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Varias personas en condición de calle viven en carpas instaladas, en São Paulo (Brasil) (27.01.2022).

Foto: Fernando Bizerra, EFE

La dinámica de la pobreza y la desigualdad regional en 2021

7 minutos de lectura
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La Comisión Económica para América Latina y el Caribe publicó esta semana su informe de Panorama Social de América Latina, analizando la dinámica de la pobreza y la desigualdad tras dos años de pandemia.

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Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), la contracción del PIB por habitante durante el primer año de la pandemia fue, para el promedio regional, de 7,6%. Sin embargo, son varios los petizos que se ahogan en ese promedio, que esconde realidades muy dispares por la geografía latinoamericana. Por un lado, el retroceso fue inferior a 5% en Paraguay, Nicaragua, Guatemala, Haití, Brasil y Costa Rica. Por el otro, la contracción se ubicó entre 10% y 20% en el caso de Bolivia, Honduras, Argentina, Cuba, Perú y Panamá. Entre ambos universos habitan otros seis países, incluido el nuestro, que experimentaron una caída del ingreso per cápita de entre 5% y el 10%.

La pobreza extrema alcanza a 13,8% de los latinoamericanos

Sobre esa base, y a pesar del rebote que experimentó el PIB regional el año pasado –estimado por el organismo en torno a 6,2%–, la tasa de pobreza regional habría descendido mínimamente, pasando de 33% a 32,1% entre 2021 y 2020. En carne y hueso, esto supone que el segundo año de la pandemia habría dejado un saldo de 201 millones de personas bajo la línea de pobreza, cuatro millones menos en relación con 2020. En contraposición, la pobreza extrema habría aumentado siete décimas hasta 13,8%, alcanzando a 86 millones de personas según la nueva estimación del organismo. De esta manera, el retroceso acumulado desde que irrumpió la pandemia llevó la tasa de pobreza hasta niveles similares a los observados a finales de la década de 2000 y la pobreza extrema a sus máximos registros en más de dos décadas.

De los 13 países con datos disponibles, nueve registraron aumentos de la tasa de pobreza extrema de al menos un punto porcentual y en 11 países los aumentos de la pobreza fueron incluso mayores. En ese sentido, los mayores incrementos se registraron en Argentina, Colombia y el Perú, donde alcanzaron o superaron los siete puntos porcentuales. Por su parte, la tasa de pobreza creció entre tres y cinco puntos porcentuales en Chile, Costa Rica, Ecuador y Paraguay. Sin embargo, no todos los países siguieron esta trayectoria. En el caso de Brasil, por el contrario, la pobreza y la pobreza extrema cayeron (1,8 y 0,7 puntos porcentuales respectivamente).

Pese a lo anterior, el organismo señala que “la evaluación de la incidencia de la pobreza de 2020 en el contexto de los últimos 12 años presenta un panorama menos desalentador”, dado que los registros de 2020 son similares o mayores a los del 2008 solo en el caso de la Argentina y México. Por desgracia, el avance de la pobreza extrema fue generalizado a nivel regional.

Si se analizan los datos por edad, las tasas de pobreza para los menores de 15 años son entre 1,3 y 1,8 veces más altas que las del siguiente grupo etario, que es el de 15 a 39 años. Desde esta perspectiva, las brechas mayores corresponden a países con bajas tasas de pobreza, como Brasil, Chile, República Dominicana y Uruguay. “En los países donde la incidencia de la pobreza es mayor, la brecha entre grupos de edad tiende a reducirse”. Por otro lado, los mayores de 65 años y más tienen menos probabilidades que el resto de vivir en hogares en situación de pobreza monetaria, particularmente en países con sistemas previsionales más consolidados como Argentina, Brasil, Chile, Costa Rica y Uruguay.

Por otra parte, el análisis por sexo arroja que las mujeres de entre 25 y 59 años tienen tasas más altas de pobreza que los hombres del mismo rango etario en todos los países de la región –un rasgo estructural que se profundiza–. El índice de feminidad de la pobreza, calculado como el cociente entre las tasas de pobreza de mujeres y hombres, toma valores que van desde 100 en Honduras (si bien no existe brecha, los registros de pobreza para ambos son superiores a 45%, los más altos de la región) hasta 130 en República Dominicana. En Uruguay ese ratio se estima en 127: la pobreza es 2,9% en el caso de los hombres y 3,7% en el caso da las mujeres.

Aumento en la participación de los estratos bajos y medios

El impacto socioeconómico de la pandemia no sólo se tradujo en un aumento de la pobreza, sino que alteró la composición de los estratos de la población. Sobre la base del ingreso de los hogares, el organismo identifica tres estratos: i) estrato bajo, con ingresos per cápita del hogar inferiores a 1,8 líneas de pobreza; ii) estrato medio, entre el estrato bajo y hasta 10 líneas de pobreza, y iii) estrato alto, con ingresos per cápita por encima de este último umbral. A su vez, se contemplan tres subestratos dentro los dos primeros para recoger más adecuadamente todos los matices al interior de cada uno. Es así que, dentro del estrato de ingresos bajos, se contemplan las diferencias entre las personas en situación de pobreza extrema, las personas pobres que no están en situación de pobreza extrema y las personas no pobres. Para el ingreso medio, el análisis se segmenta entre bajo, intermedio y alto.

