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Daniel Enríquez

Foto: Alessandro Maradei

Entre elección y elección: el “continuo volver a empezar” de los gerentes deportivos de fútbol en Uruguay

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Daniel Enríquez y Leonardo Rumbo destacaron que el corto período de mando de las presidencias y las necesidades económicas son grandes obstáculos para implementar un proyecto.

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Leído por Abril Mederos.
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Corriendo de atrás a la región y al ritmo de los equipos grandes, el puesto de gerente deportivo se consolida lentamente y está cada vez más presente en los equipos del fútbol uruguayo. En diálogo con Garra, Daniel Enríquez, actual gerente deportivo de Danubio, recordó sus primeras experiencias en el cargo como gerente de Nacional: “Para mí era algo nuevo, no había una academia donde hacer cursos como hoy en día”. Señaló que en la actualidad muchos equipos apuestan por contar con alguien preparado que ocupe el puesto, aunque también hay otros que lo usan como “figura decorativa” porque “las decisiones las toman los directivos o el presidente”.

Leonardo Rumbo, ex gerente deportivo de River Plate, dijo a Garra que los equipos grandes fueron los que empezaron a darle “más forma a la tarea” y valoró que eso quizás ayudó a que los equipos chicos se preocuparan por tener un gerente deportivo. Otra de las causas que impulsó la mejora fue el aumento de los cupos de clubes uruguayos en las competencias internacionales: “Clasificando a copa tenés que tener un vínculo con la Conmebol y hay que mejorar la logística, esos trabajos invisibles son los que hace el gerente deportivo”, planteó.

El gerente deportivo es “el articulador entre la dirigencia del club y la parte deportiva: primera división y formativas”, explicó Rumbo. Además, es la “presencia institucional del club”, debido a que es la figura de referencia que se dedica íntegramente a él. Enríquez definió al gerente deportivo como “la cabeza del proyecto”; no dirige el equipo, pero el entrenador “viene de su mano”. Aunque lo elijan los dirigentes, el que avala que el director técnico tenga el perfil para el fútbol que se quiere jugar es el gerente deportivo. Además, se encarga de ver qué pasa en los entrenamientos, y de tener un diálogo con los técnicos, jugadores y funcionarios.

Según Enríquez, existen tres tipos de gerentes deportivos: “El administrativo se encarga del ómnibus, los viajes y las fichas médicas. Está la mayoría del tiempo en la oficina. El de cancha [entre los que se incluye a sí mismo] está con el técnico, los jugadores, médicos y otros funcionarios. El político está pendiente de lo que pasa en la Asociación Uruguaya de Fútbol [AUF], que te fijen el partido en tal lado y ver qué árbitro te toca. Todos los gerentes hacen las tres tareas, pero algunos se destacan más por un determinado perfil”.

El gerente no inventa un proyecto de la nada de acuerdo a sus preferencias, no decide el modelo de juego del equipo: “Los clubes ya tienen su filosofía, uno puede mimetizarse y potenciar otras cosas, pero no podés desconocer la política deportiva de la institución, 100 años de vida no se pueden cambiar. Se elige al entrenador según el modelo de la casa”, explicó Enríquez. Rumbo coincidió y agregó que también depende de los recursos y de los jugadores que el equipo tenga.

Ahí es donde aparece otra de las responsabilidades de los gerentes deportivos: los fichajes. Según Rumbo, es algo que se trabaja junto con el entrenador, y él nunca incorporó a un jugador por voluntad propia: “Nosotros lo que hacíamos era ver qué jugadores había disponibles y recomendar los que nos habían gustado”. Agregó: “Cuando todo el mundo está descansando, el gerente deportivo, junto con algunos directivos y el cuerpo técnico de primera, están trabajando para la contratación de jugadores”. Enríquez dijo que los fichajes “los coordina y supervisa el gerente deportivo. El técnico plantea sus pedidos y el gerente responde de acuerdo al dinero disponible y los jugadores que tiene el club en divisiones inferiores”. El entrenador puede convencer al gerente de fichar a determinado jugador, pero “el proyecto siempre está por delante de él”.

El rol requiere un constante ida y vuelta con el entrenador que comienza antes de su contratación: “Te sentás con él y le contás cómo vamos a trabajar; no le decís si querés que juegue con línea de tres o de cuatro, le decís lineamientos generales, por ejemplo, que queremos potenciar juveniles, que los chiquilines sean educados, que el entrenador no transmita agresividad, jugar un fútbol ofensivo”, contó Enríquez.

Rumbo indicó que en la relación con el entrenador tiene que haber confianza y lealtad. “Antes de llegar al club, el jugador te necesita para que lo lleves a tu equipo y el técnico quiere que lo tengas en cuenta. Pero cuando ya están en el club, noto que a veces pasás a ser un obstáculo. Si los resultados no se dan, sienten que es el gerente deportivo el que los está mirando de afuera”, explicó. El gerente deportivo sufre la situación, pero trata de alejarse y visualizar lo que pasa internamente. Si ve que el entrenador está haciendo todo para que la situación mejore y está convencido de que va a resultar, se encarga de apoyar al técnico ante la directiva para que siga en su cargo.

