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Ilustración: Luciana Peinado

Alma Espino: Este gobierno hizo “poco” por mejorar el lugar de la mujer en la economía

13 minutos de lectura
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La especialista advirtió que el sistema político aún no tiene una mirada desde la economía feminista, a pesar de que la igualdad de género es clave para aumentar el desarrollo y el crecimiento de un país.

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Uruguay tiene “grandes desafíos” para superar las desigualdades de género en distintos ámbitos y el sistema político aún no ha dado respuestas en este sentido, dijo a la diaria Alma Espino, economista especializada en género y presidenta del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo.

“Me parece que en general, pero especialmente en el último período de gobierno, se ha hecho poco para vencer estos desafíos, poco en términos de políticas públicas, de empleo, de campañas de comunicación a nivel de los medios, que a veces son tan importantes como otro tipo de acciones”, expresó Espino, quien además fue investigadora y directora del Instituto de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República.

A su criterio, el próximo gobierno “tiene muchos desafíos”, pero el primero es entender que “existen desigualdades de género, que están directamente relacionadas con el bienestar de toda la sociedad y con el desarrollo de las economías”. Ahondando en el tema, explicó que la igualdad de género “puede ser beneficiosa para el crecimiento y el desarrollo”.

La economista, quien también ha trabajado como consultora de organismos gubernamentales en Uruguay y en organizaciones internacionales como el Banco Mundial y ONU Mujeres, entre otras, analizó la mirada feminista de los diferentes sectores políticos del país, y si bien destacó la importancia del Primer Encuentro Nacional de Feminismos del Frente Amplio, cuestionó que no se analizó “sorprendemente” el tema de economía y desigualdad de género.

Espino estimó que, si bien la variedad de los temas analizados “resultó muy valiosa”, es sorprendente que no se haya incorporado el tema económico y que hasta el momento no se escuche a los posibles candidatos a la presidencia del Frente Amplio exponer “un compromiso para incorporar a la plataforma estos temas”.

Con respecto a los demás sectores políticos, señaló que “no se visualiza nada”. “No se ha escuchado verdaderamente una preocupación en este sentido y no solamente desde los cargos nacionales sino también de las intendencias, los municipios, que son los que están un poquito más cerca de la vida de la gente”, indicó.

La especialista se refirió también a la forma en que el gobierno actual administró las políticas públicas, y remarcó que la forma en que se ha manejado el presupuesto “no ha sido generosa”.

¿Qué es la economía feminista?

La economía feminista es una corriente de pensamiento que tiene diferentes vertientes, posturas ideológicas y políticas. No se trata de un pensamiento único, pero se puede decir que en términos generales pone en el centro de los objetivos de la economía la supervivencia humana con el norte fijo en mejoras en el bienestar. Para eso se jerarquizan ciertos servicios inmateriales, como el cuidado de las personas, la salud, la educación, a los que se les da tanta importancia como a otros activos de carácter material.

La economía feminista, que en realidad es una corriente muy nueva en términos históricos, se empieza a constituir como tal en los años 90 y fue fuertemente impulsada por la creación de la Asociación Internacional de Economistas Feministas y por la elaboración de la revista Feminist Economics.

Esta corriente tiene una propuesta de carácter político porque trata de transformar la realidad, es decir, no sólo de leerla de otra manera, sino que apuesta a una transformación radical para eliminar las desigualdades sociales y de género. Para esto cuestiona aspectos centrales de los enfoques predominantes en la disciplina económica, incorpora a las mujeres y sus experiencias dentro de las fronteras de los intereses de los economistas y, por supuesto, considera las disparidades que existen entre hombres y mujeres, que tienen que ver con las libertades de que gozan para tomar decisiones, para insertarse en el mercado laboral, para constituir o no una familia, para ejercer su sexualidad y para decidir sobre sus cuerpos.

Es importante que la economía convencional recupere las actividades invisibilizadas históricamente, que son las que realizamos las mujeres principalmente, para que recuperemos el rol de agentes económicos.

¿Cuáles son esas actividades que son invisibilizadas por la economía tradicional?

