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Horacio Carabelli (I) junto al equipo Luna Rossa de Italia, durante la ceremonia de entrega de premios, el 23 de febrero de 2021. Foto: Estudio Borlenghi

Horacio Carabelli: el hombre de los barcos voladores

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Velerista olímpico, ingeniero mecánico y arquitecto naval que trabajó en el equipo Luna Rossa de Italia durante la reciente Copa América.

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El tono de llamada de Skype es el prólogo de esta charla. Son 15 husos horarios los que separan a Horacio Carabelli del país en el que nació. Acá es de tarde, allá es de mañana y ya se le cayó una hoja más al almanaque. Estuvo asentado durante los últimos meses en Nueva Zelanda, no porque haya elegido aquel país para vivir, sino porque fue sede de la 36ª Copa América de Vela. Allá a donde vaya la copa, irá Carabelli. Al menos así ha sido en las últimas cuatro ediciones, en las que este ingeniero mecánico y arquitecto naval ha trabajado para distintos equipos.

Esta última campaña lo encontró como coordinador de diseño del barco del equipo italiano, el Luna Rossa. Luego de tres años de preparación, en 2020 llegaron las primeras regatas para esta nueva clase de veleros, los AC75. Su novedoso diseño impacta por donde se lo mire. Son barcos que vuelan, casi literalmente. Con sus foils generan el sustento para levantar el casco de la superficie del agua. Por si fuera poco, navegan únicamente a vela, pero a tres veces más velocidad que la ráfaga de viento que los impulsa, y alcanzaron velocidades de casi 100 km/h.

En enero se acabaron los amistosos y arrancó la competencia propiamente dicha. Primero, la Prada Cup entre tres equipos: Estados Unidos, Reino Unido e Italia. Sólo el ganador podría quedarse con el derecho de competir mano a mano contra Nueva Zelanda por la Copa América. El triunfo fue para los italianos. Luego, una serie al mejor de 13 regatas, mano a mano contra los kiwis. El título quedó nuevamente en manos de los neozelandeses, pero Italia demostró estar muy cerca: ganó tres de las diez regatas disputadas.

Carabelli fue olímpico en Seúl 1988 en la clase Soling junto a Héber Ansorena y Luis Chaparro, actual entrenador de Lola Moreira. Desde entonces participó en tres campañas en la Ocean Race (ex Volvo Ocean Race, vuelta al mundo a vela) y ganó esa regata una vez. También estuvo en cuatro campañas de la Copa América como ingeniero y, pese a la derrota, en 2021 su equipo llegó hasta el final. A veces quiere poner pausa. Dice que cuando se vive tan rápido no se puede ver por la ventana. Pero no hay pausa posible mientras ese deseo, más fuerte que él, lo lleve, una campaña tras otra, en busca de un barco más veloz que el de sus rivales.

¿Cómo te sentís con el trabajo del equipo luego de ganar la Prada Cup y poder competir por la Copa América?

Bastante satisfecho. Al final lo conseguimos, en una clase nueva de veleros, con un grupo de gente nueva, porque el Luna Rossa se formó de cero prácticamente. A pesar de tener más de 20 años de historia, este equipo se ha reciclado varias veces y, para ser parte de esta Copa, era un equipo totalmente nuevo. Para participar a la Copa América, primero hay que llegar a la Copa América. Yo la he hecho una vez con Victory Challenge (Suecia), después con Artemis (Suecia) y después con Groupama (Francia). En ninguna de esas oportunidades se llegó a participar en la Copa en sí. En ese sentido, ganarles a los otros challengers ya desde el inicio es una conquista. Y creo que al final teníamos un barco que tenía su modo, tenía su rango de viento, y dentro de él teníamos nuestro modo fuerte. Tuvimos un poco de mala suerte. En dos regatas los resultados pudieron haber sido otros, pero creo que Nueva Zelanda tenía un poco más de resto que nosotros. Contentos por estar ahí y hacerlo bien contra un equipo que está bien estructurado hace muchos más años que el nuestro.

¿Hubo algún factor en el diseño del barco que fuera clave para que ganara Nueva Zelanda?

Tenían un paquete muy bueno a nivel de diseño. Tuvieron ideas interesantes. Era un barco en el que había mucha interacción entre el barco, el casco y los foils. Ellos tenían unos foils muy chicos en área, había una diferencia de en torno a 30% con los nuestros. Eso se traduce a menos arrastre hidrodinámico. En el rango bajo de viento y en algunos modos, tener un wing grande tiene su lado positivo, pero lo pagás en otros lados. El paquete aerodinámico del barco era muy interesante también, y la interacción entre los tripulantes y cómo navegaban el barco era un paquete bastante puro en ese sentido. Nosotros fuimos en otra dirección. Creo que el barco ha sido un factor determinante para el Team NZ. Era un barco con buena velocidad en un rango de viento bastante amplio.

¿Te gustó la clase AC75 de monocasco con foils para trabajar y competir?

