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El uruguayo Yonnathan da Cunha compite en la prueba ciclismo BMX freestyle, en Asunción (08.10.2022). · Foto: Martín Crespo, EFE

El uruguayo Yonnathan da Cunha compite en la prueba ciclismo BMX freestyle, en Asunción (08.10.2022).

Foto: Martín Crespo, EFE

Entre medallas, buenas actuaciones y una lesión grave: así fue el fin de semana celeste en los Odesur

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Yohnatan da Cunha nació y creció en Montevideo rural. Comenzó a practicar BMX porque su hermano lo hacía, pero a diferencia suya él nunca lo dejó. Anduvo por el mundo dando espectáculos, incluyendo meses en los que estuvo por China. Juntó unos mangos haciendo lo que amaba y aprendió a soldar para construirse su propio lugar de entrenamiento en la casa. Ahora trabaja en el ex Mercado Modelo, donde tienen las rampas para entrenar. Allí tiene una escuela de BMX para todas las edades donde enseña lo que hace los domingos de mañana.

“Hace años que estábamos buscando participar en estos eventos”, dijo Da Cunha refiriéndose a los juegos del ciclo olímpico, luego de participar en la final del BMX Freestyle en Asunción 2022. Cuenta que la ronda final lo agarró en pleno disfrute, tanto que no pudo contener una sonrisa permanente, que se le escapaba de la cara. Yohnatan dice que disfrutar así le jugó en contra, porque le costó concentrarse en sus rutinas, pero ¿quién le quita lo bailado? En la misma final compitieron Daniel Dhers, un venezolano campeón olímpico, el brasileño Guillem Navas, alias Bala Loka, campeón de los X Games, y dos argentinos referentes en la disciplina. Uno de ellos, José Torres, fue campeón de esta edición. Como para no sonreír sin parar.

Da Cunha voló alto con sus trucos, fue séptimo en Sudamérica y seguirá haciendo y difundiendo lo que tanto ama, en una bici pequeña sin frenos y sin cambios, porque nada de eso hace falta para dar vueltas en el aire.

En síntesis

Lo mejor que Víctor Rostagno sabe hacer como gimnasta sin necesidad de un aparato se expone en un minuto y sobre 12 metros cuadrados de suelo. Allí sintetiza una rutina que entrena durante meses, con saltos mortales, tirabuzones y paros de mano que aprendió a conectar uno tras otro durante años; trucos que el resto de los mortales rara vez podríamos hacer por nuestra cuenta. De los que nos gusta ver por televisión en los Juegos Olímpicos. Su entrenador se llama Mario Martínez y define a la figura: “Tiene un mérito que es invaluable. Hay cosas que no se ven, que las consiguió él con su desempeño, con mantenerse en el deporte, estar, persistir, crecer a pesar de estar solo en nuestro medio. Ha logrado muchísimo porque, a través de él, Uruguay se hizo conocer en la gimnasia internacionalmente”. Martínez recuerda que su deportista tiene más de diez medallas internacionales, y que antes de que la pandemia suspendiera todo consiguió al menos una por año durante seis años.

Pero el control absoluto no existe, y en el último apoyo de una rutina para el mejor recuerdo, luego de que su cuerpo diera varias vueltas sobre su propio eje durante un salto que lo puso patas para arriba y de vuelta en pie, se produjo la peor imagen.

El aterrizaje parece perfecto, pero no hay tiempo para aplaudirlo, algo salió mal y el murmullo se apodera del ambiente en señal de conmoción. “Sentí que el pie cayó, pero que la rodilla seguía girando. Además del sonido que hizo la rodilla, sentí un fuerte dolor y un calor que no me dejó ni apoyar ni estirarla”, cuenta minutos después de ser retirado con ayuda y con hielo sobre su rodilla derecha. “Se notó que fue algo bastante importante porque nunca suele quejarse y terminó cayendo con un gesto de dolor”, dice Mario.

Minutos después los sentimientos se mezclan, como un trago sabroso, que enseguida cae mal. Hay tristeza y orgullo, dice Martínez. “Terminó una serie, mostró lo que tenía y la gente vio que no había ningún problema para haber quedado en el podio perfectamente”, dijo el entrenador.

“La tristeza es muy grande porque nadie sabe lo que vale esta medalla para nosotros. El esfuerzo es grandísimo. Realmente hay una disparidad de condiciones en trabajo, entrenamiento, medio y cultura de la gimnasia. Llegar acá es meritorio”. Rostagno coincide; según sus cuentas, sin ese final accidentado la medalla de bronce al menos era suya, y tal vez también la de plata. En una categoría en la que el oro se lo colgó el brasileño Arthur Nory, medallista olímpico en Río 2016, Rostagno dio espectáculo y estaba para salir con él en la foto.