Son todas aquellas que son fundamentales para la reproducción de la fuerza de trabajo, tanto en términos físicos como intelectuales en el día a día; lo que hace que la sociedad y el mercado puedan funcionar. Son todas las actividades cotidianas que principalmente realizan las mujeres, principalmente en forma no remunerada, pero también en forma remunerada, porque cuando las mujeres vamos al mercado laboral nos insertamos de manera muy preponderante en actividades relacionadas con los cuidados, educación, salud, servicio doméstico, para poner ejemplos.

Cuando esas actividades, que tienen un contenido similar a lo que las mujeres realizamos en nuestros hogares o incluso en la comunidad, pasan por el mercado y reciben un salario, son visibles para la economía, se las considera. Ahora, cuando se trata de actividades que no son remuneradas, quedan invisibles para la economía. Sin embargo, es innegable que sin ese volumen de trabajo enorme que se realiza en los hogares la economía de mercado no podría funcionar. Es por esta razón que la economía feminista incorpora las relaciones de género como relaciones sociales de poder. Es decir, no hablamos solamente de diferencias entre hombres y mujeres, sino que hablamos de desigualdades que implican distinto poder en diferentes ámbitos de la vida, en la economía, en la sociedad y en los hogares. Esto es muy importante porque se diferencia de las corrientes económicas relacionadas con los esquemas marxistas, que sólo consideran las relaciones sociales de poder entre clases sociales.

Si tuviera que analizar la situación de Uruguay desde la perspectiva de la economía feminista, ¿cuáles son los grandes desafíos que debe enfrentar el país?

Uruguay tiene grandes desafíos para superar las desigualdades de género en distintos ámbitos. En el ámbito de la política, por ejemplo, las desigualdades de género en Uruguay son enormes. La participación de hombres y mujeres todavía sigue siendo muy desigual y los lugares que ocupan las mujeres en la política, en el gobierno, son todavía muy menores al rol que las mujeres en general tienen en la sociedad uruguaya.

Aunque se ha avanzado, en términos de la economía todavía persisten grandes brechas. Cuando hablamos de brechas de género estamos hablando de la distancia que existe entre los valores de determinados indicadores. Por ejemplo, en la tasa de actividad, es decir, la proporción de hombres y mujeres que trabajan en forma remunerada o buscan hacerlo, se mantienen importantes diferencias.

Son desafíos para la igualdad, para el bienestar y para el desarrollo de una economía más inclusiva de Uruguay. Es decir, aprovechar los talentos, las diferentes formas de hacer y pensar, y lo que se ha invertido, por ejemplo, en la educación de las mujeres. Y hay, sobre todo, algunas áreas, como por ejemplo la informática, en la cual las mujeres no nos hemos incorporado cuando se trata de un sector con desempleo cero. Y en distintos trabajos de investigación hemos visto que muchas veces hay requerimientos por el lado de la demanda y que se tienen que llenar con extranjeros porque no se pueden resolver en Uruguay.

Me parece que en general, pero especialmente en el último período de gobierno, se ha hecho poco para vencer estos desafíos, poco en términos de políticas públicas, de empleo, de campañas de comunicación a nivel de los medios, que me parece que a veces son tan importantes como otro tipo de acciones.

Algunos estudios afirman que durante la pandemia se profundizaron las desigualdades existentes, ¿cómo sigue esa tendencia hasta hoy?

Efectivamente, la pandemia parece haber sido, a nivel global y también en Uruguay, un factor de recrudecimiento de las desigualdades sociales y de género por todo lo que implicó en términos sanitarios, económicos, laborales, etcétera. En el caso de Uruguay, hay un estudio muy interesante que realizaron en el Instituto de Economía.

Las estimaciones indican que el total de la deuda atribuible por diferentes conceptos, que son el acceso al mercado de trabajo, las remuneraciones, la carga adicional de trabajo no remunerado, que eran áreas que se podían evaluar, equivalían a un 1,9% del PIB en 2020 y a un 1,4% en 2021. En los dos años, el monto de la cobertura de programas públicos de transferencias no contributivas hubiera requerido ampliarse bastante para alcanzar la totalidad de su población objetivo. Entonces, hay una deuda importante. Y me parece muy interesante este trabajo porque nos habla de esta parte invisible para la economía.