Es un barco diferente. Un concepto nuevo y en performance ha superado lo que todo el mundo esperaba. Con siete u ocho nudos de viento anda a una velocidad de 30 nudos, tres veces la velocidad del viento. Es una cosa muy interesante en ese sentido. Desafiante tecnológicamente, pero la Copa América es así. Es una guerra tecnológica, están los navegantes en el medio, pero al final siempre fue una guerra tecnológica para desarrollar el barco y los sistemas y todo lo que se requiere. Ese es el objetivo. Representar al país no sólo desde el punto de vista deportivo sino desde el punto de vista tecnológico. Pienso que es un barco que representa la Copa América definiéndolo de esa manera.

¿Cómo describirías tu trabajo en el equipo Luna Rossa?

Básicamente mi función era la parte técnica del barco. Te involucrás en todo el proyecto. Primero, en formar el grupo. Yo diría que 60% del equipo de diseño fue introducido por mí. Es un grupo de diseño en torno a 40 personas, directamente relacionadas y contratadas por el equipo. Gestionar el trabajo de todas esas personas fue mi tarea. Y después, la construcción del barco. Una vez que tenés todo un proyecto y elegís el astillero, tenés que gestionar esa relación de cómo construir el barco y cómo son los procesos. Es un barco muy complejo. Desde el punto de vista de ingeniería, estructuralmente tiene que estar muy bien proyectado, muy bien pensado. El día a día consiste en acompañar ese proceso, que es bastante complejo. El equipo está conformado por alrededor de 100 o 110 personas activas. Mi función era reunir ese grupo y después gestionarlo y construir el barco.

En lo personal, con una inmensa carrera náutica, ¿qué tan grande es un logro como este?

Siempre es el sueño de todo diseñador naval. Si estás involucrado en competiciones, tu objetivo es siempre participar en una Copa América, que es el top de esta área. No está sólo el lado deportivo. Siempre estás buscando estar presente en eso, tanto en la Copa como en la Ocean Race. Son dos competencias completamente diferentes, pero poder triunfar en las dos siempre es el objetivo máximo de cualquier regatista o de cualquier diseñador involucrado en regatas. En ese sentido, me puedo decir afortunado de haber estado presente en Juegos Olímpicos, en la Ocean Race y la Copa América. Es un esfuerzo muy grande como forma de vida. Uno se dedica tres o cuatro años a esto. Siempre el objetivo es triunfar. No me sorprendió estar ahí en la final; después de cuatro copas, ese era el objetivo y era un grupo humano que tenía la posibilidad de llegar a donde llegó.

Horacio Carabelli y Max Sirena, al final del día 2 de la 36a America's Cup, el 14 de febrero de 2021. Foto: Estudio Borlenghi

Vas dando pasos en un proceso en el que ya estás inmerso, pero el Horacio Carabelli de los 90 capaz que no se imaginaba este presente.

Sin duda. Al final siempre estás ligado con esto. Pero sí, siempre es tu objetivo. Estás inmerso. No es que haya mucho tiempo para reflexionar entre una campaña y la otra. Ahora esto ya ha terminado y ya se inicia la próxima. Entonces quedás como en una secuencia. O desde los años 90 entre la Ocean Race y la Copa América estás inmerso en este mundo donde el objetivo es siempre, en cualquier equipo que estés, tratar de hacer lo máximo que podés para ganar al final. En esta copa, como dice el dicho, no hay segundo. Y en la Ocean Race también, siempre tu objetivo es ganar y el esfuerzo es tan grande que, después de la primera, la intención deja de ser una participación, pasa a ser ganar. Y tratás de involucrarte en equipos y con personas que tengan la posibilidad de llegar. Porque, sólo para participar no vale la pena el esfuerzo que uno le pone.

¿Cuál es el camino de un uruguayo hacia estas grandes instancias?

Hay dos puntos de vista. Uno puede ser el punto de vista deportivo y el otro puede ser el punto de vista de la ingeniería para participar en estos equipos. La Ocean Race, por ejemplo, está totalmente ligada al punto de vista deportivo, porque hoy en día son veleros de diseño único, todos iguales. Participar significa hacerlo desde el punto de vista deportivo. Y esto de la Copa América significa contactos. Contactos y performance. Uno tiene que estar en el circuito, conocer a la gente y tener buenos desempeños. En mi caso tuve la fortuna de haber navegado bastante con Torben Grael, el mayor medallista olímpico de todos los tiempos [en yachting]. Corrimos mucho en contra y también navegamos mucho juntos. Esas relaciones ayudan. Estar en el momento justo cuando pasa el tren y estar ahí listo para subirse. Esto es mucho trabajo desde el punto de vista deportivo y también desde la ingeniería. Es estudiar, ir a los colegios y a las universidades donde está la tecnología y donde te pueden dar la mayor información y la mayor educación para estar ahí con lo último que hay a nivel de desarrollo. Hoy en día, año a año la tecnología cambia mucho. Los jóvenes tienen mucho espacio en ese sentido y poco a poco se van dejando los nombres de la arquitectura naval que históricamente hicieron parte. Los jóvenes tienen la capacidad de criar la información con un dinamismo que es muy importante. Estar activo, presentar resultados y dar confianza al resto del equipo de que tenés la capacidad de darle información a tu departamento para crear la diferencia contra otro equipo. Si vas a una universidad con el objetivo de ser parte de esto, tenés que ir y recibirte con honores. Ese es el objetivo, porque ahí vas a hacer la diferencia. Haciendo tu trabajo bien hecho y de una manera en la que el que te venga a contratar vea que realmente durante tu proceso educacional hiciste una diferencia.

