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Mateo Aramburu.

Foto: Camilo dos Santos

Mateo Aramburú, el pintoresco delantero de 25 años y tres nacionalidades que llegó a Uruguay para jugar en Progreso

6 minutos de lectura
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“En el fútbol me siento muy uruguayo”, se definió el delantero.

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En febrero, época de carnaval, viene al pelo recordar la retirada de Contrafarsa de 2004 que decía: “Se fue a recorrer el mundo peleando el porvenir, dispuesto a dejar la vida para sobrevivir, iba en busca del futuro sin mirar hacia atrás”. La historia de aquel Marco Polo inventado por el libreto de una murga se asemeja bastante a la de Mateo Aramburú, un chiquilín que salió a buscar su sueño por los rincones del planeta.

Hizo formativas en Defensor Sporting con participación en selecciones uruguayas juveniles. Primero saltó el río y recaló en Huracán de Parque Patricios. En 2019 metió el viaje largo a Europa y se quedó por allá un ratito: jugó en Francia, Inglaterra, Holanda y Alemania, siempre en equipos de segundo orden. Al ver su trayectoria, destaca el Shalke 04 II. En su llegada al fútbol uruguayo, para la mayoría, es un absoluto desconocido.

La vida europea le gustaba, pero hace un tiempo le empezó a picar el bichito de volver al pago. “Tomó todos los trenes que apuntaban hacia el sur y cuando se quiso acordar se encontró sobre las alas de un gorrión”, decía Contrafarsa haciendo gala de la pluma de Álvaro García. Y así fue. Estuvo más de un año buscando la forma de cumplir su anhelo: jugar profesionalmente en Uruguay. En enero, a través de un intermediario, le llegó la propuesta de Progreso. La eligió y se aferró.

En un par de días mudó su vida de Alemania a Uruguay, previo pasaje por Argentina, donde el equipo de La Teja estaba realizando la pretemporada. Llegó sin pasaporte, pero con tres valijas tan grandes como la mudanza que llevaba en los pies y en la cabeza. Le encantó cómo lo recibieron sus compañeros, aunque no está tan a gusto con el apodo de Pichichen. Impresionó bien en los entrenamientos y convirtió en uno de sus primeros amistosos, cumpliendo las expectativas de los videos de referencia.

Estuvo unos días en lo de una tía hasta que alquiló un apartamento en Pocitos. Primero vivió solo y luego llegó su padre, a quien vio tres veces en los últimos seis años. Su aspecto europeo y el español neutro del habla que no se le despega no lo asemejan con los genes uruguayos ni con su nacimiento en Guatemala. Pero él se siente de acá.

Disfruta las tardes de rambla y se acostumbra a un fútbol que lo hace feliz, sobre todo por las relaciones humanas. Sufrió la ola de calor previa al torneo porque nunca había entrenado con temperaturas tan elevadas. Le costó. Habla pila, a veces le piden que pare un poco. Es carismático y desprende alegría. Los hinchas del Gaucho esperan sus goles...

Tenés tres nacionalidades. ¿Cómo es eso?

Nací en Guatemala por un tema de trabajo de mis padres, pero sólo estuve ocho meses; después volví, de los 10 a los 14 años. Especialmente en el fútbol me siento muy uruguayo. Estuve en la selección sub 15 y en el proceso sub 17. Me sentí cómodo viviendo en Europa. Soy una mezcla de todo.

¿Cómo fue esa experiencia en la selección?

Fue lo más lindo. Iba todos los días al Complejo Celeste, sentía orgullo de estar ahí. No es fácil llegar. Es una motivación diaria para todo jugador a cualquier nivel, todos tenemos ese sueño desde chiquitos. Siempre mirás y esperás poder llegar a la selección. Pero hay que hacer mucho para lograrlo. Uruguay tiene muchísima calidad en los delanteros. Han terminado la carrera jugadores buenísimos que nunca fueron citados a la mayor.

Más allá del sueño de vestir la celeste, ¿te ilusiona que te conozcan más en Uruguay?

Siempre quise debutar en primera en mi país. Quiero que me vaya bien y tengo buenas sensaciones para que así sea, tanto desde lo personal como en lo grupal. Si hacés las cosas bien en el Uruguayo, se van a ir abriendo puertas seguramente.

Como en casa

¿Qué te sedujo de Progreso?

Venía de estar un año y medio buscando volver a Uruguay. Cuando me llegó algo concreto de Progreso fue una felicidad grande. Considero que es una gran oportunidad para mí. Tuve algunas opciones más que descarté por distintas razones, busqué información sobre el equipo y me incliné por esta oferta. Hablé con gente de mi confianza que conocía más del fútbol uruguayo, me comentaron que era una institución que estaba intentando hacer las cosas bien, que siempre está fuerte en lo grupal, que era una de las cosas que quería para poder integrarme, eso me sedujo mucho. Además, es un club con historia, que supo salir campeón uruguayo. Al igual que la afición, tiene gente que se vincula con su barrio y quiere mucho al equipo.

¿Por qué querías volver a Uruguay?

Sentía que me estaba estancando en Europa. Tuve un par de lesiones largas. Quería jugar, soy un jugador que se tiene mucha fe y si hago bien las cosas en Uruguay, se puede venir un futuro mucho más grande. Si bien estuve en lindos clubes en el exterior y por momentos me fue bien, sentía que no estaba progresando.

¿Qué expectativas tenés?