“Esto nos asusta porque es desprevenido. Podemos torcernos tobillos, dedos o tener dolor de hombros, pero la rodilla es más delicada. Más aún las rotaciones sin que el pie se mueva. Estoy asustado por lo que pueda ser”, decía entonces el medallista sin podio.

Las noticias al día siguiente confirman el panorama de pesar que se generó el día anterior. Víctor se rompió el ligamento cruzado anterior y le llevará una cirugía y varios meses de trabajo recuperarse para volver a competir. En el camino podría perderse el prepanamericano en marzo de 2023, y por lo tanto podría faltar a la cita de máximo nivel continental: los Juegos Panamericanos de Santiago. También se perdió la final de salto el sábado, otra prueba en la que era favorito a una medalla, en su aparato preferido.

Un minuto en 12x12 sintetiza todo lo que Rostagno ha aprendido en su vida de gimnasta, y allí una rodilla mal apoyada acaba de sellar el destino de los próximos meses y de lo próximo que deberá aprender: a recuperarse. Lo que una lesión no podrá definir es la clase de gimnasta que Víctor es. Para eso está su entrenador: “Siento orgullo porque es un gladiador. Es un verdadero campeón. Un guerrero de la garra charrúa que se abrió paso en la jungla en este deporte para Uruguay, y sigue ahí”. Y seguirá.

Lo que ellas quieren

Hay historias que antes no pudieron ser contadas. Oportunidades que no existieron y que ahora están abiertas para ser tomadas por deportistas jóvenes que, transitando el amateurismo, ofrecen y ofrecerán alegrías y festejos. Hay vidas posibles de ser vividas como nunca antes pudieron serlo, porque la institucionalidad no ofrecía el espacio necesario, porque un capricho cultural histórico, ratificado por ejemplo en la primera carta olímpica, no tenía antojo de que así fuera. Pero mucho más cerca en el tiempo, porque un país como Uruguay, con vasta cultura deportiva, todavía no abría sus puertas a que las mujeres pudieran practicar, conformar sus equipos, competir y soñar con ser campeonas.

La selección femenina de básquetbol acaba de ganar su primera medalla a nivel de 5x5. “Es historia. Por primera vez le ganamos a Chile y a Bolivia en mayores y conseguimos una medalla”, dijo Lucía Schiavo. “Con todo el trabajo que se ha venido haciendo, de a poco se van viendo los resultados y estamos muy contentas”, agregó.

Es un gran paso para las dirigidas por Alejandro Álvarez, el seleccionador celeste, que tiene en su cabeza un proyecto de desarrollo hasta 2032, cuando debería poder estructurarse un seleccionado capaz de competir contra las mejores de Sudamérica, como Brasil y Argentina, que no vinieron a este torneo.

Nadie se engaña, todas saben que este tercer lugar del podio no quiere decir que Uruguay sea tercero en el continente, pero sí demuestra un gran progreso. “Nos ha tocado a muchas representar a la selección y perder; trabajamos mucho para esto y creo que nos lo merecemos”, decía Aldana Gayoso tras vencer a Bolivia, resultado que aseguró el bronce. Gayoso, quien fuera Jugadora más valiosa de una Liga Femenina ganada por su club, Defensor Sporting, valoró el momento: “Creo que como equipo estamos aprendiendo a ganar. Tenemos un poco de inexperiencia y hubo nerviosismo. Cuando venís torneo tras torneo perdiendo es realmente difícil creer. Pero nos pusimos la meta de creer, confiar en nosotras, y siempre es lindo ganar con la selección”.

“Aprender a ganar después de que se acorta la brecha física es lo más difícil”, sostiene el Gallego Álvarez, quien también aseguró que subirse al podio “significa muchas cosas que van más allá de la medalla de bronce”. Su orgullo es haber acortado la brecha con rivales de mayor nivel, a los que él visualizaba que llevaría más años poder enfrentar y vencer para la selección celeste, hasta hace pocos años la última de Sudamérica. “Esta medalla es para todos”, dice Álvarez y se refiere a instituciones como la federación y el Comité Olímpico, entrenadores y entrenadoras, entre los que destacó a Juan Pablo Serdio, “primer entrenador de selecciones femeninas”, y también para el grupo de referentes que lideró la rama femenina durante los primeros años, “que si no fuera por ellas no existiría el básquetbol femenino que hoy tenemos”.

El proyecto de construir selecciones competitivas seguirá, y ya se está gestando desde los clubes y la competencia de formativas, como también desde la Liga Femenina de Básquetbol. “Vamos a tener en pocos años jugadoras de más de 1,80 metros, que hoy cuesta encontrar en estas generaciones. Esto recién arranca”, dice Álvarez, quien destaca haberse posicionado entre los mejores cuatro países en formativas recientemente, y la competitividad de la selección mayor. “Competir a nivel internacional, para que estas jugadoras sigan teniendo más partidos, más información, es la única forma de crecer y que sigamos acortando esa brecha con las que hoy son mejores”, concluyó.