Es decir, cuando muchas veces el gobierno habla de lo que no se logró, lo que no se pudo o lo que se perdió durante la pandemia, siempre se está hablando de lo que ocurrió en el mercado, pero hay otras situaciones que no se mencionan, como si no fueran tan importantes.

¿Qué sucedió en la pospandemia?

Luego de la pandemia, hubo recuperación, pero, como decía antes, si uno mira los últimos datos, que son de 2022, hay brechas todavía muy importantes.

Según un informe del INE de noviembre de 2023, la tasa de actividad de los varones es de 72,4%, en cambio, la de las mujeres es 55,8%. Es decir, hay cerca de 20 puntos de diferencia. La tasa de empleo es más o menos igual, 67,2% para los varones, 50,4% para las mujeres; son 17 puntos de diferencia. Y la tasa de desempleo tiene una brecha inversa, lo que quiere decir que el desempleo de las mujeres es más alto que el de los varones: 9,6% en noviembre de 2023 y 7,2% para el total del país, respectivamente. También los datos del INE nos hablan de un mayor subempleo en el caso de las mujeres. Entonces, el porcentaje de subempleo de los hombres es 7,9% y el de las mujeres es 11,2%. El subempleo lo que muestra son las personas que desearían trabajar durante más horas y no consiguen hacerlo por dificultades de inserción en el mercado laboral.

Estas brechas son como una cara de una moneda. Si uno mirara la vida en sociedad y en la economía como una moneda, tenés una cara que es lo que ocurre en el mercado, y la otra que es lo que sucede dentro de los hogares. Las mujeres tenemos menor participación en la actividad laboral y económica, y los hombres tienen más. Cuando miramos para dentro de los hogares, ocurre exactamente lo contrario, porque estas son las dos caras de esa misma moneda. Entonces, cuando uno necesita actuar, cuando los países, los gobiernos, las entidades públicas requieren la acción de la política pública, es absolutamente imprescindible actuar sobre ambas caras de la moneda, porque si actúo sólo sobre una, no voy a lograr establecer los equilibrios que se buscan. Entonces, hay cierto estancamiento en términos de las tasas de actividad y hay ciertas recuperaciones en otras brechas, pero sigue siendo el mismo problema, a veces con mejores números.

¿Cómo incide todo esto en la brecha salarial?

Es muy importante la incidencia que tienen las normas sociales y de género sobre las actividades de hombres y mujeres, es decir, cómo nos insertamos en una de las dos caras de la moneda según nuestro sexo.

La de ingresos es importante. Me parece muy interesante un trabajo que publicó el Instituto de Economía el año pasado, señalando que ha habido, entre 2016 y 2022, una reducción en la brecha de ingresos entre hombres y mujeres. Sin embargo, esto se debe básicamente a que los ingresos de los varones tuvieron una caída relativamente mayor a la que sufrieron las mujeres de características similares. La idea no es que las brechas se achiquen porque los hombres tengan más desempleo que las mujeres, o porque los hombres ganen menos que las mujeres. La idea es que las brechas se achiquen porque se mejora la situación de quienes están en peor condición.

¿Cómo cree que ha manejado el gobierno el presupuesto para una política de cuidados y acciones que fomenten la igualdad de género?

Respecto a cómo el gobierno ha manejado el presupuesto, creo que este gobierno no ha sido generoso con las políticas públicas, pero en lo que se refiere a las políticas de cuidado, ya en el gobierno anterior también habían existido problemas de asignación presupuestal.

Pero hay otro factor que es ideológico, político, cultural, porque evidentemente no se le ha dado al Sistema Nacional de Cuidados la trascendencia, la importancia y la ubicación que realmente se debería haberle dado. De hecho, hubo un cambio sustancial.

¿En qué hubo un cambio sustancial?

