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Dominique Knüppel y Pablo Defazio, durante un entrenamiento. (archivo, julio de 2021)

Foto: Fernando Morán

En una ciudad del otro lado del mundo

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Tokio nos queda lejos, tan lejos como quedan estos Juegos Olímpicos de otros que hayamos disfrutado antes.

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Leído por Andrés Alba.
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En la tribuna alguien aplaude. Pero es alguien en singular. En un mar de asientos vacíos, son muy pocos los que tienen posibilidad de asistir en vivo a las competencias. Son, en su mayoría, dirigentes de los Comités Olímpicos nacionales. Los periodistas también pueden estar, pero aplauden menos y sobre ellos pesa un sistema de reservas que, con 24 horas de anticipación, otorga autorización o no para asistir a los eventos. Por lo demás, solamente las personas que trabajan en la organización pueden concurrir a los escenarios de competencia. El estado de emergencia privó al público japonés de sus Juegos Olímpicos.

Para deportes como el judo y la natación, en los que son varios los miembros de una misma delegación que compiten día tras día, el apoyo llega desde la tribuna con el aliento de compañeros y colegas que están ahí para competir también, un rato antes o un rato después. Es lo más parecido a eventos con público en Tokio.

No gastes saliva

En una cabina alguien escupe. Pero es alguien en plural, alguien que puede ser cualquiera de las miles de personas que toman parte de Tokio 2020. La obligación de testearse diariamente por covid para todos los recién llegados impera durante los primeros tres días. Luego, el testeo se dilata y se vuelve obligatorio una vez cada cuatro días.

Se realizan unas 80.000 pruebas diarias de covid. El sistema de recolección de muestras funciona con cajas en todas las sedes de competencia, donde el testeado puede depositar un pequeño tubo plástico, tapado y envuelto en una bolsa también sellada, con un código de barras que lo identifica. No se hisopa a nadie, el test es una muestra de saliva que el implicado puede tomarse en la habitación de su hotel o en donde prefiera. A esos efectos, en algunas sedes y en el centro de prensa hay cabinas dispuestas, paredes de estructura liviana como esas que componen los cuartos secretos de muchas mesas electorales. No hay que depositar un voto ni un sobre, pero hay que depositar saliva en un tubo de ensayo, que va a parar a esa urna. Un voto de confianza de que cada día el resultado seguirá siendo negativo para poder seguir dentro del selecto plantel de los Juegos Olímpicos.

Ninguno de los extranjeros puede utilizar el transporte público durante los primeros 14 días luego de su llegada. Tras este tiempo, sólo periodistas pueden moverse libremente por la ciudad. Los deportistas quedan siempre confinados a las sedes de competencia y la villa olímpica. Sin público y sin su gente circulando por la ciudad libremente, un evento tras bambalinas.

Las antípodas

En aguas tormentosas, una velerista está concursando en su segunda participación olímpica. Son las aguas que quedan en el punto opuesto del mundo a aquellas en las que aprendió a navegar y en las que habitualmente entrena. Dolores Moreira se sube a uno de los tres botes celestes que están en Japón. El otro a vela es el de Nacra 17, que conducen Pablo Defazio y Dominique Knüppel, mientras que a remo llevan su bote Bruno Cetraro y Felipe Klüver. Uruguay vibra con ellos, se mete al agua un rato y hace un esfuerzo por comprender deportes que sólo reciben atención una vez cada tanto.

En un avión, algunos ya vuelven a casa. Son dos los deportistas uruguayos que ya han completado su participación: Nicole Frank y Mikael Aprahamian. La más chica de la delegación saltó a la piscina y nadó en el segundo mejor registro de su corta carrera. Su primera experiencia olímpica le dejó un sueño cumplido y mucho trabajo por delante para cumplir el próximo.

La gimnasta estadounidense, Simone Biles, en la barra de equilibrio, en el Centro de Gimnasia Ariake en Tokio.

Foto: Loic Venance, AFP

Aprahamian también se anotó su debut olímpico y lo hizo batallando dentro de un tatami, ese cuadrado de superficie acolchonada que recibe las caídas de los judokas combate tras combate. Fue duro de tirar, Mikael. Finalmente cayó y vendió cara su derrota. “Deporte de alto rendimiento. Hay que convivir con esto todos los días y es parte del proceso”, dice sobre la lesión que le produjo la acción en la que perdió. Un desgarro. Lo que no está roto es su ánimo, a prueba de todos los golpes que en el camino le han dado. Como cuando quedó fuera de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro a último momento, perdiendo su cuota continental y debiendo esperar cinco años más para lograrlo. “Estoy contento con lo que planteamos con el entrenador. Sentí que estamos a nivel. No sólo se trata de venir a una Olimpíada sino de saber que podemos competir”, comenta, ilusionado con una próxima oportunidad. Luchó en la casa mundial del judo, en la tierra donde este deporte nació, y honró esas raíces con su actuación.

