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Actividad de Educocina con los niños de 3er año de la escuela 41.

Foto: Andrés Cuenca

Manos en la masa

3 minutos de lectura
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EduCocina para Todos impulsa el potencial educativo de los alimentos en las escuelas.

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Los niños de tercer año de la escuela 41 de Montevideo hacían fila en el patio con gorros y delantales de chef, preparados para la llegada de EduCocina para Todos, que prometía una jornada horneando pan de campo y plantando en la huerta. la diaria se unió a los voluntarios que siguen a Diego Ruete, fundador de Petit Gourmet, para participar en el cambio de rutina en la escuela del barrio de la Aguada. “Soy educador y soy cocinero. Tengo una escuela de huerta y cocina para niños porque soy consciente de la desconexión que tienen con la alimentación, y creo que es una herramienta educativa demasiado importante como para que no se tenga en cuenta”, aseguró el empresario, que hace ocho años se toma el tiempo para replicar sus talleres de forma gratuita en las escuelas públicas.

“¿De dónde sale la comida?”, preguntó el chef antes de que entraran al comedor de la escuela. La respuesta parecía obvia: “De la cocina”. Después de indagar un poco más, los niños llegaron a decir que los alimentos provienen de los vegetales y los animales; no conforme con esos veredictos, Ruete los animaba a explorar un poco más en lo que ya sabían: “¿Y qué comen los animales? ¿Dónde viven?”. Tanta cuestión derivó irremediablemente en el cuidado ambiental, otro de los pilares sobre los que se erige EduCocina.

Ruete explicó el potencial de la iniciativa: “Ellos están interesados; la creatividad, la imaginación y el interés constituyen una carga que ya tienen. Queremos estimularlos y aprovecharnos de eso para disparar en muchas direcciones, desde presentarles palabras en inglés hasta trabajar matemática, química, geografía o historia; haciendo algo divertido ellos asimilan todo lo que les digamos”.

Cuando los pequeños cocineros se colocaron en su estación de trabajo, se encontraron con las voluntarias de EduCocina, un grupo de jóvenes que deciden prestar su tiempo para trabajar con Ruete. “Los voluntarios se contactan por las redes sociales, por suerte siempre tenemos su apoyo. Hay cocineros, educadores, maestros, nutricionistas y gente que no tiene nada que ver pero acompaña porque le gusta. Con ellos hemos ido a Brasil, Chile, Paraguay y Perú, siempre de forma honoraria”, destacó.

El trabajo voluntario es la base, porque no tienen respaldo de empresas ni del Estado, más allá de que la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) esté de acuerdo con la iniciativa. “No tenemos apoyo de instituciones ni del gobierno, pero hemos logrado que unas pocas empresas participen como una acción de responsabilidad social empresarial y que otras aporten materiales”.

A la obra

Durante la jornada de cocina los niños se dividieron en tres equipos y a cada uno le tocó una masa de pan de un color distinto: una verde, por la espinaca; otra rosada, por la remolacha; y una amarilla que no tenía ningún saborizante. Cada niño tenía su pequeño bollo de masa y lo trabajaba mirando a la voluntaria mientras Ruete, provisto de micrófono, daba consignas que, más que instrucciones, parecían pequeños juegos: “Le damos a la masa un golpe de karate”, “ahora un golpe de martillo”, “se la paso al compañero de la derecha al grito de ‘chancho va’”, “la estiran con un dedo y después con dos”.

Cuando la masa estuvo bien trabajada, fue el momento de ponerle relleno de zucchini, tomate, zanahoria y queso, ingredientes que estaban cortados en pequeños cubitos. Después vendría el paso más complejo: “el caracolizamiento de la masa”. Los descubrimientos se sucedían unos a otros. Todo era una nueva exploración: “Hacemos hincapié en el consumo de verduras, ya que la mayoría de ellos las rechazan. Se inclinan por lo ultraprocesado y envasado, lleno de azúcar, de grasa, de sal, que son el factor determinante para los índices de obesidad y sobrepeso. Necesitamos mostrarles nuevos elementos”, enfatizó Ruete.

Para él, la educación alimentaria es fundamental: “En la mayoría en las casas no los dejan cocinar, y en las escuelas no se usa la cocina para hacer algo que no sea brochette de frutas o salchichón de chocolate. No hay educación en este tema, y es algo que debería existir en todas las escuelas del mundo. La gente no sabe cuándo comer qué cosas ni por qué el morrón es caro en julio, se quejan de los precios fuera de temporada porque no se sabe comer con criterio estacional. Si no lo enseñamos en la escuela, los niños en las casas no lo van a aprender porque los padres tampoco lo saben”.

“Tratamos de educarlos para que aprendan a respetar la tierra y el agua, porque son los proveedores de alimentos. Por medio de EduCocina buscamos plantar una semilla de amor por la cocina y de respeto por la tierra”, explicó Ruete. La semilla es metafórica y literal al mismo tiempo, porque también plantan acelga en pequeñas macetas hechas de material reciclable. A su entender, un niño que aprende a plantar se convertirá en un adulto en contacto con la naturaleza, que entenderá “que lo bueno no viene envasado”.

Separados

Ruete fue superembajador de Food Revolution, un movimiento internacional liderado por el chef británico Jamie Oliver, que genera redes para promover una alimentación consciente. Sin embargo, hace un par de años, el uruguayo decidió alejarse de la iniciativa por no concordar con las empresas con las que Oliver estaba negociando; esto lo hizo perder una herramienta con mucho potencial de expansión. De todas formas, mantiene el contacto internacional con Ashoka, una red de emprendedores sociales, por lo que proyecta un próspero futuro para EduCocina para Todos.

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