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El director técnico de Real Madrid, Zinedine Zidane, y el capitán, Sergio Ramos, con el trofeo de La Liga, en el estadio Alfredo di Stéfano, en Vladebebas, periferia de Madrid. (archivo, julio de 2020)

Foto: Gabriel Bouys, AFP

La Ley Bosman: el día que el fútbol cambió. Un abordaje empírico en base al Índice Herfindahl-Hirschman

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Leído por Andrés Alba.
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Cuando el 15 de diciembre de 1995 el Tribunal de Justicia de la Unión Europea (UE) falló en favor del futbolista Jean Marc Bosman, nació un nuevo deporte. A partir de una transferencia fallida a un club francés, el jugador belga sostuvo que la reglamentación de FIFA y UEFA no respetaba el principio de libre movilidad para desplazarse y trabajar dentro de Europa, definido en los Tratados de Roma de 1957 (originarios de la actual UE).

Con dicha sentencia se eliminaron dos reglamentaciones muy importantes en el mundo del fútbol. En primer lugar, se definió que cuando un jugador terminaba su contrato con un club, automáticamente quedaba en libertad de acción para negociar con un nuevo equipo, sin resarcimiento a su anterior club. Antes, incluso con el contrato terminado, el club de origen tenía derecho a reclamar una indemnización (en criollo, seguía siendo “dueño” del jugador).

El segundo cambio provocó que los futbolistas oriundos de países de la UE no ocuparan plaza de extranjeros en los clubes europeos. Antes el tope era de tres foráneos en cancha. Por ejemplo, el famoso “Milan de los holandeses” en realidad estaba compuesto por ocho italianos y tres de la naranja mecánica.

La nueva sentencia no alteró el cupo de tres plazas, sino que la redefinió para “extracomunitarios”, es decir, no pertenecientes a la UE. El efecto secundario de esta sentencia fue que futbolistas no europeos pudieran obtener la nacionalidad de sus antepasados y así gozar de los mismos derechos que los futbolistas nacidos en el viejo continente.

“Los Galácticos”, “Las Naciones Unidas” y la concentración del talento en pocos equipos

Con este sutil cambio legal, el futbolista se transformó en un deportista global, ya que una vez que terminaba su contrato podía continuar su carrera en el país y equipo de su conveniencia. El salario del jugador se transformó en una referencia de arbitraje a nivel internacional, ya que a mayor talento correspondía un mayor salario, derivado de la libre movilidad hacia equipos económicamente más fuertes.

Antes de la Ley Bosman, el equipo más poderoso del mundo únicamente podía reforzarse con talento de su propio país y solo tres extranjeros. Con la nueva reglamentación los equipos empezaron a incorporar jugadores de varios países, generando un flujo unidireccional en el que los grandes jugadores terminaron concentrándose en los equipos más poderosos, reforzando su posición dominante.

Los primeros ejemplos de este fenómeno fueron el Real Madrid y el Inter de Milán. En el caso de los merengues, de 2000 en adelante sacudieron el mercado cuatro años seguidos con la contratación de sus Galácticos (Figo, Zidane, Ronaldo y Beckham). En el caso de los Nerazzurri, si bien con un perfil más bajo, a fines de los 90 se destacaron por contar con jugadores de más de 15 países, motivo por el que se comentaba que era el cuadro de las Naciones Unidas.

Aumento de la concentración en Europa: lo que nos dice el Índice Herfindahl-Hirschman futbolero

El efecto de este fenómeno en el balance competitivo fue importante. Anteriormente, en este suplemento presentamos un índice de concentración de los títulos locales en más de 20 países, usando un índice clásico de distribución de la ciencia económica: el índice de Gini. En esta oportunidad cambiamos el índice de referencia, y pasamos a utilizar otra herramienta clásica para medir concentración en un mercado: el Índice Herfindahl-Hirschman (IHH). En lugar de cuota de mercado utilizamos los campeonatos ganados por cada equipo. Nos quedamos con las 10 ligas más importantes de Europa y tomamos como punto de quiebre la temporada 1995/1996, ya que fue durante esa temporada que el Tribunal de la UE se expidió en favor de Bosman.

Si se comparan los 25 campeonatos anteriores a la sentencia con los 25 posteriores, se observa claramente que en las ligas más importantes del mundo se incrementa la concentración de títulos, ya que el IHH aumenta. Es decir, los cuadros más poderosos ganan más que antes.