En otro orden

El fútbol femenino asistió a este evento con su selección sub 20, porque así son las reglas para jugar en Asunción. Con los dos partidos del grupo ya jugados, en los que vencieron a Argentina y Colombia, Uruguay ha confirmado que las nuevas generaciones traen calidad y capacidad de obtener resultados. Ahora, con la plata asegurada, deberán jugar el martes frente a Venezuela para buscar ser las mejores de este torneo hexagonal que convocó también a Chile y Paraguay.

La misma noche en que consiguieron vencer 2-0 a Colombia fueron a ver y alentar a sus compañeras basquetbolistas. En el centro de la cancha de la Arena SND de Asunción, en un círculo de abrazo apretado y calor humano, saltaron, cantaron y festejaron los logros de todas. Fue un abrazo entre dos planteles de mujeres, de los dos deportes más populares de un país que décadas atrás ni siquiera ofrecía, a las que quisieran, la oportunidad de vestir esta camiseta. Celebraron juntas ser medallistas sudamericanas por vez primera, el esfuerzo, el premio al trabajo y el alivio de tener en la mano lo que alguna vez soñaron.

Las selecciones femeninas de handball y hockey sobre césped tienen, por su parte, una historia más cargada de competencias y logros. En handball Uruguay ha disputado mundiales y se propone en este ciclo volver a hacerlo, recobrar el nivel perdido en relación a rivales continentales. Uruguay derrotó a Chile, pero luego acumuló tres derrotas. Contra Brasil, en un partido parejo y disputado; contra Paraguay, la selección local, contra un estadio abarrotado de albirrojos con gritos ensordecedores, y contra Argentina, en la más pareja de las contiendas que las albicelestes pudieron resolver apenas al final, por 22-20. “Jugamos con todas las rivales de igual a igual y nos quedamos a tres goles de la medalla, pero el torneo fue todo crecimiento”, dijo este domingo la golera Agustina Modernell. Se acabó con cada una de esas derrotas el objetivo de subirse al podio, pero se obtuvo el medio cupo necesario para pelear en un repechaje contra una selección centro o norteamericana por un lugar en los Juegos Panamericanos de Santiago. “Realmente queríamos esa medalla y se nos escapó por muy poco, pero confío en que este equipo tiene muchísimo para dar”, agregó Modernell mirando hacia próximos objetivos.

Jugarán en noviembre un Premundial, en realidad llamado Sur-Centroamericano, que nuevamente exigirá al grupo para producir su mejor rendimiento. No es la selección de todas, es la selección de las que quisieron estar, y eso cabe aclararlo. En el camino hubo renuncias y un contexto que sería bueno conseguir replantear en el handball femenino uruguayo. Asistir a los torneos con el mayor potencial es necesario para mejorar los resultados, reconociendo que algunas diferencias pueden existir, pero sin permitir que estas impidan formar el equipo que potencie a Uruguay en el continente. Mientras tanto, el reconocimiento será para las jugadoras que estuvieron dispuestas a participar del proceso, con su tiempo, con sus horas, con su cuerpo entregado al esfuerzo de chocar una y otra vez contra la defensa rival, de parar como se pueda cada ataque en contra. Sobre esos valores se construye la pertenencia, tan necesaria.

Sobre un césped de color azul, otra de las selecciones que está construyendo su historia se jugará este lunes un partido importante contra Chile. Las Cimarronas representan a un deporte que tradicionalmente es femenino en Uruguay. Juegan al hockey y nunca jugaron un Mundial de mayores. Ahí está el sueño, jugar un Mundial. Este año las sub 20 se pararon en cancha por primera vez en un Mundial juvenil, así que el camino viene siendo transitado. La construcción de ese equipo mundialista que se sueña está en proceso, o eso esperan sus gestores, y sus jugadoras. El objetivo esta vez es volver a la final de unos Juegos Odesur, como en Cochabamba 2018, cuando quedaron detrás de Argentina en el podio.

Este lunes a las 17.00 será una final contra Chile, en busca de una victoria necesaria para acceder nuevamente a la definición y mandar a pelear por el bronce a las diablas, conjunto que este año acaba de jugar el Mundial en Holanda. El pasado jueves las celestes estuvieron cerca de obtener un empate contra Argentina, pero no lo lograron, fue 0-1. Que la revancha sea inmediata, en este mismo torneo, dependerá del resultado del lunes.

Facundo Castro, desde Asunción.

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