Me refería a una de las primeras medidas de este gobierno cuando unificó la Secretaría de Cuidados y el Programa de Discapacidad, porque eso de alguna manera refleja que puede haber un cierto sinónimo entre discapacidad y necesidad de cuidados, cuando no es así. Los cuidados son un derecho para todas y todos en los diferentes tramos de la vida, porque todas y todos requerimos cuidados siempre, no solamente aquellos que se encuentran por alguna razón en condiciones de dependencia.

Creo que se podría y se debería haber hecho mucho más, porque, entre otras cosas, el tema de la pandemia en el mundo entero pareció echar luces sobre la necesidad de dar cuidados a toda la población, de considerarlos como un derecho universal y también de entender que estas políticas son parte imprescindible para el desarrollo de las economías. Si se quiere ver por ese lado, también es importante.

¿Cómo puede repercutir una política de igualdad de género en el desarrollo económico de un país?

La idea es que las políticas que promuevan eliminar las distintas formas de discriminación en el empleo, la segregación laboral, la segregación educativa, la ruptura con los estereotipos de género que transmiten y trasladan determinados valores que dejan a las mujeres en situaciones de subordinación o con dificultades para la independencia o el empoderamiento económico sin duda van a repercutir en el desarrollo económico del país, porque se va a mejorar la utilización del potencial de la fuerza de trabajo de las mujeres, que todavía sigue siendo menor a la de los hombres. Ahora, eso no puede ser de cualquier manera, es decir, si bien es necesario aprovechar las capacidades y los talentos y las habilidades de las mujeres en el mercado laboral para que eso nos permita crecer en términos económicos, esto es imposible si no hay políticas orientadas a modificar la otra cara de la moneda, es decir, políticas orientadas a la corresponsabilidad entre el Estado, los hombres y las mujeres y el sector privado en los cuidados. Yo creo que todo eso puede contribuir al desarrollo, sobre todo si lo miramos en términos socioeconómicos y lo consideramos en sus dimensiones humanas, sociales y económicas.

¿Qué propuestas debería impulsar el próximo gobierno para enfrentar las brechas que sufren las mujeres?

El próximo gobierno tiene muchos desafíos, pero el primero es entender que existen desigualdades de género, que están directamente relacionadas con el bienestar de toda la sociedad y con el desarrollo de las economías. Es decir, que la igualdad de género puede ser beneficiosa para el crecimiento y el desarrollo. Hay que entender las políticas macroeconómicas como políticas que están relacionadas con esas desigualdades, que no son ajenas a las desigualdades de género. Hay que mirar las políticas económicas y laborales desde esta perspectiva.

Me parece que si bien, por ejemplo, en el Frente Amplio se han promovido actividades como la de los encuentros que se realizaron el año pasado (llamados Primer Encuentro Nacional de Feminismos del Frente Amplio), que fueron muy importantes y en los que se abordó una cantidad enorme de temas, sorprendentemente no se analizó el tema de economía y desigualdad de género. Todavía no se escuchó a los posibles candidatos a la presidencia del Frente Amplio, no visualizo realmente un compromiso para incorporar a la plataforma estos temas.

¿Cuál es la actitud de los demás partidos?

En lo que tiene que ver con los demás partidos, la verdad es que no visualizo nada. No se ha escuchado verdaderamente una preocupación en este sentido, y eso no solamente es para los cargos nacionales, sino también para las intendencias y los municipios, que son los que están un poquito más cerca de la vida de la gente, y que, por ejemplo, en términos del funcionamiento de las ciudades pueden llegar a contribuir más o menos a la igualdad de género, contribuir más o menos a facilitar la vida de las mujeres en la calle, en los distintos horarios, la vida de las mujeres en esas tareas que llevan a cabo diariamente y que tienen que ver con los transportes, con la iluminación, con ciudades más amigables, en condiciones en que estamos, en una ciudad realmente muy compleja, en términos sociales, de limpieza, de soluciones urbanas que se están dando para el tráfico. Hay una cantidad de problemas que por supuesto afectan a hombres y mujeres, pero que a las mujeres –dadas las actividades que realizamos predominantemente y dadas las normas sociales y de género, es decir, que las mujeres estamos más sometidas a distintas formas de acoso, asedio, etcétera– nos importan mucho.

