por ir solo a ver a Danubio. Entonces creo que está metido dentro de mi forma de componer, de escribir. Mi sueño era que la pasaran en los altavoces de Jardines. Lo hice para eso. Y alguna vez sonó.

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