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Sebastián Olivera.

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Sebastián Olivera: “La innovación a costa de los derechos de los trabajadores está condenada a fracasar”

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Una charla con Sebastián Olivera, experto en temas de innovación y tecnología, sobre los nuevos modelos de negocios y sus impactos en el mundo laboral, en los esquemas de poder globales y en la vida social.

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Se reconoce como producto de una mixtura entre el mundo académico y el barrio, lo que lo lleva a ser “un bicho raro” dentro del sistema de emprendedores de Europa, que, aunque cueste creer, dice que “es muy chico, glamoroso y todos se conocen”. Olivera es uruguayo y se especializó en innovación digital. Años atrás fundó la Cámara de Fintech, luego trabajó en proyectos de tecnología en Estonia –país que pone como referencia para Uruguay– y actualmente es el responsable de una plataforma digital global de liquidación de impuestos.

Desde Madrid, conversó con la diaria acerca de los diversos efectos que trae consigo la revolución tecnológica que vivimos hoy, que se aceleró producto de la pandemia. “Me metí en el mundo de las fintech (tecnología aplicada al sector financiero) porque, por mis convicciones sociales, creo que la tecnología bien aplicada le puede mejorar la vida a un montón de gente, esa es la verdadera disrupción”, manifestó. Pero esa intención choca con ejemplos que vemos en Uruguay o cualquier país del mundo de empresas digitales que basan su negocio en la precarización de los trabajadores, entonces la charla derivó de forma natural hacia el poder que están acaparando las gigantes tecnológicas y los riesgos que eso conlleva.

¿Cómo impactó la pandemia en el mundo tecnológico? ¿Obligó a muchas empresas a invertir en tecnología y cambiar procesos, lo que en otro caso no hubieran hecho?

Hay una cuestión de base que facilita entender todos los fenómenos tecnológicos: nosotros hoy comparativamente estamos, hablando en términos históricos, en el mismo momento en que el hombre descubrió el fuego o en que se inventó la imprenta. Hay una disrupción, que hoy es tecnológica, pero que está afectando la forma en que nos relacionamos y cómo entendemos el valor. Hoy el valor como personas lo consumimos, lo almacenamos y lo intercambiamos de formas diferentes, esas formas diferentes son los medios digitales. Entonces, las empresas que no entendieron dónde está ese valor, no sólo en los consumidores sino en la economía en general, ya estaban teniendo problemas. Obviamente que la coyuntura que impuso la pandemia, sobre todo las restricciones físicas y las cuestiones asociadas a preferencias de consumo –por ejemplo, en manejo de dinero digital y no físico por ser transmisor de bacterias–, ha acelerado procesos que de otra forma las resistencias propias al cambio no hubieran permitido. Se aceleraron los procesos, y la tasa de mortalidad de muchas startup [empresas emergentes], aunque sean tecnológicas 100%, se ha incrementado, porque muchas no dejan de ser pymes.

¿La crisis afectó la valuación o el negocio de algunas de las empresas globales de tecnología?

Puede haber startup que estaban hipervaluadas por el volumen de clientes, porque muchas empresas emprendedoras valúan por el valor económico que esos clientes van a tener mientras estén en la compañía. Muchas de estas nuevas empresas globales crecieron mucho en volumen invirtiendo en captación [de clientes], pero ahora, en esta coyuntura, se acabó el crédito barato y los inversores y el mercado y los reguladores están diciendo “a ver, mostrame qué tanto de ese crecimiento se traduce en valor”. Se han acortado los plazos, el crédito que tenían. Se han acotado los márgenes de tolerancia en tiempo hacia algunas cosas.

¿Y cómo se adapta el mundo tecnológico a esas nuevas condiciones?

