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Plaza de deportes 1, en la Ciudad Vieja.

Foto: Natalia Rovira

La plaza de deportes 1 es gestionada en conjunto entre vecinos de Ciudad Vieja y la IM

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Desde el espacio han generado enlaces con hogares del INAU, organizaciones civiles, escuelas primarias y de básquetbol. También trabajan con instituciones de Udelar en el marco de diferentes proyectos de extensión.

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Al sur del sur, en una de esas caras de Ciudad Vieja que no mira al mar porque lo impide el puerto, una plaza hace historia desde comienzos del siglo XX. Ubicada entre Juan Lindolfo Cuestas y la rambla Monteverde, frente al antiguo hotel Nacional, se encuentra la que supo ser la primera plaza de deportes de nuestro país, producto del impulso del primer gobierno batllista.

Podría decirse que pasó mucha agua bajo el puente. O pies sobre el cemento, para ser exactos. Pies y pelotas, pelotas y manos. Entre ellas, sueños de los buenos, como los que tiene un niño jugando, y de los no tanto, como los que pierde una persona sin hogar. Sobre 2010, lo que quedaba de la plaza se parecía más a lo segundo. Las estructuras estaban deterioradas y eran habitadas por quienes no tenían donde vivir. En busca de nuevos y mejores horizontes para el barrio, en 2014 surgió el colectivo Comisión Plaza Uno, integrado por vecinos y vecinas que comenzaron a reunirse y organizar actividades, y tras idas, vueltas y varias negociaciones consiguieron que la Intendencia de Montevideo (IM) se encargara de refaccionar el lugar.

Hoy el resultado de tantas tardes de esfuerzo y debate está a la vista. Niños corren sobre el césped, algunos más grandes juegan un 21, otros se preparan para comenzar una clase de boxeo, mientras a unos pasos madres y abuelas comparten mates. Entre tantos, Javier Peña camina, saluda y conversa. El profesor de Educación Física, que trabaja con la IM desde hace 28 años, llegó a la plaza en marzo de 2021 y desde entonces se ha convertido en un referente. Con orgullo cuenta a la diaria que allí han implementado un modelo de gestión compartida y abierta, en donde “90% de las cosas que se hacen son a nivel comunitario”.

Quienes lo busquen podrán encontrarlo los martes y jueves. Durante ambos días se dedica a asistir a diferentes grupos de entrenamiento, o incluso a personas en particular. Un ejemplo es el de Eduardo Barbosa, un joven que hace calistenia en la plaza desde hace un año y medio, al que Peña le marca de forma personalizada las rutinas. Barbosa suele ir alrededor de dos horas y coordina el encuentro con él a través de Whatsapp. Además de esa atención, el muchacho confiesa a la diaria que valora el buen ambiente que tiene el espacio desde que la IM lo intervino y asegura que crecerá cada vez más. Según relata, en el último tiempo se han acercado personas de otros barrios, como Buceo y Pocitos, atraídas por las actividades que se ofrecen de forma gratuita y que no se hallan con facilidad. Pero los de afuera no son los únicos. Él, que es de Ciudad Vieja “de toda la vida”, encontró allí a vecinos que nunca había conocido.

La plaza tiene un área de juegos infantiles, dos canchas polifuncionales, una de fútbol, baños públicos y un salón para diferentes usos. También cuenta con materiales -redes de vóleibol, pelotas de básquetbol y fútbol, equipamiento para boxeo, entre otros- que pueden ser utilizados por todos. Basta con dejar un documento de identidad durante el tiempo de uso. Quienes se encargan del préstamo son cuatro guardaparques, que trabajan en duplas, de 7.00 a 15.00 y de 15.00 a 23.00.

Durante este mes, en el horario de la tarde estarán Peggy Aparicio y Jason Giles, guardaparques en la plaza desde hace cinco meses. Ambos han trabajado en distintos lugares previamente -el circuito de la plaza Independencia y la peatonal Sarandí, el Prado, Casavalle y Punta de Rieles- y destacan que lo que les gusta de este es el movimiento que lo caracteriza y la alegría de quienes lo utilizan. Aparicio cuenta a la diaria que ha tenido algunos inconvenientes a la hora de llamar la atención respecto al uso del espacio o al horario, porque algunas personas tienden a insultarla. A pesar de eso, mantiene una actitud optimista y toma a estas situaciones como oportunidades de aprendizaje, y asegura que gracias a ellas adquirió mayor paciencia y tolerancia.

Híbrida

Lo anticipó Peña: lo que caracteriza a la plaza, por sobre todas las cosas, es su búsqueda de construcción en conjunto. Quizás eso es lo que la vuelve particular, sobre todo en comparación con las gestionadas por la Secretaría Nacional del Deporte, que suelen tener complejos cerrados e incluso piscinas. Para el docente de Educación Física es importante equiparar el buen nivel, pero “intentando armonizar con otra lógica de gestión más híbrida”.

En esa línea han generado enlaces con diferentes instituciones: desde hogares del INAU y organizaciones civiles, hasta escuelas primarias y de básquetbol. También trabajan con grupos de estudiantes del Instituto Superior de Educación Física, que acuden para realizar sus primeras prácticas preprofesionales, o de las facultades de Psicología y Arquitectura de la Universidad de la República, que se acercan en el marco de diferentes proyectos de extensión. Quien guste curiosear, puede buscar en internet un trabajo final de grado titulado “La plaza de deportes 1 en la Ciudad Vieja: agenciamientos en Montevideo, Uruguay”, escrito por el licenciado en Psicología Nicolás López.

En la interna, la cogestión se da a partir de una Comisión Administradora, integrada por concejales de deporte y vecinales, referentes del área de espacios públicos, una comisión de jóvenes, y vecinos y vecinas. Esta se reúne cada 15 días para tratar las situaciones que surgen semana a semana, así como problemáticas y pedidos. De acuerdo a Peña, si bien la convivencia es muy buena en general, de vez en cuando surgen algunas rispideces vinculadas al uso de los espacios deportivos. A modo de ejemplo, explica que han trabajado en que se respete a quienes entrenan sin cruzarse en la cancha, o en la responsabilidad de los que pasean a sus mascotas de juntar los residuos.

Fuera de los detalles que aún quedan por pulir, la cosa marcha. Quien se queda un rato lo observa: el movimiento se ha convertido en parte del paisaje. Los que juegan de residentes aseguran ver a entre 100 y 150 personas por día, sin contar los fines de semana, en los que el número se duplica. Si les preguntan qué es lo que más les gusta del lugar, dos palabras se repiten como un mantra: la energía.

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