Los deportistas son los más castigados por las restricciones pandémicas. Cuidado extremo en todo momento, poca posibilidad de disfrutar de la interacción habitual en la villa olímpica y sus espacios comunes, y la exigencia del Comité Organizador de abandonar Japón transcurridas 48 horas desde su última prueba. Nicole y Mika ya volaron.

Simone dice

En una conferencia de prensa, una estrella se quiebra. Un rato antes, el suyo, uno de los nombres señalados al éxito eterno, demuestra sobre el escenario de competencia que la gimnasia artística también es una cuestión de preparación mental. Simone Biles saltó en el primer aparato de la rotación de la final por equipos. Su ejecución fue pobre, el puntaje fue bajo y la deportista se vistió para no volver a subirse al área de competencia. En cambio, desde un costado alentó a sus compañeras, que hicieron grandes esfuerzos para conseguir la medalla de plata prescindiendo de su estrella. Rusia recuperó el dominio en la gimnasia femenina por equipos y completó el doblete que había iniciado el equipo masculino el día anterior.

Frente a los micrófonos Biles no esconde, no oculta, y llama la atención sobre los pensamientos que ocuparon su mente a la hora de salir a competir. “Después de mi actuación en salto, pensé que era mejor si daba un paso atrás y dejaba que mis compañeras hicieran el trabajo, y lo hice. Consiguieron una medalla de oro para mí como luchadoras, porque nunca se rindieron y mostraron al mundo de lo que son capaces”, dijo la gimnasta más famosa del mundo. La decisión es extraña, genera controversias, pero principalmente pone sobre la mesa un tema trascendente: ¿cuál es el precio de la gloria?

“Simplemente no confío en mí tanto como lo hacía antes. No sé si es la edad. Estoy más nerviosa cuando hago gimnasia y siento que no me divierto tanto”, explicó antes de romper en llanto. La salud mental también es salud. Biles sufrió una lesión en el momento señalado, su ánimo no le permitió mantener el foco en la competencia y, con mucho coraje, tomó su decisión. “La gimnasia no lo es todo y hay más en la vida que esto, así que no estoy demasiado preocupada por lo que pasó”, confesó. Tras ese episodio en la noche del martes japonés, Biles dijo que se prepararía para las finales de all-around individual y las finales por aparatos. La historia todavía está por ser contada.

Es la onda

En un ómnibus, camino a alguna de las tantas sedes, un periodista redacta algunas líneas, las deja inconclusas y volverá a ellas más tarde o en próximos días. Las múltiples horas de transporte diario aseguran el tiempo disponible para la tarea. Los Juegos Olímpicos de Tokio no tienen un parque olímpico, un predio donde estadios de múltiples disciplinas converjan para un rápido acceso de uno a otro. En vez de esto, se vuelve necesario tomar el sistema de transporte de los Juegos –recordemos que el transporte público está vedado–. El horario se cumple, pero la conexión es poco eficiente. Transporte punto a punto, sin paradas intermedias y con el Centro de Prensa como punto de referencia de todas las líneas de ómnibus. Los Juegos Olímpicos para un periodista en Japón son eso que pasa mientras está subido a un ómnibus cambiando de sede, al tiempo que escribe estas líneas.

Lo que queda para Uruguay

Las competencias de vela se completarán el 3 de agosto. Dolores Moreira navegará en la medianoche del viernes por última vez, ya que no accederá a la medal race que se disputará en la madrugada del 1º de agosto.

Pablo Defazio y Dominique Knüppel navegarán jueves, sábado y domingo. Si quedan entre las mejores diez parejas, el martes 3 de agosto en la madrugada competirán en la medal race.

Los remeros disputarán este miércoles su última regata para conocer su colocación final.

Enzo Martínez competirá en natación a las 7.00 del viernes 30.

La primera en debutar en atletismo será Deborah Rodríguez el jueves a las 21.55 en las series de 800 metros. Luego Emiliano Lasa saltará el 31 de julio buscando un lugar en la final y María Pía Fernández correrá en 1.500 metros el 1º de agosto.

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