Las empresas que ya eran digitales y no hicieron bien la gestión pueden terminar cerrando. Las que, por una cuestión de desplazamiento de ese valor que hablaba, ofrecen cosas sólo desde lo físico, los proveedores de servicios tradicionales, como un bar, están en riesgo. Lo que pasa es que hay un lapso en que hay que entender si se está creando valor o destruyendo; si se está creando es fácil porque tenemos que entender cómo capacitarnos para esa nueva curva, si se está destruyendo es un problema. Eso no lo tenemos claro porque estamos viviendo el proceso, yo quiero creer que se está trasladando el valor.

El ejemplo de Estonia: ladrillos para construir pirámides

¿Por qué nombrás a Estonia como una referencia que puede trasladarse a Uruguay?

Estonia es una ex república soviética, y cuando salió del régimen comunista el país estaba devastado. Entonces dijeron: “¿Qué podemos hacer? Sólo tenemos nuestros cerebros y las tarjetas de ración que da la Unión Soviética”. Si vos no tenés nada, el costo de oportunidad de innovar, de crear algo, es cero. Las tarjetas de racionamiento tenían un sistema de identificación, entonces costo de oportunidad cero, toda la población identificada; dijeron: “Apostemos al talento y a lo que el mundo está pidiendo, hagamos acuerdos como sociedad para lograr eso”. Así lo fueron haciendo por aproximaciones sucesivas, no existe la generación espontánea. En nuestro caso, hay una pirámide y vemos un edificio enorme, decimos “¿cómo hicieron eso?”; los estonios ven una sucesión de ladrillos sistemáticamente ordenada, quiere decir que todos los días ponés un ladrillo y en 20 años tenés la pirámide. Nosotros nunca damos el primer paso porque no tenemos la capacidad de ejecución, ellos ejecutan y no es que todos los días hacen una pirámide, sino que ponen tres o cuatro ladrillos y saben que capaz que se les cae uno.

¿Y qué resultados tienen hoy día?

Hoy son el país número uno en un montón de indicadores, son referencia a nivel internacional en educación, en identificación digital. Y en Estonia hay muchos empleados públicos, pasa que el Estado está alineado –esa es la palabra clave– con el sector privado en una visión de país. Las decisiones estratégicas en regulación, en servicio y en seguridad están tomadas y acordadas con el sector privado, hay comunicación constante con el sector privado local, regional y global para entender cómo capturar el valor; donde está la fricción en otros países, ellos buscan eliminarla y una mejora continua. Claramente su industria son la tecnología y los servicios.

¿Esas nuevas exigencias que llevan a más digitalización no derivan en pérdida de empleo a nivel global?

La tecnología no es la innovación, la innovación es cómo nos relacionamos con nuestro mundo económico y en general a través de la tecnología. Entonces, ha aumentado la ansiedad, y la innovación tecnológica aplicada de forma inmediata te genera desempleo; eso impacta en la economía real de forma negativa. Ese desplazamiento de valor lleva a un proceso natural que hoy en día la covid-19 lo que hizo fue acelerar, y está generando que aumenten los números de desempleo en el mundo. Ese valor del que hablo se está transfiriendo desde las operaciones físicas a las digitales. Por ejemplo, en el retail aumentan las operaciones electrónicas, y eso en realidad es una traslación de canales (de lo físico a lo digital), no hay baja de volúmenes. Hoy se habla de la cuarta revolución (por la irrupción de la tecnología), y yo diría que ahora estamos en la primera revolución epidemiológica.

A propósito de la relación entre la tecnología y los trabajadores, ¿es inevitable que la irrupción y el crecimiento de las plataformas que intermedian entre la oferta y la demanda lleven a una precarización laboral?

