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Sabina Bello.

Foto: Alessandro Maradei

Sabina Bello: la profesional de siempre

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Jugadora, entrenadora y militante; son muchos los espacios en los que entrega su trabajo y dedicación para un mejor básquetbol.

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Llegó caminando por el barrio, pateando el sol que asomaba tímido a entibiar la tarde de invierno. El día a cuestas y el cansancio que no tapaba la felicidad de seguir con la rutina de disfrutar haciendo lo que le gusta. A sus 32 años, Sabina Bello es una de las grandes figuras del básquetbol femenino de Malvín y entrenadora en las formativas del playero. Además, labura en un club de niños e integra la directiva del gremio de Basquetbolistas Uruguayos Asociados (BUA). Hizo historia al formar parte del selecto grupo de tres jugadoras que firmaron por primera vez un contrato profesional en nuestro país.

¿Cómo se enteraron que pasaban a ser profesionales?

Fue muy fuerte. Sabíamos que en algún momento iba a pasar. Nos proyectábamos porque tenemos conocimientos de la tendencia que hay en el mundo, tanto en el básquetbol como en otros deportes. Veíamos que en algún momento iba a llegar, pero no nos imaginamos que fuera ahora. Malvín era el club indicado para dar el paso, por la historia, el proyecto que tiene y porque estaban las condiciones dadas. Nos llamaron a una reunión a Florencia [Somma], a Fiorella [Martinelli] y a mí. Nos hicieron parte, nos contaron y lo vivimos como un reconocimiento después de jugar muchos años sin una retribución económica. Fue un orgullo tremendo. Me alegró un montón que fuera con ellas dos, porque además de compartir cancha tenemos una relación casi de hermanas, vivimos este camino juntas. Empezaron por nosotras por una cuestión de minutos, experiencia o lo que somos para el plantel, pero la idea es que cada vez haya más contratos.

Las jugadoras que firmaron son funcionarias del club, ¿cómo tomaste las críticas al respecto?

Es parte del proceso, lo de ser profesionales recién está empezando. La buena noticia es que hay sponsor y presupuesto para destinar al plantel de mayores del básquetbol femenino. Si es poco o mucho es un tema que se va a ir ajustando, pero como primer paso es importante. Yo soy funcionaria del club, lo del básquet me ingresa aparte y es porque se vendió nuestro producto; lo televisan, sale en los portales y diarios, se llenan las canchas. A partir de ahí aparecieron empresas a apoyar y apostar, es totalmente aparte a la economía de la institución social. Es la manera de arrancar, la idea es que crezca y se potencie.

¿Cambió algo en la dedicación de ustedes al deporte?

Sigue siendo lo mismo, no podemos entrenar más de lo que entrenábamos. El cambio va a ser a largo plazo, cuando las jugadoras más chicas perciban un sueldo mayor que les permita dedicarse de lleno. Las grandes a esta altura no vamos a dejar de trabajar en otras cosas, sabemos que la carrera no la vamos a estirar mucho más. Además, como esto recién empieza, los sueldos no dan para vivir en exclusividad de jugar al básquet. El tiempo que le dedicamos es el que podemos, que de todas formas es mucho y suficiente. Si esto pasaba hace diez años me hubiera podido desarrollar de otra manera. Siempre tuve los objetivos claros de dedicarme al máximo y poder salir al exterior, como por suerte sucedió [NdR: Jugó en Rocamora de Argentina]. Para eso sabía que tenía que prepararme más allá del contexto de la realidad uruguaya. Entrenaba a morir, pero la motivación no era la misma.

Foto: Alessandro Maradei

Defensor Sporting también profesionalizó parte del plantel. ¿Creés que otros clubes pueden alcanzarlo?

Es cuestión de que cada institución lo ponga como objetivo. El deporte femenino está creciendo, moviendo, la sociedad está cambiando. Hay clubes que ni siquiera tienen un chip de armar un proyecto profesional a futuro, no se deja nada de lo que entra del masculino para invertir en las mujeres y que a la larga tenga sustento propio. Si lo quieren hacer, lo van a tener complicado, pero estoy segura de que lo van a lograr.