Leonardo Rumbo

Foto: Alessandro Maradei

Para el exgerente de River, “hoy en día la gran mayoría de los técnicos tienen más trayectoria y espalda que los gerentes deportivos. Si llevás entrenadores como Jorge Fossati o Juan Ramón Carrasco, esté el gerente que esté, las figuras del proyecto van a ser ellos”. Comentó que le decía a la directiva que “el éxito o la derrota van a sacar a ese cuerpo técnico”, porque si el entrenador anda bien, en algún momento se va a dirigir a otro lugar. Por eso, “los proyectos tienen que ser institucionales”.

Instalar un proyecto deportivo tiene como problema principal el aspecto económico, de acuerdo a ambos entrevistados, pero también existen otros, relacionados con los cambios en la sociedad. Rumbo explicó que en el pasado los niños y adolescentes jugaban más al fútbol en sus tiempos libres después de las prácticas, pero hoy en día, ese espacio es ocupado por otras actividades. “Los equipos trabajamos dos horas por práctica con los chicos, no podemos tenerlos más porque estudian. Sumando el tiempo que pasa un jugador en todas las categorías juveniles hasta llegar a primera, se llega a un total de setenta y pico de días de trabajo. En ese tiempo tenés que formar a una persona”, afirmó el ex River.

Luego de que los muchachos pasan por todo el proceso de formación, cuando cumplen 17 años llega el momento de decidir a quiénes se les va a ofrecer un contrato profesional, porque en caso de no hacerlo, a los 18 se pueden ir libres. Rumbo explicó: “El club tiene que decidir dónde va a invertir, pero tiene que cuidar al chico al que no se le hizo contrato, para que no se sienta abandonado. Ahí arranca lo perverso del juego, porque se entera el representante de que se le hizo contrato a otro, o los padres, y surge un problema. Los proyectos son un puzle que tenés que ir armando diariamente”.

A esas dificultades, se suman las enormes diferencias económicas y de infraestructura que existen con los equipos que compiten con los clubes uruguayos. Además, en otros países como Argentina y Brasil el gerente está catalogado con un “estándar mucho mayor, tiene más libertades y poder de decisión”, dijo Enríquez. Agregó que un proyecto de juveniles lleva cinco años en dar resultado, y en un fútbol de “disparo fácil, que con dos o tres partidos malos se saca al entrenador”, son pocos los clubes que esperan tanto tiempo.

Muchas ganas y poca paciencia

Una buena dosis de pasión siempre es necesaria para liderar proyectos y conseguir metas, pero sólo con eso no basta. Para Enríquez, la pasión que tienen los dirigentes puede hacer que “la terminen embarrando”. El directivo es un hincha con mucho poder, con dinero y que desempeña su cargo de forma honoraria: “Hay veces que no tiene el temple para aguantar el peso de un club, de la prensa, de la hinchada, si los resultados no acompañan”. Eso deriva en el despido del entrenador o el gerente deportivo, cosa que para Enríquez es contraproducente, porque “sin un tiempo de trabajo adecuado es muy difícil que saques un resultado bueno”.

La falta de calma no es el único problema para el ex Nacional: “Una directiva dura tres años; si la siguiente no te aguanta o trae su gente de confianza, se cae el proyecto”. Rumbo observó el mismo problema y comentó que “cuando trabajás un tiempo junto a los dirigentes y lográs que entiendan las cosas, cambian otra vez. Es un continuo volver a empezar”. Además, Enríquez argumentó que los directivos son honorarios; muchas veces les quitan horas a sus empresas, trabajos, familia, e incluso ponen plata: “¿Cómo les podemos pedir que sean óptimos en su trabajo? Lo hacen por pasión, es difícil ser honorario”.

Ante este escenario, el gerente deportivo se transforma en el “hilo conductor” para el “cada vez mayor número de funcionarios e integrantes de los cuerpos técnicos”, señaló Rumbo. Enríquez fue por la misma línea y dijo que “al club lo sostienen los funcionarios, son los que están la mayor parte del tiempo en él; el directivo debería apoyarse en ellos y confiar”.

El gerente deportivo de Danubio consideró que la forma de encarar los proyectos en Uruguay quedó “vieja”, y cuestionó: “¿Por qué el presidente tiene que ser un hincha y no un gran empresario? Hoy en día seguimos con un formato viejo en el que los socios votan, pero eso no significa que sea elegido el más preparado”. Señaló como posible solución a las sociedades anónimas deportivas (SAD), aunque reconoció que hoy en día el fútbol uruguayo no está preparado para ese modelo, que sólo existe en equipos con muy pocos hinchas. Según el ex Nacional, “tienen que pasar muchos años para que los clubes como Nacional, Peñarol, Danubio y Defensor acepten ser una SAD”.

En cambio, Rumbo puso en duda que las SAD sean tan beneficiosas, porque puede ocurrir que al no encontrar retorno inmediato los inversores se vayan. “Son sociedades de inversión y de retorno. Quien entra como técnico y gerente va a entrar en una estructura en que pueden ocurrir situaciones en que se los obligue a poner determinados jugadores para venderlos, aunque los resultados vayan mal”, puntualizó.

Otro posible camino es mejorar el sistema actual, con medidas como alargar el tiempo de las presidencias. En principio son de tres años con posibilidad de reelección de tres más, “pero te puede pasar como a Nacional, que le fue bien, pero ya cambió otra vez”, planteó Enríquez. También marcó que se debería capacitar a los directivos de mejor manera: “El que se tira a presidente, ¿qué experiencia tiene? Convocatoria en las redes y los socios, un buen discurso. Pero cuando gana, ¿qué formación en fútbol tiene? Ninguna. Debería haber un curso de directivo que los prepare”.

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