Ese es el punto clave, si la disrupción genera precarización o si afecta la estabilidad de los sistemas financieros. Esa pregunta no es un problema tecnológico, sino de naturaleza humana. Lo primero es entender el proceso social, cómo y para qué se innova, y entender si hay valor en la economía real. Hacer futurología es complejo, hoy en día es una realidad que muchas de las personas que están en esas plataformas no tendrían otra opción laboral en el corto o en el medio plazo, entonces es como una espada de Damocles, ¿qué haces? Los haces empleados formales, y con eso los dejas fuera de la economía, porque los van a despedir, porque la ecuación ya no sirve, como paso con Uber y Lyft en Estados Unidos. Es el dilema de la sábana corta. Lo que yo sí entiendo es que la disrupción o la innovación no puede ser a costa de los derechos de los trabajadores ni de la calidad de vida de las personas. Porque esa disrupción en el largo plazo está condenada a fracasar, porque financieramente no es sostenible.

¿Por qué?

Pongo un ejemplo bien sencillo: si sos una de estas empresas y tus canales de distribución son todos precarios, el día que se te pongan de acuerdo todos los trabajadores te paran la fábrica o el negocio, y como muchas de estas startup están alcanzando el punto de equilibrio –por más que sean globales, no tienen ganancias reales– no pueden soportar el costo de tener el negocio parado. Obviamente, habría que buscar un esquema intermedio justo, en el que el trabajador tenga derechos básicos, porque es una realidad que la empresa no te engaña, te dice “esto es lo que te puedo ofrecer”. Si esa oferta se adecúa a los cánones o a la jurisprudencia legal tradicional es perfecto. En definitiva, [la precarización] te va a afectar con tu plantilla, va a afectar la propuesta de valor, porque tus trabajadores son tu imagen. Esto es lo primero que te enseñan cuando estudiás algo de ventas: si vos metés millones en capacidad de la gerencia, pero cuando te caen los clientes ponés un gorila en la puerta del negocio, toda esa inversión no tiene sentido, borrás con el codo lo que escribís con la mano. Tenés un problema de propuesta de valor.

Sebastián Olivera.

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¿Pero en el centro del modelo de negocios de esas plataformas no está la supuesta independencia del trabajador? Lo que libera a la empresa de cualquier vínculo legal.

Un rider [repartidor] o un conductor de plataformas no es un trabajador común, sino un prestador de servicios, y la empresa en cuestión no es un caso de fracaso, sino que el tema es cómo baja eso a la economía real y al sistema legal. Si el conductor se hace monotributista y cumple con esas cuestiones, ahí ¿cuál es el problema laboral?, son reglas de mercado. La precarización no va por el lado del tipo de tarea, sino de las relaciones de poder: si al repartidor le exigen que esté 14 horas por día para que llegue a un ingreso decente, eso es un problema. Ahora, si la ley te habilita a que vos lo incentives y la persona está de acuerdo en trabajar esas 14 horas, ahí ya son cuestiones de mercado y son decisiones personales. Por lo que sí hay que velar es por que estén dadas las garantías para eso.

¿En algún sentido estas empresas no se aprovechan de la baja calificación de una parte de la masa laboral y apuntan allí?

¿Dónde surge la innovación a nivel global? Donde hay fricción. Donde haya fricción vas a ver que hay una startup, o muy probablemente la haya. El tema es que cuando vos tenés un punto de fricción, quiere decir que muchas cosas no funcionan bien, ya sea a nivel social o a nivel económico. Obviamente que en esa fricción las empresas que proveen servicios están buscando mano de obra no calificada, que en teoría tiene cierta problemática diferente a la mano de obra calificada para acceder al mercado. Pero es verdad, por la realidad económica actual del mundo, que el poder de negociación de las empresas aumenta si hay una tasa de desempleo de 50%. Las dinámicas de mercado van variando y fluctuando con base en el poder de negociación de las personas. Pero tampoco se pueden aprovechar, o explotar a la gente, o no preocuparse por contratar a personal no capacitado, porque en definitiva los riders son la cara visible de las plataformas de entrega. Su cara visible no es la muchacha o el muchacho con un título del Instituto Tecnológico de Massachusetts, son los inmigrantes que están entregando pedidos, es lo que yo veo como consumidor. El mensaje para estas empresas debería ser entender la ecuación de costos, pero también no olvidar que los representantes de la empresa no son los que están en la parte corporativa, lo que ve el cliente todos los días es al rider. Entonces, preocupación por tenerlo bien, por educarlo, por darle clases de vialidad. A la larga la propia realidad económica depura eso, y más en el tiempo de las redes, que hoy todo se sabe.