En esos términos, la excelencia no se da sólo durante la competencia, sino que la competencia toma a aquellos que han desarrollado la excelencia en sus carreras.

Absolutamente. Cuando empezás una campaña nueva, los equipos se van desarmando y montando. Aquellos equipos que no llegaron al resultado final empiezan a analizar cuál es tu grupo de trabajo. Y siempre la función es comparar a todos los navegantes e ingenieros y empezar a elegir. No sólo el currículum, también el desempeño reciente. Este es un circo en el que todo el mundo se conoce. Yo hago la Copa América desde 2007 y siempre lo que uno va buscando son las personas que crean un diferencial para tener esa posibilidad de estar presente. Y para llegar ahí, tenés que exhibirte. Tenés que escribir, mostrar tus desarrollos, tus másters, tus tesis. Infelizmente la educación en nuestros países [en América del Sur] a veces no nos da la posibilidad de desarrollarnos para esto y uno tiene que salir afuera a buscar ese objetivo.

¿Cuál es tu deseo ahora?

Yo tengo 53 años ya. Dejo un legado y dejo parte de mi familia para que esto siga adelante. Esto es muy duro y la vida hay que vivirla. Cuando la vivís a 150 kilómetros por hora, a veces no podés ver por la ventana y verla pasar. Es más fuerte que uno. Mi intención era que esta Copa fuera la última, pero siempre cuando ganás es más fácil decir que no, y no seguir adelante. Y cuando te falta un poco decís “bueno, probaré la próxima”. Estamos hablando con Luna Rossa para ver cómo se desarrolla el futuro.

¿Luna Rossa va a participar en la próxima?

La intención de Luna Rossa y de [Patrizio] Bertelli es darle continuidad. Creo que este equipo tiene 20 o 25 años, pero se ha reciclado varias veces y le ha faltado dar secuencia a un grupo de trabajo. Al final, eso es lo que tiene Nueva Zelanda: es un grupo de trabajo que viene desde 2003, participó en la final de Valencia en 2007, estuvo en la final de San Francisco en 2013 y ganó en Bermudas en 2017. Para un equipo con un mismo grupo de trabajo es más fácil llegar al objetivo. De todos modos, le llevó varias ediciones. Creo que esta vuelta la idea es dar un poco de secuencia a este grupo de trabajo y darle la posibilidad de desarrollarse en el próximo ciclo o un ciclo más.

El nuevo desafiante fue Reino Unido. ¿Qué opinión te merece que la Copa América se siga navegando en esta clase?

Es positivo que hayan aceptado darle secuencia a esta clase. Cada vez que se cambia el barco es un challenge más, y es lo peor que puede suceder. Con estos barcos tuvimos varios problemas desde el punto de vista de clase. Algunas cosas eran de diseño único y cada equipo compraba. Diseñar, desarrollar, comprar. Dejar todo eso atrás y crear una nueva clase es una complejidad innecesaria. Es positivo que hayan aceptado continuar con esta clase. Creo que es un barco fantástico y dará muchas satisfacciones por al menos los próximos dos ciclos. Este barco va a tener al menos hasta la tercera versión por cómo está escrito el protocolo.

La Copa América de yatching: “Su majestad, no hay segundo”

La Copa América de yachting a vela es el trofeo deportivo más antiguo del mundo. También llamada la Copa de las Cien Guineas, el trofeo fue encargado por el marqués de Anglesey en 1851 para premiar al yate que ganara la Copa de la Reina durante la Gran Exposición de Londres. La expectativa de que un barco de bandera de Reino Unido ganara la regata se diluyó cuando la goleta América, que representaba al New York Yacht Club de Estados Unidos, le dio un paseo de proporciones históricas a los 14 barcos locales. Cuenta la historia que cuando la reina Victoria preguntó quién venía primero, la respuesta fue “El América”. Pero cuando preguntó qué barco venía segundo, la respuesta fue: “Su majestad, no hay segundo”.

En homenaje a los primeros ganadores, la competencia pasó a denominarse Copa América y desde aquel entonces clubes de todo el mundo han retado al portador de la Copa para disputarla en el agua con un reglamento que es acordado cada vez que el campeón defensor acepta el nuevo reto. Hasta 1980, ningún challenger pudo vencer al NYYC. En 1983 el trofeo pasó a manos de Australia y nunca volvió a casa de los neoyorquinos. Otros clubes estadounidenses la han vuelto a ganar, todos ellos de la costa oeste. Australia nunca volvió a lograrlo, Suiza la ganó dos veces y Nueva Zelanda acaba de sumar su cuarta consagración.

En la edición 2021, además de la presencia de Horacio Carabelli en el equipo de Luna Rossa, el ingeniero uruguayo Adolfo Carrau (velerista olímpico en Sydney 2000) trabajó como diseñador para American Magic, del NYYC.

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