Según los cálculos de CEPAL, el porcentaje de personas con ingresos bajos aumentó 2,8 puntos porcentuales en 2020, en tanto que el de personas de ingresos medios cayó 2,4 puntos y el de las personas de ingresos altos se redujo apenas 0,3 puntos. Esto implicó un aumento de 20,4 millones de personas en los estratos de ingresos bajos en relación con 2019, y una caída de 12,9 y 1,8 millones de personas en los estratos medios y altos, respectivamente. Si bien la información de todos los países permite confirmar este patrón, los cambios más significativos se registraron en Perú, donde 15% de la población pasó a ser parte del estrato de ingresos bajos, seguido por Colombia y Ecuador (el incremento fue de 7 puntos porcentuales) y por Argentina (6 puntos porcentuales).

Para 2021, las proyecciones arrojan una recuperación en la participación de los estratos medios y altos, aunque en niveles inferiores a los observados antes de la pandemia. “Se proyecta una caída de 1,8 puntos porcentuales en la participación de las personas de ingresos bajos, que se compensaría mayoritariamente con un incremento de la de las personas de ingresos medios”. En carne y hueso, estos porcentajes señalan que 7,8 millones de personas saldrían del estrato de ingresos bajos y que habría un aumento de 13,4 millones de personas en los otros dos. Sin embargo, como alerta el organismo, las personas en estratos vulnerables de ingresos bajos y medio-bajos representarían 75,8% de la población en 2021.

La dinámica heterogénea de la desigualdad

La dinámica de la desigualdad mostró comportamientos bien diferenciados entre los distintos países, y no todos registraron un incremento de la inequidad durante 2020. “Esto no es extraño, puesto que el impacto de la pandemia en la distribución del ingreso no es directo y está mediado por otros factores, como el efecto directo de las restricciones en el empleo (y especialmente la distribución de dicho efecto entre las distintas ocupaciones) y la magnitud y distribución de las políticas de respuesta a la crisis económica”. Dado que estos factores difieren marcadamente en cada país, el impacto de la pandemia en materia distributiva dejó saldos heterogéneos.

A este respecto, el incremento mayor de la desigualdad se registró en Perú, Chile, El Salvador, Bolivia y Colombia. La desigualdad también aumentó en Uruguay y también Ecuador, aunque en una proporción menor. En contraposición, la distribución mejoró en República Dominicana, Brasil, Paraguay, México y Costa Rica.

A efectos de recoger los factores que incidieron en las variaciones de la desigualdad entre los países, CEPAL analizó los cambios en el ingreso medio de los hogares entre 2019 y 2020 según quintiles de ingreso, considerando dos grupos de países, los que registraron aumentos de la desigualdad y los que registraron caída. De esta manera, el organismo consideró separadamente lo que pasó con sueldos y salarios, ingresos del trabajo independiente, transferencias (programas no contributivos, remesas y otras transferencias entre hogares) y otros ingresos como pensiones contributivas, ingresos de la propiedad y alquiler imputado.

Según este análisis, la evolución de los ingresos medios totales cayó, en promedio, en los dos grupos de países y en todos los quintiles de ingreso. Sin embargo, la diferencia entre ambos grupos estuvo en la forma en que se distribuyeron las pérdidas. “En los países donde la desigualdad aumentó, los quintiles más acomodados perdieron menos que los más pobres: más específicamente, la caída del ingreso medio total del quintil más pobre fue, en promedio, 3,2 veces la reducción del ingreso total en el quintil más rico”. En contraste, en los cinco países donde la concentración del ingreso descendió, el ingreso medio total del quintil más rico se contrajo más que en todos los quintiles de ingreso restantes.

A su vez, en los países donde la desigualdad se incrementó, la caída de los ingresos laborales medios fue el factor con mayor incidencia, dado que estos cayeron mucho más en los quintiles más vulnerables. Concretamente, el retroceso de esta corriente de ingresos en el quintil más pobre fue 4,5 veces el observado en el quintil más rico. Para el segundo quintil más pobre, la contracción de los ingresos laborales medios fue 2,9 veces mayor en relación con el quintil más rico. En los países donde la desigualdad disminuyó, este tipo de ingresos laborales se retrajo en proporciones similares entre todos los quintiles.

Del análisis también se desprende que, en los países donde la desigualdad aumentó, los ingresos por salarios del quintil más pobre se desmoronaron, en promedio, 39,4% (esto es, 5,1 veces la baja de ingresos por salarios experimentada por el quintil más rico, que fue de 7,8%). En los países donde cayó la desigualdad, la caída de ingresos salariales en el quintil más pobre fue apenas 1,4 veces la experimentada por el quintil de ingresos más altos.

Como es esperable, las transferencias contribuyeron a la reducción de la desigualdad en ambos grupos de países. Por un lado, en los países que exhibieron un aumento de la desigualdad, las transferencias disminuyeron más la brecha de ingresos respecto del año anterior en los quintiles más pobres y menos en los quintiles más ricos. “Al agregar las transferencias al ingreso total, en promedio, la brecha de ingresos respecto de 2019 se redujo 10,6% en el quintil más pobre y 0,4% en el quintil más rico”. Por otro lado, en el grupo de países donde la desigualdad retrocedió, estos valores fueron muy similares: en el quintil más pobre la reducción promedio de la brecha llegó a 10,6% y en el quintil más rico alcanzó 0,4%.

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