A su vez, si analizamos los vencedores de la Champions League con nuestro IHH futbolero se observa también una mayor concentración, con mayores valores del índice. Entre 1970 y 1995 hubo 15 equipos ganadores de 9 países, y entre 1996 y 2020 hubo 11 equipos ganadores de 5 países.

También es relevante señalar que en las ligas de menor jerarquía el efecto no es tan fuerte (ver por ejemplo Holanda y Bélgica). Este último fenómeno se podría interpretar como una mayor dificultad de los equipos grandes de países no tan grandes para retener su talento. Antes de la Ley Bosman, podían concentrar de forma casi monopólica a los mejores jugadores de su país. Luego de 1996, esos jugadores pudieron emigrar con mayor facilidad a mejores ligas.

El equipo que podría resumir de forma paradigmática esta situación es el Ajax. El histórico equipo holandés, que brilló en Europa con equipos memorables, casualmente fue el ganador de la Champions League en 1995, la última previa a la Ley Bosman. Luego de esa conquista, nunca más pudo alzar la Orejona. Al no poder contar con los grandes jugadores holandeses, comenzó a reforzarse con jugadores extranjeros, siguiendo la misma tendencia de internacionalización de los planteles. Así fue que en 2007 contrató a Luis Suárez, quien luego de un rendimiento rutilante abandonó el club en 2011 hacia un club de mayor jerarquía y poderío.

De esta forma, al eliminarse las “barreras no arancelarias”, el talento (nacional o importado) comenzó a moverse de forma más fluida hacia los equipos más poderosos.

Las grandes inversiones, el “clima de negocios” y las reglamentaciones procompetencia

Seguramente no faltará algún lector que pensará algo como “déjense de Ley Bosman, con el dinero que hay en el fútbol es obvio que los jugadores van a ir a los cuadros más ricos”.

Efectivamente es así. Lo que no debe dejar de señalarse es que si no hubiera existido el fallo de 1995 que cambió las condiciones de juego, no se hubieran realizado las exorbitantes inversiones que vinieron después. Fue la Ley Bosman la que generó que el poder económico se relacionara más fuertemente con el poder deportivo; fue la libre movilidad del talento la que aumentó la correlación entre inversión económica y resultados futbolísticos.

Es muy difícil imaginarse un fútbol que vuelva hacia atrás, porque las reglamentaciones de la UE siguen vigentes (salvo en caso del Brexit, cuyos efectos en el fútbol son enormes). Lo que sí hoy está sobre la mesa es una rediscusión de las normativas económicas y de acumulación de talento. En recientes declaraciones al medio francés L’Equipe, el presidente de la FIFA Gianni Infantino planteaba que “la introducción de topes salariales y a las tarifas de traspasos, una limitación en el número de jugadores por equipo o el número máximo de partidos que los mejores pueden jugar por temporada” propiciarán “la estabilidad económica del sistema, pero también el equilibrio competitivo”.

Precisamente, estabilidad económica y equilibrio competitivo son dos pilares del deporte estadounidense. Lejos del libre mercado tan identificado con dicho país, el modelo económico del deporte se caracteriza por férreos controles presupuestales y una clara preocupación por cómo se distribuye el talento. En futuros artículos nos proponemos analizar en profundidad cómo se organiza el deporte de los Estados Unidos, y qué elementos podría tener en cuenta el fútbol internacional para poder replicarlo.

El Índice Herfindahl-Hirschman (IHH)

Este índice se utiliza en economía para medir la concentración de un mercado. Se calcula como la suma de los cuadrados del porcentaje de mercado de cada una de las empresas que lo componen. Su cálculo es sencillo y tiene la virtud de resumir en un solo valor las características de un mercado, pudiendo determinar el grado de competencia que existe en él.

Un aumento del índice implica un incremento de la concentración. Su valor máximo es 10.000, que es cuando existe una sola empresa monopolística que concentra el 100% del mercado.

Es utilizado en diferentes ámbitos de la economía. En algunos países un aumento abrupto del IHH producto de una fusión desencadena investigaciones para prevenir posibles prácticas anticompetitivas. En Uruguay hay estudios que toman como base este indicador para analizar la estructura de mercado en el sector bancario, en las telecomunicaciones, en el mercado de seguros o en el de la cerveza.

También se utiliza en análisis de comercio exterior para medir la concentración o diversificación de mercados o productos de exportación.

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