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Luis Suárez, tras convertir el gol de la victoria de Atlético Madrid ante Osasuna, el 16 de mayo, en el estadio Wanda Metropolitano, en Madrid.

Foto: Gabriel Bouys, AFP

Sobre Luis Suárez, la vida, el premio del bien y el triunfo de la lógica

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Deportivo Sentimiento | Justicia poética.

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Leído por Andrés Alba.
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Era sólo esperar.

Todos lo esperábamos.

Y sucedió.

Ya arrancó con gruesas zancadas, ya sus caderas anchas y prodigiosas, como de madre a la hora del alumbramiento, han abierto una y otra vez el espacio para parir el gol, para darle vida a la victoria. Su cuerpo está preparado, su mente activa el instinto que le ha dado la naturaleza, la obligación que le ha generado la vida. Con paciente ansiedad, espera el momento justo. La pelota va, por fin, hacia él, él, sin fin, va a la pelota y chas, el zurdazo, justo, va al fondo de las redes. ¡Chas! Yo he creído percibir el choque. Una sombra redonda y borrosa se agita violentamente dentro de la red.

Estaba escrito

Ta chiquita la definición de justicia poética en Wikipedia: “La justicia poética es un tópico literario en el cual la bondad y la virtud son finalmente premiadas y la maldad, castigada, sin que las primeras sean una causa lógica de la segunda”.

A partir del sábado 22 de mayo de 2021, los futuros editores de la enciclopedia libre podrán sostener con pruebas que la justicia poética no es sólo un tópico literario y que hay suficientes pruebas de su existencia en la vida cotidiana, a través de la existencia de Luis Suárez.

Valladolid - Florida / 22 de mayo de 2021

Suárez llora.

Son poco más de las ocho de la tarde-noche de la primavera española, y su equipo, con él como máximo goleador, se ha consagrado campeón de la Liga Española, al vencer como visitante y de atrás a Valladolid 2-1. El segundo gol, el del campeonato, ha sido suyo, como tantos, en una corrida épica y una definición de laboratorio. Sus piernas gastadas por el éxito, sus músculos elásticos de la esperanza, su zancada tosca y su golpe perfecto con la pierna menos hábil.

Yo no soy su padre, pero lo palmearía para que llorara mucho más que lo que se puede llorar en una cancha.

Pero su emoción, su alegría compartida, su necesidad de decir no es por el fútbol, es por la vida, aunque la vida sea como el fútbol.

En mi madrugada, despertando en semivela, he estado pensando mucho en lo que pasará unas horas después, en España, en Valladolid, en Madrid, y lo que pasó hace unos meses en Barcelona. La angustia dando paso a la alegría, la opresión, liberada por la soltura de la gloria. Pienso en lo que escribí, en lo que escribiré.

Barcelona – Montevideo / 24 de setiembre de 2020

Suárez llora.

Es la cuarta o quinta vez que debe entreparar porque la angustia lo oprime, lo aprieta, y el equipo de las emociones queda muy mal parado, y no hay forma de bajar la pelota al piso sin llorar, sin trancarse.

Luis Alberto Suárez Díaz, uruguayo, casado, padre de tres hijos, de profesión futbolista, llora en Barcelona al mediodía mientras debe, quiere, despedirse del club, de la ciudad, que fueron su compleja meta de vida desde cuando era un chiquilín.

Luis llora por dejar un cuadro de fútbol como tal vez no lo haría o no se lo permitiría allá en su Salto natal en su cortísima convivencia, su padre, el Perro Rodolfo, esforzado lateral derecho de Deportivo Artigas.

Yo no soy su padre, pero lo palmearía para que llorara mucho más que lo que se puede llorar en una cancha.

Pero su emoción, su angustia lacerante, su necesidad de decir no es por el fútbol, es por la vida, aunque la vida sea como el fútbol.

Pasado el mediodía allá, temprano en la mañana acá, yo también lloro. Reconozco esa angustia por ausencia futura, por destrato sobremoderno, por falta de respeto con el laburante. Te uso y te tiro, aunque en un buen packaging pour la gallerie.

Premio para el bien y triunfo de la lógica

Cuando Luis llora en su comunicación virtual con Sofi, su compañera y seguramente la mejor asistidora que haya tenido en su vida, con sus hijos, Delfi, Bauti y Lauti, yo ya estoy llorando en la fría y lluviosa tarde uruguaya, conmovido por la vida, por su vida, que es tan mía y asimismo tan ajena.

En las dos veces que Luis llora, en Barcelona, echado como un perro el 24 de setiembre del otoño catalán de 2020, y esta, de ocho meses después en Valladolid, pero con la piel de Atlético Madrid, la piel de la gloria épica, quiero abrazarlo, como quisiéramos abrazarlo todos.

Luis Suárez en la jugada del gol de la victoria ante Real Valladolid, en el estadio José Zorrilla, en Valladolid.

Foto: César Manso, AFP

La zona Suárez

La justicia poética tiene un toque ejemplarizante. Sí, es el zurdazo contra el caño después de la larga carrera, es el gol del triunfo, pero es mucho más.