¿Este fenómeno de disrupciones tecnológicas trae como riesgo potencial una mayor concentración a nivel de empresas? Porque hoy los bancos ya no hacen sólo negocios financieros, o las tecnologías dan esos servicios, o las empresas de e-commerce hacen productos audiovisuales.

Lo que tienen los gigantes tecnológicos es una gran capacidad de relevamiento y procesamiento de datos para estimar tendencias y patrones de comportamiento, de consumo y de relacionamiento. Sobre la base de ese entendido, hoy en día la tecnología permite que si yo digo “hipoteca” me salen [en el celular] 500 oferentes de hipoteca. Desde el punto de vista del consumidor, la forma que tiene de empoderarse es informarse, o sea acceder a educación para tomar mejores decisiones. También necesita que el Estado lo proteja en el sistema jurídico, con leyes de protección de datos, donde Europa es un caso insignia. Por el peso que tienen estas tecnológicas en capacidad de procesamiento de datos, tienen una gran fuerza financiera que les permite adaptarse. Las gafam [término que engloba a Google, Amazon, Facebook, Apple y Microsoft] hacían e-commerce, pero hoy se están metiendo en el negocio financiero, cierran el círculo. Facebook y Google tienen licencia bancaria en Europa, BBVA hizo alianza con Google en Estados Unidos. Ahí están mezclando una gran capacidad innovadora y de captación con los prestadores tradicionales de ese negocio. Entonces, con un gran poder viene una gran responsabilidad, y la historia económica ha demostrado que cuando existe concentración de poder en ciertos agentes de la economía la tendencia en nuestra naturaleza humana no tiende hacia la distribución equitativa y la eficiencia de mercado, sino que se necesita más regulación. También es muy difícil controlar a Facebook, porque ellos ven al mundo como un pañuelo o un tablero de ajedrez sobre el que se van moviendo. Los gobiernos tienen otras dinámicas.

¿Entonces hay que resignarse?

La forma de empoderar al consumidor es con más información, porque la capacidad de penalización de los organismos no alcanza, y ha pasado en Europa que la multa que le pone a Facebook es la caja chica. El Estado juega un rol importante en la educación. Porque la tecnología está acelerando los procesos históricos de la humanidad, estos jugadores todo el tiempo te están generando disrupción y distorsión. Es como que te pelees con Muhammad Ali: te pega 700 piñas, vos podrás parar tres, tenés que saber cuáles tres, saber que la cabeza vale más que el pecho. Eso mismo son las políticas en las que los estados apuestan a la educación de la sociedad, aunque lamentablemente esos son procesos biológicos que no se aceleran por la tecnología, porque los humanos aprendemos en grados. Es una apuesta a largo plazo para disminuir la situación asimétrica entre los poderes, y mientras eso sucede generar regulación, como las leyes de protección de datos, empoderar a jugadores como la liga de defensa del consumidor, porque, por más que no puedan combatirlos, sí pueden, a través de la legislación, canalizar situaciones. Lo más justo sería eliminar, en la medida de lo posible, las asimetrías de mercado en temas de regulación, pero también hay que tener presente que estas empresas son muy inteligentes en ir a buscar las asimetrías regulatorias. Se instalan en Irlanda porque es todo más fácil, o en Lituania porque por bajo costo operás a nivel global. Esa omnipresencialidad global les permite tomar lo mejor de cada jurisdicción y utilizarlo estratégicamente. ¿Es legal? Sí. ¿Es moral? Ahí juega la subjetividad, a algunos les puede gustar y a otros no, pero al final del día vos y yo somos los que elegimos tener Facebook, Instagram o Tiktok. Es una cuestión de educación y preferencia. Facebook sin los 2.000 millones de personas que están inscriptas en la red no es nada.