Que aumente esa distancia entre clubes profesionales y amateurs no es bueno...

No le hace bien al crecimiento. Con la BUA presentamos un proyecto de competencia para separar la Liga Femenina, que jueguen los que apuntan a ser profesionales por un lado y en el otro los que lo toman de una forma más recreativa, para darle espacio al deporte. No quiere decir que esto último esté mal, sólo es diferente. Acá todos los que quieren presentar un equipo de mujeres van a un mismo torneo; en el masculino, si se juntan diez hombres de la nada no van derecho a la Liga Uruguaya, tienen que cumplir ciertos requisitos que van más allá del nivel. Hay clubes en femenino que no tienen formativas y eso no los proyecta a crecer. Está bien que se quieran quedar en ese lugar si lo desean, pero se está generando un problema en la competencia interna que lo vamos a tener que atacar, porque tener partidos de 100 puntos de diferencia no le sirve a nadie. También hay que tener paciencia, todavía no hay jugadoras para armar diez equipos profesionales. Hay muchas niñas que quieren llegar a serlo, tenemos que esperarlas y proyectar para cuando estén prontas.

¿Cómo llegaste a la BUA?

Me llamó Mateo Sarni cuando se rearmó el gremio. Incluyeron al femenino por primera vez y me encantó la idea. Estaba con mil cosas en la cabeza pero me sumé, lo tenía que hacer, no podía desaprovechar la oportunidad. Intentamos integrar y hacer socios a los jugadores de ambas ramas. Más allá de que hay muchas cosas para hacer por el básquetbol globalmente, las mujeres que estamos en la BUA trabajamos por el femenino, tratando de acercar chicas y apuntando a un montón de aspectos que hay para resolver, sabiendo que el masculino está más adelante. Las adultas están involucradas, cuando hay que solucionar algo intentan aportar, decidimos hacia dónde ir de forma democrática.

“Está a la vista la inequidad que hay en la forma en la que se desarrollan los [basquetbolistas] hombres a diferencia de las mujeres”.

Junto a Josefina Rivera fueron las primeras mujeres en el gremio, ¿cómo las recibieron?

Para la igualdad de género la gente se tiene que formar. Muchos vienen con una idea instalada de que no le va a salir del corazón cambiar porque sí. Hay que informarse, formarse, enterarse. Para nosotras es una oportunidad de cambiar la cabeza del ambiente del básquet. Por más que hay cosas que las tenemos que estar marcando, en la directiva de la BUA hay apertura y buena disposición. Es un proceso que estamos transitando. Está a la vista la inequidad que hay en la forma en la que se desarrollan los hombres a diferencia de las mujeres. Es bastante fácil identificar, entender y luchar alineadas desde el lugar en que cada una pueda ser parte. Hay un cambio cultural en el mundo que se ve reflejado en Uruguay. La mujer está tomando otro lugar en un montón de ámbitos que van mucho más allá del deporte. Cuanto más se apoye al femenino, mejor nos vamos a desarrollar, va a ser más lindo vernos jugar y ahí va a aparecer más dinero. Es una cadena. Por suerte ya empezó, espero que a partir de ahora sea todo crecimiento.

Foto: Alessandro Maradei

¿Sienten apoyo de la Federación Uruguaya de Basketball (FUBB)?

Creo que lo fuimos ganando. Hace diez años había cosas obvias que las teníamos que pedir por favor. Ahora a nadie se le ocurriría decir que la selección uruguaya no participe de un Sudamericano, se arma un escándalo, antes pasaba seguido. Lo veo como un aprendizaje de todos. Los dirigentes de la FUBB vieron que puede crecer el básquetbol femenino y apoyan. Por más que no lo hagan por un sentido de justicia o de equidad, es la tarea de ellos, no les queda otra.

“Esto realmente va a explotar en diez años. Hoy convivimos las sobrevivientes con las que recién empiezan”.