En términos del gobierno nacional, yo quiero escuchar las propuestas de política pública que realmente se orienten a eliminar desigualdades de género y sociales en general.

Según varios estudios, las mujeres y las infancias son las más afectadas por la pobreza. ¿Cómo se encuentra el país a nivel regional en este tema? ¿Qué acciones debería impulsar el Estado?

El tema de la pobreza de las infancias y su relación con las desigualdades de género tampoco se ha enfocado y es absolutamente necesario hacerlo en todas sus dimensiones.

Los niños y las niñas tienen una gran incidencia en la pobreza, porque viven en hogares en los que nacen más niños que en otros. En esos hogares hay mujeres que se hacen cargo solas, como jefas, o donde hay parejas que se mueven rotativas, pero que no se hacen cargo. O sea, la pobreza de las infancias y la situación de las mujeres en términos laborales, educativos y económicos yo creo que están absolutamente asociadas. Es imposible pensar, en mi opinión, en hacer políticas para superar la pobreza infantil si no se hacen políticas para superar la situación de pobreza, de marginalidad, de falta de empleo, de carencias educativas que tienen las mujeres y especialmente las mujeres jóvenes.

Estas mujeres, que tienen grandes carencias, tienen grandes dificultades para tener proyectos propios, o sus proyectos propios muchas veces justamente las van marginando hacia condiciones de pobreza, tanto para ellas como para sus hijos, porque las opciones que se les plantean desde el punto de vista cultural, de los valores, de las posibilidades así lo determinan.

Destaques: la igualdad de género puede ser beneficiosa para el crecimiento y el desarrollo

Espino destacó que hay que entender las políticas macroeconómicas como medidas que no son ajenas a las desigualdades de género. “Hay que mirar las políticas económicas y laborales desde esta perspectiva. La idea es que las políticas que promuevan eliminar las distintas formas de discriminación en el empleo, la segregación laboral, la segregación educativa, la ruptura con los estereotipos de género que transmiten y trasladan determinados valores que dejan a las mujeres en situaciones de subordinación o con dificultades para la independencia o el empoderamiento económico sin duda va a repercutir en el desarrollo económico del país porque se va a mejorar la utilización de la fuerza de trabajo femenina”.

En su visión, de esta manera “se va a aprovechar el potencial de la fuerza de trabajo de las mujeres, que todavía sigue siendo menor a la de los hombres”, pero aclaró que eso “no puede ser de cualquier manera”. “Si bien es necesario aprovechar las capacidades y los talentos y las habilidades de las mujeres en el mercado laboral, porque eso nos permite crecer en términos económicos, esto es imposible si no hay políticas orientadas a modificar la otra cara de la moneda, es decir, políticas orientadas a la corresponsabilidad entre el Estado, los hombres y las mujeres y el sector privado en los cuidados. Yo creo que todo eso puede contribuir al desarrollo, sobre todo si miramos el desarrollo en términos socioeconómicos y lo consideramos en sus dimensiones humanas, sociales y económicas”.

La economista mostró su preocupación por el intento de “invisibilizar” las brechas que sufren las mujeres en la economía. “En el Frente Amplio uno puede encontrar, desde hace muchísimos años, cuestiones relacionadas con la igualdad de género. Pero, cuando yo escucho el discurso predominante de los sectores políticos, no lo veo de ese modo. Me parece que no están, hasta hoy al menos, en la agenda estos temas sobre economía feminista. Me parece que, en ese sentido, hace falta que las organizaciones sociales y de mujeres incidamos para que los políticos se hagan cargo, que se ponga también sobre sus hombros la defensa de los derechos de las mujeres, la necesidad de consagrar la igualdad de género en la sociedad. Y, también, que visibilicen, que perciban y que integren a su discurso que no hay posibilidades de democracia ni de desarrollo económico si las mujeres no están”.

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