¿No hay chance de que en un escenario posterior esas corporaciones reemplacen los roles y los poderes que hoy tienen los estados? Porque están almacenando información de lo que hace toda la población.

Hay bibliografía y ríos de tinta al respecto. Se dice que el ordenamiento geopolítico actual responde a dinámicas de poder de la era moderna poscolonialismo, y una de las cuestiones de las que hablan los filósofos derivadas de la globalización es si esas fronteras geopolíticas se han desdibujado por intereses corporativos. De esto se viene hablando desde los 70, con Marlboro y las empresas norteamericanas en América Latina y su influencia a través de la CIA. La tecnología es un acelerador de todos estos procesos, es un catalizador, y si bien generó más democracia con algunas dinámicas, también generó otros efectos no deseados, como nuevas formas de relacionarnos. Pero los procesos sociales están muy asociados a los procesos culturales y geográficos; Estonia, por ejemplo, vuela con la tecnología porque nieva la mitad del año y hay tres horas de sol medio año, entonces la gente no tiene mucho que hacer y programa. Lo que digo es que por la dinámica social global y por el peso de los competidores se hace muy difícil que las corporaciones de un día para el otro rompan las fronteras, porque hay procesos culturales e interpersonales, y lo que prima es la persona por sobre la tecnología, a pesar de que no parezca. Aunque también te diría que desde la estadística podría haber algunas chances de que eso ocurra.

“En Uruguay no entendimos que no necesitamos mercado interno para hacer”

En materia de innovación y digitalización, ¿Uruguay es de los mejores de la clase, de los peores, o está en el pelotón? Hablo en términos regionales y globales.

A nivel de América Latina claramente somos punta de lanza, el gran problema que tenemos es el volumen, porque no entendimos que no necesitamos mercado interno para hacer. No entendimos a Estonia, todavía estamos aferrados mentalmente a las ecuaciones de volumen y hoy en día ni eso ni la geografía son restricciones en la economía. Uruguay tiene un ecosistema emprendedor bueno, aunque obviamente mejorable; lo que falta son empresas privadas que tomen la posta y digan: “Yo ya progresé, voy a ayudar a todos los que vengan detrás de mí, junto con el gobierno, y voy a dar horas hombre y consejos de acceso a redes para que surjan otros que sean exitosos”. A nivel de América Latina, Uruguay tiene una de las mejores infraestructuras en comunicación y tecnología en un mundo digital, población educada, una sociedad estable que habla mucho inglés y se adapta fácilmente a los cambios tecnológicos –aunque no parezca–, sos la puerta de entrada física y comercial a México y otros mercados globales, y todos te quieren porque no te ven como amenaza. Entonces, tenés un mix de cosas, que deberían llevarnos a todos a trabajar alineados, sin tomarlo como un rédito político-partidario, sino pensar en los que están más mal en la sociedad y que los que están un poco mejor digan “vamos a trabajar juntos, vamos de la mano”. Sí hay un tema en el corto y mediano plazo con la mano de obra, por la educación y los temas sociales. Lo que haría es revisar la currícula educativa e ir a un sistema dual, como hace Alemania, y meter mucha programación. Porque si vos tenés una población que necesita generar ingresos de forma rápida y no puede comerse muchos años de educación reglada, si los ponés a programar y salen al mercado los estás poniendo a generar ingresos y valor para el país y para ellos mismos en el corto plazo. La educación te permite ver que la situación inmediata que vos tenés es mejorable, te permite soñar más allá de las 24 horas. Yo diría que lo tenemos todo, falta más articulación de lo privado y lo público para que esas dinámicas no se vean como confrontativas, sino como fortalecedoras.

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