¿Qué sentís al ver el crecimiento que tuvo el básquet femenino durante tu carrera?

Las primeras ligas de mayores que jugué eran muy tristes. Casi no existía difusión, había que sacar motivación desde muy adentro. Este crecimiento hace que sea más fácil elegir el básquetbol. Para nosotras es un disfrute constante que nunca imaginamos, siempre hay algo nuevo y vamos dando pasos: canchas llenas pagando entradas, la televisación de todos los playoffs o de una primera fecha de torneo. Es increíble, sorprende. Lo disfrutamos por las más viejas que luchamos tanto tiempo, pero sobre todo pensando en las que vienen de abajo. Hay que hacer ese recambio generacional con paciencia. Hay una franja de mayores cercanas a los 30 y otra de gurisas de menos de 20, el resto se perdió en el camino. Esto realmente va a explotar en diez años. Hoy convivimos las sobrevivientes con las que recién empiezan.

¿Ayuda que se hayan diversificado las ganadoras de los últimos años?

De los últimos 23 torneos, Malvín ganó 20, no es sano. Cuando llegué, arrancaba el torneo y sabíamos que íbamos a ser campeonas, las distancias eran muy grandes. Además, cuando una jugadora se destacaba o quería dedicarse 100% al básquet tenía que venir a Malvín, era el único lugar en que había preparador físico, nutricionista, psicólogo y todo lo que se necesita para crecer. Nuestra oposición real era cuando salíamos a torneos internacionales o jugando con varones. Siempre algo sobraba y era difícil dar el máximo esfuerzo. Un año nos dividimos en dos planteles porque éramos muchas, y la final fue Malvín A contra Malvín B. No había chance de perder, no era vistoso ni un espectáculo atractivo. La primera vez que perdimos fue cuando se presentó Goes, con Victoria Pereyra como estandarte. Igual salimos campeonas, pero ya no fuimos invictas, a partir de ese torneo empezamos a ser conscientes de que teníamos que hacer un poquito más porque ya no era suficiente. En cierto punto nos sirvió a nosotras y al básquet en general. Cuando salió campeón Bohemios, nos afectó tanto que al enero siguiente ya estábamos todas encarnizadas viendo qué había para corregir y mejorar, haciendo lo necesario para crecer.

Foto: Alessandro Maradei

¿Qué objetivos tienen para esta temporada?

Queríamos arrancar, fue larga la espera con tanta pausa por la pandemia. Tenemos muchas ganas de revertir lo del año pasado, que perdimos la final con Defensor. Cada torneo que empieza lo jugamos a morir, apuntamos a ser campeonas. Además, estamos ansiosas por la Liga Sudamericana. Hace varios años que no vamos a competir internacionalmente. Las grandes ya lo hemos vivido, pero para las más chicas va a ser una experiencia nueva. Hay mayor nivel, los clubes se refuerzan con extranjeras, llegan muchas norteamericanas o incluso alguna europea, todo eso jerarquiza el certamen [Al día de hoy, algunos clubes fueron notificados extraoficialmente de que la competencia volverá a suspenderse en 2021].

“En la cuarentena descubrí una forma de vivir sin la presión de la competencia y me gustó”.

¿Te ves en el básquetbol en diez años?

No lo tengo claro. Tengo sentimientos encontrados. En la cuarentena descubrí una forma de vivir sin la presión de la competencia y me gustó, lo disfruté mucho. Cuando cortamos todo por la pandemia me enloquecía, lo trabajé en terapia. Después encontré cosas para hacer y pude ser feliz sin el básquet, me hizo un clic la cabeza. Soy entrenadora, pero no sé si voy a seguir toda la vida o si me voy a vivir en Rocha tirada en la playa. La competencia es linda, pero es intensa y hay que saber llevarla. Tiene muchos altibajos emocionales, pasás de la felicidad a la casi depresión, todo muy rápido. Por suerte, tengo herramientas para trabajarlo y elegir bien.

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