Siento que puedo dar algo desde el comienzo. Quiero dejar el máximo y ayudar al equipo en lo que pueda. Soy un jugador que va partido a partido. Vivo con la cabeza concentrada en lo próximo, no intento ir más allá.

¿Qué recordabas del fútbol uruguayo?

Estuve en Defensor Sporting en formativas, una de las mejores canteras del país, tenía todo lo necesario para desarrollarme. Mi experiencia ahí fue muy buena. La llegada a Progreso me recordó mucho mi tiempo en Uruguay. Sigue siendo todo bastante similar, en las cosas buenas y en las malas. Algunas las extrañaba, otras todavía quedan por mejorar.

¿Qué es lo bueno?

Lo más positivo que le veo al fútbol uruguayo es la cercanía con tus compañeros o el cuerpo técnico. Me gusta mucho desde lo personal. Nos juntamos a hacer comidas, vamos juntos a entrenar, el diálogo con el entrenador es permanente. ¡Hasta me hace bromas! Todo hace que estemos más unidos en la cancha. En Europa eso no existe, las relaciones son más frías.

¿Y lo malo?

El profesionalismo. No tanto en los jugadores, sino en todo lo que involucra al fútbol. En Europa vienen varios pasos adelante. No falla nada en la organización. En las canchas también hay una diferencia grande. Falta mucho, aunque algunos clubes están más cerca que otros.

¿Cómo te preparaste para enfrentar esas carencias?

Sabía a lo que venía. Pese a que llevaba seis años afuera, hablo mucho con gente en Uruguay y tenía clara la realidad. Lo que más me interesaba eran las canchas, necesitamos que las canchas sean buenas. En los vestuarios, la organización y esas cosas, es obvio que es lindo tener todo lo bueno, pero no es lo primordial. Con tener agua caliente, hielo y alguna otra cosa importante, alcanza. Las cosas que faltan no son ultranecesarias, aunque aumentarían la comodidad.

Darlo todo

¿Desde donde podés sacar ventajas en el fútbol uruguayo?

En Europa aprendí a jugar al primer toque estando de espaldas. Ayudan mucho las canchas porque no tenés que estar tan pendiente del control. Acá a veces no es tan sencillo. Hay que interpretar cuándo hacer un toque y cuándo dos.

¿Cómo se genera sinergia en el equipo?

Siempre tenés que comunicarles a tus compañeros cómo te gusta jugar. Hablo con ellos, explico cómo me muevo, qué espacios busco, si voy al primer palo o al segundo. También les pido que me comenten qué les hace sentir cómodos a ellos, dónde pasarles la pelota, por dónde quieren llegar. Son detalles importantes.

¿Veías fútbol uruguayo?

Estoy empezando a agarrar más información. Es difícil seguirlo desde allá por la diferencia horaria. Veía algún clásico o finales a las que podía acceder por las redes. Conozco algunos jugadores de mi etapa de formativas, a los más jóvenes no los tengo tanto. Me gusta estudiar a los defensas, les pido datos a mis compañeros o al cuerpo técnico para trabajar desde lo individual.

¿Cómo es la vida de una persona que cambia de país permanentemente?

Te afecta cambiar todo el tiempo de lugar. No te da estabilidad de ningún tipo, ni deportiva ni personal. Pero siempre me adapté fácilmente a los cambios y considero que me hizo crecer mucho en varios aspectos de la vida, no fue algo que sufriera mucho. En mi llegada a Uruguay buscaba permanecer un tiempo en un mismo sitio donde estuviera cómodo. Disfruté de conocer nuevas culturas y distintas partes del mundo gracias al fútbol. Estoy agradecido de lo que viví hasta ahora.

¿Sufriste la distancia con la familia?

Es lo más difícil. Se sufre. Más con el núcleo familiar cercano. Viví seis años solo. A mi padre lo vi tres veces en todo ese tiempo. Fue muy duro porque tengo una gran relación con él. Ahora vamos a vivir juntos en Uruguay, me genera mucha ilusión compartir y que me acompañe a diario en este desafío. A mi madre por suerte la veía todos los años, pasamos navidades juntos, fue distinto. A mi hermana también la vi poco, no pude disfrutar de su crecimiento en la adolescencia, fue doloroso porque me perdí una etapa linda. Lo hice para seguir mi sueño de ser futbolista, donde tenés que dejar cosas en el camino. El 99% de los jugadores, cada vez que salen a la cancha, luchan por su familia. Mis padres me dieron todo, estuvieron para ayudarme en lo que fuera y jamás me faltó nada gracias a ellos. Juego por mi sueño, pero también para ayudarlos.

A nivel personal, ¿qué estás disfrutando de tu vuelta a Uruguay?

Está todo parecido. Me junté con mucha gente y es como que la hubiera visto ayer. Es el mismo Uruguay de siempre, en lo bueno y en lo malo. Sentí como que nunca me hubiese ido. Estoy muy contento. Voy a la rambla, que la tengo cerca.

La anécdota

¿Viajaste de Alemania a Uruguay sin pasaporte ni cédula vigente?

Tengo el pasaporte inglés, que me sirvió para entrar a Argentina, que era donde Progreso estaba haciendo la pretemporada. Personas de mi confianza me dijeron que no me podían denegar la entrada a Uruguay aunque tuviera los documentos vencidos. Con esa convicción fui para adelante, no me rendí y me dejaron entrar. Por suerte salió todo bien.

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