Estos ocho meses que separan un llanto del otro tienen guardados los tres conceptos básicos de la justicia poética: castigo para el mal, premio para el bien y el triunfo de la lógica. Lo echan de Barcelona de la peor forma posible, lo reciben en Atlético Madrid creyendo en su calidad, y termina con el título de campeón, con un gol suyo, el vigésimo primero del campeonato.

El término poetic justice fue acuñado por Thomas Rymer en The tragedies of the last age considered (1678) para describir cómo una obra debería inspirar el comportamiento moral por medio del triunfo del bien sobre el mal.

La justicia poética la definió Luis Alberto Suárez en su campeonato de La Liga 2020-2021, cuando consiguió el título con Atlético Madrid.

Cuando juega Luis juegan tres millones

Todos estamos pendientes de Suárez, y casi en un proceso maradoniano, pero por todo lo que ha significado la vida y la carrera de Maradona para su pueblo, que es tan igual pero tan distinto al nuestro, parece que los orientales nos ponemos cerca de Luis Suárez, casi siempre, siempre.

Yo lo quiero mucho a este muchacho, a este hombre. Lo admiro enormemente como futbolista, el mejor que he visto continuamente en una cancha, pero lo quiero como un amigo. Me preguntaba internamente cuál sería realmente la apreciación, y sobre qué rol de su vida tengo sobre Luis Suárez, y en mi respuesta siempre se juntan razones y emociones, que, a pesar de mi incoherencia y mi volubilidad, me dejan siempre cerca de él, como si fuese quien le manda el centro o el pelotazo largo para que él vaya, y ahí, detrás de su carrera, de su cabezazo, de su tosco enganche, de su pifiada definición contra el caño, ahí vamos nosotros, todos, a festejar infinitos goles con nuestro héroe de carne y hueso.

Barcelona – Montevideo / 24 de setiembre de 2020

Luis frena y se acongoja una vez más. Es una despedida. Con la voz quebrada, sin poder desanudar el nudo de la garganta, con su oralidad entrecortada, porque su humanidad revela que algo no está bien, desliza y sentencia: “Además de un jugador, se va un ser humano que tiene sentimientos”.

A pesar de que no lo conozco como quien conoce a un vecino o un compañero de generación de estudios, aunque nunca he compartido tiempo con él en alguna comilona, en un vestuario o en la redacción, sí conozco ese rictus de seriedad y tristeza, esa mochila de angustia, que mañana o pasado quedará olvidada, cuando tus caderas prodigiosas vuelvan a parir otro gol con tu nueva piel, cuando en tu nueva casa tu familia se acomode, como cuando te acomodás para aguantar la tacada y sacar el derechazo y se te desenrolla la sonrisa como se te desataba la moña en el patio de la escuela.

Valladolid - Florida / 22 de mayo de 2021

Luis, ya campeón -su quinta Liga en siete campeonatos que jugó en España, y la primera con Atlético de Madrid-, sigue conmocionado después de llorar virtualmente junto a su familia, y vuelve a llorar frente a las cámaras. “Es difícil, después de la situación que le tocó vivir a uno. Empieza la temporada de la forma como me menospreciaron, y el Atlético me abrió las puertas para seguir demostrando que uno quiere estar vigente, y por eso siempre estaré agradecido a este grandísimo club”.

Barcelona – Montevideo / 24 de setiembre de 2020

A veces resulta extraño, pero no ajeno, advertir que estamos siendo testigos directos de una historia que en el presente ya está siendo vivida como algo épico. Luis Suárez se fue de Barcelona FC, el club, y la ciudad, tan distantes, con los que soñó desde muchachito siendo campeón de 13 campeonatos en seis temporadas (una Liga de Campeones, un Mundial de Clubes, una Supercopa de Europa, cuatro Ligas de España, cuatro Copas del Rey y dos Supercopas de España).

Luis Suárez se fue del Barça como el tercer goleador de la historia del club, habiendo anotado 198 goles en los 283 partidos que jugó. Hay bastante de desprecio y arrogancia de parte de los ejecutantes de su despido en el marco de un presente apto, y pleno de expectativas futuras, un pasado reciente lleno de gloria y la vigencia de un contrato laboral que unía al goleador con el club.

Valladolid - Florida / 22 de mayo de 2021

Luis Suárez llegó a Atlético Madrid y fue campeón con innegable incidencia en la obtención del título, sacando a su equipo de los pelos en los dos últimos encuentros cuando la angustia nos ganaba, cuando el campeonato entró en la “zona Suárez”, tal como lo definió su técnico, Diego Simeone, quien lo pidió, quien lo trajo, quien confió en que sería un engranaje de este acto de justicia poética. Hizo 21 goles en los 31 partidos que pudo jugar de los 36 de su equipo.

¡Qué destino el de Suárez! Siempre a él. ¡Siempre! Sospecho que en la vida, desde la separación de su padre, de su tierra, de su novia, se ha tenido que rearmar. Inevitablemente, en su vida, en el fútbol. Siempre: rodilla, menisco, mordisco, lo que sea. Y siempre, siempre gana, siempre puede, siempre lo hace. Y lo hará.

Lo hizo.

Aquí y ahora, allá y ayer, Luis es el mejor de mi mundo, el mundo que cambia todos los días, el mundo que es como un partido de fútbol, con caras serias, sonrisas, responsabilidades, éxitos, fracasos y sublimaciones.

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